Otra visión de la familia
( Publicado en Revista Creces, Enero 1997 )

Ha sido muy difícil definir saber qué es una familia, considerando los múltiples cambios que ésta ha sufrido en el último tiempo.

Los valores "objetivos" aceptados, que se suponían comandaban a sus miembros, han sido reemplazados por puntos de vista más "subjetivos", y ahí es donde a veces comienzan a desdibujarse los valores que siempre debieran estar presentes. Esto también se relaciona con las variaciones existentes entre las diversas culturas: En algunos países como el nuestro, la mayoría de los alumnos están acostumbrados a ser deshonestos en los colegios o universidades a través de "copiar" en las pruebas o exámenes, lo que en otras culturas es inimaginable y corresponde más bien a la excepción. En algunos grupos sociales el concepto de robar es variable, un robo "pequeño" no es algo tan importante "si yo no dispongo de una manzana para entregársela a mi hijo, no encuentro tan grave el robármela", decía una vez una madre acongojada que vivía en la extrema pobreza, lo que para otros estratos socioeconómicos, aparece como una falta grave, pero en este último grupo puede no aparecer como tan grave el hacer ciertas trampas, por ejemplo, en el pago de los impuestos.

Podemos considerar el cómo, al comienzo de este siglo, la obediencia era una de las principales normas al interior de la familia, actualmente existe generalmente (no solamente en el nivel familiar) el deseo de cambios a través de un proceso mediante un mecanismo más pacífico, reflexivo, lograr un consenso. Esto también tiene que ver con la elección entre formas más democráticas o dictatoriales para ejercer el liderazgo al interior de la familia. Algunas familias desean cambios y soluciones rápidas: tiempos del microondas y la computación. Se desean cambios inmediatos, automáticos. Otros serán más pacientes para permitir que, a través del tiempo, se desarrolle una relación que vaya permitiendo que se den soluciones más lentas ante las distintas crisis a las cuales toda familia, en diferentes fases de su evolución, tendrá que enfrentarse.

En las primeras décadas de este siglo, era habitual que, al referirse a una familia, se estuvieran refiriendo a una que abarcaba no sólo dos o tres generaciones, sino que también a la familia extensa, que incluía tíos(as), abuelos(as), primos(as), cuñados(as), etc., los que, incluso, compartían una misma vivienda. Con el alto índice de divorcios y embarazos no deseados, cada vez es más común tener hogares conformados por familias llamadas monoparentales, en la cual, por lo general, es la madre quien sostiene este hogar y es ella quien tiene la tarea de la crianza de sus hijos, con un padre, si es que se hace presente, desgraciadamente, bastante marginal.

Considerando lo anterior, no resulte fácil entonces hablar de la familia en un sentido genérico.

Cuando usted compró esta revista, supongo que hizo esta selección pensando en la forma de aumentar los recursos de los cuales usted dispone para enfrentarse a las diferentes situaciones de la familia. Por cierto, leer temas de familia puede colaborar, en parte, al mejor funcionamiento de la familia, puede ayudar, pero puede que no (o por lo menos no tanto como desearíamos), ya que es muy diferente la teoría de la práctica, sobre todo cuando se relaciona con temas de conductas humanas.

¿Cuál es nuestro primer conocimiento de la familia? ¿Dónde tomamos nuestras primeras lecciones? Las primeras letras de este alfabeto las aprendimos en nuestra familia de origen, el segundo paso fue el primer funcionamiento de las otras familias que hemos ido conociendo a través de nuestras vidas, incluso las de las películas. ¿Ha pensado cuántas familias ha conocido? Me imagino que muchas, por lo tanto usted ya tiene un vasto conocimiento teórico y también ha practicado bastante.

Pero aunque tratemos de hacerlo lo mejor posible, con las mejores intenciones, nos vamos por el desvío, cometemos errores, a veces en forma individual, a veces como pareja matrimonial, a veces como padres o abuelos. Quizás, en muchas oportunidades, no hacemos lo que supuestamente deberíamos esta haciendo en este momento: Intentar, en forma consciente, buscar la mejor forma para desarrollar un buen funcionamiento familiar. Pero ahí surge una nueva duda al plantearse cuál es la mejor forma. Realmente ¿Hago lo que sé que debiera hacer? A veces sí y a veces no.

Mirado desde otro punto, ¿Me comporto como yo siento que debiera hacerlo? Resumiendo, mis pensamientos, sentimientos y acciones, ¿Van todas en el mismo sentido o cada uno va por su lado?.

Hasta ahora hemos hablado de una persona que es usted, pero usted pertenece a una familia, la que está conformada por al menos dos personas, por ejemplo, usted y su hijo(a) o usted y su esposo(a). Esta situación complica aún más la idea del intercambio que se da entre estas personas, en relación a los sentimientos, pensamientos y acciones. Debemos recordar que los primeros maestros que tuvimos en nuestra vida fueron nuestros padres o quienes los sustituyeron. Si tenemos una pareja, nos imaginamos que cada miembro de ella representa a estos padres (con mayor o menor voluntad, con mayor o menor conciencia) y sabemos que es un trabajo arduo el sacar una idea común, extraída de estas dos diferentes escuelas, en relación a cómo debiera o no debiera ser la vida.

Recuerdo a una joven de 35 años de edad, religiosa observante, muy relacionada con actividades políticas, hija de padres con excelente situación económica, que como primer marido eligió a un joven ateo, sin ningún compromiso político, proveniente de una familia de escasos recursos: pololeó con él seis años y estuvo un año casada, decidiendo su separación con el rechazo y escándalo familiar. A través de algunas reflexiones, percibió lo distinto que eran los lentes con que miraba los múltiples aspectos de la vida, lo diferente que eran los conceptos de familia que tenían y cuánto diferían sus expectativas de la vida, tanto individual coma familiar, para ellos y con respecto a sus futuros hijos. Comentaba que nunca se había cuestionado tanto sobre esos temas y aceptó tener una rabia enorme en torno a la educación que había recibido. Decía que observaba mucha incongruencia en sus padres, sobre todo en la discordancia entre los valores que decían tener en lo espiritual y la preocupación excesiva sobre los aspectos materiales. Se sentía confundida, no sabía bien lo que pensaba o sentía, no tenía claridad respecto a lo que era su individualidad, cuán diferente o semejante era a sus padres y sí veía que su primer matrimonio había sido la expresión de una enorme rebeldía que sentía con ellos... Todo esto lo pensó cuando ya tenía un fracaso matrimonial a cuestas.

En su relación matrimonial tenía muchas dificultades para adaptarse al estilo diferente de vida que tenía su marido, y comentaba que lo mismo expresaba él en relación a ella. Por un lado se podría pensar que hubiera sido más "fácil" el haber elegido una pareja que proviniera de una familia similar, pero eso le sonaba "muy conservador y aburrido".

Cuando los jóvenes eligen a su pareja, les es difícil aceptar que esa selección va unida al modelo familiar y generalmente dicen "pero si no me voy a casar con su familia", pero resulta que muchas personas repiten textualmente el modelo familiar del cual provienen, aunque declaren lo contrario; no obstante existen otras personas que, de hecho, hacen de su vida lo opuesto a la familia de la cual provienen. Pero todo esto hay que pensarlo antes del matrimonio. En la fase del noviazgo, generalmente se piensa más con el corazón y no se medita cuál será la forma de llevar un hogar, la crianza de los hijos, la forma como se enfrentará la economía del hogar, cómo se pasarán los días domingo. Algunos sugieren que uno se debería enamorar con el corazón, pero también tomar las decisiones con la cabeza, aunque eso en parte contradice lo que es el enamoramiento.

La elección de pareja también tiene que ver con el arte de la comunicación. Cuando vamos a un supermercado, la elección de los productos son realizados sin una conversación, hasta se puede cancelar la cuenta sólo mirando los números y sin cruzar palabras, incluso si hay una queja, se puede recurrir a un libro de reclamos sin dialogar con otra persona. A ciertas personas les es difícil imaginarse que en la relación con un cónyuge tanto la comunicación verbal, como la no verbal, la de los gestos, va a ser un elemento crucial para el éxito o fracaso de esa relación.

Se dice que la vida matrimonial dependerá mucho de los ejemplos recibidos en el hogar de origen, independiente de los deseos de tener una vida distinta: No por casualidad se da con más frecuencia que, hijos de padres golpeadores, a su vez golpean más a sus hijos o hijas de matrimonios con alto nivel de conflicto, repiten esta conducta. Pero no hay que asustarse tanto, ya que hay personas que viniendo de familias altamente disfuncionales (que no funcionan satisfactoriamente) logran familias con un funcionamiento
adecuado y sano para cada uno de sus miembros.

Algunos(as) que provienen de estas familias con alto nivel de conflicto, justamente eligen parejas provenientes de familias con funcionamientos adecuados, de las cuales logran sacar este buen ejemplo; otras, en las mismas circunstancias hacen de esta elección un producto que igual fracasa, con lo cual logran demostrar que "efectivamente todos los matrimonios y familias no funcionan", sin percibir la responsabilidad que ellos o ellas tienen en este fracaso.

Cuando se inicia una relación, podríamos averiguar y reflexionar sobre nuestra familia de origen y la familia de origen de nuestra pareja y preguntarnos qué tipo de familia deseamos tener, aunque sabemos lo difícil que es que los jóvenes le den importancia a estos aspectos. Hay familias donde el domingo es un día destinado a oír misa como eje del día, otras que ocuparán ese día para los deportes, otras para las cuales ese es un día "ideal para quedarse en la cama", u otras, para la cual será mandatorio destinar el almuerzo para una convivencia a una visita al cementerio. La que será muy normal útil y feliz para unos(as), puede ser percibido como muy dañino y hasta amenazante para otros(as). Esto también podrá ir acompañado por una lucha por que se haga lo que "yo deseo", que será expresado en una lucha de fondo por el poder, por ver "quién manda".

También resulta relevante pensar en la relación con el medio externo: Para algunas familias resulta muy importante la relación con amistades, tener y hacer visitas, así como relacionarse con la familia extensa y para otras familias todo este mundo externo aparece como un elemento que más bien molesta a perturba la convivencia familiar. Esto a veces se hace más patente con el crecimiento de los niños, cuando, ya en el parvulario, desean invitar amigos a la casa, o posteriormente en la adolescencia desean comenzar a pololear e invitar a sus parejas a la casa, lo que puede no ser bien aceptado al interior de esas familias donde las fronteras con el mundo externo son muy rígidas y viven más bien como en aquellos castillos antiguos, rodeadas de un río con cocodrilos que hacen difícil no sólo la entrada sino también la salida. Esto lleva a que se generen verdaderos conflictos de lealtad en que si tengo muchos amigos o pololeo, sea visto como que no amo a mi familia, lo que ira perturbando el normal desarrollo de ese (esa) joven.

El cómo desarrollar por un lado el sentido de pertenencia de la familia y por el otro ir entregando las herramientas que le permitan a los hijos independizarse, es una de las tareas en las cuales los padres debiéramos poner especial preocupación.

Lo anteriormente mencionado va relacionado con las reglas, las normas, la forma de ser de esa familia y la flexibilidad que se requerirá para ir modificando esas reglas en relación a las distintas edades que vayan marcando las diferentes etapas del desarrollo no sólo del niño y posteriormente el joven, sino que también las de los adultos. Ser padre o pareja es distinto a los 35, 45 o 65 años.

Hemos mencionado las fronteras en relación al mundo externo, pero también hay fronteras en el mundo interno. Cuántas veces esos padres pueden conversar con uno de los hijos sin la intromisión de otro miembro de la familia, o cuántos padres se desempeñan satisfactoriamente en ese campo, pero a costa de no tener una vida de pareja, como matrimonio; nunca salen solos, o les es difícil, estando en el hogar, poder tener momentos en que puedan compartir, pero sin los hijos presente. También se da que uno de los miembros del matrimonio tiene como prioridad a sus hijos, verdaderamente abandonando a su cónyuge. Resulta comprensible, por ejemplo que con el nacimiento de un hijo, la madre disponga de menos tiempo, menos ánimo, menos fuerza para dedicarlo a su marido, pero algunas no logran desarrollar un buen equilibrio entre lo que es la dedicación al marido y lo que es dedicación a este recién nacido. "Desde que nació mi hijo, ella ya no se preocupa de mí”, a lo que ella responde, si él compartiera un poco las tareas del hogar yo podría dedicarle más tiempo. Es frecuente observar este mismo desbalance en los hombres en relación al trabajo.

"Mi marido siempre llega tarde del trabajo” dice ella, y él responde "a qué voy a llegar a la casa si ella siempre está preocupada de los niños y ellos sólo ven televisión” y ella dice “es que él nunca me ayuda en nada” y él diría “si le ayudo me critica”, en fin hay un inmenso circulo vicioso en que es difícil determinar qué es primero, si el huevo o la gallina sin detenerse en una reflexión profunda de cuáles son las expectativas, la forma de vida que se desea tener. No es raro que la búsqueda de terceras opciones como el deporte, exceso de trabajo, preocupación notoria por los niños, hasta la búsqueda de una pareja extramarital, sea más bien la respuesta a una sensación de abandono. Algunas veces, al hacer esta reflexión, sin que esté destinada solamente a buscar culpables (“lo que pasa es que tú tienes la culpa”), logran darse cuenta lo distante que están del proyecto inicial de su vida amorosa.

Esta reflexión debiera hacerse en forma constante a través de la vida, para de ahí poder ir enmendando rumbos, en la medida que la meta a la cual se desee llegar, esté claro.

El ser padre implica una gran responsabilidad, el ser matrimonio también, la evolución desde el yo, la individualidad hasta la creación de un nosotros, una identidad de matrimonio y familia, respetando las individualidades de tal manera que exista libertad para la expresión de cada de uno sus miembros, también requerirá de una alta dosis de flexibilidad, todo lo cual requerirá de esfuerzos y dedicación, lo que con amor y, repito, claridad de las expectativas, puede llevar a que esta familia vaya sorteando las distintas dificultades, de tal manera que se logre obtener la satisfacción que, toda persona que inicia una vida familiar, desea tener.*

Como dijo Sir Francis Chichester, un navegante solitario “la felicidad dependerá más del esfuerzo en obtener que del logro. Si se logra, tanto mejor.


Dr. Arturo Roizblat

Depto. De Psiquiatría-Facultad de Medicina
Universidad de Chile


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