La tifoidea y otras salmonellosis derivadas del consumo de alimentos contaminados
( Publicado en Revista Creces, Enero 1991 )

Con la llegada del verano comienzan las condiciones ambientales que permiten la diseminación de la fiebre tifoidea en nuestro país. Esta enfermedad, hija legítima del subdesarrollo. Constituye todavía un pesado lastre para nuestro sistema de salud, dada su incidencia persistente y los múltiples factores que favorecen su presentación.

En el año 1982, investigadores de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos decidieron probar una nueva vacuna oral para proteger a la población frente al ataque de la fiebre tifoidea: para ello seleccionaron la ciudad egipcia de Alejandría, reconocida por su alta incidencia con que se presenta esta enfermedad. Los resultados del proyecto fueron muy buenos, pero el análisis de los datos demostró que era indispensable hacer algunas modificaciones en el diseño de la vacuna y en lo posible encontrar un lugar del mundo donde la frecuencia de esta enfermedad fuera aún mayor que en Alejandría. Ambas cosas se realizaron: se desarrolló una nueva fórmula para la vacuna y se detectó el sitio donde la tifoidea era aún más frecuente. Tristemente dicho lugar correspondió a Santiago de Chile.

Inicialmente los ensayos de la vacuna en nuestra población fueron considerados muy auspiciosos por los investigadores estadounidenses. Sin embargo, dicho entusiasmo decreció luego que la población de individuos susceptible se vio expuesta a dosis infectantes mucho mayores que las presupuestadas, aparentemente producto de las fuertes lluvias e inundaciones que afectaron ese año a la Región Metropolitana y que hicieron descender los índices de protección de la vacuna a niveles menos que adecuadas. Estos resultados han llevado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a seguir auspiciando proyectos de investigación en búsqueda de mejores vacunas contra esta antigua enfermedad.

La estrategia del uso de vacunas es un buen método para inducir protección frente a la fiebre tifoidea. Su aplicación, sin embargo, no modifica los condicionantes ambientales que favorecen las altas tasas de infección en las áreas más pobladas de nuestro país. Esta misma circunstancia es válida para otras salmonellas, entre las cuales se conocen más de 1000 serotipos que, a diferencia de la S, Typhi, son en su mayoría de origen animal, lo que hace que la enfermedad que provoca sea de origen zoonótico.

Como es de presumir, un papel epidemiológico muy importante en la diseminación de estos agentes lo constituye la posible contaminación de alimentos para consumo animal, entre los que destacan por su importancia económica las harinas de pescado, de las cuales nuestro país es un importante exportador. El riesgo del uso de insumos contaminados con Salmonella por parte de la masa animal influye directamente en la epidemiología de la salmonellosis en el hombre. Esta realidad ha derivado en que en la actualidad, nos encontremos frente a una gran pandemia de salmonellosis que afecta el mundo entero. Consecuentemente los organismos globales de salud como la OMS y otros están empeñados en una fuerte campaña para detectar, reducir e incluso eliminar del mercado mundial los alimentos inculpados en la diseminación de Salmonellas.

A diferencia de las Salmonellas que causan gastroenteritis, la Salmonella typhi, agente causal de la fiebre tifoidea, afecta al hombre como único huésped. El mecanismo de contagio, sin embargo es similar ya que se produce por ingestión de alimentos o aguas contaminadas. Al decir contaminado nos referimos específicamente a contaminación con excretas de origen humano. En otras palabras, en este caso tanto los animales como los derechos industriales u otros agentes de contaminación ambiental actúan como vectores pasivos y por tanto colaboran sólo indirectamente a la mantención del agente en el medio ambiente


Agua que no has de beber...

El inadecuado manejo de las aguas servidas es un factor clave en la alta incidencia de la tifoidea y los paratifus en nuestro medio. De esta aseveración se desprende que la solución del problema radica de un modo determinante en el acceso mayoritario de la población a un sistema eficiente de tratamiento de las aguas de alcantarillado.

Desafortunadamente, el elevado costo de una planta procesadora de este tipo (se calcula en más de 300 millones de dólares) ha postergado su implementación. En subsidio, se han intentado medidas paliativas como las ya mencionadas campañas de vacunación, la aplicación de una legislación destinadas a impedir el riesgo con aguas servidas y el diseño de campañas de educación a los consumidores orientadas a difundir las normas de higiene y, de este modo, prevenir la ingestión de alimentos contaminados.

El éxito de estas medidas depende en gran medida de la colaboración y y participación de los consumidores como agentes activos de control. Requiere asimismo un cambio significativo de hábitos y costumbres en relación a los principales productos asociados a la enfermedad tífica.

El uso de aguas servidas en el riego de hortalizas y frutas rastreras, así como la contaminación de mariscos -especialmente bivalvos- producto de vaciamiento de aguas servidas en playas y lugares de producción de moluscos, hacen que sean estos alimentos los más frecuentemente implicados en la aparición de casos de fiebre tifoidea y otras enfermedades entéricas. ¿Qué recomendaciones se puede hacer al consumidor para evitarlas? En primer lugar, tratar de no consumir dichos alimentos crudos. Si ellos no es posible, los alimentos deben ser descontaminados lavándolos prolijamente con substancias desinfectantes. El hipoclorito de sodio diluido en agua disponible para toda dueña de casa cubre muy bien este objetivo, provisto que las frutas o verduras se mantengan en dicha solución por lo menos 10 minutos. En el caso de los mariscos, en general son inocuos cuando están cocidos, es decir, el riesgo de contaminación se reduce al mínimo por el solo hecho de someter tales alimentos a ebullición (100° C durante algunos minutos).

Un factor importante es la epidemología de la fiebre tifoidea y de otras enfermedades entéricas es que son de tipo estacional, alcanzándose tasas mucho mayores en las estaciones cálidas (verano) que en el resto del año. La razón de este hecho es que la mayor temperatura favorece la reproducción bacteriana, lo que permite alcanzar dosis infectantes mayores que con mucha probabilidad van a desencadenar la enfermedad en sujetos susceptibles. De este hecho se desprende que la mantención de los alimentos en el refrigerador es una medida clave para ayudar a disminuir el tamaño de los inóculos y consecuentemente las probabilidades de infección. Este factor debe siempre tenerse en cuenta en la época de verano, cuando con frecuencia se realizan excursiones o paseos en que se consumen alimentos no refrigerados. En estas condiciones se debe evitar consumir alimentos de alta perecibilidad (mayonesa, mariscos crudos, cremas, frutillas frescas, etc.), reeplazándolos por otros no perecibles, es decir, aquellos que en cuya manufactura se incluyan procedimientos fisicoquímicos adecuados, tratamiento térmico y empleo de envase sellados a la contaminación ambiental.

La aparición de brotes de tifoidea también se origina por el consumo de alimentos contaminados durante los procesos de elaboración. Esto se debe a la presencia de manipuladores que son portadores de Salmonella typhi. En este caso, puede tratarse de individuos convalecientes o portadores en forma intermitente e incluso por períodos prolongados de tiempo. El control sanitario de los manipuladores así como de los recintos de elaboración de alimentos son por tanto factores de gran importancia para garantizar la salud del consumidor.

El descenso de las tasas de morbilidad por infecciones entéricas, entre ellas la fiebre tifoidea, es una meta no sólo de las autoridades sanitarias, sino una tarea de solidaridad activa de toda la comunidad. La difusión de los conocimientos básicos de Educación Sanitaria en la población junto con la aplicación responsable de las normas de control por parte de los empresarios son mecanismos imprescindibles que permitirán revertir las infortunadas circunstancias que mantienen a Chile entre los países con una de las más altas tasas de fiebre tifoidea en el mundo.



Guillermo Figueroa G.

Inta.U. de Chile


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