La fragilidad del medio ambiente
( Publicado en Revista Creces, Octubre 1996 )
Hace treinta años, los expertos futurólogos basaban sus pronósticos agoreros sólo en el crecimiento explosivo de la población y en el ineludible agotamiento de los recursos naturales (Limit to Growth, 1976). No imaginaron que el riesgo más próximo estuviese en el quiebre del equilibrio de nuestro medio ambiente. En ese entonces, nadie pensaba que la actividad humana llegara, por ejemplo, a alterar la composición de nuestra atmósfera, y que como consecuencia de ello se pudiesen alterar también nuestras condiciones de vida en la Tierra.
Ahora comenzamos a tomar conciencia de cuan delgada y frágil es la atmósfera que nos rodea. Basta escalar una montaña de unos pocos miles de metros, para notar que la atmósfera respirable comienza a ralear. Somos en realidad prisioneros de esta leve capa que rodea la superficie de la Tierra.
Por otra parte, recién ahora comenzamos a entender que todas las formas de vida están íntimamente relacionadas y son interdependientes. Lo que en alguna medida afecta a algún componente del sistema tarde o temprano nos afectará a nosotros. Como decía el poeta: "Misteriosamente todas las cosas tan unidas están, que no se puede tocar una flor sin que se estremezca una estrella". Una hermosa forma poética para señalar la interdependencia y fragilidad del medio en que estamos insertos.
Es que el enorme crecimiento vegetativo de la población, junto al progreso tecnológico, han permitido una descuidada producción, y un excesivo consumo, que de paso está acarreando una enorme producción de deshechos contaminantes que alteran el equilibrio, y cuya eliminación no parece fácil de controlar.
La quema excesiva de combustibles fósiles y la producción de metano, están causando el llamado "efecto invernadero", lo que se presume traerá grandes cambios climáticos. El CO2 atmosférico, principal causante de este efecto, está aumentando peligrosamente (El efecto invernadero).
De año en año, disminuye la capa de ozono, debido a la producción de substancias químicas de uso industrial, con lo que disminuye la filtración de rayos solares ultravioleta. Los deshechos químicos fertilizantes infestan el suelo, el aire el mar. No se sabe qué hacer con los deshechos atómicos, de enorme riesgo para la vida vegetal y animal. La lluvia ácida destruye los bosques y la vida marina. Mientras tanto, la explotación intensiva erosiona los terrenos agrícolas, intensifican la desertificación y destruyen los bosques, verdaderos pulmones del mundo. Todo ello recuerda la balada de Goethe de "El aprendiz de Hechicero que, jugando con lo que no conocía, no pudo controlar el resultado y tuvo que llamar a su maestro: "Maestro, el peligro es enorme, los espíritus que he invocado se han desbandado".
Sin duda que el mundo rico es el que más contamina y por lo tanto es el que debiera tomar las principales medidas para impedir el desastre. Desgraciadamente, no parecen estar dispuestos a responsabilizarse, por las restricciones y costos que ello demandaría. Ya han pasado algunos años de la Reunión Cumbre de Río, que se convocó para tratar el problema. Desde entonces, no ha pasado nada, mientras muchos tienden a poner en duda los numerosos y preocupantes datos que los investigadores están encontrando. Sin embargo, ellos parecen ser muy concretos; que está disminuyendo ña capa de ozono, ya nadie lo puede negar. Que está también aumentando el CO2 atmosférico, tampoco nadie lo puede negar.