En 1987 se descubre una supernova
Estrella que explosionó hace 160 mil años-luz. En febrero de 1987, al llegar recién su luminosidad, se convirtió en la más brillante de las supernovas observadas en los últimos 400 años. También permitió detectar, por primera vez, neutrinos provenientes de una lejana galaxia.

En la noche del 24 de febrero de 1987 un ayudante del observatorio Las Campanas de La Serena, Oscar Duhalde, comprobó que había nacido una nueva estrella en el firmamento: una supernova, comúnmente llamada así por su súbita aparición y gran brillantez, aunque en realidad se trata de una estrella en la etapa final de su vida, que explosionó hace 160 mil años luz y recién esta Información llega a la Tierra.

Se le llamó "Supernova 1987 A" por la fecha de su descubrimiento y seguida por esta letra en caso que surjan otras durante el mismo año.

En febrero de 1992 se celebró entonces cinco años de su hallazgo y varias revistas científicas dedicaron sus páginas al tema, porque la supernova que estalló resultó ser las más brillante de las observadas en los últimos 400 años y con sorpresas que acaparan hoy el interés de astrónomos y físicos.


Remanentes de la estrella

Junto a su brillantez, la importancia de esta supernova fue su ubicación en la galaxia más vecina a la nuestra, la Nube de Magallanes, a 170 mil años luz. Debido a esta relativa cercanía, no sólo fue una supernova visible al ojo humano, sino que además pudo ser detectada por telescopios que reciben emisiones de ondas desde longitudes de rayos gama hasta las correspondientes de ondas de radio.

Más atrayente aún fue la detección de neutrinos emitidos durante el estallido, partículas subatómicas que los físicos teóricos suponían que deberían ser arrojadas por reacciones nucleares como las ocurridas en tan fulminante fase final de una estrella. Lo curioso es que los neutrinos llegaron 24 horas antes que se pudiera ver la estrella iluminada, un hecho todavía inexplicable para los científicos, aunque basados en este tiempo despreciable piensan que emprendieron su viaje antes que la explosión culminara (no podrían superar la velocidad de la luz).

Lo cierto es que en esta oportunidad por primera vez se detectaron neutrinos provenientes de una lejana galaxia. Como no poseen masa y su interacción con la materia es muy débil, millones de estas partículas atravesaron la Tierra y, de paso, nuestros cuerpos. Un total de 19 fueron detectados en Japón mediante tanques de agua bajo tierra y con equipos de detección construidos previamente con el objeto de captar neutrinos oriundos del Sol.

La estrella que detonó, al igual que una bomba de hidrógeno, parece haber nacido hace 20 millones de años. Después, hace 10 ó 50 mil años, haberse transformado en una "Gigante Roja", uno de sus estados de transición hasta llegar a consumir todo su combustible nuclear y, por lo tanto, terminar con la muerte, ya sea como una "Enana Blanca" o como una supernova, dependiendo este dramático final de la masa que la compone.

El telescopio espacial Hubble encontró el año pasado evidencias de tal transformación al comprobar la existencia de un anillo de gas gigante alrededor de la supernova, el cual estaría localizado a un tercio de año-luz de ella.

Para los investigadores por ahora existe una sola razón que explica la presencia de dicho anillo. Cuando la estrella aún no había estallado y era una Gigante Roja, una nube de gas se desprendió de su superficie y se expandió en el espacio. Al mismo tiempo, el viento sopló más rápido en los polos y más lento en el ecuador, alcanzando finalmente la forma que pudo fotografiar el telescopio Hubble. Otro hecho fascinante que pudieron observar los astrónomos es su explosión en etapas sucesivas y que describaron a través de las reacciones nucleares de una estrella (energía liberada por el decaimiento radiactivo). La más espectacular fue en mayo de 1987, con una brillantez de 250 millones de veces más que nuestro Sol; ciertamente siendo atenuada en la medida que se aleja de su superficie. En la actualidad, la supernova brilla cada vez menos y los astrónomos tienen dificultad para seguirla, porque además está situada entre dos estrellas que brillan más que ella.

Para los astrónomos el espectáculo no ha terminado. Siguen cautivados, porque esta supernova representa para ellos la posibilidad de conocer cómo evolucionan sus remanentes que devuelve al espacio interestelar. Tal vez por esta vía las estrellas pueden nacer, vivir y morir en un proceso constante, aunque ello también signifique que algún día, aún muy lejano, el Sol estalle como una supernova.

Los radioastrónomos ya han catalogado 150 residuos de supernovas en nuestra galaxia (Vía Láctea). Esas nubes de gases que se están expandiendo sin duda son para ellos restos de estrellas que explotaron hace ciento o miles de años, emitiendo todavía algunas de ellas poderosas ondas de radio.


Impacto histórico

Cuiando el astrónomo danés Tycho Brahe observó, en 1975, el cielo a ojo desnudo, avistó una nueva y brillante estrella. Se conmovió tanto, que llegó a perturbar a los filósofos y cientistas de esa época. En ese entonces, escribió en su diario: "Con la satisfacción de un padre anuncio el nacimiento de una nueva estrella, tan brillante como Venus".

Un año después escribió el libro "De Nova Stella". Este hecho, aparentemente simple, marcó el inicio de una de las más importantes revoluciones intelectuales de la historia.

La aparición de un nuevo astro en el firmamento era algo inconcebible en esa época. De acuerdo a Aristóteles, el universo más allá de la Luna era inmutable. Dios había creado el cielo y su obra era perfecta. Según la religión cristiana y la filosofía imperante, "el libro de la Creación se había cerrado el sexto día".

Regía la teoría de Aristóteles, definida por el astrónomo Ptolomeo en el siglo II a.C. La Tierra era el centro del universo y en torno a ella giraban el Sol y los planetas conocidos entonces; más allá sólo había una esfera en la que se movía todo el firmamento alrededor de la Tierra y todo este sistema era inmutable.

La nueva estrella dio pábulo a comentarios histéricos de que se aproximaba el fin del mundo; mientras que para otros un milagro que estaba anunciando la segunda venida de Cristo.

Para los astrónomos, la estrella tenía que ser un cometa que había perdido su cola, dado que aceptaban la idea de que este viajero errante podría moverse en torno a la Tierra en ese universo finito. Pero esta nueva estrella, aparte de no tener cola, no se movía como lo hacían los cometas.

Aunque Copérnico, 25 años antes, señaló que los planetas giraban alrededor del Sol, su teoría no había sido difundida. El espectro de esta estrella fue la primera evidencia clara que obligó a repensar el esquema de Ptolomeo.

Más tarde, en 1906, apareció otra supernova, la cual atrajo fuertemente la atención de Galileo, quien recordó haber visto una similar cuando pequeño en Padua. Comprendió entonces que la concepción cosmológica de Aristóteles estaba equivocada y que no era consistente con la teoría heliocéntrica. Cuatro años después, cuando la estrella dejó de brillar, pudo disponer de un primitivo telescopio y se inició así una nueva era en la astronomía y el comienzo del desarrollo científico.

A pesar que la Inquisición castigó a Galileo y le exigió desdecirse de todas sus teorías, él ya había trazado el camino. Tiempo después se demostró científicamente la grandeza y la ordenación matemática y geométrico de la Creación del universo; pulsante y cambiante. Con vida.



Autor: Lilian Duery


Libro: Avances del Conocimiento 1992.



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