A reciclar el papel: un dogma ambientalista
( Publicado en Revista Creces, Marzo 1998 )

Según análisis detallados de costos-beneficios, reciclar el papel es bueno para el alma, pero no es tan claro que lo sea para el medio ambiente. Cuando la industria del reciclaje va en franco aumento, muchos comienzan a cuestionar su beneficio.

Es grande la preocupación por los impactos que el ser humano está produciendo sobre el medio ambiente, sea éste en la atmósfera, la tierra, el agua o los océanos. Preocupa la contaminación inducida por la descuidada producción industrial y la aglomeración humana en extensas zonas urbanas, como preocupa también el deterioro de la vida silvestre vegetal, animal y el posible agotamiento de los recursos naturales. Una de las tantas medidas precautorias que se recomienda para disminuir el impacto, es el reciclamiento de productos industriales, tanto con el objeto de aprovechar al máximo los recursos naturales como también disminuir el impacto ambiental y evitar al mismo tiempo la acumulación de éstos. A los ecologistas, por ejemplo, les interesa el reciclamiento, ya sea de los envases (vidrios, metales, plásticos etc.) como también de los productos y equipos de gran impacto en la producción industrial o el de subproductos industriales. Uno de los ejemplos de reciclaje que todos han aceptado como cierto, es el del papel, cuya producción ya ha alcanzando niveles como nadie se había imaginado hace sólo 50 años. El papel es un producto biodegradable, pero preocupa el impacto que su producción tendría en el medio ambiente y el potencial agotamiento de los recursos forestales.

Reciclar el papel a primera vista aparece como de todo punto de vista aconsejable, y parece que hasta ahora ha habido un consenso de ello. El proceso ya se ha iniciado, especialmente en los países desarrollados. Es así como en los países europeos se está ya reciclando un promedio de 130 kilos de papel por persona por año y en los Estados Unidos, 260 kilos por persona año. Incrementar el reciclaje es ya una política estimulada por diferentes organismos internacionales y los diferentes gobiernos. La Comisión Europea se ha propuesto como meta para el año 2001, el llegar a reciclar el 50% del papel.

Sin embargo, muy recientemente diversos economistas y ecólogos se han estado preguntando si es cierto que el reciclaje del papel sería útil para disminuir el impacto ambiental o si preservaría la destrucción del recurso forestal. Frank Ackerman, reconocido ambientalista y profesor de políticas de medio ambiente en la Universidad de Tufts en Medford, Massachusetts, acaba de publicar un libro titulado ¿ Por qué Reciclamos? y concluye que ello se hace sólo como un símbolo, en la creencia que es una buena cosa. Pero afirma que no hay argumentos que avalen esta creencia.

Richard Sandbrook, Director del Instituto Internacional para el Ambiente y el Desarrollo, con sede en Londres (IIED), afirma que este concepto está fundamentalmente equivocado, y para ello cita nuevas investigaciones que avalan su creencia. Concluye que desde el punto de vista ambiental, es mejor quemarlo que reciclarlo (New Scientist, Noviembre 22, 1997, pág. 31).

Matthew Leach, analista del Centro para Tecnología Ambiental en el Imperial College de Londres, junto a sus colaboradores publicaron recientemente un trabajo en la revista International Journal of Enviromental Planning and Management (Noviembre 1997), en que también concluyen que la mejor opción es incinerar el papel y termina afirmando "mientras más usted valore el ambiente, más debe preocuparse de la incineración del papel". Para los ambientalistas y el público en general, esta afirmación es un verdadero shock, ya que como un principio general, estos afirman que siempre hay que tratar de reducir el uso de los recursos naturales, y el reciclaje precisamente tiende a eso. Sin embargo, en los estudios antes aludidos, se afirma lo contrario.


¿Cuáles son las alternativas y en que se basan?

En el análisis que realiza Leach considera cinco posibilidades para el papel desechado: 1.- reciclarlo para hacer un papel de igual calidad, 2.- reciclarlo para hacer un papel de menor calidad, 3.- incinerarlo para generar energía, 4.-usarlo en compost, o finalmente 5.- usarlo en relleno para recuperar metano como energía. Con estas posibilidades, los autores exploran las ventajas y desventajas económicas y ambientales con cada una de ellas. En ellas se consideran el beneficio producido por el valor de los subproductos, como la venta de electricidad generada durante la incineración, como también los costos ambientales ocultos, que llaman "externalidades", incluyendo en ello la resultante de la emisión de dióxido de carbono, metano, monóxido de carbono, dióxido de azufre, óxido nitroso y partículas. El valor de todo esto lo agregaron o lo sustrajeron para sus cálculos frente a cada una de las alternativas. De estos cálculos y tomando en cuenta los costos de las externalidades, ellos concluyen cuál sería la opción más barata y ventajosa.

La única objeción del trabajo de Leach, es que él no hace sus propios cálculos para lo que llama externalidades ambientales, sino que se basa en otros estudios realizados previamente por otros economistas. Desgraciadamente el cálculo de las externalidades es una ciencia muy inexacta, de modo que en los diversos trabajos considerados por Leach (cincuenta), el valor asignado a los contaminantes varían mucho. Así por ejemplo, el costo de emitir un kilo de dióxido de carbono, según las diversas estimaciones, varía entre $1 y $50. Incluso en algunos casos, el costo ambiental significa la mitad del costo de deshacerse del papel.

En los análisis que hace Leach, si se asigna un bajo valor a las externalidades, un 80% del papel debería reciclarse. Pero cuando se le asigna un alto valor a las externalidades, entonces dos tercios del papel de deshecho debiera incinerarse y el resto destinarlo a compost y relleno. La conclusión es que el reciclaje económicamente tendría sentido sólo si los costos ambientales fueran bajos. Por el contrario, si se le asigna un alto costo ambiental, gana la incineración (fig. 1).

Según Leach, una razón de estos sorprendentes hallazgos, es el valor de la energía generada por la incineración. Otra razón, es que el reciclado usa gran cantidad de energía y crea polución, especialmente cuando se considera el transporte del papel de deshecho para ser reciclado por la industria. Así por ejemplo, cuando Aylesford Newaprint, industria recicladora en Kent, recibe 30.000 camiones con papel de deshecho en el año, éstos han recorrido más de 4 millones de kilómetros. Según Leach esto significa que este transporte produce más de 5.800 toneladas de CO2 por año. A esto hay que agregarle los transportes individuales, desde las casas a los lugares de acopio. El mismo estudio en la zona rural de Nordfolk, señala que como promedio los autos recorren 270 kilómetros por cada tonelada de papel que transportan.

Pero más allá del combustible de los motores, el proceso mismo de reciclado usa mucha energía. Así por ejemplo, en el último año se usaron 4.000 toneladas de aceite combustible pesado y 5.700 millones megajouls de gas. El proceso de extraerle la tinta es altamente consumidor de energía y además produce mezclas tóxicas que contienen una alta concentración de metales pesados, de los cuales la industria tiene que deshacerse, con sus costos respectivos. Luego viene el proceso de limpiado de la pulpa y finalmente la reformación del papel en una gigantesca máquina, todo lo cual significa más energía y contaminación.

Por el contrario, la incineración genera energía. Las plantas modernas tiene sus calderas conectadas a turbinas que alimentan la red nacional. Así por ejemplo, la planta incineradora estatal de Edmond en el norte de Londres, puede producir hasta 20 megawatt de poder para la red nacional. Algunas plantas, especialmente en Escandinavia, también producen calor para las oficinas vecinas, casas u otras industrias. Como en el proceso de reciclado, también en la incineración hay costos energéticos por el transporte, pero según afirma Leach, como los incineradores están en todas partes, el consumo de energía por este rubro y también el tráfico, es menor.

Pero los incineradores también producen polución del aire. Más aún, liberan Dioxina que se crea cuando se queman compuestos clorados. La Dioxina es tóxica para el organismo humano. Sin embargo, en el caso de Inglaterra por exigencias de la Royal Commission on Enviromental Pollution, se está efectivamente eliminando el impacto en la salud de la incineración. También la incineración produce CO2, pero de nuevo según Leach, "si los árboles de donde originalmente se obtuvo el papel, se reemplaza por árboles nuevos, estos van a absorber CO2".

Hay que tener en cuenta que en la actualidad la mayor parte del papel que se produce, no viene de bosques tropicales (1%), sino que por el contrario, de plantaciones específicas para este objeto (70%) o de bosques naturales bien manejados (29%). Los grandes productores y exportadores de papel son Canadá, Finlandia, Suecia y los Estados Unidos. En todos estos países, las plantaciones de bosques están aumentando notablemente. Como resultado final, el ciclo completo de incineración es "CO2 neutro".


El medio ambiente gana

Si la incineración se usa para generar energía, significa una ganancia neta para el ambiente, ya que sustituye la polución causada por la quema de energía fósil, como es el gas y el carbón. Según estimaciones de Leach, por cada tonelada de papel incinerado en Inglaterra se ahorran 300 kilos de emisión de CO2.

Si el papel se incinera habría que producir más papel virgen, y este proceso consume un 25% más de energía en relación al reciclaje de papel. Pero él sostiene que las modernas plantas productoras de papel de Escandinavia (donde Inglaterra compra la mayor parte de su papel) no queman en absoluto energía fósil. Ellas queman chips y corteza. De esta forma ellas producen su propia energía localmente. Tomando todo esto en cuenta, Leach afirma que en términos de energía fósil usada para producir una tonelada de papel en Inglaterra, la producción de papel virgen consume un 50% más de energía fósil en relación al reciclaje. Todo ello dejando a un lado lo que se gasta en energía de transporte para recolectar el papel a reciclar.

Por todo esto no extraña el reciente informe del IIED, en que Schweppes es el director actual (antiguo activista del reciclaje), y que emanó de una serie de extensos estudios. Concluye que: "en algunas circunstancias la incineración tiene evidentes ventajas sobre el reciclado". Más aún, él termina afirmando que: "muchas de nuestras campañas verdes a veces han sido erróneas y sin una base real de estudios evaluativos".

Como conclusión, cabe preguntarse si estas campañas de reciclado realmente se justifican, teniendo en cuenta los enormes costos ambientales de transporte y otros. ¿Se justifica la campaña de la botella, cuyo consumo energético de transporte es enorme y si además deben esterilizarse? No parece claro si se toma en cuenta que el vidrio se fabrica de la arena, uno de los más abundantes recursos de la Tierra. ¿No sería mejor molerlas y hacer material de agregado?



* Basado en artículo de Fred Pearce.

New England, Noviembre 22 de 1997, pág. 31.


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