Como sería un salto libre en el espacio
( Publicado en Revista Creces, Noviembre 1999 )

Hasta ahora los astronautas han logrado entrar nuevamente a la atmósfera instalados dentro de una cápsula. Pero si ésta falla, ¿qué otra alternativa hay? ¿Cómo lograr que un astronauta entre a la atmósfera sin que se queme y se logre desacelerar la velocidad orbital de 27.000 kilómetros por hora para aterrizar suavemente en la Tierra?

El récord de altura a la que se ha lanzado un paracaidista lo logró Joseph Kittinger, capitán de la Fuerza Aérea Americana, en el año 1960. En esa ocasión saltó desde un globo aerostático ubicado a 31 mil kilómetros de altura. El objetivo fue ensayar las técnicas y el equipo necesario para que pudieran salvarse pilotos que tuvieran que saltar de los aviones espías U2 los cuales volaban a esas altitudes.

Aunque esta distancia es realmente alta, no se puede considerar que se homologue a un salto desde espacio vacío. En esa ocasión se ensayó mucho del equipo que podría ser necesario ahora para un salto desde el espacio: un traje presurizado, suplemento de oxígeno y protección de la radiación solar. Todo el equipo era automático, por la eventualidad de que el piloto perdiera la conciencia. Inmediatamente después del salto, Kittinger no sintió el silbido del viento, ya que a esa altitud había muy poco aire. Después de cuatro minutos de caída libre y habiendo alcanzado una velocidad de 1000 kilómetros por hora (cerca de la velocidad del sonido) abrió el paracaídas, lo que le permitió un aterrizaje suave. La caída completa demoró 14 minutos.

Con todo, saltar desde el espacio vacío, ya a la velocidad orbital, es otra cosa diferente, y es lo que NASA ha tratado de estudiar. Si algo sale mal en la cápsula Apolo o Géminis, ¿cómo podría el astronauta volver a la Tierra?, "es muy difícil sin un vehículo", dice John Muratore, jefe del programa de rescate de NASA. La entrada a la atmósfera, por el roce de ella, podría producirle una temperatura de 1300 grados, lo que lo convertiría en una bola de fuego.

Para enfrentar este problema se ha pensado en una combinación de un largo paracaídas y un retrocohete, que disminuyera su velocidad orbital antes de entrar a la atmósfera. A pesar de ello, tendría que soportar durante dos minutos una temperatura de 1000 grados centígrados, como también una fuerza superior a 8g (ocho veces la gravedad de la Tierra). Es muy posible que en estas condiciones se destruyera el paracaídas, por lo que habría que fabricarlo de un material de fibras cerámicas, resistente a la temperatura para evitar su destrucción.

Según los cálculos, el piloto no sentiría nada extraño hasta llegar a una altura de 90 kilómetros, cuando ya se comenzaría a calentar. Sólo en ese entonces tomaría conciencia de la verdadera velocidad de su descenso.

Debido a estas dificultades se ha pensado que sería conveniente agregar al equipo un escudo protector en forma de disco. Sobre él iría el astronauta, cuyo traje espacial lo ayudaría también a protegerse del calor. Además necesitaría de una esponja resistente al calor, similar a la que se usa para retardar el fuego en los aviones. Claro que nadie puede asegurar donde caería, lo que puede variar en muchos cientos de kilómetros. En resumen, la solución no está clara y por ahora es mejor pensar que no van a fallar la cápsula Geminis ni la Apolo.


(New Scientist, Julio 31, 1999, pág. 48).


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