La biotecnología y los recursos del mar
( Publicado en "La Revolución de la Bioingeniería", Fernando Mönckeberg, 1988,
Editorial Mediterráneo )


Los océanos contienen una gran variedad de plantas, animales y microorganismos. La explotación convencional de estos recursos, ha generado apreciables riquezas en algunos países los que hoy en día ven en la biotecnología un arma de progreso muy interesante. Si bien el proceso está aún en pañales, las posibilidades son enormes, tanto en el cultivo de especies marinas, como en la producción de fármacos, innumerables productos químicos e incluso combustibles.

Marinicultura

El mar, al igual que la tierra, puede cultivarse. En nuestro país ya se ha iniciado este proceso con el cultivo de ostras y choros. Ecuador exporta más de 300 millones de dólares al año en camarones cultivados en agua de mar. En muchos países también se está iniciando el cultivo de peces en el mar, como en el caso del salmón en Chile. En nuestro caso, bastaría por ahora que en lugar de utilizar los peces como harina de pescado, utilizáramos el pescado directamente para consumo humano (un típico ejemplo de subutilización de un recurso). Con la misma captura, en lugar de exportar 200 millones de dólares coma harina de pescado, podríamos exportar sobre mil millones de dólares. Con todo, investigaciones existentes muestran que la manipulación genética pide aumentar la velocidad de crecimiento de las especies, desarrollar especies resistentes a enfermedades o más adaptables a diferentes condiciones ambientales.

En la Universidad de John Hopkins (Maryland, USA), el profesor Dennis A. Powers y colaboradores, están tratando de producir peces de rápido crecimiento, introduciendo en los huevos, genes que codifican para la producción de hormona de crecimiento de mamíferos. En un cierto porcentaje este nuevo DNA se incorpora al DNA propio del huevo, produce hormona y acelera así el proceso de crecimiento.

También ha sido posible transferir otros genes, que les permiten crecer en diversas condiciones ambientales. Se ha descubierto genes que aumentan la resistencia de los peces o aguas ácidas o más calientes, o que permiten el desarrollo de peces en aguas contaminadas con metales pesados o que hacen posible el crecimiento en aguas muy frías. Así, por ejemplo, ciertas especies de lenguados sobreviven en aguas con temperaturas de -1,5 0C, gracias a que sintetizan una proteína anticongelante que baja el punto de congelación de su sangre. Ya se ha logrado clonar el gen anticongelante en bacterias y se está tratando de traspasar este gen a otras especies de peces.

De gran interés económico son los genes que condicionan la síntesis de las metalotioneinas, proteínas que se unen a metales tóxicos y los neutralizan. Dos de estas proteínas ya han sido purificadas y sus correspondientes genes están tratando de ser clonados en bacterias. Esto permitiría no sólo cultivar peces en aguas contaminadas con metales pesados como el cadmio y el mercurio, sino que según los expertos, la clonación de los genes que codifican para la síntesis de metalotioneina abre la posibilidad de producir grandes cantidades de esta proteína que puede utilizarse para descontaminar las aguas y aún recuperar metales valiosos.

Las técnicas de manipulación también están siendo utilizadas en el cultivo de mariscos. El profesor Daniel Morse, de la Universidad de California (USA), ha descubierto que la ovulación de los abalones (que también se cultivan en Chile) puede gatillarse con trazas de óxido y agua oxigenada. Más aún, pequeños polipéptidos que se encuentran en la superficie externa de ciertas algas son capaces de inducir la metamorfosis de las larvas de estos moluscos. Es decir, ya se podría controlar la reproducción y metamorfosis de algunos moluscos. Sólo faltaría conocer cómo estimular su crecimiento.

Resultados preliminares indican que la insulina aumenta la eficiencia con que algunos moluscos aprovechan los nutrientes y por este mecanismo se estimula su crecimiento. Morse y su grupo están clonando en bacterias los genes de la insulina de estos moluscos. El primer objetivo, dicen, es producir insulina para uso exógeno en esas especies. A más largo plazo se pretende introducir el gen de la insulina dentro de los huevos de los moluscos, y obtener un mayor crecimiento.

Rita R. Colwell y colaboradores, de la Universidad de Maryland (USA), están estudiando el ciclo de vida de la ostra americana. Algunos de sus resultados muestran que ciertas bacterias del mar que viven en estrecha asociación con ellas, producen una sustancia química capaz de iniciar la metamorfosis de la larva y llegar así a ser ostra madura. Los investigadores han clonado los genes que producen esta sustancia y se espera poder producirla en forma masiva, lo que será de gran importancia para aumentar el rendimiento en la ostricultura.

La biotecnología también está comenzando a utilizarse en solucionar otro problema de la marinicultura: La prevención y tratamiento de enfermedades en los peces y mariscos. Investigadores de la Universidad de Maryland (USA), están tratando de clonar genes de ostras a fin de llegar a tener una biblioteca de genes y así seleccionar aquellos que confieran resistencia a las enfermedades. Mientras tanto, Jorge Crosa, profesor asociado de la Universidad de Oregon (USA), está utilizando las técnicas de DNA recombinante para desarrollar una vacuna contra una bacteria patógena, Vibrio anguilarum, que produce una enfermedad en el salmón del Pacifico y otros peces.


Nuevos productos

Ya se pueden vislumbrar los primeros productos que resultarán de la aplicación de la biotecnología utilizando los recursos del mar: polisacáridos, proteínas, lípidos, adhesivos, vitaminas, enzimas y azúcares raros. Desde luego, ya está en uso un polisacáridos extraído de una bacteria marina del género Acinetobacter, capaz de convertir el petróleo en una emulsión hidrosoluble. Se utiliza para limpiar los restos de petróleo que quedan en las cafeterías a estanques de almacenamiento. También la quitina de las caparazones de camarones provee de quitosano, empleado como adelgazador de emulsiones, agente quelante y materia prima en la industria de alimentos.

Proteínas y polisacáridos marinos también son utilizados como adhesivos submarinos. Así, por ejemplo, las almejas secretan una proteína que les permite pegarse a las rocas y defenderse de las corrientes. La capacidad adhesiva de esta proteína resulta de la modificación química (hidroxilación) de uno de sus aminoácidos, la tirosina, localizada en forma repetida en la cadena proteica. Esta proteína pegamento, al ser excretada, adquiere la consistencia de una melaza. Luego, una enzima que es secretada simultáneamente, une varias cadenas de proteína, dándole en definitiva una consistencia muy dura.

John Waite, profesor de la Universidad de Connecticut, USA, en colaboración con la Compañía Genex Corp. está empeñado en la clonación del gen que produce la proteína pegamento. Aunque la proteína original está constituida por una cadena de 1000 aminoácidos, La versión industrial tiene sólo 200. Después se agrega la enzima que hidroxila la tirosina y le da la consistencia definitiva al adhesivo.

Este producto ha mostrado una gran versatilidad, ya que se utiliza como material cementante debajo del agua o en condiciones de humedad. Tiene también usos en odontología, en la reconstrucción del oído interno y para suturar la cornea después de las operaciones de los ojos. Es posible incluso que se utilice para reparar huesos ya que la sustancia no es tóxica ni produce reacciones adversas.

Las ostras producen otra sustancia semejante. Este material descubierto por investigadores de la Universidad de Maryland (USA), se está utilizando como adhesivo resistente al agua, como adelgazador de pinturas o modificador de plásticos y como material de sutura en cirugía plástica y en la fabricación de submarinos.


Proteínas estables al calor

Otro aspecto que ofrece muchas perspectivas es el estudio de microorganismos que viven y se desarrollan en condiciones de altas temperaturas, presiones o salinidad. Así, por ejemplo, una bacteria del género Archaeobacterium crece en condiciones óptimas a una temperatura de 95 0C, la que normalmente es suficiente para matar a todos los organismos. La Oficina de Investigaciones Navales de EE.UU. está investigando cómo resisten las proteínas y ácidos nucleicos de estas bacterias en condiciones tan adversas. Según Robert Newburg, investigador de ese Centro, esta propiedad podría utilizarse en numerosos procesos industriales. La fermentación convencional, que usa bacterias o levaduras, genera gran cantidad de calor, la que obliga constantemente a enfriar el sistema, de modo de preservar los microorganismos. Este costo podría eliminarse si los genes que condicionan la resistencia al calor pudieran transferirse a estas bacterias o levaduras.

Recientemente, han sido descritas bacterias más exóticas que habitan en las turbulencias térmicas del fondo del mar, como consecuencia de la actividad volcánica. El agua alcanza allí una temperatura de 350 0C, sin hervir, a causa de la elevada presión (2 mil metros de profundidad). Contrariamente a lo que se podría esperar, en ese media viven numerosos organismos que no requieren de la luz solar para su proceso de fotosíntesis, obteniendo la energía de la oxidación del ácido sulfídrico liberado en esas surgencias. En 1983, John Baross, de la Universidad de Washington (Seatle, USA) y Jody W. Deming, de La Universidad John Hopkins (Maryland, USA), descubrieron lo que en ese momento se calificó de increíble: en esas condiciones de temperatura y presión se desarrollaban y crecían numerosas bacterias. Incluso lograron cultivarlas en el laboratorio bajo condiciones similares. Necesariamente el metabolismo de estos microorganismos debe estar catalizado por enzimas que operan bajo estas condiciones, lo cual las transforma en material particularmente atractivo en operaciones industriales que funcionan a altas temperaturas. Así, los genes que producen estas enzimas podrían clonarse (quizás en otras bacterias) y usarse en procesos catalíticos industriales. Por otra parte, se ha propuesto que estas bacterias podrían ser muy útiles en combatir la llamada lluvia ácida, causada por la liberación de ácido sulfúrico a la atmósfera. Estas bacterias pueden convertir este ácido en sulfato, el que sería diluido en el océano. Más aún, debido a la capacidad de tampón del agua de mar el sulfato puede ser absorbido sin problema. Estas bacterias que crecen en presencia del ácido, pueden utilizarse en la producción de combustible sintético, en la industria química o en la marinicultura. Hoger Jannasch del Woods Hole Oceanographic Institution (Massachusetts, USA), aisló, a partir de estas emanaciones submarinas, una cepa bacteriana que produce metano. Mientras otras cepas metanogénicas tienen unn tiempo de generación a 60 °C, de 6 a 7 horas, las recientemente descubiertas tardan sólo 28 minutos a 88 0C. Esto significa que podrían fermentar la biomasa hasta llegar a metano, por lo menos 5 veces más rápido que lo conocido hasta hoy.


Productos de algas marinas

Chile exporta sus recursos de algas en bruto, en tanto los países más avanzados las utilizan como fuente de ficocoloides y polisacáridos solubles. Los ficocoloides más usados son el agar-agar, los carraginatos y los alginatos. Estos tres productos tienen actualmente un mercado de 250 millones de dólares anuales (Chile sólo exporta algas secas y por ello recibe 5 millones de dólares). El agar-agar se usa en microbiología como medio de cultivo. La agarosa, que es una fracción neutra del agar-agar, se emplea en el laboratorio en electroforesis y cromatografía. Los carraginatos sirven como agentes gelificantes, estabilizadores y extensores en la industria de alimentos y como suspensores en muchos procesos industriales. Finalmente los alginatos son usados como agentes gelificantes.

En EE.UU. se están cultivando estas algas y se piensa que pueden utilizarse para la alimentación animal y producción de metano. Japoneses y chinos también han mostrado interés en estas tecnologías. Su interés comercial va a ser mucho mayor si es que se pueden operar en estos órganos modificaciones genéticas. Con ello se lograría reducir los costos y llegar a producir nuevos productos aún desconocidos. Por ejemplo, se está tratando de desarrollar cepas híbridas de algas marinas productoras de agar-agar con el fin de hacer la producción más eficiente, utilizando la técnica de fusión protoplástica.


Algas unicelulares

Las algas microscópicas unicelulares son otra fuente potencial de productos químicos y material biológico. Se trata de organismos unicelulares que usan la fotosíntesis para producir energía. Para crecer solo necesitan básicamente luz solar, nitrógeno y anhídrido carbónico. Ellas ya se utilizan para producir proteína de consumo animal. Son útiles también para el tratamiento de basuras o para degradar sustancias tóxicas. Tienen la propiedad de crecer muy rápido.

Una de estas algas (Dunaliella) está siendo cultivada en grandes estanques para producir beta caroteno, precursor de la vitamina A, cuyo mercado actual supera los 25 millones de dólares anuales. (figura 1) Por otra parte, se está experimentando con otra microalga, Chlorella, que sintetiza gran cantidad de prolina con el objeto de mantener una presión osmótica interna adecuada para vivir en el media salino. La prolina es un aminoácido muy utilizado en la industria farmacéutica. Manipulando la composición del medio de cultivo, se ha logrado que estas algas acumulen prolina hasta en un 30% de su peso. El aminoácido se puede extraer sin producir ruptura de la membrana, bajando la osmolaridad. Al subir nuevamente la osmolaridad, las algas vuelven a sintetizar la prolina y así esta operación puede repetirse varias veces (figura 1).

Australia está interesada en el cultivo de microalgas coma fuente de proteínas para alimentación animal y para producir beta caroteno. En Francia, se está estudiando la producción de hidrocarburos y polisacáridos a partir de microalgas.

A largo plazo, estos microorganismos pueden llegar a ser una fuente renovable de combustibles líquidos, como el diesel sintético y la gasolina. Muchas especies de microalgas son capaces de producir lípidos. Estos incluyen, además de ácidos grasos triglicérido, sustancias similares al petróleo. Desde 1980, el Solar Energy Research Institute (Colorado, USA), fundado par el Departamento de Energía de los Estados Unidos (federal), ha diseñado una gran extensión de piletas para el cultivo de microalgas con el fin de ver la posibilidad de que estas lleguen a ser una fuente de energía. Para ello pueden utilizar el anhídrido carbónico proveniente de depósitos de petróleo, que aunque ya se han extinguido, aún contienen dicho gas (figura 2). Todavía falta mucho por investigar como para que la producción de lípidos y energéticos sea rentable. En efecto, el costo actual de 1.9 dólares el litro es todavía muy elevado, seis veces superior al precio del petróleo crudo.

Afortunadamente se ve muy promisoria la posibilidad de modificaciones genéticas en algas para que produzcan en forma más eficiente los lípidos. Cuando algunas algas agotan el nitrógeno del medio, dejan de dividirse y acumulan lípidos, hasta llegar a constituir casi el 90% de la biomasa (figura 3).

El uso comercial de las microalgas va a depender en buena parte de lo que pueda hacer con ellas la ingeniería genética. Con esta tecnología se podrían obtener algas que crezcan más rápido, sinteticen más productos deseados y toleren mayores rangos de condiciones ambientales. Ya se están produciendo algas híbridas, por la técnica de fusión celular (Universidad de Virginia, USA), pero aún no se ha tenido éxito en la técnica del DNA recombinante (figura 4).

En Estados Unidos, la enorme y promisoria área de la biotecnología marina ha llevado a desarrollar un esfuerzo conjunto para establecer un gran centro de investigación. En esta iniciativa se han unido el Estado de Maryland, la Universidad de John Hopkins, la Universidad de Maryland y el National Acuarium de Baltimore. El objetivo es lograr la génesis de nuevos productos a partir de organismos marinos y optimizar su elaboración mediante la ingeniería genética.

Nosotros tenemos una gran costa que baña un mar con un potencial en gran parte ignorando, con enormes recursos sin explorar, ni explotar o mal usados, y pareciera que no se nos ocurre nada que hacer. Todavía estamos discutiendo cada mes de mayo, si Chile tiene un destino oceánico o si éste es agrícola o minero. Probablemente la discusión continúa sin que por ese camino se aclare nada. Lo que si podemos asegurar es que sin desarrollo científico y tecnológico, no tendremos futuro ninguno.


Productos farmacéuticos

Las plantas y los animales han sido extensamente estudiados en búsqueda de nuevas drogas. No ha sucedido lo mismo con la flora y fauna marina. Recién ahora comienza la investigación de posibles fármacos provenientes de algas marinas, esponjas, caracoles, etc. La biotecnología en esta área será de gran ayuda, dado que aunque se conocen numerosos fármacos provenientes de organismos marinos, no siempre es fácil su extracción su cultivo. La individualización de las sustancias y su eventual producción seguramente se verá favorecida por los procedimientos biotecnológicos.

Osamu Shimomura, del laboratorio de biología de Woods Hole, de Massachusetts (USA), tiene ya una lista impresionante de poderosas sustancias que potencialmente se podrán aplicar en farmacología.

A fines del año 1983, un grupo de químicos de la Universidad de Cornell (New York, USA) y del Instituto de Investigaciones del Cáncer de la Universidad del Estado de Arizona (USA), anunciaron el descubrimiento de una sustancia con alto poder anticancerígeno en la Búgula meritina, un briozoo marino conocido como esterilla marina o falso coral. La especie abunda en el Pacifico Oriental donde se deposita en los cascos de los barcos y contiene un compuesto químicamente similar a algunos antibióticos.

Trabajando durante 14 años en colaboración con el Instituto Nacional del Cáncer de los Estados Unidos, los científicos encontraron que cuando el compuesto aislado, llamado Briostatina-1, era administrado a ratones en dosis extremadamente bajas se mostraba altamente efectivo contra la leucemia. Bastó una diezmillonésima de gramo para duplicar la vida de algunos de los ratones enfermos; sin embargo, la droga no parece frenar el desarrollo de otras formas de cáncer. Los resultados han suscitado esperanzas de que esta sustancia pudiera ser efectiva contra algunas formas de leucemia humana. Desgraciadamente, no es fácil obtener briostatina-1. De media tonelada de esterilla marina se obtienen apenas 100 miligramos de la droga. La ingeniería genética podría solucionar este problema.

Cifras incalculables de especies prosperan en aguas templadas y la competencia es muy dura. La vida es especialmente difícil para las algas y los invertebrados de cuerpo blando; las gorgonias (corales blandos) y los opistobranquios (moluscos sin conchas externas), han desarrollado complejos productos químicos para protegerse de ser ingeridos. Los compuestos químicos que hacen a estas criaturas blandas desagradables a sus predadores son las que las convierten a su vez en interesantes para los científicos.

William Fenical, químico de la Institución Scripps de Oceanografía de California (USA), señala que existen 200 o más especies de gorgonias en el Caribe. Es probable, dice, que contengan sustancias tóxicas porque nadie las ataca y pueden sobrevivir en paz.

Usando este razonamiento, para estrechar su búsqueda entre las innumerables especies marinas, el grupo de Fenical ha dejado afuera las otras áreas de la biología marina para dedicarse exclusivamente a la búsqueda de nuevas drogas. Han purificado y probado cientos de productos químicos, muchos de los cuales son grandes promesas. Entre estos hay 32 que inhiben la división celular, lo que los hace candidatos para el tratamiento de tumores e infecciones virales o de hongos y también para el uso como anticonceptivos masculinos. Otros 15, disminuyen las inflamaciones y algún día puede que sean efectivos en el tratamiento de la artritis y el reumatismo o en la prevención de rechazos en trasplantes de órganos.

Otros descubrimientos que vale la pena mencionar son: una droga de uso cardiovascular que podría reducir la presión sanguínea o regular los latidos del corazón, una droga de acción neuromuscular para el tratamiento del debilitamiento de los músculos y una neurotoxina llamada Iofotoxina (LTX). Esta última está siendo usada en varios laboratorios para estudiar la transmisión de señales químicas entre nervios y músculos. Los resultados podrían dar pistas en trastornos como el mal de Parkinson, el cual se asocia con la transmisión defectuosa de estas señales.

La LTX extraída de la gorgonia mexicana es un veneno mortal, el cual se asemeja a la acción de algunos venenos de serpientes al bloquear los impulsos entre los nervios y músculos. En dosis mucho menores, la LTX podría llegar a ser la base de una droga para tratar el estrabismo. Este se produce cuando los músculos en ambos lados de un ojo ejercen una fuerza desigual. Fenical sugiere que una pequeña cantidad de LTX podría ser inyectada en el músculo más fuerte para bloquear algunos de los impulsos neuronales que lo activan. Esto podría debilitar al músculo en forma permanente, permitiendo al ojo moverse a su posición normal. Otra droga altamente activa descubierta por Fenical, es la estipoldiona, un compuesto cristalino rojo brillante encontrado en una especie de alga marina del Caribe, que la hace impenetrable a los predadores. Ya que la mayoría de las algas marinas en estas aguas no son atacadas por animales, Fenical pensó que ésta debía contener algún poderoso repelente. Estaba en lo cierto: cuando puso esta alga en un acuario, casi inmediatamente un solitario pez empezó a golpearse frenéticamente contra las paredes del vidrio y finalmente saltó fuera del agua.

Después de analizar el alga, Fenical encontró que la estipoldiona era capaz de inhibir la división celular. A causa de ese efecto ella esta siendo investigada como una posible droga contra el cáncer.

Toda esta nueva farmacopea, unida a las técnicas de bioingeniería, sin duda que significarán un importante progreso para la medicina farmacéutica.


Bibliografía


1. Colwell, R.R.: The Industrial Potential of Marine Biotechnology. Oceanus 14:84,
1984.

2. Colwell, R.R., Pariser, E.R. y Simskey, AJ.: Biotechnology in the Marine Sciences. John Wiley and Sons, New York, 1984. Proceeding of a 1982 Conferencia en MIT.

3. Feinberg, D.A.: Fuel Option from Microalgae with Representative Chemical Composition. SERI Report TR-231-2427. Solar Energy Research Institute, Golden, CO, Julio, 1984.

4. Tucker, J.B: Biotechnology Goes to Sea.: High Technology 5:34, 1985.


0 Respuestas

Deje una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados.*

Buscar



Recibe los artículos en tu correo.

Le enviaremos las últimas noticias directamente en su bandeja de entrada