La familia de hoy y el riesgo de la drogadicción
( Publicado en Revista Creces, Julio 1996 )

La formación, la educación y la información, adquieren una enorme trascendencia, especialmente durante los años críticos de la adolescencia. Es durante esta edad que la responsabilidad recae fundamentalmente sobre la familia, y en menor grado en la educación formal sin duda que es la familia, la primera y más importante barrera para prevenir la drogadicción.

Desde que se tiene información histórica, se puede afirmar que prácticamente en todas las épocas, en las diversas sociedades humanas, se registra el uso de substancias biológicas naturales o modificadas, que en mayor a menor grado desconectan al individuo de su propia realidad, experimentando sensaciones nuevas que alteran su comportamiento y llegan a producir adicción. Sin embargo, con excepción del alcohol, su uso no parece que haya llegado a constituir un real problema social. Ha sido sólo durante el presente siglo y muy especialmente durante las últimas décadas, que el problema se ha hecho aparente y esta adquiriendo una gran y alarmante magnitud.

Es difícil individualizar las causas, pero sin lugar a dudas que este nuevo fenómeno social está relacionado con los trascendentales cambios que la sociedad humana ha experimentado durante los últimos tiempos.

Ha sido la rápida génesis de conocimiento nuevo generado especialmente durante el recién pasado siglo, el que ha cambiado completamente las condiciones de vida del hombre en el planeta. Gracias a ellos, el hombre hoy vive más y mejor. Han disminuido los riesgos de las muertes prematuras, y coma consecuencia presenciamos una tremenda explosión demográfica. Es evidente que el hombre ha conseguido mejorar sus condiciones de vida al controlar mejor los riesgos del medio ambiente. Ello se ha traducido en una prolongación notable de las expectativas de vida al nacer. Al mismo tiempo ha conseguido cambiar en tal forma el sistema productivo, que ya no necesita trabajar constantemente desde que el sol se levanta hasta que se pone, sólo para conseguir sus alimentos. Como consecuencia de ellos, ya no ha sido necesaria la agrupación en pequeñas comunidades y por ella el hombre ha abandonado sus raíces rurales, para agruparse en grandes conglomerados humanos. Al mismo tiempo y en forma progresiva, ha ido reemplazando en gran parte el trabajo físico, por el trabajo intelectual y con todo ello ha ganado tiempo para el ocio, la diversión y la cultura.

Desgraciadamente los nuevos conocimientos no han favorecido a todos por igual, y es así coma durante las últimas décadas se ha intensificado la separación entre los que viven bien y los que viven mal. Los que generaron conocimientos eficientemente y con igual eficiencia los pudieron implementar, cada día alcanzan mejores condiciones de vida, mientras los otros quedan progresivamente rezagados. Junto a ello, una nueva clase de pobreza ha surgido; la pobreza urbana, que se traduce en enormes cordones de miseria que rodean a las grandes ciudades.

Ha incrementado hasta lo increíble la comunicación, alcanzando a todos, hasta en los más apartados lugares. Con ello ha nacido una verdadera revolución de las expectativas. Estas han crecido mucho más rápido que las posibilidades reales de satisfacerlas, lo que está llevando a difíciles situaciones de conflicto y tensión. Todos quieren vivir como el mejor, llegando a afectarse las bases de la convivencia y la estructura social.

El proceso ha llevado a desdibujar la estructura más básica de la sociedad: la familia tradicional extendida, que unía las diferentes generaciones, transformándose esta en la que se ha llamado una familia nuclear. Aún en ella se ha afectado su coherencia y permanencia, al mismo tiempo que se han ido perdiendo los roles de sus diferentes componentes. El gran perjudicado ha sido el niño y el adolescente, que ha ido quedando desamparado en la etapa más crítica de la formación de su personalidad.

Es en toda esta realidad multicausal, donde debemos buscar las razones del auge del uso de drogas que permiten al individuo desconectarse de su propia realidad en la búsqueda de sensaciones nuevas.

Hoy el adolescente vive circunstancias muy diferentes a las del pasado, siendo su convivencia familiar mucho más limitada. El contacto con los abuelos ya no existe y en la mayor parte de los casos, ambos padres, tratando de satisfacer sus expectativas, trabajan fuera del hogar. Coma consecuencia de ello, el adolescente entre los 10 y 15 años tiene menos contacto con sus padres y es mucho más libre, en una época en que el desarrollo de su juicio es aún muy inmaduro y en que necesitan de una adecuada orientación y formación derivada en buena medida del modelo parental que diariamente están viviendo. A ello se agrega el enorme incremento del divorcio y de hijos nacidos fuera del matrimonio, que hacen que casi la mitad de los adolescentes vivan actualmente con un solo padre. En estas condiciones, sus normas de conductas cada vez son menos influenciadas por su familia y más influenciadas en cambio por sus pares y el media ambiente extra familiar.

El medio ambiente, representado especialmente por la televisión, pasa a ser especialmente nocivo. Según David Hamburg, presidente de la Fundación Carnegie Corporation de Nueva York afirma que un adolescente americano, como promedio esta frente al televisor 22 horas semanales, y algunos hasta 60 horas semanales. Para cuando alcanzan la adolescencia (a los 18 años), han estado frente al televisor más horas que en clase en la escuela. Cada año han visto como promedio 1000 asesinatos, violaciones y asaltos. A ello se agrega la manipulación de las audiencias que ejercen los mensajes comerciales, que inducen al adolescente al cigarrillo, las bebidas, el sexo y al consumismo en general.

La suma de todos estos factores negativos, tanto familiares como del medio ambiente externo, explican que el consumo de drogas del adolescente se inicia a edades muy tempranas (en nuestro país a los 14 años). Las encuestas americanas señalan que antes de los 16 años dos tercios de ellos ya han probado el alcohol, y el 28% señala que por lo menos se ha emborrachado más de una vez. Aproximadamente el 20% son fumadores de cigarrillos y en las últimas décadas se ha incrementado notablemente el uso de marihuana, pasta base, cocaína y diversas substancias embriagantes, alucinógenas y estimulantes. Por otra parte, las mismas estadísticas señalan que ya a los 15 años de edad, el 27% de las niñas y el 32% de los varones, ya han tenido experiencias sexuales (David Hamburg: Great Transitions: Preparing Adolescents for a New Century. Carnegie Council on Adolescence Development. P.O. Box 753, Waldorf, MD 20604 U.S.A.).

En nuestro país, las cifras son muy semejantes. El 72% de la población escolar ha consumido alcohol alguna vez.El 32% ha consumido marihuana, el 3,6% pasta base y el 2.1% cocaína. A ello hay que agregar que el 12.6% ha consumido tranquilizantes.


Factores adversos familiares

Son numerosas las investigaciones que demuestran los graves daños que el consumo de drogas produce tanto en los individuos como en la sociedad. De allí que se justifiquen los enormes esfuerzos que en todos los países se realizan tanto para prevenir como para curar adicción. Hasta ahora desbaratar el comercio de estas substancias no ha tenido éxito por los grandes intereses económicos involucrados.

Con la experiencia acumulada, pareciera que el único camino posible es a través de disminuir la demanda de ellas. Es en este sentido que la formación, la educación y la información adquieren una enorme trascendencia, especialmente durante los años críticos de la adolescencia. Es durante esta edad, que la responsabilidad recae fundamentalmente sobre la familia, y en menor grado en la educación formal. Sin duda que es la familia, la primera y más importante barrera para prevenir la drogadicción.

La adecuada estructuración de ella y el equilibrado rol parental que deben jugar sus componentes, parecen ser de fundamental importancia. Sin embargo, para desarrollar una acción preventiva eficaz y realista a este nivel, se hace necesario ser más específico, tratando de detectar, evaluar y cuantificar los diversos factores adversos, que en el interior de la familia pueden predisponer al adolescente a caer en la drogadicción, como también a detectar aquellos factores que lo protegerían para no caer en ella.

Es en este sentido que investigadores de la Universidad Santo Tomás han estudiado la estructura familiar con adolescentes consumidores de drogas, comparándolas con aquellos de igual condición socioeconómica, pero cuyos adolescentes no consumen drogas (M. de la Luz Alvarez y cols.: Familia en la Pobreza y Factores que protegen a los Adolescentes Ante el Consumo de Drogas. Universidad Santo Tomás, 1996). Para tal objetivo, durante el año 95`, se diseñó un estudio que incluía ambos grupos familiares, aplicándose en ellas diversas técnicas destinadas a evaluar las siguientes características:

- Encuestas socioeconómicas a fin de parear las muestras.

- Técnicas de diagnóstico familiar que permiten conocer la relación diádicas entre la pareja, entre padres e hijos, y entre hijos y padres.

-Técnicas de percepción del adolescente que permiten describirlo en su vida actual, la percepción de su identidad, su relación con los pares y evaluar el consumo de drogas. Para hacer más objetiva y concreta la evaluación, se eligieron sólo familias en que el hijo que consumía drogas era varón. En nuestro medio el consumo de drogas es tres veces más alto en los varones que en las mujeres.

Todos los datos recogidos fueron analizados en variables simples e índices, y se aplicó el test Chi cuadrado y Fischer para determinar las diferencias entre los grupos y el promedio, con su desviación standard respectiva. Si bien ambos grupos de las familias pertenecían a niveles socio-económicos bajos, los resultados mostraron diferencias muy significativas entre uno y otro grupo. Las familias de los no consumidores de drogas presentaron un ambiente familiar mucho más estructurado y favorable a nivel de las relaciones padre-madre, puesto que tenían mucho menos discusiones, el padre no se emborrachaba o simplemente no consumía alcohol (p<0.001), la madre estaba más satisfecha en su vida familiar, tenía una mayor comunicación con el padre y una mucho mayor frecuencia de sus relacione sexuales (r<0.01). Un aspecto que resultó ser muy significativo, fue la influencia positiva del padre sobre el adolescente varón. El análisis estadístico mostró que en las familias que no tenían adolescentes que consumieran drogas, el padre presentaba mucho menor frecuencia de discusiones que terminaban en peleas con su hijo (p<0.03), que conservaba más con él sobre aspectos personales, que participaba más en las actividades familiares, y que estaba presente con toda la familia los fines de semana. Este hallazgo fue corroborado por las declaraciones del propio hijo, al afirmar que se siente comprendido por el padre, que tienen menos discusiones que terminan en peleas, y que cuando las llega a tener, es sin quiebre de las relaciones y que le manifiesta afecto. (p<0.003).

A su vez, el análisis del adolescente, también presenta características estadísticamente significativas que lo diferencia del adolescente consumidor, como son el preferir su casa, o salir con la familia, o no tener como prioridad actividades negativas en su tiempo libre. Por parte de las madres, existe un mayor conocimiento y aceptación de las amistades que ellos tienen. Este conocimiento se traduce en que sus pares piensen en la misma forma respecto de la droga, es decir, la valoran también negativamente. Este antecedentes se refuerza por el bajo consumo de drogas en las fiestas en que ellos participan (p<0.01). Otra característica que también los diferencia, es la práctica de alguna religión (p<0.04), tanto de ellos como sus pares. Finalmente, los adolescentes no consumidores tienen valores morales diferentes de los consumidores. Los primeros valoran más la rectitud y la honradez que los consumidores, ya que estos consideran como lealtad encubrir al amigo y aceptan el tomar lo ajeno, hecho completamente diferente en los no consumidores (p<0.001) Estas diferencias que se dan en un ambiente adverso propio de la pobreza, demuestran que efectivamente aún en esos niveles, hay factores familiares que protegen del consumo de drogas. De estos resultados se podría afirmar que la relación positiva es tal vez lo más importante. A ello se suma el resto de factores positivos que vive la familia, como el adecuado respeto y comunicación de la madre con el hijo, las buenas relaciones entre la pareja y los principios morales de ella. Si bien estos hallazgos no permiten afirmar que todas las causas de la drogadicción tienen sus raíces sólo en la familia, confirman la trascendencia de esta en el proceso de apoyo en la formación de aptitudes, principios y personalidades del adolescente, lo que disminuye la frecuencia de conductas desviadas y entre ellas el consumo de drogas.

Estos hechos que muchos repiten como evidentes por si mismo, son de extraordinaria importancia en los momentos de cambios trascendentes de la historia de la humanidad, que entre otras cosas amenazan la integridad de la familia y exponen al adolescente a factores tan negativos de sus pares del medio ambiente. De todo ello se puede concluir que tal vez el camino más electivo para prevenir la drogadicción, es intervenir en la familia, con el objeto de lograr un ambiente propicio para construir un adecuado itineranio biológico, psicológico y espiritual en la edad crítica de la adolescencia. Si a ello se agrega un refuerzo en el proceso de la educación formal, no cabe duda que se lograría atacar con eficacia el problema en su raíz, en la demanda de drogas. Un modo de intervenir a nivel familiar podría diseñarse a nivel de Centros Comunales de atención a la familia, cuyo fin sea educar acerca de la responsabilidad de los padres, el daño que las drogas producen en el comportamiento y en la personalidad del adoIescente, y en la dificultad de recuperar un drogadicto ya declarado. Para ello debe atenderse a la familia para impedir que se quiebre, o inducir a que se superen los problemas de la pareja y de padres e hijos. Del mismo modo debe abordarse con los padres las metódicas de relaciones con sus hijos, en aspectos tales como la necesidad de comunicación, de vida en común, el impacto del ejemplo paterno, de la expresión de afectividad, el equilibrio entre la permisibidad o estrictez y el efecto esperado de premios y/o castigos. En un mundo como el de hoy, preservar la integridad de la familia, resulta más imperativo que nunca.



María de la Luz Álvarez

Escuela de servicio social-Universidad Santo Tomás


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