Como el alcohol afecta al hígado
( Publicado en Revista Creces, Mayo 2000 )

Todo parece indicar que lo que produce el daño hepático son los llamados radicales libres, que los hepatocitos se ven obligados a producir en exceso en su esfuerzo por metabolizar y eliminar esta sustancia toxica. Junto a ello, cada día se están descubriendo nuevos factores que también inciden en el proceso destructivo.

Bien se sabe que el consumo excesivo de alcohol, ingerido por largo tiempo, llega a destruir el hígado, un órgano esencial para mantener la salud y la vida. Si bien se conocen desde hace mucho tiempo los efectos destructivos del alcohol sobre el tejido hepático, hasta ahora no se conocían los mecanismos por los cuales se producía dicho daño. Sólo recientemente éstos se han comenzado a aclarar, al descubrirse que las células hepáticas, al desprenderse del alcohol, se ven obligadas a producir gran cantidad de los llamados "radicales libres", moléculas muy reactivas que dañan partes vitales de las células (Los radicales libres: los manipuladores de la química) .

Es cierto que la gravedad del daño hepático varía mucho de un individuo a otro, posiblemente debido a que aparte de los radicales libres, interactúan varios otros factores. Así por ejemplo, parece importante la actividad individual de las enzimas que degradan el alcohol, como también el tipo de dieta que cada uno consume, el sexo de las personas, la integridad del sistema inmunológico, y aunque parezca raro, hasta el tipo de bacterias que tenemos en nuestros intestinos.

El exceso de alcohol en forma continuada (más de cinco a seis tragos diarios), llega a desarrollar una hepatitis alcohólica, que en función del tiempo lleva a una acumulación de tejido fibroso, que termina por endurecer el hígado y producir una "cirrosis hepática". Todo el proceso es silencioso e indoloro, ya que en el tejido hepático no hay nervios. Por ello, es habitual que el daño se hace evidente sólo cuando las lesiones ya son irreparables. Ello ocurre cuando el hígado no puede funcionar normalmente y aparecen los síntomas de insuficiencia hepática.

En una primera etapa, cuando se bebe alcohol durante algunas semanas, comienza a depositarse grasa en el interior de las células del hígado. Hasta ese momento no se puede afirmar que exista un verdadero daño, ya que si se deja de beber, las células vuelven a limpiarse sin dejar huellas del proceso. Pero si se continúa, llega un momento en que el hígado repentinamente se inflama, produciéndose lo que se ha llamado "hepatitis alcohólica". De allí en adelante comienza a aparecer el tejido fibroso y consecutivamente progresa la cirrosis. Es así como se llega a la insuficiencia hepática, comprometiendo no sólo la capacidad de detoxificación de este órgano, sino también sus otras funciones, como la síntesis de proteínas plasmáticas, la capacidad de almacenamiento de energía y el metabolismo del colesterol.

Es durante todo este proceso que el hígado hace esfuerzos para liberarse del alcohol (metabolizándolo), para lo que produce una gran cantidad de enzimas, como acetaldeido dehidrogenasa y citocromo P450, por cuya acción se lleva a producir muchos radicales libres.


¿Cúal es el mecanismo?

En forma normal, todas las células, por su actividad metabólica, están constantemente produciendo radicales libres. Pero ellos rápidamente son contrarrestados (en milisegundos) por los llamados antioxidantes naturales, como son el glutation, la vitamina E y la vitamina C. Sin embargo, cuando su producción es excesiva, estos mecanismos compensatorios son sobrepasados, y éstos se elevan, llegando a dañar las estructuras vitales de las células, como son las moléculas de DNA en el núcleo celular, las membranas celulares y las mitocondrias, que son los organelos encargados de producir la energía que las células necesitan para su funcionamiento. A este proceso degradativo los investigadores lo llaman "stress oxidativo". Si a ello se agrega que generalmente el alcohólico tiene una dieta insuficiente, con menor contenido de antioxidantes naturales, la catástrofe se desencadena.

Los radicales libres son muy inestables, y hasta hace poco era imposible medirlos. Ha sido sólo en Septiembre del año recién pasado que Garret Fitz y sus colaboradores de la Universidad de Pennsylvania, descubrieron un método para hacerlo. El y sus colaboradores comprobaron que cuando la grasa es atacada por radicales libres, se liberan por la orina compuestos llamados "isoprostanos", que pueden medirse y que constituyen un buen indicador del stress oxidativo (The Journal of Clinical Investigation, vol. 104, año 1999, pág. 805). "En la intoxicación alcohólica, los isoprostanos se elevan en la orina a niveles astronómicos", afirma Fitz. Más aún, voluntarios que beben dos o tres vasos de vino, incrementan también significativamente los niveles de isoprostanos en la orina.

Con todo, los radicales libres son sólo parte de la historia del daño hepático. Al revisar la literatura, se encuentra muchos otros grupos de investigadores que han estado estudiando también otros factores que ayudan al desarrollo de la cirrosis. Así por ejemplo, se ha observado que las sustancias químicas propias de la inflamación despiertan a su vez la actividad de otros tipos de células hepáticas (células estrelladas), que reaccionan incrementando la producción de tejido fibroso. Este sería otro factor que llevaría a la acumulación de excesivo tejido fibroso, que en definitiva bloquea la función celular normal.

Otros grupos de investigadores afirman que también son importantes las bacterias que normalmente están en nuestro intestino. Al menos en ratas, el alcohol produce una distorsión de la superficie de la mucosa intestinal, permitiendo que grandes cantidades de endotoxinas, producidas por las bacterias, pasen a la sangre y alcancen al hígado. Una vez allí, reaccionan las células inmunológicas (células de Kupffer), produciendo una cantidad importante de proteínas inflamatorias.

Además, se ha comprobado que como otro mecanismo defensivo se produce una proteína denominada "factor de necrosis tumoral alfa" (TNF-alfa), lo que también incrementa aún más la producción de radicales libres. Los autores observan que ratas que se han modificado genéticamente para que no produzcan TNF-alfa, logran mejorar el daño hepático (New Scientist, Octubre 9, 1999, pág. 10).

Pero tal vez lo más interesante es que la administración de antibióticos, que limpia de bacterias el intestino, también protege a las ratas contra el daño hepático. Esto podría sugerir que habría que tratar a los alcohólicos con antibióticos, pero ello no es en absoluto recomendable, dado que esas bacterias son esenciales para la normal digestión de nuestros alimentos (Nuestra flora intestinal es parte de nosotros mismos).


Todavía vienen más complejidades

Las células hepáticas, al degradar el alcohol, producen acetaldeido. Esta sustancia incrementa la liberación de interleukina-8. A su vez la interleukina-8, atrae hacia el hígado un tipo de glóbulos blancos que liberan más TNF-alfa, y por lo tanto contribuyen a agravar la inflamación y el daño oxidativo.

En la dieta puede haber también otra razón del daño. De acuerdo a Amin Nanji del Beth Israel, ratas alimentadas con gran cantidad de grasas poliinsaturadas, como el aceite de maravilla, tienen mayor daño hepático que aquellas que ratas que consumen grasas saturadas. Este es otro factor que espera ser demostrado en seres humanos.

Otros grupos encuentran que el alcohol es más dañino en las mujeres, lo que atribuyen a que una enzima clave del estómago, llamada alcohol dehidrogenasa, es menos eficiente en las mujeres que en los hombres, de modo que tomando igual cantidad de alcohol, las mujeres presentan mayor daño hepático que los hombres.

En fin, este es un tema que está en gran ebullición y son numerosos los investigadores que lo están estudiando desde distintos ángulos. Cada día encuentran nuevos factores de riesgo y nuevos mecanismos de acción, que se van sumando a los ya conocidos. Tal vez algún día se llegue a un tratamiento, pero por ahora el único consejo que se puede dar, es que si se bebe alcohol, debe hacerse en forma moderada.


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