Las experiencias emocionales tempranas afectan el desarrollo cerebral
( Publicado en Revista Creces, Noviembre 1999 )

El titular del diario decía: "Por una disputa por los zapatos, un niño de 11 años mató a su padre". La noticia parece increíble. ¿Cómo un niño puede cometer ese horrible crimen y después no sentir ni siquiera remordimiento?

De acuerdo al Dr. Bruce Perry, Jefe de Psiquiatría del Hospital de Niños de Texas y Vice-Director del Departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento del Baylor College of Medicine en Houston, la explicación puede encontrarse en su cerebro (American Academy of Pediatrics, Junio 1999, pág.18). "Aquella parte del cerebro que le hubiese permitido conectarse con otros seres humanos, simplemente no se desarrolló". Así lo señaló el Dr. Perry en la última reunión de la Academia en Chicago.

"El hecho es que componentes importantes del cerebro humano están dedicados a mantenernos relacionados con otras personas", explicó. "Las capacidades de afiliación social en este caso, simplemente no existieron. Una de las características del desarrollo cerebral es que el órgano se va moldeando de acuerdo a cómo se use. Si por ejemplo, quien está a cargo del cuidado del niño interactúa con él, se va desarrollando la parte del cerebro responsable de la afiliación social", explicó Perry.

"Del mismo modo que se desarrolla cualquier capacidad cerebral, se aprende también a amar, ser empático y conectarse con otros seres humanos". "Hay todo un proceso biológico que permite sentir placer cuando otra persona se fija en ti, te habla y te toca". Del mismo modo que hay una biología que nos permite angustiarnos con lo que les sucede a los niños de Kosovo, aunque no los conozcamos. Así también hay una mediación neurobiológica cuando se siente antipatía por alguien que te daña. De este modo hay cualidades cerebrales que se optimizan o minimizan de acuerdo a las experiencias.

La mayor actividad del desarrollo cerebral sucede durante los primeros tres o cuatro años de la vida. Si el niño no recibe experiencias sensoriales consistentes, predecibles y repetitivas durante este período, el cerebro se desarrolla anormalmente.

Para ilustrar este punto, Perry mostró un scanner CT de dos niños de tres años de edad. Uno pertenecía a un niño saludable con un diámetro normal de su cráneo. El otro pertenecía a un niño que se había desarrollado en un subterráneo oscuro. Allí recibía su alimentación, pero nunca nadie lo había tocado o le había hablado. Como resultado, su cráneo era mucho más pequeño y presentaba una corteza cerebral anormal.

"Ya no importa cuánto cariño y preocupación se pueda tener por él más tarde en su vida. Su déficit será permanente", señaló Perry.

Si bien es cierto que son pocos los niños que hayan tenido una falta total de estimulación, como este caso, en cambio son muchos los que son sometidos a un "caos sensorial" (violencia doméstica, abusos y abandono). Sus experiencias tendrán un profundo efecto en su salud mental y física posterior.


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