. Embarazo en la adolescente
( Publicado en Revista Creces, Marzo 1985 )
¿Es inmoral dar información sobre cómo controlar la fecundidad humana?
Lo verdaderamente inmoral es el nacimiento de un hijo no deseado que está expuesto al abandono, la privación de cariño y la discriminación.
Hablar de los jóvenes desde la perspectiva de la edad madura, tiene la ventaja de poder comparar el ayer con el ahora. Si el paralelo fue realizado por un salubrista que dedicó su vida a formar a los médicos dentro y fuera del país, aparte de investigar y contrastar la realidad aquí como lejos de nuestra frontera, su juicio merece ser escuchado. Es lo que sucede cuando sus ex alumnos le solicitaban al Dr. Benjamín Viel Vicuña (hoy fallecido) quién fué Director de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, que a los 71 años disertaba en las aulas sobre algunos temas de su especialidad, y los auditorios se tornaban estrechos para escucharle. Profesor de Medicina Preventiva y Social y miembro de la Academia de Medicina de Chile, recibió su título de médico en horas aciagas y fue enviado de inmediato a socorrer a los accidentados del terremoto de 1939 junto a decenas de otros jóvenes colegas.
"Nunca más he querido volver a Coelemu, cerca de Concepción. No vaya a ser cosa de que quede todavía alguien a quien debí cortarle la pierna y lo dejé inválido para siempre a causa de los miles de accidentes que ocasionó el sismo", recordaba al revivir las primeras horas como improvisado cirujano en su dilatada carrera. Al año siguiente ya había encontrado su camino cuando la Fundación Rockefeller lo becó a la Universidad de Harvard, Estados Unidos, iniciando así una larga carrera de estudio, investigación y docencia en centros del exterior como de Chile. En 1952 es llamado a asumir la dirección de la Escuela de Salubridad de la Universidad de Minnesota, mientras en el país es profesor extraordinario de la Escuela de Salubridad de la Universidad de Chile. Un tiempo después el British Council lo invita a Inglaterra y luego recorre la Unión Soviética, experiencias que decanta en un texto que ha llegado a ser clásico sobre medicina social. Luego de más de 15 años de desempeñarse como experto en organismos internacionales, también fue presidente de la Asociación Chilena de Protección de la Familia, Aprofa.
Sexualidad de los jóvenes
¿Qué sucede, con los adolescentes y su temprana reproducción?
No miremos sólo lo que tenemos encima de nuestros ojos. Extendamos nuestra consideración a la historia de la humanidad. En toda la civilización occidental se considera que la familia es la célula básica de toda sociedad. La unión legal de una pareja garantiza la responsabilidad que estos futuros padres tendrán frente a los hijos que de ellos nazcan.
"La naturaleza en todas las especies vivas se interesa más por la conservación de la especie que por la de los individuos que la componen. En la clásica obra de Shakespeare, Romeo y Julieta, el padre de Julieta ha elegido un futuro marido para su hija, quien a su vez está profundamente enamorada de Romeo y pide espera. El padre intenta convencerla y le dice `hay muchas madres felices a los 14 años en Verona`. Hoy los 14 años se considerarían una edad excesivamente precoz para el matrimonio, aun cuando biológicamente la mujer a esa edad, si ha tenido ya su menstruación, podría procrear".
Obviamente esa época era muy distinta a la actual...
Por cierto. En la época del Renacimiento la vida era corta, seguramente más corta aun que en el siglo XVIII (del cual tenemos información estadística de la burguesía de la ciudad de Ginebra), en la cual la expectativa de vida al nacer se estimaba en sólo 33 años. Más breve todavía debe de haber sido en los grupos de más baja condición social, de los cuales no había historia. Si la vida era tan corta, si se era anciano ya a los 45 años, era lógico que se buscara la conservación de la especie en la reproducción precoz.
Los índices demográficos han tenido un cambio drástico, sobre todo si se aprecian los actuales de expectativa de vida.
Es evidente, incluyéndonos nosotros en Chile en dicho recuento. Lo que ocurre es que a partir del siglo XIX la vida se ha ido prolongando. La expectativa de vida al nacer en la mayoría de los países en vías de desarrollo alcanza al doble de la cifra que fuera propia de la burguesía de Ginebra dos siglos atrás. En el mundo sobredesarrollado sobrepasa ahora los 70 años. La medicina y especialmente la epidemiología al introducir el método estadístico, comenzó a observar que la mortalidad materna, así como la perinatal, eran más altas mientras más joven fuera la embarazada. No siendo necesario ya el matrimonio precoz para la conservación de la especie y advertido el ser humano de sus peligros, la edad del matrimonio y por tanto del primer embarazo se ha ido postergando y la prolongación de la vida de la mujer, cuya capacidad fértil puede llegar aun hasta los 50 años, permitió a la medicina concluir que había edades adversas al embarazo, las menores de 20 y las de 35 y más, así como advertir que la gran multiparidad, cuatro o más de una misma mujer, también aumentaba el riesgo de muerte materna y perinatal.
¿De qué manera han cambiado los principios que sustentaron la vida sexual humana, ya sea por la presión desde afuera del hogar como por el aporte que pudo generarse dentro de la misma familia?
Me parece un buen punto de partida para examinar lo que ha ocurrido a nuestro ambiente familiar y a su entorno. En el siglo XX se ha confirmado que en todo el mundo existe una verdadera revolución en la vida sexual. Principios que fueran sólidamente sostenidos hasta hace un tiempo, como por ejemplo la indiscutida autoridad paterna, la virginidad prematrimonial de la mujer, no del hombre; la deshonra que caía sobre la mujer que perdía su virginidad sin haber legalizado su unión, son hoy día abiertamente discutidos por la juventud. También es el matrimonio como requisito indispensable para la vida sexual. Jóvenes incitados por el comercio creciente de la pornografía que invade todos los medios de comunicación, incitados también por la moda que exaltan las formas femeninas y sin el freno que establecía la familia tradicional de antaño, inician hoy más precozmente su vida sexual.
¿Cómo ha variado, entonces, la ilegitimidad en las parejas de hoy?
En Chile, como en todo el mundo occidental, siempre ha existido un número de nacidos fuera del matrimonio. En el año 1950, el Profesor Mortara publica en Roma un estudio sobre la ilegitimidad en América Latina (G. Mortara. La Unión Conjugali libere nell America Latina, Roma, 1961). El autor señalaba que en esa época el 17% de los nacidos en nuestro país eran ilegítimos. En 1970 este porcentaje alcanzó a 18,5%, aumento bastante exiguo que adquiere a partir de esa fecha una tendencia creciente. Si usted me lo permite, quisiera incluir en esta entrevista un cuadro que nos ahorrará muchos comentarios y permitirá a los señores lectores conocer los antecedentes de nuestra inquietud.
El cuadro muestra por años el total de nacidos vivos y el total de nacidos ilegítimos, cualquiera que fuera la edad de la madre, así como el número total de nacidos de madres menores de 20 años y su condición de ilegitimidad. En los once años que el cuadro resume, el porcentaje total de ilegitimidad habría aumentado casi en un 50% y el índice de ilegítimos en madres menores de 20 años habría aumentado en un 48%. Las cifras al año 1984 lo hacen subir del 50%.
Enfermedad social
Abiertamente, las cifras que usted consigna indican que algo anda mal o más que mal en este aspecto de la fecundidad humana en Chile.
Al aceptar que la familia es la célula fundamental de la sociedad y advertir que algo más de la cuarta parte de los nacidos en el país en 1980 lo hicieron fuera del matrimonio, tenemos que aceptar que hay entre nosotros una grave enfermedad social con tendencia al aumento. Al reconocer que el embarazo, parto y puerperio son peligrosos para la madre menor de 20 años y que casi un 17% de los nacidos en 1980 provienen de tales madres, tenemos que reconocer - como usted lo sostiene - que existe un problema de Salud Pública que se agrava al considerar que casi la mitad de los nacidos de estas madres adolescentes fueron ilegítimos en el último año del registro considerado.
¿Hay alguna diferencia fundamental entre un nacido ilegítimo de una adolescente y el nacido en igual condición de una madre mayor de 20 años?
Una buena proporción de las madres de más de 20 años, constituye una pareja estable, aun cuando no hayan legalizado su matrimonio; además, son mujeres que en general han terminado su educación y son capaces de trabajar. Diferente es el problema en la madre adolescente. En una alta proporción de casos el padre es también un adolescente incapaz de proteger al hijo que ha engendrado o bien es alguien que desaparece. Este niño sin protección paterna ha nacido de una madre que no ha terminado su educación y para quien el embarazo ha significado el término de sus ambiciones. Una relación sexual que muchas veces es casual, cuando no es la consecuencia de una violación, incesto o estupro, convierte en madres a mujeres que aún no están psicológicamente capaces de serlo, aun cuando tengan la capacidad biológica de reproducirse.
Al hablar sólo de porcentajes, ¿no se pierde un poco la verdadera magnitud del problema?
Los médicos están viendo hoy embarazos en niñas entre 12 y 15 años y el índice de nacidos de madres menores de 20 años significa 20 mil niños que en 1984 nacieron sin la debida protección paterna para su desarrollo futuro. Mírelo como se lo mire, a este paso vamos hacia una sociedad de "guachos". El término suena feo, pero la gente entiende mucho más así que con estadísticas. Al conflicto social que le comento, se agrega el considerar el problema de salud que el doctor René Cabrera cuantificara y publicara en 1982 sobre mortalidad infantil, según edad y paridad de la madre, efectuado en tres años separados por otros cinco de intervalo. Su investigación demuestra que en los tres años considerados (1969-1974 y 1979) la mortalidad infantil es muy superior en los nacidos de madres menores de 20 años y que aún esta mortalidad es menor en 1979 que diez años antes; la mortalidad infantil en el último año estudiado sigue siendo muy superior a la observada en hijos nacidos de madres entre 20 y 29 años. Esta mayor mortalidad en el primer año de vida en niños nacidos de madres menores de 20 años no es sólo, como Cabrera demuestra, una mortalidad perinatal que pudiera justificarse en la mayor dificultad de parto en una mujer aún en desarrollo. Se manifiesta también en los once meses que siguen a las primeras cuatro semanas. No parece haber tampoco una menor valía del nacido de madre muy joven. Al menos no hay diferencias sustanciales de peso y talla.
Cuidado del niño
En la familia multicelular que fue común en el pasado, es probable que el nacido de madre adolescente fuera cuidado por abuelas o tías. Si tal esquema se ha ido perdiendo, ¿Qué sucede hoy con las jóvenes y sus hijos?
La familia urbana, como usted lo anota, tiende a ser unicelular y no existe tal apoyo. Es más que probable que la mayor mortalidad de estos niños tenga su explicación en la dificultad emocional y económica que tiene que tener una mujer excesivamente joven, con educación incompleta y sin apoyo paterno, para cuidar debidamente al hijo.
Quienes sufren estas dificultades es probable que en un buen número de casos miren al hijo como enemigo.
Vamos un poco más lejos. Usted reconoce que hoy existe mayor liberalidad entre los adolescentes. ¿Cuánto de culpa puede tener en ello la libre disponibilidad de anticonceptivos?
Hay quienes acusan muy superficialmente a la existencia de métodos anticonceptivos de ser la causa de la libertad sexual de hoy, así como de la creciente precocidad de inicio. Ellos no se dan cuenta de que si las adolescentes que se embarazan usaran anticonceptivos no se embarazarían y no tendríamos el problema que nos ocupa. Esta tendencia de la juventud a discutir la antes total obediencia a la autoridad paterna es un problema muy anterior a la existencia de anticonceptivos eficaces. Más probable es que la verdadera raíz de esta nueva manera de pensar esté en la lucha de la mujer de hoy por obtener igualdad de derechos. Como señala muy bien el sociólogo uruguayo Gomensoro, no es dable que la juventud de hoy siga aceptando que lo que para el varón es un galardón, sea para la mujer un baldón. Al llegar al diagnóstico que existe entre nosotros una enfermedad social en la mala constitución de la familia y que este fenómeno tiene tendencia creciente, junto con reconocer que también existe un problema de Salud Pública en el nacido de madres adolescentes, es lógico que se intente buscarle solución. Si ella existe, no es sólo del resorte médico.
Buscarle solución ¿dónde, cómo, cuándo?
El buscar soluciones en la vuelta al pasado nunca ha tenido éxito perdurable. Es posible que en el Irán de hoy, con un gobierno que impone por métodos violentos la vuelta a la Edad Media de la religión musulmana, se logre un éxito temporal. Es posible también que en China hoy día, donde el matrimonio es autorizado para la mujer a los 25 años y para el hombre a los 28, exista la suficiente fuerza del gobierno para imponer su sistema. Donde se intenta mantener la libertad individual, es lógico que se busque una solución que no requiera recurrir a la fuerza.
"La única solución que pareciera lógica en nuestro sistema de vida es la educación acompañada de una legislación que responsabilice al padre. En nuestro momento en Chile quienes van a ser formadores de juventud, los profesores, no reciben en la universidad suficiente información para poder más tarde impartir a la juventud una educación sexual apropiada. Los niños y jóvenes de ambos sexos que están en nuestro sistema escolar no tienen información suficiente sobre el peligro que envuelve el embarazo en la adolescencia. Cualquier encuesta que se efectúe entre escolares y aun entre estudiantes universitarios de otras profesiones que medicina, revela ignorancia sobre períodos fértiles de la mujer, así como sobre ventajas y riesgos de la anticoncepción. Sólo los profesionales de la salud reciben información y aun ellos no siempre tienen una información completa, a menos que se especialicen en Obstetricia y Ginecología. La carencia de una educación apropiada deja a la juventud a merced de la excitación sexual natural de la adolescencia, exacerbada hoy por la pornografía".
¿No le parece que junto con los adolescentes, o más antes, los niños, son los padres los que tienen que recibir abundante información sobre estos problemas?
Si creemos que la educación puede disminuir el problema al señalar a la juventud sentido de responsabilidad individual y social, junto con los métodos que pudieran proteger a quien está expuesto al riesgo de embarazo en edad adversa, estamos cumpliendo sólo una parte de la tarea. Hay una ineludible responsabilidad de educar también a los padres. Ellos no pueden afrontar el conflicto generacional de hoy sin intentar comprender a esta juventud que, aunque nos disguste, tiene valores diferentes a los que prevalecían cuando nosotros fuimos jóvenes.
"La actitud actual del adulto en nada facilita la solución del problema del embarazo de adolescencia. Puede que haya centros médicos que proporcionen información y servicios anticonceptivos, pero ¿se atreverían a entrar a ellos los adolescentes que están haciendo una vida sexual precoz? ¿Afrontarían la crítica de los adultos que estén en la sala de espera? Si se intenta buscar solución en centros especiales para la atención del adolescente debemos confesar que la experiencia de los pocos que hay en el país son sólo prevención tardía, pues quienes allí se atienden son adolescentes que ya están embarazadas y lo que puede prevenirse es sólo la repetición del fenómeno. Sin el apoyo del sector educacional y sin que exista una legislación apropiada que distribuya con eficacia y prontitud la responsabilidad entre los dos miembros de la pareja y que no recaiga sólo sobre la mujer, la medicina tendrá sus manos atadas para intentar soluciones"
Los cambios introducidos por la vía de la educación suponen remecer más profundamente la estructura y los valores de familia y la sociedad ¿Qué papel les atribuye usted a las universidades en este cambio?
Creo haber subrayado la gravedad del problema e insistido lo suficiente en que el comienzo de una solución requiere de un cambio de nuestras propias mentes. Allí es donde reclamo una participación activa de los organismos de educación superior en la formación de los educadores; de una legislación que proteja a la mujer y al niño, así como en la necesidad de proporcionar servicios preventivos. Y si CRECES me lo permite, haré sólo un comentario más. Nuestra Constitución Política reconoce la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos; pese a ello, quienes han nacido ilegítimos y sobreviven al alto riesgo de sus primeros años, son posteriormente discriminados por nuestra sociedad. Hay no sólo una discriminación social. Hay reglamentos discriminatorios que impiden a los nacidos ilegítimos ingresar a determinadas profesiones. ¿Es ello igualdad ante la ley? Cuando seamos capaces de liberarnos de nuestros prejuicios deberemos reconocer que no es inmoral el enseñar la fisiología de la reproducción humana, los métodos para controlar la fecundidad y el sentido de responsabilidad que se debe tener en el ejercicio de la vida sexual. Lo verdaderamente inmoral es el nacimiento de un hijo no deseado que está expuesto al abandono, la privación de cariño y la discriminación si sobrevive al alto riesgo de sus primeros años. ---"