Desastre ecológico en el mar Aral
( Publicado en Revista Creces, Julio 1999 )

Con el desplome de la Unión Soviética han comenzado a aparecer repúblicas y regiones que muy pocos sabían que existían: Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán, Kyrgyzstan, etc. Junto a ellas se han hecho evidentes, entre otras cosas, tremendos desastres ecológicos que hasta ahora habían permanecido ocultos. Tal es el caso del mar Aral que amenaza con desaparecer, dejando tras de sí un enorme desierto salado.

Hasta hace pocas décadas era difícil imaginar que la actividad humana pudiera llegar a producir cambios en el medio ambiente, hasta tal grado de poner en riesgo la vida misma. Aun hoy día, algunos se resisten a creer que esa actividad podía afectar la temperatura de la Tierra o que se podían producir enormes cambios en la estratosfera, que serian muy perjudiciales para todo el ecosistema y la salud humana. Pero aún más graves pueden ser los daños producidos en el ámbito local, como está siendo el caso del Mar Aral, ubicado en la República de Usbekistán (Fig. 1). Por la acción directa humana este lago se está secando, transformando en cuatro décadas todo un fértil valle en un gran desierto salado, azotado continuamente por frecuentes tormentas tóxicas. Sólo ahora sale a la luz el tremendo y dramático cambio que ha significado para la vida de 35 millones de personas que habitan la región. Sin duda que ello nos deja una tremenda lección (Science, vol. 284, Abril, 1999, pág. 30).


El oro blanco

Fue durante los primeros años de la Unión Soviética que se tomaron determinaciones que hoy hay que lamentar. En una planificación centralizada se determinó que una gran potencia no podía menos que ser también una gran productora de algodón, y para lograr ese objetivo se prestaba el Asia Central. Se comenzaron a construir grandes canales de irrigación de cientos de kilómetros de largo. Para irrigar, se echó mano al agua de dos ríos tributarios del Mar Aral: el Amu Darya y el Syr Darya. Con ello se irrigaron extensas zonas de la región con el objeto de producir algodón. A los pocos años, la Unión Soviética ya superaba a China y Estados Unidos en la exportación de algodón. Pero ello no fue gratis, ya que en la década del 60 comenzaron a detectarse los efectos en el Mar Aral, el cual al no contar con el agua de los ríos tributarios, comenzaba a achicarse (ver fig. 1).

Ahora en 1999 el lago Aral, de haber sido uno de los lagos más grandes del mundo, ya ha perdido el 80% de su volumen y su tamaño, dejando en su retiro 3.6 millones de hectáreas de fondo de mar. La evaporación y la agricultura han dejado sus aguas más saladas que las del océano. Ello a su vez ha destruido gran parte de su vida acuática y ha perecido la mayor parte de los peces. Los grandes barcos pesqueros yacen posados como tristes testigos en terrenos secos lejos del mar. Este se ha retirado a una distancia de 70 kilómetros. Por ella, más de 100.000 personas ya han tenido que emigrar. La pobreza ha alcanzado a las activas ciudades que rodeaban el gran lago. En sus calles todo es tristeza y desolación y solo se ve deambular a los miles de desocupados. Desde ellas ya no se ve el hermoso lago, y en su reemplazo sólo apareció una superficie cubierta de blanca sal. Ese es el resultado del proyecto del "oro blanco", como lo denominaban los oficiales soviéticos. La sal lo cubre todo y se estima que existen 700 toneladas de sal por hectárea.

Como el agua, aun para beber, comienza a escasear, los agricultores han tenido que ir abandonando el cultivo del algodón. Más aún, el agua necesaria para el cultivo ya es demasiado salada. La tierra ya no rinde igual. El año pasado fue de dos toneladas por hectárea, lo que es la tercera parte del rendimiento del cultivo de algodón en Israel. Ella es un ejemplo de cómo la planificación que no contempla la sustentación, puede llegar a la destrucción total.


Que se puede hacer

Ya en la década del 80 el problema comenzó a preocupar a las autoridades soviéticas, las que idearan un plan que consultaba traer agua de otros ríos de Siberia. Sin embargo, hasta la caída de la Unión Soviética en 1991, nada se había logrado implementar. Ahora el desastre tienen que enfrentarlo cinco nuevos países.
Actualmente es la comunidad internacional, a través del Banco Mundial y Naciones Unidas, la que está tratando de tornar una serie de iniciativas. Para ello se planea invertir 600 millones de dólares de aquí al año 2002. Parte del proyecto contempla la purificación del agua para beber, y por otra parte, mejorar el sistema de drenaje de los ríos Syr Darya y Amu Darya, ya que si la sal continúa infiltrándose en los campos, no va a poder continuar usándose para irrigación en la agricultura, ni tampoco podrá beberse.

En cuanto al Mar Aral mismo, las perceptivas parecen más oscuras. En teoría habría que traer agua fresca para rellenar este mar y restituir allí el ecosistema acuático. Pero para conseguir esto habría que dejar de utilizar estos ríos subsidiarios para irrigación agrícola al menos durante cincuenta años. Pero ello sería un serio impacto para la economía del país, por lo que se hace difícil de conseguir.
En todo caso, si no se hace nada, según los expertos, el Mar Aral quedará reducido a tres pequeños lagos, aún más salinos (fig. 2).

Pero el problema más serio, es el impacto humano. Se han elevado los niveles de pobreza y se han deteriorado notablemente las condiciones de salud de la población que vive en la región. Se ha incrementado la mortalidad infantil y el aumento de la tuberculosis es realmente alarmante, lo que se atribuye a las frecuentes tormentas tóxicas. En Nukus (ver mapa) por ejemplo, hasta el año 1960, la frecuencia de estas tormentas era de una cada cinco años. En la actualidad es de cinco por año. Todo ello está afectando a más de 30 millones de habitantes, sin esperanzas claras de que las cosas puedan mejorar.


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