El niño de la calle en América latina
( Publicado en Revista Creces, Junio 1991 )
La tragedia del niño de la calle es común en todas las grandes ciudades del mundo y ha sido tratada en los últimos años por diversos investigadores y organizaciones preocupados de los derechos humanos (1,2). El problema existe tanto en los países avanzados como en los países del Tercer Mundo, aun cuando su magnitud es diferente en cada caso. En las ciudades de América Latina, ha estado adquiriendo en las últimas décadas tremendas proporciones. En otras regiones del mundo, como Asia y Africa, recién comienza, pero también está aumentando muy rápidamente.
ondicionantes: la pobreza urbana, con todos los efectos negativos que tiene sobre la familia; el rápido crecimiento vegetativo de la población; y la enorme migración rural-urbana de las últimas décadas.
En América Latina el proceso de migración urbana se inició, en la mayor parte de los países, hace sólo cuarenta años, a diferencia de lo ocurrido en los países desarrollados, en que la migración se inició junto con el comienzo de la revolución industrial, cuando el hombre fue capaz de reemplazar el trabajo humano y animal por la máquina y cuando más tarde los avances del conocimiento permitieron la agricultura intensiva. En esos países ya no se necesitó mano de obra en el campo, y ésta migró hacia las ciudades, donde esta necesidad de mano de obra comenzaba a incrementarse. Así por ejemplo, en los Estados Unidos, al comienzo del siglo XIX, la agricultura absorbía el 95% de la mano de obra. En 1950 la agricultura ya sólo absorbía el 4%.
En relación a este cambio en la demanda de la mano de obra, y a las mejores remuneraciones, el crecimiento de las ciudades de los que hoy llamamos países desarrollados se fue produciendo en forma más o menos armónica.
En América Latina, en cambio, el proceso de acción ha sido más reciente y desordenado. También las razones han sido diferentes: durante este período la agricultura no se modernizó, mientras que se produjo un rápido crecimiento vegetativo de la población. Como consecuencia de ello, enormes masas de campesinos empobrecidos comenzaron a migrar hacia las ciudades atraídos por las ventajas que ya mostraban los medios de comunicación y con la esperanza de encontrar mejores condiciones de subsistencia. Las ciudades no estaban preparadas para recibirlos, ni tampoco encontraron estos campesinos trabajo adecuadamente remunerado. Así por ejemplo, en América Latina, durante los últimos treinta años, la población total de la región llegó a duplicarse, pero durante el mismo periodo la población urbana creció cinco veces. Actualmente, más del 65% de la población del continente es urbana y la tendencia continua en forma acelerada. Se espera que para el año 2000 la población urbana de la región sobrepase el 75%.
Como resultado de este proceso, durante los últimos cuarenta años las ciudades de América Latina fueron paulatinamente rodeadas por cordones de miseria, con condiciones de vida muy precarias. En estas condiciones, la estructura de la familia se resintió enormemente.
Actualmente la población en esos cordones de miseria es muy joven y más del 40% de sus habitantes son menores de 15 años de edad. Más aun, el 46% de las madres son solteras. En las familias (cuando existen) los roles parentales no se cumplen y generalmente la imagen del padre está muy deteriorada o no existe del todo. Los conceptos de paternidad, maternidad o fraternidad son muy débiles. A ello se agregan ignorancia y elevados índices de analfabetismo. En la actualidad, más del 20% de las familias vive en estado de pobreza absoluta, definida como que el ingreso total no es suficiente siquiera para satisfacer el hambre (3).
La debilidad de los lazos familiares, junto a la pobreza extrema, obliga al niño, a muy temprana edad, a aprender cómo sobrevivir por sí mismo en las calles. Otras veces es la misma familia la que lo obliga a ir a las calles a buscar algún sustento para el grupo. Cualesquiera sean las causas, el hecho es que los niños de la calle provienen de familias sumamente empobrecidas y, la mayor parte de las veces, violentas.
Para muchos la calle es su hogar, y allí encuentran el sustento, ya sea robando, vendiendo golosinas, cantando en los buses, limpiando los parabrisas de los automóviles mientras se detienen frente a las luces del tráfico, acarreando paquetes en los mercados o simplemente pidiendo limosna. Cualquiera sea la actividad, están siempre expuestos a grandes riesgos físicos y morales. Frecuentemente cometen delitos y por ello son perseguidos por la policía, a la vez que son fácil presa de la drogadicción y la prostitución.
Es difícil cuantificar el problema, por cuanto no hay estadísticas confiables y los datos que se publican generalmente se refieren solo a los niños que reciben algún tipo de asistencia. Por otra parte, las situaciones son muy variables. UNICEF, al menos, define dos categorías: los que mantienen algún lazo familiar y aquellos que viven definitivamente en la calle y se mantienen por sí mismos, sin lazos familiares. Sumando estas dos condiciones, los diferentes autores dan cifras variables, que estiman que en América Latina los niños de la calle pueden variar entre 15 y 50 millones (4 y 5). En todo caso, la mayor parte de ellos corresponde al primer grupo (80%), haciéndose si la salvedad de que habitualmente estos grupos se superponen, incluyendo niños abandonados, niños con conductas inadecuadas o niños en condiciones sociales irregulares.
La situación es de diferente magnitud de acuerdo a la realidad de cada país. En Brasil se estima que los niños que trabajan en la calle son más de 10 millones (5). Sólo en Ciudad de México hay cerca de 200.000 niños en las calles (1). En Bogotá el problema es también grave y se estima que hay 130.000 niños abandonados (5). En nuestro país el problema no parece ser tan grave, pero la verdad es que no hay estadísticas confiables y sólo se conoce el número de niños que están recibiendo atención, ya sea en instituciones cerradas o en atención diurna, y éstos son actualmente 48.000 en todo el país (6).
Características de los niños de la calle
Recientemente Lewis Aptekar ha publicado un interesante estudio basado en sus observaciones de los niños de la calle en la ciudad de Cali, Colombia. Entre otras observaciones señala que sus capacidades intelectuales son bastante cercanas a lo normal, y al estudiar las funciones cognitivas de ellos se encuentra que el 25% presenta puntajes algo por debajo del promedio normal y que sólo el 7% puede clasificarse en el rango de débiles mentales.
Estos resultados son sorprendentes, ya que al determinar el Cuociente de Desarrollo de niños pertenecientes a muy bajos estratos socioeconómicos, el porcentaje de subnormalidad y deficiencia mental es muy superior (8). Estos hallazgos son consistentes con las investigaciones de Saxe en Brasil, quien observa que los niños que venden en las calles tienen un gran desarrollo de sus capacidades aritméticas y son capaces de resolver problemas con números altos. Ellos tienen puntajes mayores que los niños de igual condición social y que no son vendedores callejeros (9). Tal vez eso sea debido a que tienen que valerse por sí mismos, lo que los obliga a desarrollar mayores habilidades para poderse adaptar a condiciones de sobrevivencia muy adversas.
Cortez, J. (10) señala que tal vez las escasas experiencias satisfactorias, junto a las condiciones muy negativas en que viven, los llevan a desarrollar ciertos rasgos de personalidad, como cierto tipo de egocentrismo que permanentemente los impulsa a buscar satisfacciones inmediatas. En estos niños hay una tendencia a obtener el máximo de satisfacción tan pronto como sea posible, y tal vez por esto aparezcan impulsivos y descontrolados. Sin embargo, al estudiarlos con mayor profundidad, se observa que son capaces de ejercer un gran control sobre las situaciones que deben enfrentar a diario (11).
Lo que siempre está presente son trastornos emocionales causados por un evidente déficit afectivo (7). Aptekar señala que tal vez por esto los niños de la calle de Cali se organizan en grupos, tratando de reemplazar las necesidades emocionales que no son satisfechas en sus familias. Estos grupos son perfectamente organizados y desarrollan sistemas que les permiten cuidar de todos y cada uno de sus miembros. En el grupo encuentran el apoyo que no tuvieron en su hogar, y entre ellos se crean uniones muy fuertes.
Aptekar hace una distinción entre los adolescentes y los preadolescentes, y señala que los miembros más jóvenes de las bandas contribuyen con más recursos al grupo, porque la gente en general los ve como niños simpáticos y traviesos, mientras que los adolescentes son considerados como una amenaza y un peligro. Así se crea un sistema de apoyo mutuo, por el cual los muchachos mayores ofrecen protección y los más jóvenes contribuyen con recursos económicos.
Aptekar documenta la ética callejera de compartir y distribuir equitativamente los recursos y explica la "burocracia" que existe en las galladas (bandas de gamines a niños de la calle), conforme a la cual cada uno conoce sus derechos y obligaciones.
Lo que en la superficie tal vez le parezca a un observador externo una colección heterogénea de vagabundos, es en realidad una organización social compleja que atiende las necesidades físicas y emocionales de sus miembros. Aptekar señala también el papel decisivo de la relación de compinches entre los jóvenes. Esa camaradería suple en gran medida los lazos de amistad e intimidad que faltan en su vida por carecer de una familia.
Tyler y colaboradores (12) explican que la dinámica de estos grupos se desarrolla en forma independiente del mundo de los adultos, a los que por lo general estos niños tienden a esquivar. Sin embargo, la mayor parte de sus actividades en la calle dependen de la participación de los adultos. Cuando lustran zapatos, venden caramelos, se prostituyen o trafican con drogas, siempre detrás hay un adulto comprometido, ya sea como consumidor o promotor.
Como proteger al niño de la calle
Cualquiera que sea la organización que logran darse entre ellos, nada reemplaza el ambiente normal de una familia y la protección física y afectiva que ésta pueda darle a un niño. Su situación es anómala y de constante riesgo y stress emocional. Todo ello en una etapa de la vida que es de vital importancia para sus perspectivas futuras y en la que las experiencias recibidas dejan huellas imborrables.
Ellos, la mayor parte de las veces, son víctimas de una situación social derivada de la pobreza extrema, la ignorancia y la incultura de sus familias, y en la que no tienen ninguna responsabilidad. Parece importante que la sociedad tome conciencia de esta realidad y no mire al niño de la calle sólo como un vago o un delincuente potencial o real. La mayor parte de las veces ha sido conducido a semejante situación por realidades ajenas a su voluntad, y los numerosos testimonios demuestran que no la desean. Por el contrario, buscan el afecto, la seguridad y el calor familiares, que no tuvieron, en donde puedan encontrarlo. Desgraciadamente, en su desampara no lo encuentran.
El niño de la calle clama por comprensión y ayuda y es responsabilidad de una sociedad la solidaria el otorgárselo o al menos preocuparse de ello. Sin duda, su situación es injusta y está en contra de todo derecho humano. Los mayores esfuerzos en la prevención de este problema deben estar dirigidos hacia la familia, tratando en primer término de satisfacer sus condiciones básicas de vida. Deben tratar de fortalecerse los lazos de unión de la familia, reforzando los sentimientos de paternidad, maternidad y fraternidad. La situación económica es vital, y deben desarrollarse estrategias destinadas a capacitar a los padres para que puedan tener alternativas dentro del mercado laboral. La familia en condiciones de pobreza crónica sufre un daño sociogénico biológico que la imposibilita para salir por sí misma de esa situación. Es indispensable realizar esfuerzos con estrategias muy bien diseñadas para sacarlas del hoyo en que están metidas.
En relación al niño de la calle, deben realizarse los esfuerzos necesarios para reinsertarlo dentro de su propia familia. Como ya lo señalamos, en la mayor parte de los casos ellos no han cortado los lazos familiares. Dentro de esta estrategia deben desarrollarse actividades que les ofrezcan alternativas mejores que las que creen haber encontrado en la calle.
La internación en instituciones debe dejarse como una alternativa última. En nuestro país sólo se han desarrollado esfuerzos en este sentido y la verdad es que los resultados han sido muy pobres (6).
Todo parece terminar en un callejón sin salida, ya que por lo general la institución no le ofrece al niño la atención personalizada que le asegure lo que él tanto ambiciona: afecto, comprensión y seguridad. Tampoco lo capacita laboralmente para cuando tenga que enfrentar la realidad de la sociedad. Las experiencias exitosas son escasas; la reincidencia es alta y la mayor parte de las veces el resultado final es la delincuencia, la drogadicción o la prostitución. En el caso de nuestro país, se están haciendo y ya se han hecho esfuerzos, pero la evaluación de los resultados debe ser continua. Esta parece ser la intencionalidad actual de las directivas del Servicio Nacional de Menores (12). Ojalá sus esfuerzos tengan éxito para que por lo menos se atenúe el problema.
Dr. Fernando Mönckeberg Barros
Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos
Universidad de Chile
Referencias
1- Agnelli, S. "Street children. A growing urban tragedy" Report for the independent commission on International Humanitarian Issues. London, Weindenfield y Nicolson, 1986.
2 - "Council on Scientific Affairs: Health care needs of homeless and runaway youth." Journal of the American Medical Association. 262:1385, 1989.
3 - William, M. "Will the world be able to secure adequate food for all in the 21st Century?" International
Symposium on World Problems. Yokohama, marzo 27,
1985.
4 - Landers, C. "A cry for help: UNICEF. Response to Street children in the Third World." Children`s Environment Quarterly 5: 37, 1988.
5 - Lusk, M. "Street children programs in Latin America." Journal of Sociology and Social Welfare 16:
55, 1989.
6 - Alvarez, U. "¿Y después de diez años qué? Niños." Revista técnica del Servicio Nacional de Menores. 1: 12, 1991.
7 - Aptekar, L. Street Children of Cali. Duke University Press, USA, 1988.
8 - Mönckeberg, F., Tisler, S., Toro, S., Gattas, V. and Vega, L. "Malnutrition and mental development." Am. J. Clin. Nutr. 27: 766, 1973.
9 - Saxe, G. "The mathematics of child street vendors." Child Development. 59: 1415, 1988.
10 - Cortez, U. "Children of poverty. An ecological analysis of the problem of street children in Latin America." Universidad de Maryland. Department of Family and Community Development. Manuscrito no publicado, 1990.
11 - Valverde, U. La personalidad del menor desadaptado. Menores 11:8,1986
12 - Zanzi, O. Editorial de niños. Revista Técnica del Servicio Nacional de Menores 1: 2,1991.