La magia de los catalizadores, que son y como funcionan
( Publicado en Revista Creces, Junio 1999 )

En la industria, para que sean posibles muchas reacciones químicas con la velocidad y eficiencia necesarias, deben estar presentes moléculas intermedias llamadas catalizadores, como ellas actúan, no siempre es bien conocido.

Muchas reacciones no ceden espontáneamente, lo hacen en forma muy lenta, o requieren de muy altas temperaturas para que ocurran. Sin embargo, ellas pueden ocurrir casi milagrosamente si está presente una tercera sustancia, que en términos generales se llaman catalizadores. En la industria que necesita estas transformaciones de un producto a otro, se usan catalizadores, que por lo general son compuestos de tipo metálico. Ellos aceleran las reacciones a temperaturas que son compatibles con el proceso industrial. El proceso es muy semejante a lo que con tanta frecuencia sucede en el interior de las células vivas. Allí se realiza una enormidad de reacciones necesarias para mantener la vida, que tienen que producirse al pH y temperatura de la célula. Ello es posible también gracias a catalizadores, que en este caso se denominan "enzimas".


Semejanzas y deferencias de catalizadores industriales y enzimas biológicas

Catalizadores y enzimas obedecen a algunos principios o propiedades comunes, entre las cuales hay que destacar dos: una de ellas es que en la transformación de un elemento (sustrato) en otro (producto) actúan en forma tal, que al final se regeneran, quedando listos para otro ciclo reactivo. El segundo principio es que los catalizadores sólo aceleran reacciones termodinámicamente posibles, por lo que aquellas en que el contenido energético de los productos es mayor que el de los reactantes, no son aceleradas por el catalizador.

Estas son las semejanzas entre los catalizadores metálicos y las enzimas, pero también hay grandes diferencias, siendo el proceso enzimático de mucha mayor complejidad. La estructura química de la enzima es de por sí muy compleja (por lo general son proteínas, con un grupo central activo). Pero por otra parte, las reacciones que catalizan las enzimas al interior de las células no son aisladas, sino que forman parte de una complejísima red de otras reacciones, de cuya regulación depende la vida de ellas y en definitiva del individuo. Sucede, además, que las reacciones biológicas que cataliza una enzima están reguladas por mecanismos celulares, también muy complejos, muchos de los cuales aún no se han dilucidado.

Otra diferencia sustancial entre los catalizadores industriales y las enzimas es la mayor eficiencia de estas últimas. Las enzimas, a fuerza de tener que funcionar en las condiciones impuestas por el entorno celular, esto es, bajas temperaturas, pH cercano a la neutralidad y presión atmosférica constante, han debido desarrollar una capacidad catalítica de muchas órdenes de magnitud superior a la de los catalizadores metálicos. Esta enorme eficiencia, sin duda, ha sido el producto de millones de años de evolución en que, desde las etapas de la vida más primitiva, se ha ido perfeccionando el proceso hasta llegar a la vida más compleja de organismos multicelulares. Sin duda que lo que sucede con las enzimas en los organismos vivos puede ser de enorme utilidad para que en el futuro, imitando a éstas, o simplemente utilizándolas en forma directa, puedan llegar a servir a la industria que necesita transformar productos químicos.


En busca del petróleo sintético

Son muchos los procesos industriales que usan catalizadores. Algunos de ellos se esquematizan en la figura 1. Como resultado se obtienen los más variados productos, como la producción de petróleo a partir de gas natural, o la producción de diversas drogas, siliconas, adhesivos o distintos tipos de telas, entre otros.

Como un ejemplo nos referiremos a la posibilidad de producir petróleo sintético a partir del gas natural, lo que es importante, ya que sabemos que los depósitos de petróleo necesariamente tienen que ir disminuyendo en la medida que se vaya extrayendo. El gas natural parece ofrecer una alternativa. El está constituido por metano, que puede utilizarse para llegar a producir petróleo. En una primera modificación se puede obtener metanol y luego productos más complejos hasta llegar al petróleo. Por esta vía, Nueva Zelandia ya está produciendo petróleo. En la misma figura 1, se pueden apreciar las distintas etapas necesarias para llegar desde gas natural a metanol. A partir de allí, la transformación de metanol a petróleo requiere de un catalizador formado por aluminio, silicona y oxígeno, conocido como zeolita. La zeolita acelera la reacción que cataliza la remoción de agua desde el metanol de acuerdo a la siguiente reacción.

CH3OH -> (CH2)n + H20

metanol hidrocarburo Agua


La zeolita se encuentra en forma natural en tierras volcánicas. Su nombre deriva de una palabra griega que significa "piedra hirviente". Por su naturaleza esponjosa es capaz de albergar en sus canales internos cantidades de agua. Al calentar la roca, el agua abandona su espacio interno, transformándose por ello en una sustancia ávida de agua, y por ello es un potente catalizador de reacciones como la descrita. En la actualidad se cuenta con el producto comercial, denominado ZSM-5, que es una zeolita sintética diseñada por Edward Rosinski, de la compañía norteamericana Mobil Oil. Ella tiene poros de mayor tamaño que la piedra natural, lo que evita que los hidrocarburos sintetizados queden atrapados en su interior.

El ZSM-5 funciona en la siguiente forma:
cuando las moléculas de metanol toman contacto con el catalizador pierden agua, en una reacción que sintetiza dimetil éter:

2CH3OH -> CH3OCH3 + H2O

metanol dimetil éter agua


El dimetil éter producido en esta forma reacciona a continuación con el radical metilo (CH3*), que es extremadamente reactivo, y le agrega grupos CH2 a la pequeña molécula de éter. En reacciones sucesivas, la molécula va creciendo en la medida que se le adicionan grupos CH2, hasta formar grandes cadenas que luego de ser refinadas se transforman en petróleo.

Lo que hasta hoy parece no estar claro es cómo se producen los radicales metilo. Se ha establecido que el origen de estos compuestos que hacen crecer la molécula orgánica es el metanol, pero lo que no está claro es, cómo se produce la transformación de CH3OH en CH3*, el que dada su gran reactividad va formando las cadenas de hidrocarburo.

Este tipo de catálisis corresponde a aquellas que los químicos conocen como catálisis heterogénea, dado que el reaccionante (metanol) es un líquido y por lo tanto se encuentra en un estado diferente al catalizador (zeolita), que es un sólido. En este caso, para lograr una interacción máxima entre ambos, el catalizador debe ofrecer una gran superficie de contacto al reaccionante, lo que se logra con la estructura porosa de la zeolita. Por el contrario, en la catálisis homogénea, tanto el reaccionante como el catalizador se encuentran en el mismo estado.


Del nitrógeno del aire a amonio

Otro ejemplo importante en que los catalizadores han sido muy beneficiosos es el que utiliza el nitrógeno atmosférico para transformarlo en amoniaco. En base a ello ha sido posible fabricar fertilizantes nitrogenados sintéticos, plásticos, drogas y explosivos. Especialmente importantes son los fertilizantes, ya que gracias a ellos es que ha sido posible la gran producción agrícola del mundo actual. Sin ellos no habría sido posible alimentar a 6.700 millones de habitantes del mundo actual.

Las plantas no son mágicas, y para crecer necesitan energía y nutrientes. La primera la obtienen de la luz solar a través de la clorofila (Combustible para la vida). Los nutrientes en cambio tienen que obtenerlos del suelo. Los que se requieren son muchos y muy variados, pero sin duda que el más importante y limitante es el nitrógeno. El nitrógeno es el componente esencial de todos los aminoácidos. Estos unidos en cadena son los que constituyen las proteínas. A su vez las proteínas son las que constituyen las estructuras de las células y tienen a su cargo todas las funciones bioquímicas que ellas deben desarrollar para mantener la vida (enzimas). Desde un punto de vista práctico, todas las enzimas son proteínas, que como ya hemos visto, son las que permiten que las reacciones bioquímicas sean posibles a la temperatura, pH y presión que existe en el interior de las células.

El Nitrógeno es el elemento más abundante de la atmósfera (el 78% está constituido por nitrógeno). Pero éste está en una posición inerte y no puede ser directamente aprovechado por los vegetales ni tampoco por los animales. Es que el nitrógeno atmosférico está inmovilizado entre sí, mediante un triple enlace, y en estas condiciones no puede ser aprovechado ni por las plantas ni por los animales (fig. 2). Para que pueda ser utilizado, hay que romper estos enlaces y fijar o unir el nitrógeno a otros elementos, como el hidrógeno u oxígeno. Solo en estas condiciones el nitrógeno puesto en el suelo puede ser absorbido por las raíces de las plantas. A partir de este nitrógeno las plantas inician la fabricación de aminoácidos.

La reacción química a través de la cual puede transformarse el nitrógeno atmosférico en amoniaco (NH3), requiere previamente de la disociación de la molécula de hidrógeno gas (H2) en dos átomos dé hidrógeno, capaces más tarde de reaccionar con el nitrógeno (fig. 3). El único inconveniente es que para esta disociación se necesitan temperaturas superiores a 1000°C. El otro problema es romper la triple unión del nitrógeno. Las condiciones para que esta reacción ocurra son aún más drásticas (3000°C) (fig. 3).

Para llevar a cabo esta reacción en forma económica y eficiente (a menor temperatura) se necesita de catalizadores. Este resultó ser el hierro, que como catalizador permite que se realice la reacción hasta alcanzar el punto de equilibrio de la reacción en forma rápida.


N2+ 3H2<->2NH3


Para romper el equilibro y permitir que continúe la reacción, hay que retirar del medio de la reacción todas y cada una de las moléculas de amonio en la medida que ellas se vayan formando, de modo que en la reacción esté permanentemente restablecido el equilibrio. Ello permite que más moléculas de N2 y H2 reaccionen entre sí.

Igual que en el caso del petróleo sintético, en este tipo de reacción es de gran importancia el área de contacto que tengan el reaccionante con el catalizador. De allí que haya que dividir el metal en pequeños trozos. Así, un gramo de hierro en polvo, significa un área de contacto de 50 metros cuadrados.

Una vez en contacto ambos gases con el área del catalizador (fenómeno conocido como absorción), se dividen en sus átomos constituyentes, los que se recombinan para producir amonio. La gran ventaja es que en presencia del catalizador, la temperatura media de la reacción es de 525°C a una presión de 20 atmósferas.

Fue un químico alemán, Fritz Haber quien demostró que la reacción entre el N2 y el H2 podría producir amonio. Luego su compatriota Carl Bosh hizo posible llevar este proceso a escala industrial. El hidrógeno, para iniciar el proceso, se extrae del gas natural o del petróleo, mientras el nitrógeno se toma de la atmósfera. La energía para alcanzar los 500°C de temperatura, nuevamente se obtiene del petróleo.

En la actualidad una típica planta industrial sintetiza 1000 toneladas de amonio al día. Ya en el mundo existen más de 600 plantas, con lo que se producen alrededor de 100 millones de toneladas al año.

Los químicos no se han quedado tranquilos y han explorado miles de compuestos que podrían catalizar la síntesis de amonio, pero el hierro sigue siendo el mejor. Se ha progresado utilizándolo en forma de magnetita (F304) con el agregado de algo de potasio, calcio y óxido de aluminio. Con ello se logran partículas porosas de gran superficie de contacto que funcionan en forma mucho más eficiente.

Sin duda que la investigación de los procesos de catálisis continuará avanzando. No sería raro que en el futuro en algunas reacciones se llegue a cambiar catalizadores metálicos por enzimas biológicas, que como hemos señalado, son mucho más específicas y eficientes. Ya en la preparación de productos biológicos se está haciendo. No es éste un capítulo cerrado.



Para saber más


Catalyst Handbook, editado por M. V. Twigg (Wolfe Publishing Ltda. 1989. Inglaterra.)

Catalysis at Surfaces, por I. M. Campbell (Chapman and Hall, 1988. Inglaterra.)

The Zeolite Cage Structure. Newsam, J. M., Science, vol. 231, pág. 1093,1989.

The Magic of Catalysis. Ensley J. Y. Hibbert F. New Scientist, Junio 23, 1990.


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