Homosexualidad y genética
( Publicado en Revista Creces, Mayo 1992 )

La controversia respecto si se nace homosexual o si, por el contrario, ese es un rasgo aprendido, ha sido promovida una vez mas por investigaciones en neuroanatomía, replanteando el inquietante tema de la identidad sexual. ¿Hay una determinación genética del sexo psíquico, esa identificación interna que, en ocasiones, entra en disonancia con el cuerpo real?

Hasta hace 20 años, enseñábamos que no había evidencias para la determinación genética del sexo psíquico. El sexo psíquico comprende aquellas vivencias internas que posibilitan la formación de parejas reproductivas sexualmente. Pueden distinguirse en él la autoidentificación sexual, que es el sexo que se asigna, acepta y defiende la propia persona, y la orientación sexual, que puede ser descrita mejor como la particular apetencia sexual que tiene una persona. Los varones somáticos, normalmente, se identifican con el sexo masculino, gustan de, sienten atracción por y se excitan con las mujeres. Las mujeres se identifican con la figura femenina, gustan de, sienten atracción por y se excitan con los varones. A veces hay disociaciones de estas instancias, como en el caso de los transexuales y de los homosexuales. Los transexuales son individuos con un sexo somático, pero tienen una identificación sexual con el sexo opuesto y apetecen su mismo sexo somático; por ejemplo, varones somáticos con psiquis de mujer. Estas discordancias se notan desde la niñez, por lo que había pocas dudas de que en esta patología no existiera un factor orgánico o genético de fondo; estas personas son las que habitualmente solicitan cambiar de sexo. Los homosexuales, por otra parte, tienen un sexo somático, se identifican -aunque no necesariamente en forma completa- con su sexo somático, pero apetecen su mismo sexo, exclusivamente o con diferentes grados de apetencia también del sexo opuesto.

El proyecto científico sobre el sexo psíquico era y es encontrar bases orgánicas o genéticas que explicaran la diferenciación sexual normal y el origen de transexuales y homosexuales. El sexo psíquico se integra con el sexo social que es la conducta sexual de la persona; incluye el cortejo, las formas de copula, la vida conyugal, la masturbación, los juegos sexuales, la vestimenta, la educación sexual de la cría, entre otras numerosas conductas. La escuela psicoanalítica propuso que la identificación sexual y la orientación sexual no necesariamente se definían en la infancia (antes de los seis años); tanto la escuela psicoanalítica como otras escuelas psicológicas han propuesto que la orientación sexual se define principalmente en la pubertad, lo que ha llevado a no intervenir en la infancia los trastornos de orientación sexual. Como biólogos genetistas hemos precisado más operacionalmente el sexo psíquico. Para nosotros existe la configuración de o para la identidad sexual, la configuración apetecible, la conexión genital, a conexión somatoerógena la integración del sexo en la personalidad global y la forma sexual psicomotriz. Esta especificación de instancias intermedias del sexo psíquico permite estudiarlas una a una en forma separada. El niño construye una figura masculina o femenina con la cual se identifica o apetece; hay un elemento constructivo interno; este elemento constructivo tiene como base factores internos y externos. Entre los factores externos está principalmente la semiótica sexual, signos presentes en los criadores que indican al niño la figura masculina o femenina.

En nuestros estudios en Chile descubrimos que los niños que terminaban siendo homosexuales ya tenían apetencia por el mismo sexo antes de los nueve años, lo que indicaba que muy probablemente esta apetencia se originó en la primera infancia. Autores extranjeros encontraron el mismo resultado.

Es una experiencia frecuente en los jardines infantiles ver enamoramientos o prendaciones sexuales en niños de hasta tres años. Estas evidencias apuntan hacia una organicidad y por lo tanto hacia una geneticidad del sexo psíquico en cualquiera de sus instancias. Nuestra concepción, distinta de la psicoanalítica, puede quedar clara al considerar elementos importantes de esta última. Si tomamos el conflicto de Edipo, en que el niño de cuatro a cinco años se enamora de su madre y entra en rivalidad con su padre, vemos que éste puede ser reinterpretado desde nuestra perspectiva. Para enamorarse de la madre la configuración apetecible debe estar no sólo formada sino madura; para entrar en rivalidad con el padre la identificación con el sexo masculino debe también estar madura; la identificación no implica rivalidad, la que debe haber sido aprendida en algún lugar; creemos que la rivalidad es un elemento agregado por el sesgo clínico. Nuestra interpretación del desarrollo sexual es que el niño se identifica primero (en orden de importancia, ya que todo es simultáneo) con la especie que lo cría, luego se sitúa en el sistema generador padres-hijo, es decir familia, y posteriormente compara su estructura neuropsíquica interna con los elementos semióticos sexuales que le ofrece el ambiente. Si entra en sintonía más fácil con el sexo masculino se identifica con él y se facilita la vía de apetencia del femenino, y viceversa. La diferenciación neurológica sexual al nacimiento da una probabilidad mayor de identificación pero no necesariamente es determinística ya que es muy compleja la relación con los elementos diferenciadores del medio ambiente. El padre seria un elemento de identificación de masculinidad para el niño varón y además enseñaría a apetecer lo femenino sin rivalidades ni contradicciones, las que surgirían porque ya están presentes en los padres. El niño desviaría debido a las condiciones de depreciación del incesto, su elección hacia una mujer de fuera de la familia, lo que explicaría los enamoramientos a los cuatro años.

Existen en el desarrollo sexual del Hombre, que es muy parecido al de todos los mamíferos, otras instancias previas al desarrollo del sexo psíquico y social. El embrión humano es bipotencial, posee estructuras que pueden dar origen tanto a órganos masculinos como femeninos. Una etapa crucial es la formación de la gónada indiferenciada. Esta gónada, si existe un determinante génico (segmento de DNA) que normalmente se encuentra en el cromosoma Y, va a dar origen a testículo; de otra forma dará origen a ovario. Otra instancia del desarrollo sexual es el sexo cromosómico con la conocida combinación XY para el varón y XX para la mujer; sin embargo, hay XY mujeres y XX varones debido a migraciones del determinante génico desde el cromosoma Y al X o a otro cromosoma.

° El sexo de genitales internos: El embrión posee estructuras que pueden dar origen a los genitales internos masculinos (epidídimo, deferentes, eyaculador, vesículas seminales) o a los femeninos (útero y trompa); si se ha desarrollado testículo, este emite hormonas que atrofian las estructuras femeninas y desarrollan las masculinas.

° El sexo de genitales externos: También el embrión presenta estructura que pueden originar genitales externos masculinos o femeninos; si se ha desarrollado testículo, éste emite andrógenos que transforman los genitales externos indiferenciados (más semejantes a los femeninos) en pene, uretra peneana y escroto; si no hay andrógenos los genitales se diferencian a clítoris, labios menores y labios mayores. El sexo de genitales externos es el que se observa al nacimiento para catalogar al niño de varón, mujer o sexo ambiguo (diferenciación no bien definida). Todas estas instancias del sexo tienen una determinación genética clara, desde que se han encontrado mutaciones para cada uno de los distintos procesos de desarrollo que redundan en anormalidades evidentes. La instancia del sexo más importante para entender el sexo psíquico es el sexo neuroencefálico; desde hace más de 30 años ha quedado claro que machos y hembras tienen cerebros distintos en algunos núcleos de neuronas (células nerviosas). Esta diferencia se aparecía antes del nacimiento, por lo que parece estar determinada por factores genéticos; de hecho, se ha descubierto que depende de una enzima que transforma los andrógenos en estrógenos en la misma célula cerebral; esta enzima la desarrollarían en esos núcleos neurales preferentemente los machos.

° El sexo psíquico ha sido más refractario al estudio. Al parecer porque su definición operacional es más difícil. Como señalamos, hasta hace poco -y aún hoy- se afirma en los libros que no había un condicionante genético o neuroanatómico del sexo psíquico o de sus anomalías. El descubrimiento del sexo neuroencefálico llevó, naturalmente a pensar que las anomalías del sexo psíquico podrían tener una base neuroanatómica. Propusimos un modelo semejante a las dislexias, en donde ciertas anomalías de posición neuroniana o de falta de asimetría cerebral parecen explicarlas. ¿Por qué no dis-sexias?. Nuestro convencimiento partió del estudio de seguimiento longitudinal ya mencionado. Un 4 por ciento de los muchachos buscó las relaciones homosexuales porque su configuración apetecible era homosexual. Al encuestar estos jóvenes más detalladamente resultó que todos tenían la tendencia ya en la infancia tardía. Cabe destacar que en los homosexuales se había encontrado un manejo hormonal intermedio entre varones y mujeres de ciertas hormonas hipofisiarias después de inyección de estradiol; era prácticamente el único hallazgo con sustrato molecular y de fisiología neural.

Cuando preparábamos un estudio de largo aliento sobre correlatos neuropsíquicos conductuales sexuales, Simon LeVay publicó en Science (agosto de 1991) que los homosexuales presentaban una región del cerebro (hipotálamo anterior) que es distinta entre varones y mujeres, más parecida a la de las mujeres que a la de los varones. Hubo, sin embargo, sobreposición de los resultados entre los grupos, indicando que se trataba de una tendencia más bien que de una diferencia categórica. Se criticó la interpretación del autor, que postula una base anatómica de la apetencia sexual, porque no es posible saber si esta diferenciación fue innata o posterior a la adquisición de la configuración apetecible. Hace algunos años, psicólogos y psiquiatras estadounidenses resolvieron no considerar patológico a la homosexualidad si ésta no daba síntomas o signos considerados distónicos (malestar, angustia, sufrimiento). Si hay una base anatómica de la homosexualidad, a primera vista, parece darle el favor a los que piensan que este carácter no es enfermedad; pero no cabe duda de que siendo una alteración del desarrollo normal, aunque sea en el sentido estadístico, debe ser considerada como patología, similar a la dislexia. Nuestra experiencia, al encontrar en la infancia ya determinada la configuración sexual apetecible, apoya fuertemente el origen innato o de los primeros años (4 años) de la tendencia a esta desviación del desarrollo. Interpretamos que se hereda una probabilidad de un fenotipo condicionada al ambiente en que se va a vivir. No debemos olvidar la inmensa capacidad de aprendizaje de la cría humana. Hay casos de niños nacidos varones y criados como mujeres que simulan una conducta indistinguible de ellas; pero, ¿Cuál es su sexo psíquico profundo?. También hay homosexuales que se casan heterosexualmente y realizan matrimonios que duran toda la vida. No cabe duda de que el aporte de estos resultados es extraordinario, como tampoco cabe duda de que tenemos un largo camino que recorrer en la precisión del condicionante genético del desarrollo del sexo psíquico.

Finalmente, queremos hacer notar nuestra diferencia radical con la mayor parte de las escuelas psicológicas, al no considerar la sexualidad como carácter del ser humano. La sexualidad puede ser atribuida a la especie, pero no a cada individuo. Los individuos presentan distintas instancias de sexo pero no sexualidad.



Para saber más


- Katchadourian HA (compilador) (1983). La sexualidad humana, un estudio comparativo de su evolución. Fondo de Cultura Económica. México.

- Le Vay S. (1991). A Difference in Hypothalamic Structure Between
Heterosexual and Homosexual Men. Science 253 (5023) 1034-1037.

- Avendaño A, Valenzuela CY, Correa F Almonte C, Sepúlveda G (1988). Características del desarrollo psicosomial en adolescentes de 16 a 19 años en seguimiento longitudinal. III Conductas sexuales. Rev Chil Pediatr 59 (1) 34-40.



Carlos Y. Valenzuela


Departamento de Biología Celular y Genética
Facultad de Medicina

Universidad de Chile.


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