Armas químicas: la amenaza se invierte
( Publicado en Revista Creces, Septiembre 1989 )

Se convirtieron en la bomba atómica del tercer mundo. Son baratas y fáciles de fabricar. Los países lideres intentan frenar rápidamente esta carrera armamentista de los marginados.

El 7 de enero de 1989 se organizó en París la conferencia internacional -fuera del ciclo de la ONU- más grande desde 1945. El motivo que reunió a 150 participantes fue estudiar la prohibición de las armas químicas. Principalmente se trató de reforzar y actualizar el protocolo de Ginebra firmado en 1925 por 29 países, que luego aumentaron a 110. Este tratado tenía, sin embargo, una particularidad; prohibía el uso de armas químicas, pero permitía su fabricación. Se dijo, en un principio, que la conferencia era una respuesta al ataque con armas químicas efectuado sobre la ciudad kurda de Halabja, al noreste de Irak, el 16 de marzo de 1988, que causó cinco mil víctimas civiles.


¿Que llevo realmente a muchos países a realizar esta conferencia en Paris?

Si bien las imágenes que se vieron de Halabja causaron horror internacionalmente, es otra la situación que causa pánico a algunos sectores. Las superpotencias observan que todo su planteamiento mantenido por medio siglo acerca de la disuasión (nuclear, sobre todo) se viene abajo. Las armas químicas, tan letales como las nucleares, son fáciles de fabricar y tienen un costo muchísimo más bajo. Esto las hace asequibles para los países del Tercer Mundo. Por decirlo en una forma más directa: las armas químicas se han convertido en la bomba atómica de los pobres, el arma del Tercer Mundo.

La iniciativa de la conferencia responde principalmente, al interés que algunos países tienen de detener la alarmante proliferación de este tipo de armas. En 20 años el número de países poseedores de armas tóxicas se cuadruplicó. El largo período en que los grandes jugaban a ser los policías del planeta termina, la vieja situación de la amenaza Este-Oeste podría convertirse en una amenaza Norte-Sur.

Aparte de la URSS, que posee 400.000 toneladas de armas químicas, (10 veces más que EE.UU., 80 veces más que la OTAN y más que todo el resto del mundo), China, Inglaterra y Francia (en menor escala estos dos últimos países), existe un gran "club" que no es controlado por las potencias mencionadas: Israel, Egipto, Siria, Irán, Irak, Afganistán, Libia, Etiopía, Tailandia, Birmania, las dos Coreas, Vietnam, India, Sud-Africa y otros (en algunos de estos países existen niveles de pobreza increíbles).


David y Goliat, la historia es cíclica

"Al abandonar la Casa Blanca dejo un mundo mejor detrás de mí", afirmó Ronald Reagan ante la ONU en Nueva York, el 26 de septiembre de 1989.

En efecto, "un mundo mejor", desmantelamiento bilateral de los misiles nucleares instalados en Europa por EE.UU. y la URSS e intenciones de destruir la mitad del arsenal nuclear. Mijaíl Gorbachov anunció que retiraría a medio millón de soldados. Reagan, por su parte, anunció el retiro de las armas químicas instaladas en Alemania de 1989 a 1992.

Este protagonismo histórico podría verse fuertemente mermado, sino acabado, por los profundos cambios provocados por el uso de las armas químicas. Al igual que en un primer momento, en 1915, el uso de gases tóxicos marcó el fin de la guerra "heroica e idealista".

Las potencias ahora se dan cuenta de cómo ha cambiado la situación.

"El problema para Occidente, según un asesor de F. Mitterrand, ya no es la amenaza soviética, sino el Tercer Mundo". Este punto de vista es compartido por William H. Webstern, jefe de la CIA: "Todos estos países tendrán en poco tiempo más, misiles temibles".

Y así es. Hace algún tiempo Egipto participó activamente, junto a Argentina e Irak, en el desarrollo del misil Cóndor-2, capaz de transportar una carga química. Irán, Irak, Libia y Siria disponen de misiles Scud-b, capaces de lanzar ojivas convencionales de una tonelada a 300 km. o bien químicas a más de 500 km. Bagdad modificó sus misiles -gracias a técnicos brasileños- para que alcancen casi los 1.000 km. Damasco está provista de los SS-21 (están entre los más precisos del arsenal soviético). Arabia Saudita posee misiles chinos CSS-2 Viento del Este con 2.700 km. de alcance. A esto sumemos la planta química de Gadafi y los misiles brasileños de largo alcance en que el gobernante libio se interesa.


Una industria muy difícil de controlar

Dada la importancia estratégico-económica que adquieren las armas químicas para el Tercer Mundo, se hace muy difícil llegar a un acuerdo de prohibición. Pocos países aceptan de buen grado renunciar a una alternativa de alto poder destructivo y de tan bajo costo. Y no se trata solamente de llegar a un acuerdo; hay que verificar que el acuerdo se cumpla. Para esto todos los países deben aceptar inspecciones periódicas, y es aquí donde surgen varios problemas claves.

Un aspecto importante a tener en cuenta es que las armas químicas son un producto de la industria química, la cual muchas veces no es propiedad del Estado o no está bajo su control. Es el caso de las empresas químicas, multinacionales, que no adquieren los mismos compromisos que una nación en un tratado internacional. Además son muchos más reacias a revelar sus secretos, que son más comerciales que estratégicos. De hecho, la industria privada es el principal proveedor del Tercer Mundo. Los alemanes son los principales; al menos 13 firmas proveen a los países subdesarrollados de elementos químicos para la fabricación de armas tóxicas. Otros comerciantes individualizados por la CIA pertenecen a Suiza, Brasil, India y Francia.


El todo es más que la suma de las partes

Otro problema que dificulta el control es que muchas veces los componentes de las armas tóxicas son inofensivos por separado. Pero al combinarse se convierten en letales y esto se puede hacer en muy poco tiempo. Un buen ejemplo lo dio Irak cuando, en 1983, compró 500 toneladas de tiodiglicol a una sociedad de Bartlesville (Oklahoma, EE.UU.), la Phillips Petroleum Co., a través de otra firma, la KBS Holland, para una industria de pesticidas. Fue en el segundo pedido, en 1984, cuando la Phillips comenzó a sospechar: mezclado con ácido clorídrico el tiodiglicol se convierte en el mortífero gas mostaza.

Resulta entonces evidente que una industria química "inofensiva" puede transformarse, en cuestión de horas, en una fábrica de armas químicas, y viceversa. Las inspecciones para vigilar el desmantelamiento de armas nucleares resulta una labor relativamente fácil comparada con la vigilancia de las industrias químicas.

Todas estas complicaciones obligan a comenzar cualquier proyecto de prohibición internacional con el planteamiento de tres tareas básicas:

1- Definir qué son las armas químicas.

Tarea dificíl, ya que todos los productos en cuestión son necesarios para las industrias farmacéuticas, de colorantes, de plásticos, de abonos, de pesticidas, etc.

2- Establecer un régimen de control de estos productos tóxicos.

Aquí surge otro obstáculo; la prohibición del libre comercio perpetuaría la superioridad tecnológica de los países industrializados.

3- Decidir cómo verificar que los stocks sean realmente eliminados.

El problema está aquí en la asociación de elementos que por separado son inofensivos.


Off the record

Dos temas que no fueron planteados abiertamente en la conferencia de París son: a) las armas biológicas (todavía en un círculo muy restringido, no accesible para el Tercer Mundo), y b) la posibilidad de que las armas químicas o biológicas puedan convertirse en el elemento preferido del terrorismo. Principalmente por la facilidad de transportarse en forma inadvertida y por su poder Letal.


Una historia de muerte

A pesar de la declaración de La Haya, en 1899, los británicos utilizan gases tóxicos entre 1899 y 1902, en la Guerra de los Boers. La primera vez que se usan en gran escala es el 22 de abril de 1915, por los alemanes en Ypres, Bélgica. En 1925 se prohiben por segunda vez en el protocolo de Ginebra; inmediatamente después, España reprime revueltas en Marruecos con gas mostaza. Japón, en 1931, utiliza gases en la conquista de Manchuria. En 1935 las legiones de Mussolini los utilizan en Etiopía. En la Alemania de 1936 el Dr. Schraeder inventa el primer gas neurotóxico (bloquea el sistema nervioso), el tabun, que mata en algunos minutos por simple inhalación o contacto con la piel. Tres años más tarde el mismo científico crea el sarin, cuatro veces más potente. En 1944 los técnicos de I.G. Farben descubren el soman, mucho más eficaz.

Luego de un período de ""tregua química"", se inician las ""guerras sucias"", de la década del 60. Las potencias experimentan en terreno (sobre suelos y habitantes del Tercer Mundo) su arsenal tóxico. Paradojalmente, estos mismos países que sirvieron de campos de pruebas se convirtieron con el tiempo, en una gran amenaza química para las grandes potencias.





Gerardo Silva Sonatore.


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