El hallazgo de un esqueleto fósil de 3.3 millones de años ha dado la clave a los científicos para establecer como varios millones de años antes de lo pensado, el ser humano ya había desarrollado partes de la columna vertebral la que más adelante le permitirían caminar con seguridad en dos pies de una manera eficiente.
Los primeros restos fueron encontrados e identificados el 10 de diciembre del 2000 en Egipto. Cinco años después, una vez recuperados y ordenados todos sus huesos (el 20 de septiembre del 2006), un equipo internacional de científicos los presentó a la prensa. En 1974, muy cerca, en la misma área (a diez kilómetros de distancia) ya anteriormente se habían encontrado otros restos óseos que los especialistas denominaron “Lucy”, que también tenían una data de 3.2 millones de años.
(Otro ancestro, pariente de Lucy) (figura 1 y 2).
Selam es el fósil más completo de un niño del pasado, pues a diferencia de Lucy, se han encontrado hasta los huesos de algunos dedos de los pies. La cara y cráneo estaban completos lo que permitió incluso calcular su volumen cerebral que alcanza a los 330 centímetros cúbicos (un tercio de lo que correspondería a un cerebro humano de esa edad). Sus rasgos faciales se parecen a los de un chimpancé. Al fallecer tenía todos los dientes de leche e incluso los definitivos que ya estaban por aparecer. Sus hombros, omóplatos y dedos curvados parecen indicar que además podría trepar a los árboles. Sin embargo, sus caderas y piernas, especialmente el ángulo del fémur, son muy parecidos a los de un humano, que camina únicamente sobre los pies.
También la columna estaba preservada. La columna vertebral de los humanos comparte características con la de otros primates, pero tiene otras que le son propias y que le permiten caminar erguidos. Los estudios señalaron que Salem es el primer ejemplar en el que, al igual que los humanos modernos, los primeros antepasados tenían solo doce vértebras torácicas y doce pares de costillas. Es decir, menos que la mayoría de los simios. Esta configuración poco habitual en un humano temprano puede ser la clave para desarrollar escenarios más precisos sobre la evolución de la bipedestación y la posterior forma moderna del cuerpo humano. Seguramente que en esa etapa evolutiva podría también trepar y balancearse en las ramas de los árboles.
Cómo se preservaron los restos óseos
Los especialistas piensan que es muy probable que una inundación hubiese sepultado el cadáver de la niña entre la arena y el lodo, lo que habría permitido que hubiesen quedado a salvo de los depredadores durante tres millones de años. Luego el barro se habría endurecido, conservando perfectamente los huesos hasta su actual hallazgo.
El proyecto de investigación de los restos de Selam ha sido dirigido por el científico etiope Zeresenay Alemseged, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig, Alemania. Los resultados han sido recientemente publicados en el Procceding of the National Academy of Sciences, de octubre del 2017. En él se enfatiza que los restos óseos corresponderían a la especie Australopithecus afarensis, y que aun cuando estos no eran totalmente humanos, ya estaban en camino de serlo.