Consumo de alcohol
( Publicado en Revista Creces, Mayo 2000 )

Antes de iniciar su vida pública Cristo hizo un significativo milagro: "convirtió el agua en vino durante la celebración de las bodas de Canaan" para que no se interrumpiera la alegría de la celebración. Después de él, han sido innumerables los escritores, poetas y hombres importantes que han elevado loas al alcohol por el agrado que produce su ingestión. Benjamin Franklin (1706-1790) afirmaba que "la cerveza prueba que Dios nos ama y quiere que seamos felices". Esta frase resume la atracción y el placer que el alcohol ejerce en los seres humanos. Su sabor es agradable, los pone alegres y comunicativos y estimula la convivencia social. El problema es que consumido en exceso, intoxica, nubla la mente y hace perder la coordinación y la personalidad. Las consecuencias de ello son frecuentemente desastrosas.

No hay sociedad humana que, en mayor o menor grado, no consuma alcohol y el placer lo paga muy caro cuando se llega al consumo excesivo. Un informe de la Organización Mundial de la Salud del año 1996, afirma que las muertes causadas directamente por el alcohol sobrepasan los 800.000 casos anuales. Afirma también que las discapacidades que produce en el mundo son mayores que las debidas a la desnutrición. Estas alarmantes cifras son sólo un rasguño en la superficie del problema.

El daño que el alcohol produce en el organismo no se limita a la cirrosis del hígado, sino también daña al cerebro, afectando las capacidades intelectuales. También incrementa los riesgos de ataques cardíacos, produce inflamaciones del páncreas, daña las fibras musculares, disminuye la masa ósea y atrofia los testículos, con daño importante de los espermios y menor producción de ellos, lo que lleva a la pérdida de la fertilidad. Disminuye la líbido, ya que también disminuye los niveles de testosterona (New Scientist, Noviembre 27, año 1999, pág.27).

Las cifras señala que el alcoholismo afecta al 12.6% de la población, lo que es alarmante
si se considera que el alcohólico es un sujeto permanentemente embriagado y deteriorado. No es entonces extraño que una de cada tres camas de hospital esté ocupada por personas que padecen de enfermedades relacionadas con el alcohol.

Pero esto no es todo. El 40% de los suicidios, el 52% de los actos criminales, el 60% de los homicidios y el 70% de los accidentes del tránsito están ligados también al consumo de alcohol. En nuestro país el costo económico dado por gastos de salud, por muertes prematuras, por menor productividad, por accidentes y por la violencia provocada, sobrepasan los 700 millones de dólares anuales.

Hasta ahora, poco se puede hacer para tratar a los enfermos que ya han sido catalogados como alcohólicos, ya que son pocos los que logran desprenderse de su adicción, observándose que la mayor parte de los que inician una cura, vuelven a reincidir. Ello es una lástima, dado que muchos de los daños descritos pueden ser reversibles si se suprime la ingesta a tiempo. Por ello los mayores esfuerzos deben concentrarse en su prevención, advirtiendo especialmente a la juventud acerca de los riesgos a que están expuestos y haciendo los esfuerzos necesarios para que el alcohol no sea tan fácilmente accesible a ellos. Es por esta razón que este número de Creces lo hemos dedicado al análisis de algunos aspectos relacionados con el alcohol para su mejor conocimiento.



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