Comunicación padre-hija: Importancia del padre en la adolescencia
( Publicado en Revista Creces, Septiembre 1999 )
La comunicación es una de las formas como el ser humano se relaciona con los demás y tiene numerosas maneras de manifestarse. Entre ellas está la oral y la gestual. Estas dos manifestaciones son las más habituales en el contacto entre los seres humanos y por ende, en la familia. La comunicación es aprendida primeramente en la familia, allí se van conociendo los patrones comunicacionales que serán perdurables en el tiempo y que permitirán el desenvolvimiento de la persona cuando vaya saliendo de su núcleo familiar hacia el exterior.
La comunicación dentro de la familia es vital, especialmente durante la etapa de la adolescencia, porque es un factor determinante para que el adolescente sea capaz de comprender las normas que le imponen sus padres, los valores que le transmiten, así como poder contar el adolescente sus nuevas experiencias que lo van formando para llegar a ser un adulto desarrollado e integrado en la sociedad. Si los canales de comunicación se mantienen abiertos entre el adolescente y sus padres principalmente, estos últimos sabrán propiciar los momentos oportunos para que sus hijos expresen sus sentimientos en forma abierta. Esta es la mejor manera de conocer a su propio hijo y a su vez, el hijo conocer a sus padres.
En la adolescencia se nota con más claridad los límites que van poniendo los padres. En las familias permisivas, estos límites son tan amplios que rayan en la despreocupación que los padres manifiestan a sus hijos, en cambio, las restrictivas, exageran los controles hasta un punto de coartar el desarrollo armónico de los hijos. Pero entre estos dos extremos se encuentran las familias que entregan las normas y valores con claridad, que ponen límites, pero son flexibles de acuerdo a las circunstancias, la edad, etc. y que es posible dialogar para llegar a un mutuo entendimiento entre padres-hijo, sin por eso claudicar de los valores que se le está inculcando. Vale decir, existe una flexibilidad dentro de los límites ya marcados. Esto no es fácil de lograr, pero sí es posible. Todo depende de la comunicación que tengan, primeramente, los padres entre sí y que ésta no sea improvisada, sino que se ha ido cultivando desde el momento que nace la familia. Cuando la comunicación entre los padres ha sido abierta, espontánea, clara, que invita al diálogo, que se llega a acuerdos cuando hay discrepancias, no será difícil aplicar los mismos patrones de conducta con el hijo que va creciendo y de éste, imitar lo que ha visto en sus padres.
Por esto se quiso conocer la percepción de la niña adolescente respecto a la comunicación con sus padres y cómo ésta influía en su vida diaria. Se pensó en la niña, porque ella está expuesta a cambiar drásticamente su vida si llega a embarazarse en este período de edad, y en gran parte, el embarazo de la adolescente es respuesta a los problemas de incomunicación que vive en su hogar. Para esto se estudió una muestra representativa de todas las escolares de 6° a 8° básico de las escuelas municipales de la comuna de Las Condes, cuyas edades fluctuaron entre 10 y 13 años no habiendo diferencia por cursos ni edades, siendo 139 escolares con madre y 119 con padre presentes en el hogar.
Los resultados señalan que las adolescentes que presentan una alta comunicación con la madre tienen una significativa mayor confianza con ella (p< 0.003), perciben más cariño y apoyo de su parte (p< 0.001, p< 0.005), y sienten que son escuchadas por ella (< 0-00005) mucho más que las otras adolescentes que tienen baja comunicación con la madre. Las adolescentes que tienen alta comunicación con la madre sienten que su madre confía en ellas (p< 0.05) y no tienen problemas por sus amistades (p< 0.003) con relación a las otras que tienen baja comunicación con la madre. El cariño que la madre manifiesta a su hija adolescente es muchísimo mayor en aquellas que presentan alta comunicación con la madre, por ejemplo darle un beso: de buenas noches (p< 0.005), al llegar del colegio (p< 0.000), por sacarse buenas notas (p< 0.003), al volver de un paseo (p< 0.000), delante de amistades (p< 0.009) o de familiares (p< 0.002). Además, la adolescente que tiene alta comunicación con la madre también le cuenta mucho más sus problemas (p< 0.008) y le es permitido salir con amigos mucho más que a las otras (p< 0.002), pero dentro de un horario adecuado (hasta las 9 PM) (p< 0.003) hecho completamente inverso entre las adolescentes que tienen menor comunicación con la madre donde existe mayor permisividad en horarios que van desde las 10 PM hasta las 2 AM o sin restricción de hora de llegada (p< 0.002). También cabe destacar que cuando existe alta comunicación con la madre la adolescente tiene mayor conciencia del daño que causa la marihuana (p< 0.002).
La comunicación padre-hija también presenta diferencias. La alta comunicación de la adolescente con su padre señala que ella siente que: la comprende (p< 0.003), la aconseja (p< 0.000), puede confiar en él (p< 0.05), es cariñoso (p< 0.001), la apoya (p< 0.007), la escucha (p< 0.004) significativamente más que aquella que percibe una baja comunicación con el padre. Se destaca que la satisfacción que la adolescente siente en su vida familiar está relacionada significativamente con la alta comunicación con el padre (p< 0.008) y no así con la madre, donde no hay diferencias. A su vez hay otras conductas que se asocian a la alta comunicación con el padre como: recibir premios por sacarse buenas notas (p< 0.0000) o por obedecer (p< 0.00001). Por esto, la adolescente que tiene alta comunicación con su padre le cuenta las cosas importantes significativamente más que las otras con baja comunicación (p< 0.002). Esta relación de alta comunicación con el padre permite que a la adolescente éste le dé significativamente más permisos para salir con amigos (p< 0.02) o ir al cine (p< 0.02) que a las otras con baja comunicación. Pero a su vez esta alta comunicación con el padre está asociada a recibir la adolescente más castigos, como por ejemplo no ver TV (p< 0.01) o suspenderle las salidas (p< 0.005), que a las otras con baja comunicación. También se destaca que las adolescentes que tienen una alta comunicación con el padre hacen significativamente más deportes que las con baja comunicación (p< 0.01). Frente a los valores, la adolescente con alta comunicación con su padre considera significativamente más que quien rechaza tomar un trago de alcohol ante el grupo es valiente en comparación con las que tienen baja comunicación (p< 0.02).
Estos resultados dejan en claro que la comunicación afectiva (gestual y oral) que percibe la adolescente tanto de parte de su padre como de su madre hace que los padres tengan un mayor control sobre su hija puesto que le ponen límites y si éstos son transgredidos, hay sanciones. Todo esto dentro de un clima de afecto como la misma adolescente lo percibe. La adolescente no se queja de las restricciones cuando van acompañadas de real cariño y preocupación por ella. Estas diferencias de permisividad que se presentan en la adolescente que tiene menos comunicación con sus padres se manifiestan en la libertad que le dan para llegar tarde cuando sale con amigos. Esto confirma los hallazgos de otros estudios que señalan que la permisividad está presente en los embarazos precoces, por lo tanto las llegadas tarde al hogar serían los pasos previos. Si a eso se le suma la baja comunicación, se estaría frente a una adolescente a riesgo.
Hay que destacar la importancia del padre en la satisfacción de la adolescente en su vida familiar, porque ésta es muy alta cuando existe una buena comunicación con él y no así con la madre. Pareciera que en la relación padre-hija gravita mucho más la influencia del padre para que la adolescente sienta satisfacción en su vida y por lo tanto, la crisis propia de esa edad se hace más llevadera cuando el padre apoya, aconseja, comprende, escucha, puede confiar en él, contarle los problemas que son importantes para ella y acepta los castigos que le da. No hay duda que cuando un padre se preocupa por el bien de su hija, ésta lo siente y aunque duela la sanción, la acepta. La influencia de la madre en esta satisfacción pareciera afectar menos dado que las relaciones madre-hija, por lo general, son mejores y no se diferencian mucho entre un grupo y otro. Por esto se hace vital la presencia del padre en el hogar para que no sólo aporte el dinero para la mantención de la familia, sino que entregue afecto, comprensión y reglas (normas, valores) que formen a sus hijos.
Desgraciadamente en nuestro país se ha exacerbado enormemente el valor de la mujer-madre, es cierto que es valiosa y fuerte, pero ha ido en desmedro del rol del hombre como padre y a éste no se le ha reconocido su importancia en el desarrollo de los hijos. Este resultado que muestra la gran satisfacción de la hija cuando existe alta comunicación con el padre, reafirma el rol que éste tiene en la familia y cómo lo valora la adolescente. Si existiera dentro de nuestra cultura el valor que tiene la figura paterna tanto como la materna en la formación de los hijos, es probable que menos padres los abandonarían, porque sabrían el daño que les causarían. Estarían conscientes de que su ausencia les provocaría heridas, a veces irreparables, que no se desarrollarían plenamente, porque les falta algo. Este es un aspecto que se debería considerar en las reuniones de Padres y Apoderados a fin de ir reforzando la importancia del rol del padre en la familia, porque se le ha dado mucha importancia a la madre dejando de lado al padre y él se margina por temor o porque no sabe qué decir ante una madre que toma todas las decisiones respecto a los hijos.
Las adolescentes con alta comunicación con el padre hacen más actividades deportivas. Esto pareciera indicar que el padre valora estas actividades en las cuales ve que su hija gasta el tiempo en actividades sanas y recreativas que la alejan de compañías no deseables o actividades peligrosas. Este hecho hace pensar que en esta comuna se da la posibilidad de hacer deportes, pero no todas las adolescentes la aprovechan, lo cual podría ser una señal de que no se ha hecho todo lo necesario para incentivar estas actividades, porque no entusiasman a todas y no convencen a los padres para que asistan. Pero es cierto que las adolescentes que tienen mayor comunicación con el padre han entendido el valor del deporte, y podría ser que el padre las empujara a eso, porque entiende el significado que tiene para su hija.
Es importante dar a conocer entre los padres y apoderados de los escolares, la influencia que tiene el padre en su hija, a fin de ir introduciendo esta idea que se ha ido perdiendo con el correr del tiempo y que ha causado mucho mal a la familia. Por una parte se ha exaltado el valor de la madre chilena anteponiéndola al padre y esto ha ido disminuyendo la responsabilidad que le cabe a éste en la familia. Al ver una madre tan capaz, tan fuerte y decidida, él se retrae, le traspasa su autoridad y se va alejando lentamente de sus hijos, muchas veces sin querer o por no saber como desempeñar su rol. El no sabe cómo hacerlo, porque también vio a su padre delegar su autoridad y muchas veces abandonar el hogar y él repite ese modelo.
En la gran mayoría de las familias chilenas en las cuales hay una distorsión de la estructura de poder, es la mujer la que toma las decisiones y el hombre se desliga de sus responsabilidades y termina por abandonar su familia, porque allí no tiene nada que hacer. Si queremos tener familias unidas, que formen a los hijos y que los ayuden a crecer física, psíquica y espiritualmente, la figura paterna es vital. Esto no quiere decir que la figura materna disminuya, por el contrario, le da cabida al rol de padre para que entre los dos sean una unidad en armonía que se responsabilicen de la formación y guía de sus hijos.
M.de la luz Álvarez M.
Sociologa