La especie humana continúa multiplicándose: somos 6.000 millones
( Publicado en Revista Creces, Diciembre 1999 )

Hace pocos días, Naciones Unidas anunció que el planeta Tierra había alcanzado la cifra de 6 mil millones de habitantes y que se esperaba que para los próximos 30 años, fueran 9 mil millones. Es que la explosión de conocimientos y sus implementaciones han permitido disminuir las muertes prematuras y prolongar la vida. Nuestros abuelos vivieron en una época en que sus expectativas de vida al nacer eran de 35 años. Hoy, como promedio en el mundo, es ya de 65 años, y en algunos países desarrollados ya sobrepasa los 80 años. Pero actualmente no sólo se vive más, sino que también se vive mejor. Hace 100 años, el 70% de la población mundial (especialmente niños) padecía de hambre y desnutrición. Hoy, a pesar del crecimiento explosivo de la población, este porcentaje ha disminuido al 30%, habiendo mejorado notablemente la calidad de la nutrición mundial.

En nuestro caso, hace apenas 40 años, el 65% de los niños menores de seis años padecía de algún grado de desnutrición. Hoy ese porcentaje es menor al 2%, siendo la gran mayoría sólo desnutridos leves.

¿Pero, qué nos depara el futuro? ¿Son los recursos inagotables? ¿Podrá el mundo abastecer de alimentos a los casi 1500 millones de bocas extras que se agregarán en los próximos 30 años? Y si teóricamente pudiera, ¿será posible que los que ya hoy tienen hambre puedan satisfacer al menos sus necesidades nutricionales? Sin duda que éstas son preguntas fundamentales que creo nadie pueda contestar con algún grado de certeza.

Son muchas las variables a considerar. Ya Maltus, hace doscientos años, se equivocó en sus predicciones por no imaginar variables que lo cambiaron todo. No consideró la capacidad inventiva y creativa del ser humano que le permitió, entre otras cosas, incrementar en forma inimaginable la producción de alimentos. Tampoco pudo imaginar que el hombre iba a encontrar y utilizar una fuente de energía barata, que se había demorado miles de millones de años en acumularse en el interior de la Tierra: la “energía fósil”. Con ella pudo reemplazar el ineficiente trabajo animal y también el del hombre.

Sin embargo, mirando hacia el futuro, hay algunos antecedentes alentadores. Desde luego el incremento poblacional ya está comenzando a ceder. Los demógrafos comienzan a detectar señales que hacen suponer una desaceleración del crecimiento poblacional (La explosión demográfica parece disminuir). Ya hay países en que el crecimiento poblacional es negativo, y por lo menos ochenta de ellos ya han alcanzado el nivel de equilibrio. La transición demográfica que en el mundo desarrollado tomó casi 200 años, en el mundo pobre se está alcanzando en 50 años. Por ello algunos afirman que tal vez en 50 años más, el crecimiento poblacional se estabilice y desde allí en adelante comience a decrecer. Desgraciadamente lo que queda aun por crecer, será fundamentalmente en el mundo pobre.

Por otra parte se visualizan enormes cambios en la producción y elaboración de los alimentos. Las posibilidades de manipular los genes de las plantas están abriendo una nueva perspectiva. Algunos ecólogos parecen atemorizados, al imaginarse riesgos no demostrados, pero los hechos seguramente los van a sobrepasar, ya que hasta ahora los riesgos son sólo teóricos.

Todo parece indicar que en el futuro la limitante no estará en la producción de alimentos. Otros serán los problemas si con todo en este período escasea el petróleo, ello impactará fuertemente en la producción de alimentos y en general en toda la economía mundial. Es muy probable que para ese entonces se encuentren otras fuentes de energía, pero cualquiera que ella sea, será a otro precio, y el costo para adaptarse al cambio será demasiado alto.

El verdadero problema del futuro no estará en producir alimentos, sino en producirlos en los lugares que se necesitan y para satisfacer las bocas que lo demandan. Hay que tener claro que en los países pobres los individuos están desnutridos, fundamentalmente porque carecen de los medios económicos necesarios para adquirir o producir alimentos. El inconveniente es que en amplias regiones del mundo el problema es de ingreso. Es cierto que en los países pobres hay una mala distribución de él, pero también no es menos cierto que en la mayor parte de los casos no hay suficiente ingreso que distribuir. El eliminar el hambre en el mundo, pasa por una etapa previa de desarrollo económico. Allí está la gran incógnita: ¿podrán los que hoy son subdesarrollados alcanzar en el futuro el desarrollo? ¿Están dispuestos los que tienen más, a permitir que los que tienen menos también lo logren? ¿Podrán los nuevos conocimientos que se generarán en el futuro beneficiar a todos por igual? Hasta ahora no ha sido posible y no hay indicios que lo sea en el futuro. Por ello me temo que la pobreza persista y probablemente se incremente, con todas las consecuencias que ello puede deparar.



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