La búsqueda de otros mundos
( Publicado en Revista Creces, Octubre 1996 )

¿Es que estamos solos en la inmensidad del Universo?, ¿podría la vida existir en otros lugares?, o ¿es que el planeta Tierra es una singularidad en el espacio?. Estas son las grandes preguntas para las que el hombre aún no tiene respuesta o, tal vez, no la tenga nunca.

Las estrellas que vemos brillar en el cielo son semejantes a nuestro sol, y obviamente así la vida no puede existir por las altísimas temperaturas de la fusión nuclear que produce la energía de las estrellas. La única posibilidad es que existan otros sistemas como nuestro sistema solar. Es decir, una estrella brillante que produce energía y calor y planetas que la orbiten a su alrededor, que estando a una distancia tal de la estrella, hubiesen permitido que allí surgiera la vida. Es por ello que la primera labor que se impusieron los astrónomos, sería tratar de descubrir la existencia de tales planetas alrededor de las estrellas. La tarea no sería fácil, porque de existir, ellos no tendrían luz propia y por lo tanto no los podríamos detectar, ya que a esas enormes distancias, la intensidad luminosa de la estrella impediría ver el planeta que no tiene Luz propia. Sería pretender ver en la noche, a una distancia de kilómetros, una mariposa que revolotea alrededor de un faro. Con todo, podrían existir métodos indirectos que permitieran detectar la existencia de planetas.

En Abril de 1996, Gordon Walter, astrónomo de la Brithish University de Vancouver, publicó un libro detallando los esfuerzos infructuosos que habría desarrollado durante 12 años para tratar de descubrir algún planeta alrededor de las estrellas más cercanas. Simplemente no pudo comprobar la existencia de ningún planeta. Muchos otros astrónomos, también han fracasado en el mismo intento. Hasta ese entonces la búsqueda había fracaso. Si ello no existía, querría decir que nuestro sistema solar era la única estrella rodeada de planetas y por lo tanto, nosotros seríamos los únicos habitantes del inmenso Universo.

Sin embargo, a partir de Octubre de 1995, comenzaron a aparecer los planetas. Michel Mayor y Didier Queloz, ambos del Observatorio de Ginebra anunciaron, por primera vez, que habían descubierto un planeta que orbitaba alrededor de una estrella como el sol. Sin duda que era una noticia sensacional que apareció en los titulares de los diarios del mundo. Ellos habían comenzado la búsqueda en Septiembre de 1994, centrando sus esfuerzos en la búsqueda de una enana parda que estuviera circulando alrededor de una estrella (de acuerdo a la teoría, las enanas pardas corresponderían a grandes masas de gas y polvo colapsado, como lo hacen los soles, pero demasiado pequeñas como para que se iluminen).

De acuerdo a supuestos de estos astrónomos, al orbitar un planeta alrededor de una estrella, un observador terráqueo debería ver a esta tambalear en forma periódica, por tirones gravitacionales del objeto orbitante. El pequeño movimiento debería apreciarse como un cambio Doppler. Un enana parda acompañante de una estrella, mucho más grande que un planeta, debería ser también mucho más fácilmente detectable.

Más tarde Mayor y Queloz, extendieron su búsqueda a muchas otras estrellas cercanas hasta que encontraron lo que buscaban en la estrella 51 Pegasi, en la constelación Pegasus. Allí constataron la frecuencia del cambio que ellos esperaban, si un objeto hubiese estado orbitándola. Según sus cálculos, este objeto debería ser relativamente pequeño, de un tamaño aproximado a la mitad del planeta Júpiter, lo que no corresponde a una enana parda, que debiera ser por lo menos 10 a 20 veces superior al tamaño de Júpiter. Después de una larga observación que les permitió confirmar el cambio periódico y regular de la estrella, al mismo tiempo que eliminar otras posibilidades de error, se atrevieron a comunicar la noticia bomba en una reunión de especialistas en Florencia: "habían descubierto la existencia de un planeta".

Desde allí en adelante, y siguiendo igual metodología Doppler, en un plazo de tres meses, se han descrito un total de siete planetas de distintos tamaños y que orbitarían a diferentes distancias de la estrella correspondiente (fig. 1) (New Scientist, 15 de Junio de 1996). Todo parece indicar, y como muchos astrónomos lo suponían, que los planetas no son componentes únicos de nuestro sistema solar, sino que por el contrario los sistemas planetarios serían estructuras frecuentes que orbitarían alrededor de las miles de millones de estrellas que forman el Universo.

No cabe duda que se va a iniciar una verdadera cacería de planetas. Desde luego, Mayor y Queloz están buscando nuevos planetas en cuatro nuevas estrellas que parecen ser muy buenos candidatos. Muchos otros grupos se han sumado también a la búsqueda.


Vida en otros planetas

El descubrimiento de estos planetas, es importante, ya que confirma la existencia de ellos en muchos otros sistemas planetarios. Sin embargo, que existan planetas no quiere decir que en ellos se den las condiciones para que exista vida. Así, por ejemplo, la vida como nosotros la concebimos requiere de la existencia de agua líquida, ya que este es el solvente que permite las reacciones bioquímicas. Esto significa que el planeta debiera tener una temperatura adecuada par que pueda existir el agua al estado líquido. A su vez, la temperatura de la superficie de un planeta depende de la distancia que la separa de la estrella que está orbitando. Si está muy lejos, la baja temperatura mantiene el agua congelada y eso no sirve. Si está muy cerca, ésta se evapora. Desde este punto de vista, la Tierra está exactamente a la distancia adecuada con respecto al sol y, por ello, es que la vida aquí es posible.

Pero no sólo la temperatura es importante, lo es también el tamaño del planeta y su densidad. Ambos le proporcionan una gravedad adecuada para conservar el agua en su superficie. Así, por ejemplo, si la distancia fuera el único factor, nuestra luna debiera tener agua en su superficie, pero no la tiene debido a que su tamaño y densidad no proporcionan la gravedad adecuada, (además las variaciones de la temperatura son muy grandes, porque la luna no tiene atmósfera). Si esta hubiese existido, seguramente se habría evaporado y perdido en el espacio. Por otra parte, sin el planeta es muy grande, tiene una alta gravedad y por ello atraería gases desde el espacio. Los científicos piensan que esta es la situación del Planeta Júpiter, que por su gran tamaño, ha ido acumulando en su superficie una gran cantidad de hidrógeno y helio, que son los gases que existen en el espacio. En estas condiciones tampoco es posible la vida, al menos como nosotros la concebimos.


La situación de los planetas descubiertos

Por lo menos se han descubierto los planetas, pero eso no quiere decir que las condiciones existentes en ellos sean adecuadas como para que exista la vida. En el caso del planeta que órbita alrededor de la estrella 51 Pegasi esta demasiado cerca de la estrella, ya que su órbita estaría a una distancia aproximada de 7 millones de kilómetros de ella (menos de un octavo de la distancia del planeta Mercurio con respecto al sol). A esta distancia la temperatura de su superficie debería ser de 1300 grados Celsius, esto imposibilita la existencia de vida.

Los planetas descubiertos en la constelación del Virgo y de la Osa Mayor, tendrían una masa 2.3 veces la de Júpiter y estarían orbitando a una distancia de 300 millones de kilómetros de su estrella madre (más o menos correspondería a una órbita entre Marte y Júpiter) y la temperatura de su superficie sería de 80 grados centígrados, una temperatura todavía adecuada para que existiera el agua en estado líquido. Desgraciadamente, este planeta parecería ser un gigante gaseoso, sin rocas en su superficie, por lo que allí la vida no podría haber evolucionado.


En fin, de los ocho planetas descubiertos, en ninguno se estaría dando las condiciones para deducir de la figura 1, que esquematiza tanto las distancias de su sol, como los volúmenes, todo ellos en relación con la Tierra (en el gráfico los volúmenes de los planetas encontrados, se expresan con relación al tamaño de Júpiter, nuestro gigante gaseoso).



Perspectivas de descubrimientos futuros

Probablemente tienen razón la mayor parte de los astrónomos que creen que: "Los planetas existirían en la mayor parte de las estrellas". Por lo menos los datos que ya ha entregado el telescopio Hubble, colocado en el espacio permiten afirmar que la materia prima necesaria para la formación de planetas es muy común. Robert O`Dell de la Universidad Rice de Houston ha estudiado, por fotografías del telescopio Hubble, las estrellas jóvenes de la nebulosa Orión, y ha observado la existencia de numerosos discos de polvo alrededor de estas estrellas, que podrían dar lugar a la formación de planetas, según la teoría más aceptada. Este investigador afirma que casi todas las estrellas en la nebulosa Orión tienen a su alrededor estos discos de polvo, lo que indicaría que en ellas se estarían formando planetas (The Astronomical Journal, Julio de 1996).

Por otra parte, para que exista vida no sólo debiera existir agua líquida, sino también otros elementos como oxígeno y carbono. Estos elementos podrían detectarse por las radiaciones que emiten. Pero dos problemas deben ser resueltos:

a) Que el aparato para detectar esas radiaciones debería estar fuera de la atmósfera, de modo que estos elementos existentes en la Tierra no interfieran en la medición.

b) Que para detectar un pequeño planeta que está orbitando alrededor de una estrella, tendría que contarse con un aparato muy especial, ya que el espectro del oxígeno y del carbono del planeta, de existir, sería muy débil.

Para este último objetivo Rojer Angel y Neville Woolf del Observatorio Steward de la Universidad de Arizona, están desarrollando un ingenioso instrumento, que ellos denomina interferómetro, que les permitiría detectar las radiaciones de un planeta, interfiriendo la luz de la estrella a que esta órbita (Scientific America, Abril 1996, pág. 50). Se trata de un costoso instrumento que debería estar en el espacio y que estaría constituido por dos telescopios que enfocarían a la misma estrella. El sistema funcionaría en forma tal, que uno de los telescopios cancelaría la luz emitida por la estrella, invirtiendo a esta. Ellos piensan que este instrumento permitiría detectar las radiaciones propias del planeta.

El hecho es que el hombre no se detiene en su búsqueda pero no sabe si está solo en el Universo, o si lo acompaña un sistema que ha permitido que surja la vida y, tal vez, la inteligencia en muchos otros lugares del Universo. Somos pequeños en esta inmensidad y tal vez una respuesta nunca llegue, pero el esfuerzo bien vale la pena.


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