El neomalthusianismo, una nueva mirada a un antiguo dilema
( Publicado en Revista Creces, Septiembre 1990 )
El desarrollo tecnológico del que gozamos en la actualidad, junto con desvanecer la amenaza malthusiana (la inexorable limitación de alimentos que seguiría al crecimiento de la población), ha traído consigo un aumento desmesurado del consumo, lo cual está agotando nuestro medio ambiente. El resultado, paradójicamente, parece similar al enunciado por Malthus: grandes masas de población ven amenazada su subsistencia por la limitación de algún elemento esencial para su vida.
Hace ya casi doscientos años, en 1798, cuando recién se iniciaba el proceso que más tarde se conocería como "la explosión demográfica", Malthus predijo que el mundo necesariamente iba a sufrir un serio problema en la disponibilidad alimentaria futura. En su libro An essay on the principle of population, declaraba: "Creo que puedo formular dos postulados: uno es que los alimentos son esenciales para la existencia del hombre, y el otro es que la pasión entre los sexos es también necesaria; y que estos dos factores se mantendrán por el resto de los tiempos.
Considerando que se aceptan estos dos postulados, puedo afirmar que la capacidad de crecimiento de la población es infinitamente mayor que la capacidad de la naturaleza de producir subsistencia para el hombre. Cuando la población no está bajo control, crece en una proporción geométrica, mientras que la capacidad de producir alimentos crece sólo en proporción aritmética. Un conocimiento superficial de las matemáticas pone en evidencia la inmensidad de la primera capacidad en relación a la segunda. No veo como el hombre podrá escapar al peso de esta ley, que es valedera para todos los sujetos vivos de la tierra"
De acuerdo a la que ha acontecido desde entonces hasta ahora, tenemos que reconocer que, por lo menos hasta ahora, Malthus se equivocó, y por partida doble: por una parte, el crecimiento de la población ha excedido las más pesimistas expectativas malthusianas. De 800 millones de habitantes que se calcula que había en aquella época, hemos llegado en la actualidad a más de 5.000 millones. No obstante, la producción de alimentos en ese mismo período no sólo siguió al crecimiento poblacional sino que la ha excedido, con la excepción del último decenio. La razón de este doble error de Malthus está en la tremenda revolución de los conocimientos que se ha producido durante el presente siglo. Por una parte, permitió un marcado descenso de las muertes prematuras, la que trajo consigo un aumento notable de la expectativa de vida- y por otra indujo un sustantivo y permanente incremento en la producción de alimentos, como no se podía haber sospechado en aquella época.
Desde un punto de vista teórico, es perfectamente posible aumentar aun más la producción de alimentos, incluso muy por encima del crecimiento vegetativo de la población, ya que existen los recursos básicos de tierra y agua necesarios para ello. Por otra parte, la continua génesis de nuevos conocimientos ha permitido que en la actualidad, con similares niveles de recursos naturales, la producción de alimentos continúe aumentando.
Sin embargo, preocupa la diferencia creciente que se está produciendo entre países desarrollados y subdesarrollados en términos de disponibilidad alimentaria, y la tasa permanentemente alta de crecimiento poblacional de estos últimos. En los países del Tercer Mundo los conocimientos, las tecnologías y los recursos económicos necesarios no están disponibles como para mejorar substancialmente su calidad de vida.
Es obvio que hasta ahora el paradigma malthusiano aún no se ha cumplido, pero también es cierto que la amenaza persiste. No debemos olvidar que, a pesar de que en términos porcentuales la situación nutritiva de la población mundial ha mejorado, nunca como ahora ha habido tantos desnutridos y subalimentados. Según los organismos internacionales, dos mil millones de individuos están subalimentados y más de quinientos millones (especialmente niños) están francamente desnutridos. Si la humanidad lo quisiera, este problema se podría resolver, siempre y cuando ella estuviera dispuesta a actuar solidariamente
Sin embargo, la revolución de los conocimientos ha traído aparejando otro problema quizás de la misma magnitud que el alimentario: el deterioro del medio ambiente, que a muchos hace pensar que la población mundial está siendo ya excesiva. Las nuevas tecnologías han permitido un excesivo consumo, con una enorme producción de desechos cuya eliminación no parece fácil controlar y que están afectando a todo el ecosistema, vislumbrándose daños que serán muy difíciles de reparar. Es lo que se ha llamado neo-malthusianismo.
Tomemos, por ejemplo, el caso del C02 atmosférico, que seria el principal causante del efecto invernadero. La producción mundial de este gas, que en 1950 alcanzaba a 2349 millones de toneladas, hoy ya sobrepasa los 7000 millones. Durante este periodo la población ha crecido a razón de 1.9% al año, pero lo que es peor es que la emisión de C02 por persona también ha aumentado en 1.2%.
A pesar de que la mayor parte de la contaminación del aire proviene de los países industrializados, durante la presente década se ha intensificado la producción de C02 en los países subdesarrollados, y lo probable es que esta tendencia también continúe (fig. 1). Esto hace que el enfoque al problema del crecimiento poblacional se ligue de manera muy directa con el aumento del consumo. En la actualidad somos 5.300 millones de habitantes en el planeta y las predicciones de estabilización de la tasa de natalidad no se están cumpliendo. Naciones Unidas había previsto que se estabilizaría el crecimiento en los próximos 100 años, alcanzando la Tierra una población de 10 mil millones de habitantes. Desgraciadamente, la reducción prevista en la década de los ochenta no se ha producido, y todo hace pensar que el pronóstico quedará corto, debido a que el crecimiento continúa muy alto en los países subdesarrollados. En este escenario, la producción de C02 se ve como muy preocupante.
El problema se complica aun más porque el ciclo del C02 se altera por la deforestación de los bosques tropicales, que está aumentando día a día. Se calcula que por este último concepto el aumento del C02 ha sido de 1570 millones de toneladas anuales.
Según algunos expertos, dos tercios del aumento del C02 se deben al crecimiento vegetativo de la población, de modo que, de continuar éste, el aumento del C02 llegaría a cifras alarmantes. Su efecto puede ser desastroso por el incremento de la temperatura de la Tierra y los efectos climáticos que éste traería, junto a la elevación de los niveles del agua del mar par el derretimiento de los hielos polares.
En el efecto de invernadero no sólo debe considerarse la producción de C02, sino también la producción de metano, que también aumenta en relación al incremento poblacional, a los desechos agrícolas y al número de cabezas de ganado.
Por otra parte, según FAO, en los últimos 15 años, en los países pobres, se han perdido 125 millones de hectáreas de bosques, montes arbolados y bosques tropicales, sin contar con la degradación del suelo que se está produciendo y la erosión por la explotación de tierras marginales.
En la medida en que aumenta la población del mundo, disminuye también la tierra dedicada a la agricultura, ya que ello lleva involucrado construcción de viviendas, fábricas, oficinas, caminos, etc. Según se calcula, se pierden 600 metros cuadrados de terreno agrícola por cada persona que aumenta la población, y esta está aumentando a razón de tres personas por segundo.
Durante los Ultimos 15 años, por este concepto, se han perdido 59 millones de hectáreas de terreno.
Sin duda alguna, las amenazas que se ciernen sobre el equilibrio ecológico y las posibilidades alimentarias son muy preocupantes Para algunos la causa de todo es el crecimiento demográfico de la población, el cual se produce básicamente en el mundo subdesarrollado. Sin embargo, no se puede ser simplista, ya que hasta hoy en día la mayor parte de la utilización de los recursos y de la creación de residuos está a cargo de los 1000 millones de habitantes que habitan en el mundo desarrollado. Estos países son los principales responsables del deterioro de la capa de ozono, del aumento del C02 y de la lluvia ácida. Ello significa que para preservar el equilibrio ecológico, no basta sólo reducir el ritmo de crecimiento poblacional, sino que además deben adoptarse tecnologías más limpias y sobretodo debe combatirse el subdesarrollo. La calidad de la vida humana es inseparable de la calidad del medio ambiente, y cada vez es más evidente que ambas van unidas a las cifras de la población y a su concentración. Ya hay demasiadas experiencias que demuestran que, en la medida en que mejora la calidad de vida, disminuye proporcionalmente el crecimiento vegetativo de la población, al mismo tiempo que se hace un uso eficiente de los recursos agropecuarios y se incrementa la conciencia ecológica del medio. La única solución definitiva está en la posibilidad de que el género humano actúe inteligente y solidariamente, lo que implica que los países desarrollados se decidan a compartir su bienestar, cediendo de algo su calidad de vida en beneficio de los que se multiplican y viven en condiciones muy precarias. Sin duda es importante disminuir el crecimiento vegetativo, pero ello vendría por añadidura si mejorara la calidad de vida del mundo pobre.
Fernando Mönckeberg B.
INTA Universidad de Chile.
Para saber más
1- Mönckeberg Fernando: Food and World Population: Future Perspectives. World Population and development. Editado por Phillip Hauser. Syracuse University Press, 1979. Estados Unidos.
2- Ehrlich Paul y Ehrlich Anne. The Population Explotion. Editado por Simon y Schuster. Hutchinson, 1990.
3- Harrison Paul: "To Much Life on Earth?" New Scientist, 19 de mayo, pag. 28, 1990.