Cuba y la biotecnología
( Publicado en Revista Creces, Enero 1999 )

Cuba, con todos los antecedentes en contra, ha tomado el alto riesgo de hacer cuantiosas inversiones en el desarrollo de la industria biomédica. A pesar de todas las dificultades, y solo en 10 años, ha comenzado a tener resultados positivos.

No se puede negar que Cuba es un país pobre, consecuencia tanto de su sistema económico de planificación centralizada, como por el embargo económico de los Estados Unidos. No obstante, hay algunos logros que llaman la atención: en primer término los alcanzados en salud que se pueden medir a través de sus indicadores biomédicos, que son tan buenos como los de países desarrollados (muy superiores a los restantes países de la región, salvo Chile y Costa Rica) y ahora por su fantástico progreso alcanzado en la biotecnología

En los últimos 8 años, por decisión personal de Fidel Castro y a pesar de las restricciones, se ha invertido aproximadamente mil millones de dólares en el desarrollo de la biotecnología. Ello resulta increíble frente a la tremenda escasez de divisas, que sólo son producidas por una ineficiente industria azucarera y la incipiente industria turística. El haber tomado esta decisión a primera vista parece una locura, ya que la industria biotecnológica es de muy alto riesgo y además está dominada por las grandes empresas farmacéuticas transnacionales con las cuales es casi imposible competir en el mercado internacional.

A pesar de ello, esta riesgosa inversión comienza a producir algunos resultados positivos. El hecho es que varios cientos de científicos que trabajan en ella, tanto en el campus biomédico de La Habana como en otros centros satélites, ya han comenzado a desarrollar y comercializar diferentes productos, como anticuerpos monoclonales, estreptokinasa (una proteína usada para deshacer los coágulos sanguíneos en los infartos cardiacos), vacunas contra la hepatitis B y la meningitis B, y muchos otros productos que ya están en diferentes etapas de desarrollo.

Según James Larrick, presidente del Instituto para Medicina Molecular de Palo Alto, quien visitó los centros, afirma que allí están los mejores científicos de América Latina y que disponen de todos y los más sofisticados equipos e instrumentos de producción industrial. "Son los mejores del mundo, en todo similar a los que se encuentran en los mejores centros e industrias de los Estados Unidos e Inglaterra", dice Larrick.

Todo ello se ha logrado pese a las tremendas dificultades económicas que Cuba ha debido enfrentar, como también a la despiadada competencia que en este campo ponen los países desarrollados. "Esta es una nueva industria y aún tenemos un largo camino que recorrer para asegurarnos un espacio en el mercado internacional", afirma Manuel Limonta, director del Centro Cubano de Ingeniería Genética y Biotecnología. Sin embargo, ya se están alcanzando dividendos, "y esperamos hacer negocios en la misma forma que las empresas biotecnológicas lo están haciendo actualmente en el mundo. Es sólo el comienzo, pero ya estas ventas prueban que hemos sido capaces de pasar de un centro de investigación a una compañía biotecnológica", dice Limonta.

Otros productos se están desarrollando en estos centros biotecnológicos cubanos, como es una vacuna contra la hepatitis C, el dengue, el cólera, entre otras enfermedades. También se está trabajando en vacunas contra el cáncer que son capaces de gatillar respuestas autoinmunes para receptores del factor de crecimiento epidermal, que está sobre expresado en ciertos tipos de tumores, o para gangliocidos que se encuentran en las membranas de las células tumorales (Creces, Enero 1997, pág. 11).

También han estado haciendo esfuerzos para fabricar una vacuna contra el SIDA, en base a la proteína GP 120 de la membrana del virus, pero al igual que otros centros, no han tenido buenos resultados. Con todo, están combinando esta proteína con otros mediadores de respuesta inmune, y dicen estar optimistas.

Todo esto se ha logrado en un país en tremendas dificultades, con racionamiento de alimentos y gasolina y una escasez aguda de medicinas convencionales, incluyendo hasta la aspirina. Los científicos que allí trabajan tienen algunos subsidios y facilidades para el transporte, pero su salario mensual es de sólo 20 dólares. "En todo caso, todos los esfuerzos se están colocando sólo en la industria biotecnológica, porque es la que más promete el desarrollo económico futuro de un país", explica Ismael Clark, Presidente de la Academia Cubana de Ciencias.


¿Cómo comenzó todo?

Según Joselyn Kaiser (Science, vol 282, Noviembre 27,1998, pág. 1626) el interés de Fidel Castro se despertó después de la visita a Cuba de Lee Clark, presidente del Anderson Cancer Center en Houston, que le habló de las maravillas del interferón como droga para tratar el cáncer (cosa que después no resultó ser tal). Inmediatamente él decidió enviar 6 científicos a trabajar con el virólogo Karl Cantell quien había desarrollado el método para producir interferón a partir de glóbulos blancos de la sangre.

"A la vuelta, después de dos meses en un laboratorio improvisado en una casa, estábamos fabricando nuestro propio interferón", dice Limonta. En 1981, en Cuba se produjo una epidemia de dengue, y los médicos cubanos descubrieron que el interferón hecho en casa detenía las hemorragias internas que producía esta enfermedad. "Fidel se dio rápidamente cuenta de que este tipo de investigaciones tenía un retorno en la sociedad", dice Pedro López Saura, jefe de ensayos clínicos.

"Este fué el comienzo" dice Limonta. Posteriormente se comprobó que el interferón no era ninguna maravilla contra el cáncer, pero sin embargo se demostró útil en muchas otras enfermedades. Mas tarde, en 1986 se inició la construcción del Centro en La Habana , más otros Centros satélites, totalizando una inversión de 120 millones de dólares. Se comenzó allí a entrenar científicos y al mismo tiempo se envió una pleyade de becados cubanos a países europeos para su entrenamiento.

Las exigencias para los investigadores que allí trabajan son duras, pero ya están acostumbrados a jornadas de 14 horas diarias bajo una muy rigurosa evaluación periódica de su rendimiento. Un científico que emigró recientemente fuera de Cuba, declaró que las condiciones de trabajo en esos centros son las de una verdadera esclavitud. Pero Sandra López defiende el sistema, porque dice "somos un país pobre y tenemos que esforzarnos. Nadie trabaja aquí pretendiendo ganarse un Premio Nobel".

Al comienzo los esfuerzos se concentraron en productos que se podían usar en Cuba. Pero más tarde, a consecuencia del colapso soviético en 1991, que significó para Cuba la pérdida de cuantiosos subsidos provenientes de su benefactor, tuvo que comenzar a desarrollar todos los esfuerzos para encontrar financiamiento en los mercados externos, especialmente en América Latina. Ahora se exportan una variedad de productos que van desde vacunas como la de la Hepatits B, a algunos ensayos más económicos y que requieren sólo de un décimo de reactivos que los métodos de la competencia, pasando por el test para el diagnóstico del SIDA y enfermedades genéticas. Todos ellos ya están siendo comercializados en una docena de países subdesarrolIados, y sus ventas han ascendido a los 100 millones de dólares anuales. Ello es aún muy poco en relación al capital invertido y a los miles de millones de dólares que venden las grandes industrias farmacéuticas en el campo de la biotecnología.

La conquista del mercado externo, no ha sido fácil para Cuba, especialmente por la desconfianza de los países subdesarrollados en relación a los controles de calidad de sus productos y a la escasa experiencia que tienen de los procesos de mercado, todo lo cual requiere de años y mucho dinero. De hecho, hace algunos años frente a la aparición de casos de meningitis meningocócica tipo B en Chile, Cuba ofreció vender la vacuna por ellos fabricada, pero por las razones ya señaladas su venta no se concretó. Según ellos, actualmente sus laboratorios adhieren a las normas internacionales de control de calidad y a los rigurosos procesos de ensayos clínicos previos. Pero pasará tiempo antes que se ganen la confianza del mercado. Sin embargo, los investigadores cubanos están optimistas y afirman que no pasarán muchos años antes que estén vendiendo sus productos en los países desarrollados. Para ello tendrán que adscribirse al sistema de patentes actuales reconocidas internacionalmente. En todo caso, aparece como una paradoja que un país con un sistema de economía controlada se haya lanzado en el desarrollo de un campo de tan alto riesgo como es la biotecnología.


Para nosotros una lección

Chile está muy lejos de lo logrado por Cuba en este campo, a pesar de que aquí las facilidades para ello serian mucho mayores. En la actualidad es sin duda Estados Unidos el país que está a la cabeza, y nosotros a diferencia de Cuba, no estamos sometidos a ningún bloqueo por parte de ellos. Hay que considerar que los investigadores cubanos no pueden viajar a perfeccionarse allí, ni tampoco participar en los numerosos congresos que todos los años se celebran en ese país. Tampoco tenemos restricciones para la adquisición de equipos o reactivos, cosa que Cuba tiene que hacerlo a través de terceros.

Hay que aceptar que también para nosotros sería riesgoso hacer grandes inversiones en el área biotecnológica médica, que actualmente está dominada por grandes corporaciones. Pero indudablemente que si tuviéramos los científicos preparados en estas áreas, tendríamos más posibilidades de asociarnos a algunas de ellas, ya que aquí los costos de producción, de control de calidad y los ensayos clínicos serian mucho menores. Hay que considerar que aún con el aislacionismo que Cuba tiene, ya existen gestiones para asociarse a grandes empresas biotecnológicas, como es el caso de Smith Klein de Bélgica que está pensando en ello, aun desafiando los riesgos del embargo americano.

Pero la biotecnología no sólo abarca el campo médico, sino también está siendo cada vez más importante en el campo agropecuario, forestal y de recursos marinos, áreas en que precisamente Chile está basando su desarrollo exportador. En las aplicaciones a estos campos, hay mucho menos restricciones y desconfianzas internacionales. Con inversiones muy inferiores a las hechas por Cuba, podríamos tener ventajas considerables. Por otra parte, el no hacerlo, es muy probable que a futuro signifique una grave amenaza de nuestras actuales exportaciones, al no ser capaces de ser competitivos. En esta área estamos quedando muy atrás, no sólo respecto a los países desarrollados, sino también de Argentina y Brasil. Si para Cuba ha sido el desarrollo de esta área una inversión de alto riesgo, para nosotros el no hacerlo, significará un alto riesgo de retraso futuro. La biotecnología aplicada a estas áreas puede significar incrementar notablemente el valor agregado de nuestras exportaciones, lo que ya se hace apremiante para continuar en el desarrollo.


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