De la desnutrición a la obesidad infantil
( Publicado en Revista Creces, Noviembre 1999 )

Al comenzar un nuevo milenio en la historia de la humanidad, vale preguntarse qué hemos ganado o qué hemos perdido como seres humanos, como sociedad, durante este siglo que culmina.

Los ámbitos son diversos y complejos:

Podríamos decir que hemos ganado en tecnología, comunicaciones, avances científicos, control de enfermedades, acceso a la información o globalización. Pero probablemente son estos mismos elementos los que han gatillado el surgimiento de nuevos problemas.

En el área de la salud, a mediados de siglo nuestro país contaba con la cruda realidad de verse enfrentado a una alta tasa de mortalidad infantil. En 1954 de cada mil niños nacidos en Chile, 180 de ellos morían antes de cumplir su primer año de vida. Las razones eran variadas, pero una de ellas, quizás la más impactante en nuestros días era la desnutrición. Literalmente los niños estaban "muriendo de hambre".

Actualmente la realidad chilena es muy distinta. Los centros creados décadas atrás para proporcionar ayuda a los niños que llegaban con diferentes grados de desnutrición, prácticamente han tenido que orientar sus actividades a acoger a menores que presentan otro tipo de problemas.

Gracias al estudio, conocimientos y a los avances obtenidos por la ciencia y sus profesionales, Chile consiguió situarse como el país con la menor tasa de mortalidad infantil. Hoy mueren sólo 10 pequeños entre cada mil que nacen vivos.

Puede resultar irónico, pero luego de luchar años por conseguir que nuestros niños no sufrieran de desnutrición, ahora, sólo unos cuantas décadas más tarde, comenzamos a ser testigos de la Obesidad Infantil, consecuencia según algunos especialistas de las nuevos hábitos culturales característicos de la vida moderna.

Así y retomando las palabras iniciales tal vez hemos perdido niños desnutridos, pero hemos ganado niños obesos, niños enfermos.


Desnutrición: cosa del pasado

De acuerdo al desarrollo económico y social de nuestro país, deberíamos contar con una mayor tasa de desnutrición, sin embargo, el trabajo de un grupo interdisciplinario de profesionales en los años setenta permitió superar esta situación.

Los profesionales sostenían que era posible mejorar el nivel de salud y nutrición de Chile aun cuando fuéramos un país sin mayores recursos y subdesarrollado. Al contrario de lo que los economistas pensaban, el problema podría solucionarse con una adecuada administración.

Se realizó una exhaustiva investigación científica y con ella se elaboró una completa planificación. Por ejemplo, en el sector salud había que asegurar la atención primaria de salud infantil. Se construyeron 2 mil doscientos centros de salud, a partir de ellos se pudo desarrollar programas de alimentación (entrega de leche), control del niño sano, prevención de enfermedades infecciosas (vacunas) y planificación de la familia. También se aumentó la construcción de jardines infantiles, de escuelas y se realizó un completo programa de saneamiento ambiental (agua potable y adecuada eliminación de excretas).

Con lo anterior se consiguió tener una población que vivía en un ambiente más higiénico, con agua potable y menos riesgo de contraer enfermedades infecciosas. Se consiguió tener más controlada la salud de los niños, tanto en las escuelas con los programas de alimentación, como en los Consultorios con las vacunas.Estas fueron sólo algunas de las medidas que permitieron disminuir los índices de mortalidad infantil en Chile y que hoy, gracias a esas gestiones, nuestros pequeños mueren cada vez menos y pueden optar a una mejor calidad de vida.


Nueva sociedad, nueva realidad nutricional

Relacionar niños gorditos y buena salud es un gran error. La obesidad infantil es sinónimo de una mala nutrición y se trata de un proceso metabólico en el que se produce una acumulación de grasa excesiva en relación con el promedio normal para la edad, sexo y talla del menor. De esta manera, si un niño tiene un exceso en más del 20 por ciento del peso que le corresponde a su estatura, hablamos de un niño obeso.

La mayoría de los especialistas coinciden a la hora de enumerar las causas del sobrepeso y la obesidad en los niños. En primer lugar reconocen que la ingesta calórica es un acto voluntario sometido a influencias ambientales, socioculturales y genéticas. En segundo lugar, todavía se percibe cierta obsesión de algunos padres para que el niño coma mucho y festejan acontecimientos o premian a sus hijos con comida "chatarra", y por último el sedentarismo al que han ido cayendo los menores tentados por la televisión, Nintendo o las computadoras.

"Los niños que pasan la mayoría de su tiempo delante del televisor corren más riesgo que otros de ser obesos. Cuanto más TV miran los niños, más tendencia tienen a consumir lo que muestra la publicidad y a comer mirando la pantalla, se afirmó en una reunión de Asociación Medica Estadounidense."Clarín, 19/3/99, página 67.

Esta realidad se hace cada vez más frecuente en países desarrollados como Estados Unidos, en donde afecta entre el 15 y 20 por ciento de los escolares. En países como Chile, catalogados como en vías de desarrollo, la obesidad infantil aumenta también progresivamente.

El US National Center for Health Statistics establece que de 4 a 7 millones de americanos entre los 6 y 17 años de edad tienen un problema grave de sobrepeso. Ello representa un 11 por ciento de los sujetos de esta edad: Los investigadores culpan a la inactividad física y a las dietas excesivamente energéticas.

Se trata de la irrupción de la "dieta de supermercado", demasiado rica en hidratos de carbono y grasas saturadas, acceso fácil a cantidades ilimitadas de alimentos, comer sólo dos veces al día y engullir los alimentos sin masticar.

Perfectamente se le puede atribuir esta "nueva" enfermedad a la sociedad moderna, esa que es individualista, hedonista, exitista y tecnológica. Esa sociedad en la que los niños ya no mueren desnutridos, pero en la que pueden empezar a morir por obesidad...


Verdades de la obesidad infantil

Difícilmente un niño puede ser un "gordito feliz". A corto plazo sus consecuencias más frecuentes son las alteraciones psicosociales: el niño obeso desde muy temprana edad debe soportar las descripciones despectivas de sus compañeros de colegio, surgen problemas de aislamiento y relación.

Consecuencia de lo anterior es probable que las expectativas académicas del menor disminuyan -en mayor o en menor medida- de la misma forma en que disminuyen las de un niño que padeció de desnutrición y vio retardado su crecimiento o su coeficiente intelectual.

Aunque la obesidad es una alteración que raramente causa la muerte por si misma, se la ha relacionado con una serie de enfermedades que sí son causa de mortalidad.

A mediano plazo la obesidad infantil produce alteraciones ortopédicas, respiratorias y cutáneas. No habituales, pero gravísimas resultan el sindrome de Picwtck (somnolencia e insuficiencia respiratoria), miocardiopatia y pancreatitis asociadas a la obesidad. En niños obesos aumenta la incidencia de la diabetes mellitus y el riesgo de la intolerancia a la glucosa, hipertensión y alteraciones de los lípidos (aumento del colesterol y trigliceridos).

Es un hecho que la obesidad infantil aumenta el riesgo de obesidad en la edad adulta. El 75 por ciento de los adolescentes que sufren esta enfermedad serán obesos adultos con un alto factor de riesgo de enfermedades cardiovasculares, poniendo de este modo su vida en peligro.


Prevención en nuestras manos

Ya vimos como en el pasado el problema de la desnutrición infantil fue solucionado en Chile, ahora en el presente, enfrentados a la mal nutrición cabe preguntarse ¿Cómo resolveremos la obesidad?

En la práctica, el método más sencillo para prevenir la obesidad es el tratamiento temprano de los niños que inician un aumento rápido de peso o en los que se empieza a apreciar exceso de peso.

Entre más rápido se advierta, más temprano se podrán tomar medidas y más fácilmente controlar el sobrepeso, independientemente de la edad del niño, ya que las medidas preventivas pueden y deben iniciarse desde la etapa de bebés o lactantes cuando éstos suben exageradamente de peso.

Según el Dr. Dorantes Alvarez, Jefe del Departamento de Endocrinología del Hospital Infantil de México, en la mayoría de los casos iniciales o leves no es necesaria la intervención médica, y cambios menores y obvios en hábitos de alimentación y actividad física permitirán el control del problema y evitarán que el pequeño se convierta en un obeso.

El profesional agrega: "Es muy frecuente que acostumbremos a los bebés al sabor dulce, agregando azúcar o miel a las mamilas o a los diferentes alimentos y hagamos poco por ir introduciéndolos a sabores nuevos de frutas y verduras que son tan necesarias para un hábito alimentario adecuado."

"Esto debe cambiar, podemos empezar por eliminar el exceso de grasa, harinas, azúcar, dulces y alimentos chatarras, y tratar de sustituirlos por verduras en forma gradual, manteniendo el aporte de proteínas constante a fin de no afectar su nutrición. También hay que tratar de aumentar la actividad física del niño".


Una mirada más allá

Con lo anterior no pretendo comparar la impotente realidad de un niño desnutrido frente a un pequeño que sufre de obesidad. Estoy consciente de que la desnutrición es una instancia aún presente en la mayoría de los países del mundo, en especial los subdesarrollados, que todavía no ha podido ser controlada ya sea por problemas económicos, administrativos o hasta culturales.

Lo que pretendo constatar es que así mientras fuimos avanzando en la historia y haciéndonos más modernos, cultos, tecnológicos y fuimos solucionando innumerables situaciones que aquejaban a nuestra sociedad, fueron surgiendo paralelamente las consecuencias, muchas veces negativas, de ellos mismos.

En el caso particular de Chile podemos jactarnos de haber reducido la mortalidad infantil. Logro indiscutible. Pero actualmente consecuencia de múltiples factores desencadenados por la llamada post modernidad, nuestros niños están cada vez más cercanos a la realidad estadounidense. Niños obesos, sedentarios, solitarios.

Deseo rescatar que la misma inteligencia con la que fuimos capaces de superar por ejemplo la desnutrición, la tengamos para prever y evitar que en un futuro no muy lejano, los niños chilenos comiencen a padecer las consecuencias de la obesidad. Debemos evitar convertirnos en una sociedad enferma.

Creo que hemos ganado más de lo que hemos perdido durante este siglo.

Las guerras mundiales y la bomba atómica nos han dado una buena lección.

Los trasplantes de órganos, los avances en las comunicaciones y tantas otras cosas jamas antes pensadas, sólo nos hacen reflexionar en la inmensidad del universo y en lo diminuto y frágil de la vida humana.

Lo importante, y por cierto lo más difícil será, entonces, con tanto poder en las manos buscar el equilibrio, equilibrio que no debe permitir que las transformaciones de la sociedad generen males en ella, por el contrario, todo debiera tender a mejorar la calidad de nuestras vidas.

Reconozco que tal vez suena utópico pretender que toda acción tienda sólo al bien, pero desearlo es un lindo pensamiento y quizás contribuye a su concretización.

¿Acaso los economistas no pensaban que la realidad chilena impedía imaginar un nivel de salud superior, con bajas tasas de mortalidad infantil?...



Paulina Millas B.

Alumna Periodismo
Universidad Diego Portales


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