Nuestro sistema solar
( Publicado en Revista Creces, Agosto 1999 )

En poco más de un siglo se ha adquirido una fantástica información acerca de las maravillas del firmamento que nuestros antepasados contemplaban, sin entender, como algo tan estático e inmutable. Hoy sabemos que el Universo tuvo un nacimiento y que desde entonces continúa expandiéndose y evolucionando. Que las estrellas que se ven titilando en el cielo, en una noche clara, no son eternas. Muy por el contrario, ellas también tienen un ciclo: nacen, brillan y mueren, pero en otra dimensión del tiempo. Sabemos también de las enormes dimensiones del tiempo y del espacio que nos separan de ellas, que se miden en miles de millones de años en que su luz ha demorado en llegar a nuestros ojos.

Sofisticados telescopios de todas clases, además de diversos instrumentos, nos están entregando una idea de la galaxia a la que pertenecemos; nuestra enorme "Vía Láctea", constituida por más de cien mil millones de estrellas. Más allá de la cual confirman la existencia de otros miles de millones de galaxias que en su conjunto forman el Universo.

Toda esta inmensidad nos abruma, pero también nos consuela la maravilla de esta Tierra que nos alberga, porque fue posible en ella el desarrollo de la vida y luego, después de una larga evolución, llegamos a pensar. Aparentemente, en esta desolada inmensidad (hasta que no se demuestre lo contrario) somos los únicos que hemos tenido el privilegio de gozarla y tomar conciencia de ella. Todo este beneficio lo hemos recibido de alguien en forma gratuita.

Ante la inmensidad y la lejanía de otros mundos, nuestro mayor interés se ha centrado en lo más cercano: el estudio de nuestro "sistema solar". La Tierra que habitamos es parte de esta familia, constituida por nuestro padre el Sol, que como tal nos calienta e ilumina y nos mantiene cautivos por su fuerza gravitacional, al igual que los demás planetas con las lunas que los acompañan, más miles de objetos que vagan en este espacio, como asteroides y cometas. Es así como la astronomía nos está deslumbrando con excitantes descubrimientos, referentes a su nacimiento, su comportamiento, su composición, su atmósfera y su evolución, que parece ser propia y distinta para cada uno de ellos.

Los cuatro planetas más cercanos al Sol (Mercurio, Venus, Tierra y Marte) parecen tener algunas características similares, como son su tamaño, su composición rocosa y alta densidad. A ellos se suman los hermanos grandes y gaseosos, como son Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, más un pequeño allegado en los confines del sistema (Pluto), que muchos estiman como un desordenado intruso.

De todo ello, no podemos menos que preguntarnos por qué nosotros fuimos tan afortunados en esta desolación, donde pequeñas variables parecen haber marcado la diferencia entre haber existido y no existir. Pero también se desprende de ello que nuestro mundo es frágil, que formamos parte de él, y que no podemos ser insensatos al agredirlo.

Desde nuestra Tierra han entrado al espacio diversas naves planetarias, que han permitido contemplarla, como también diversas sondas espaciales que han viajado hacia los planetas y desde allí nos han enviado fabulosas vistas, con un detalle como nunca lo habíamos imaginado. De estas mismas exploraciones se han ido logrando conocimientos trascendentales acerca de su formación, su estructura y su dinámica. Si bien es cierto que recién nos estamos asomando al conocimiento del Universo, ya se ha avanzado lo suficiente como para experimentar un gran asombro. Todo esto es lo que tratamos de entregar y poner al día, mostrando con imaginación, en el capítulo titulado "Los planetas y nuestro Sol" (Los planetas de nuestro Sol). Nadie debería perderse la nueva conceptuación del Universo y de nosotros, que necesariamente se desprende de todos estos conocimientos.



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