Inhalantes y neoprén
( Publicado en Revista Creces, Marzo 1989 )
La drogadicción antaño fervor de artistas, bohemios y malandrines, es hoy por hoy un amenazante problema médico: el número de jóvenes drogadictos ha aumentado en forma alarmante en los últimos años. Lo peor es que a la discutida y difundida marihuana se agrega otra "droga" que produce daños físicos y psicológicos irreparables: el neoprén. Ver niños marginales aspirando neoprén en las calles de Santiago se ha transformado en un espectáculo penosamente habitual. Conocer las dimensiones del problema parece ser el primer paso a resolverlo.
Desde hace largo tiempo diversas sustancias volátiles han sido usadas por su efecto psicotrópico, siendo los solventes los utilizados con mayor frecuencia. También han sido usados con similares fines algunos analgésicos, como el óxido nitroso, más conocido como gas hilarante. Su uso se remonta al siglo pasado en fiestas de cierto rango social; con posterioridad se descubrió el efecto hilarante del éter y del cloroformo.
En la actualidad el abuso de sustancias volátiles se circunscribe a pegamentos Iacas, disolventes de pinturas y bencina. En general, son sustancias químicas complejas, compuestos por varios constituyentes hidrocarburos aromáticos, alifáticos, fIuorados, clorados y también alcoholes y cetonas. En Chile predomina notorariamente la inhalación de pegamentos cuyo componente principal es el tolueno, un hidrocarburo aromático que además, se usa como solvente en pinturas, barnices, esmaltes y lacas. En ocasiones los pegamentos suelen estar mezclados de modo que el inhalador de neoprén se expone a menudo a otras sustancias además del tolueno.
En nuestro país el abuso de estas sustancias habría comenzado alrededor del año 1975 con un evidente predominio de los pegamentos, aunque ocasionalmente es posible ver niños aspirando bencina. Este es un gravísimo problema de salud pública por su extensión creciente por la población afectada (niños, adolescentes y adultos jóvenes) y por los severos daños físicos y neuropsicológicos y por su reacción con consecuencias de tipo delictivo. Sin embargo, tanto o más grave que lo anterior es la carencia de un manejo coordinado para encarar la situación por parte de los organismos competentes.
En Chile, así como en otros países se ha producido úItimamente un aumento y una modificación de las diversas sustancias usadas en drogadicción. Sin embargo, entre nosotros existe aún un gran desconocimiento de la situación. Esto es particularmente notorio en el caso de la inhalación de los solventes volátiles donde se observe un desinterés negligente por estudiar este complejo fenómeno. Esto también se aprecia incluso en el caso del consumo de marihuana donde un organismo no gubernamental como la Iglesia Católica posee una mucho mayor información que las autoridades de salud. Se sabe con cierta seguridad que el abuso y empleo inadecuado de tranquilizantes y otros psicofármacos es alarmante. Son frecuentes las complicaciones que deben tratar los psiquiatras a propósito del uso de anorexigenos. Mejores datos se tiene respecto del alcoholismo aunque no por eso más alentadores. En general, estamos asistiendo a un progresivo y generalizado agravamiento de la drogadicción. En los años sesenta las anfetaminas y el ácido lisérgico eran consumidos por un grupo reducido de jóvenes entre 20 y 30 años de clase media o clases sociales más acomodadas. La búsqueda de lo novedoso era casi de buen tono. En la década de los setenta aumenta el consumo de anfetaminas y se inicia el abuso de marihuana. Se compromete así un grupo más amplio de la población y se ven afectados individuos más jóvenes entre 15 y 25 años de edad. En la actual década el consumo de marihuana persiste pero muchas veces asociado con el de tranquilizantes y alcohol: participa un mayor número de jóvenes y se afectan las clases sociales más masivas. Además se hace masiva la inhalación de pegamentos bencina, que afecta a los sectores de extrema pobreza, y a grupos de niños y adolescentes entre siete y 20 años de edad. Podemos observar así una masificación de la drogadicción que afecta clases más bajas e individuos cada vez de menor edad. Esto es alarmante.
La situación en otros países
En Estados Unidos, en el año 1977, el 9% de los jóvenes entre 2 y 17 años, y el 11% entre 18 y a los 25 años, habían consumido alguna vez inhalantes. En general, se estima que el 1% de los individuos entre 18 y 25 años había sido consumidor habitual. Es muy probable que el predominio claro de los varones, 10:1 sobre las mujeres, vaya en disminución, ya en 1976 la razón sería de 3:1. También existe información de abuso de solventes en Japón, Inglaterra, Suiza, Noruega, Alemania, Canadá y México.
En este último país existe gran preocupación por los solventes volátiles desde los años setenta. En 1976 se estudió la población escolar entre 14 y 18 años en ciudades de más de 100.000 habitantes, y se encontró un consumo de alrededor del 0,85%, con pocas variaciones en diversas regiones del país. Sin embargo, el consumo habría aumentado hacia el año 1978, puesto que el promedio se elevó a 5,6%. En todo caso, el uso habitual, que en 1976 era de 0,6%, se elevó a 1,52% en 1978. Además, este mismo año mostró un predominio del abuso de solventes sobre la marihuana. En 1980 al consumo ocasional fue de 4,4%, y el abuso frecuente de 1,1%, además, se demostró su utilización no sólo en escuelas de bajo nivel socioeconómico. En 1986 se observó una elevación significativa del consumo ocasional o experimental, pero no del uso habitual, y nuevamente los solventes volátiles ocuparon el primer lugar en comparación con otras drogas.
En estudiantes universitarios mexicanos se encontró en 1970, un claro predominio del uso de marihuana y tranquilizantes (1,7% y 0,72%, respectivamente); los inhalantes ocuparon el tercer lugar. En 27 centros de tratamiento juvenil de la república mexicana se observó en 1976, que el 20% de los casos atendidos había inhalado solventes como fármaco único o en combinación con otras drogas. En 1984, en 32 centros se encontró una elevación del consumo de solventes a 26,5%. El promedio era mucho mayor en el área metropolitana de Ciudad de México: 34%. En resumen, en México la inhalación de solventes, que ya era un problema de salud pública en 1979, sufre un progresivo incremento, llegando incluso a desplazar a la marihuana del primer lugar de las sustancias utilizadas en drogadicción y comprometiendo a sectores de niveles sociales más altos, incluso entre estudiantes de universidades privadas.
Efectos físicos y neuropsicológicos
La inhalación de estas sustancias está destinada a producir un efecto psicológico anormal y placentero. Si bien el tracto respiratorio es largo, la absorción pulmonar es rápida y llega al cerebro sin pasar por el hígado, evitando así la descomposición enzimática. La liposolubilidad facilita la penetración en el tejido cerebral. Pero también se comprometen diversos órganos, tanto por su acción aguda como por el uso prolongado.
Se ha descrito numerosos casos de muerte por el efecto sensibilizante directo que ejercen los solventes sobre el corazón para la acción de los catecolominas, se produce taquicardia y arritmia fatales. Otros casos mortales se deben a asfixia por desilizamiento de la cabeza dentro de la bolsa utilizada para inhalar cuando el individuo queda inconsciente. También se han observado muertes por aspiración de contenido gástrico y fallecimientos violentos, ya sea por homicidio o acciones autoagresivas o accidentales.
A nivel respiratorio se produce un efecto irritante que provoca epistaxis repetidas, rinitis, laringitis y bronquitis crónica. La neumonitis llevaría a un engrosamiento de la membrana alveolar con franca disminución de la capacidad respiratoria. En el sistema hematopoyético, un solvente en particular, el benceno, puede provocar anemia aplástica y leucemias. En el riñón se puede producir nefrosis, hipertensión e insuficiencia renal; el tolueno aumenta la frecuencia de cálculos renales. Es frecuente también la acidosis metabólica por acumulación de metabolitos del toluen y la disfunción renal. A nivel del aparato digestivo se presenta vómitos, diarreas, cólicos, ocasionalmente hemorragias digestivas. En el hígado puede aparecer tumefacción celular con vacuolización citoplasmática, con neurosis y degeneración fibrosa que lleva a una cirrosis. Se han descrito casos de compromiso muscular tal vez relacionado con hipokalemia e hipofosfaternia, o con un efecto directo del tolueno sobe la membrana celular.
En madres que durante la gestación sufrieron exposición laboral al tolueno se han producido hijos con malformación congénita. Esto hace suponer que las embarazadas con adicción a pegamentos corren también el riesgo de dar a luz hijos con malformaciones. Existe creciente preocupación por la toxicidad de los solventes utilizados a nivel industrial donde se han descrito diversos efectos neuropsicológicos entre los empleados.
A nivel del sistema nervioso los efectos son múltiples síndrome polineurótico, daño en nervios craneanos, síndrome parkinsoniano, convulsiones, ataxia cerebelosa y encefalopatía difusa. La intoxicación aguda con solventes provoca una psicosis exógena en estos casos el electroencefalograma presenta lentificación de su frecuencia nasal pero estas modificaciones tienden a ser transitorias y no siempre aparecen. Los hidrocarburos, en general, actúan como depresores del sistema nervioso central, pero la excitación precede a las alteraciones de la conciencia. El inhalador suele experimentar un sentimiento de euforia seguido de alucinaciones visuales e ilusiones. A medida que aumenta la concentración de los vapores se puede llegar a un profundo estado de coma. La experiencia subjetiva del inhalador consiste en euforia con sensación de poder y grandiosidad lo que puede llevar a violencia y daños autoinferidos. Las alucinaciones se presentan en alrededor del 50% de los casos son agradables y omnipotentes, pero también pueden ser muy terroríficas. Se presentan distorsiones espaciales y visuales, con ilusiones de flotar en el espacio. Estos cuadros pscóticos agudos pueden persistir por tiempo variable después de la inhalación del solvente. La destrucción cerebral es un hecho demostrado y con frecuencia irreversible
Existe acuerdo en torno a la dependencia psicológica que determina la necesidad de inhalar y aumentar la dosis y que provoca ansiedad cuando ello es difícil. Pero también es probable que algunos casos lleguen a la dependencia física. La suspensión abrupta ha provocado casos de deliruim tremens y otros síntomas alucinatorios, calambres, dolor abdominal y cefalea.
Tenemos bastante experiencia con pacientes que ingresan a los servicios hospitalarios a consecuencia del uso prolongado de pegamentos. En general son individuos que habitualmente no sobrepasan los 30 años de edad provenientes de un medio social muy pobre con graves problemas familiares. Presentan un bajo nivel cultural e intelectual y con frecuencia combinan la inhalación de pegamentos con alcohol tranquilizantes e hipnóticos del tipo benzodiacepinas, y también marihuana. Vale decir, tienden al poliabuso de sustancias tóxicas. En los primeros períodos de su hospitalización presentan confusión mental, en ocasiones severo desajuste conductual con gran excitación y agresividad. Esto último determina la necesidad de internarlos, situación que resulta casi natural, puesto que ha existido un período prolongado de conducta agresiva y autoagresiva. Resulta muy característico que se infieran diversos tipos de heridas, en especial lesiones cortantes de antebrazos y piernas. Es habitual que relaten actividades delictivas, en particular robos y asaltos, además de ejercer la mendicidad. En ocasiones han sido detenidos por la policía y sometidos a proceso.
Perfil psicosocial del inhalador
Basándonos en datos obtenidos por un grupo de trabajo dedicado a la rehabilitación de drogadictos en Chile (Programa La Caleta 1982-1987), es posible realizar la siguiente síntesis: predomina el sexo masculino (87,1%), las edades fluctúan entre 12 y 25 años, y la mayoría se agrupa entre los 16 y 24 años de edad. La mayoría son individuos solteros (61,4%), sólo el 21,1% de los inhaladores tienen hijos. El 17% es considerado analfabeto, el 78% ha cursado entre 1° y 8° básico y muy pocos continúan estudiando (en proporción de 1:10). Desde el punto de vista legal, 40% tiene problemas delictuales. La fuente de ingreso corresponde en el 47%, a algún tipo de trabajo y en el 44% a mendicidad o robo. En relación al tipo de droga usada, se observa que el 43,4% es sólo inhalador, y el 27,9%- aparte del neoprén -utiliza en menor proporción marihuana, alcohol y estimulantes.
En otros estudios realizados en Chile, entre 328 adolescentes sometidos a libertad vigilada se encuentra que el 13,4% ingresa a este sistema por problemas relacionados con drogas. Entre éstas, las más usadas son alcohol, marihuana y solventes volátiles. En otro trabajo, de 400 adolescentes internados por problemas legales el 14% tenía problemas con drogas, siendo la marihuana y el neoprén las más usadas.
En México se ha observado que la prevalencia del consumo cambia de acuerda con el grupo social de que se trate, existiendo una relación con problemas judiciales. La droga preferida depende de la edad: entre los jóvenes mayores de 18 años se utiliza con más frecuencia la marihuana, y entre los menores de esa edad la droga predilecta son los solventes. Además, estas sustancias son usadas de preferencia entre los menores que trabajan en las calles: cuidadores de autos, vendedores ambulantes. Si se comparan grupos de niños en situación de riesgo, se observa que éste aumenta en la medida en que los niños no asisten a la escuela y no tienen vínculo familiar, comienzan a trabajar a menor edad y destinan el dinero obtenido para uso personal y no familiar. En general, sus padres son alcohólicos y no ejercen sus funciones de control, en especial sobre la conducta de inhalación.
A nivel de la estructura de los grupos, se observa que los niños inhaladores de neoprén tienen gran interacción entre sí, pero es frecuente que exista un alto nivel de agresividad. Aquellos que ingresan a los servicios hospitalarios se han autoagredido (de modo característico) con heridas cortantes repetidas en los antebrazos y el resto del cuerpo. Estas lesiones se las provocan durante estados confusionales por la intoxicación aguda, y también durante períodos de descontrol. Son verdaderos ataques contra su cuerpo mientras se sienten invadidos por una rabia incontenible. Hemos conocido casos de personas que han sufrido graves accidentes del tránsito al lanzarse en contra de vehículos en movimiento y también otros que han presentado severas quemaduras por electricidad al ponerse en contacto con cables y torres eléctricas. Estos individuos que ingresan a los servicios psiquiátricos son, probablemente, un grupo que se encuentra más grave que el resto de los consumidores de neoprén, tanto que con frecuencia es necesario realizar un minucioso diagnóstico diferencial con la esquizofrenia de tipo hebefrénico o el síndrome orgánico cerebral grave en especial cuando al ingresar al hospital no se cuenta con datos ni información acerca del enfermo. El descontrol emocional ha sido considerado como causa y efecto del abuso de solventes: los inhaladores tienen también dificultades cognitivas, aun cuando la exposición a neoprén no sea reciente. Parece presentar una gran carencia afectiva con sentimientos de inadecuación, autoimagen deteriorada, depresión y ansiedad.
Causas y soluciones
Se cree que la farmacodependencia estaría determinada por una personalidad predisponente lo que está íntimamente relacionado con el ambiente familiar y el desarrollo infantil. Se han descrito varios tipos de personalidad alterada: depresivas, pasivodependientes con incapacidad para tolerar la frustración y la angustia, además de un débil control sobre los impulsos. Sin embargo, es difícil saber si las características de la personalidad son causa a consecuencia del consumo de drogas. En todo caso, en la comprensión de drogadicción resulta muy importante el análisis psicodinámico la que no sólo tiene importancia teórica, sino que se constituye uno de los pilares de la rehabilitación de los pacientes, en especial por medio de diversos enfoques psicoterapéuticos.
Lamentablemente, los intentos de tratar al paciente individual a nivel hospitalario son con frecuencia infructuosos, especialmente entre los consumidores de neoprén. Los casos que llegan son muy graves, con severo daño cerebral y con una completa desorganización de la familia o ausencia de vínculos familiares sociales. Ni siquiera con recursos ilimitados se lograría revertir el mal pronóstico, y llegamos a la conclusión de que la acción rehabilitadora debería estar centrada a nivel de la comunidad origen. En todo caso, una acción a este nivel aparece en principio como rehabilitadora del enfermo individual, cuestión ineludible.
Podemos observar que nos estamos saliendo de las causas individuales, la etiopatogenia en un esquema biomédico para conectarnos con las causas ambientales. En esta posición resulta adecuada la creación de centros comunitarios de tratamiento, integrados por equipos multiprofesionales que deben combatir en el terreno las causas inmediatas del abuso de solventes. En nuestro país han sido creados varios grupos y centros de rehabilitación de drogadictos, Sin embargo, parecen ser completamente insuficientes en cuanto a número y no están orientados al trabajo con consumidores de solventes excepto algunos grupos independientes del Estado.
¿Es posible crear tantos centros como drogadictos existen?. Según datos oficiales tal vez el 5% de los adolescentes en Chile utilizan marihuana de modo habitual, una o más veces por semana (año 1984), y numéricamente debe corresponder a varios cientos de miles de jóvenes. Una proyección realizada por e[ Arzobispado de Santiago en el año 1987 nos dice que 313.361 jóvenes entre 15 y 24 años consumen marihuana. Si adicionamos los datos relacionados con el neoprén, sustancia mucho más peligrosa que la marihuana podemos suponer que la situación es gravísima e inmanejable. Es difícil cuantificar la situación en Chile, pero algunos datos indican que tal vez entre el 3% y el 8% de los adolescentes utiliza solventes volátiles, cifras que otras personas consideran más elevadas en poblaciones periféricas de Santiago. Si estos datos son correctos estamos en presencia del mismo fenómeno percibido en México: la farmacodependencia de solventes tiende a superar a la determinada por marihuana. Tendríamos entonces en Chile varios cientos de miles de neopreneros y en Santiago serían más que los 313.361 jóvenes que consumen marihuana.
¿Es posible tener suficientes centros de atención?.
Ante esta situación habría que buscar otras causas y soluciones. Si un modelo individual y comunitario no logró satisfacernos, parece obvio que otros técnicos y especialistas deben estudiar el problema. ¿Cuál será el impacto social, económico, médico y judicial de cientos de miles de jóvenes consumidores de marihuana y solventes en la ciudad de Santiago? ¿Qué grado de seguridad nos ofrece la sociedad?. Desde cualquier punto de vista, es ineludible buscar una solución, pues éticamente no es posible dejar al azar este problema.
Existe cierto consenso en el sentido de que los drogadictos son secundariamente enfermos psquiátricos como consecuencia de la acción tóxica sobre el sistema nervioso. Estas personas presentan conductas desadaptativas derivadas de factores sociales y ambientales. Algunos autores dicen que los niños y jóvenes que abusan de los solventes son el producto de la marginación destinada a mantener un sistema social y económico funcional a los intereses de determinados grupos: otros opinan que son doblemente marginados dentro de su propia comunidad. Creemos que el problema de la adicción a estas sustancias debe ser abordado de inmediato por la comunidad chilena organizada.
Para saber más
1. Medina-Mora. M E Aspectos los epidemológicos del uso de las sustancias inhalables en la República Mexicana. Salud Mental. 10 11-18. 1987.
2. Ladero. J.M.. "Abuso de solventes e inhalantes: consecuencias orgánicas Sandorama. 2: 5-9, 1987".