La bioingeniería en el subdesarrollo
( Publicado en Revista Creces, Febrero 1989 )

Junto al desarrollo explosivo de la bioingeniería en los países desarrollados, se advierte una tendencia marcada a monopolizar este nuevo conocimiento en pocas manos. El Tercer Mundo, mientras tanto, observa impasible cómo se teje una red que, dentro de pocos años, lo privará no sólo del goce de los productos de estas nuevas tecnologías, sino, incluso, de las posibilidades reales de generar una ciencia alternativa.

Sin lugar a dudas los nuevos conocimientos que se están generando en el área biológica, y específicamente en lo que se ha llamado bioingeniería e ingeniería genética, abren una nueva era de grandes expectativas para la humanidad. En el área de la salud ya se pueden reconocer avances trascendentales en la prevención, diagnostico y tratamiento de las más diversas enfermedades, lo que va a permitir vivir más y mejor. Se puede prever también una posibilidad cierta de producir más y mejores alimentos, en cantidades suficientes para alimentar adecuadamente a la población de hoy y a de mañana. Se observan, además, cambios fundamentales en la producción de bienes, mejorías en la utilización de los recursos naturales renovables y no renovables, junto a nuevas posibilidades de usos alternativos de energía.

Manipular los genes de organismos vivos sean animales o vegetales, es algo que hasta hace pocos años el hombre no había imaginado como posible. Hoy ya es una realidad. Sin embargo, existe el temor fundado de que estos nuevos conocimientos no beneficien a todos los hombres por igual y, por el contrario, ayuden a incrementar aun más la brecha ya existente entre los que viven bien y los que viven mal. Necesariamente, los países que dominen estas tecnologías mejorarán aun más sus condiciones de vida, en desmedro de los que se mantengan ajenos a ellas. Es indispensable elevar una voz de alarma que induzca a desarrollar una estrategia que permita alguna cabida a los países pobres en el mundo del mañana.

En los países desarrollados la bioingeniería ha tenido un desarrollo explosivo. En la actualidad, en Estados Unidos ya existen más de 200 industrias biotecnológicas, y en Japón más de 150. En los países de Europa Occidental, aunque el proceso comenzó con algún retraso, son también numerosas las nuevas industrias biotecnológicas. Se estima que en los próximos 10 a 15 años los países desarrollados invertirán en este sector entre 80 y 100 mil millones de dólares. Se prevé que en el año 1990 las ventas de productos biotecnológicos sobrepasarán los 27 mil millones de dólares, y las proyecciones para el año 2000 son de 400 mil millones de dólares.


Pocas manos, mucho poder

La biotecnología nació en los laboratorios de universidades y otras instituciones públicas. Allí se fueron desarrollando los conocimientos básicos en los campos de la biología molecular, la bioquímica y la genética, preparando el terreno para lo que había de venir. El interés comercial nació en el momento en que se aceptó la idea de que los productos generados por estos procesos eran patentables.

Las primeras empresas eran pequeñas, fundadas por los propios investigadores que vislumbraron la tremenda potencialidad de este conocimiento. En la actualidad las cosas han cambiado y son grandes empresas transnacionales del área agroquímica y farmacéutica las que dominan tanto el campo industrial como la investigación en el área. Es así como en la actualidad, en Estados Unidos los propietarios de patentes biotecnológicas son mayoritariamente grandes corporaciones. De las 32 empresas que han obtenido más de cinco patentes, sólo cuatro corresponden a lo que podríamos llamar empresas medianas.

El resto son grandes corporaciones. Empresas como Hoffman-La Roche, Schering o Lilly gastan más de 60 millones de dólares anuales en investigación y desarrollo de biotecnología. Otros gigantes como Monsanto y Du Pont gastan, respectivamente, entre 190 y 200 millones de dólares anuales.

Todo parece indicar por tanto que los nuevos avances de la biotecnología van a ir en beneficio directo de las grandes empresas, y que la investigación biotecnológica seguirá siendo orientada por sus intereses, creando situaciones de mayor dependencia para los países subdesarrollados. En la actualidad, aquellas empresas biotecnológicas pequeñas, dedicadas a áreas específicas, han sido mayoritariamente absorbidas por las grandes corporaciones, las que de este modo han podido completar el espectro de su acción. Un ejemplo de este proceso de los últimos años es la gran empresa Lubrizol, que ya ha adquirido 16 pequeñas empresas y ha invertido en ellas grandes capitales como para dominar su gestión. Así por ejemplo, ha invertido 25 millones de dólares en Genentech, 4 millones de dólares en Sungene y, recientemente, adquirió Agrogenetic en 110 millones de dólares.

Es notable como, en este momento, la investigación biotecnológica es manejada casi completamente por las grandes corporaciones, ya sea a través de investigaciones realizadas por ellas directamente o por convenios con universidades o instituciones públicas de investigación.

Tanto en Europa como en Estados Unidos se han firmado numerosos contratos de esta clase: las grandes corporaciones proporcionan los fondos y las universidades realizan la investigación. Monsanto donó 23 millones de dólares a la Universidad de Washington para investigación biotecnológica. La Bayer realizó igual convenio con el lnstituto Max Plarick, Hoechst construyó enteramente un laboratorio de investigación biotecnológica para el Hospital General de Massachusetts. Lubrizol ha firmado convenios por 20 millones de dólares con 18 universidades e instituciones públicas americanas dedicadas a la investigación biotecnológica. En casi todos los contratos, la empresa donante se reserva el primer derecho frente a potenciales descubrimientos y nada se puede publicar mientras ella no dé su consentimiento.

Al examinar quiénes son las grandes corporaciones que están adquiriendo esta preeminencia, puede observarse que son las mismas que ya dominaban el mercado de pesticidas, semillas y productos farmacéuticos, lo que es permite cerrar el circulo y dominar enteramente el mercado internacional.

Todo ello tendrá un alto costo y generará una mayor dependencia para los países subdesarrollados. No deben extrañarnos, entonces, las presiones que Estados Unidos ha ejercido en los últimos tiempos en orden a exigir a los países de América Latina el pago de patentes por productos farmacéuticos. Incluso "conceden" que los fármacos en uso no paguen patentes, pero sí los nuevos que se vayan descubriendo. En EE.UU. hay en este momento alrededor de 1 500 patentes biotecnológicas en proceso de trámite.

Pero tal vez el problema sea mas serio en el sector de alimentos y en el campo agropecuario en general. Un reciente informe del Departamento de Agricultura de Estados Unidos habla por si mismo: Se va a producir un cambio importante en el sector agrícola, disminuyendo los pequeños predios para ser reemplazados por grandes extensiones, científicamente explotadas, por las ventajas económicas que ella significa. La competitividad y las exigencias del mercado serán los incentivos para el cambio. Es posible prever que aquellos países que no logren adaptarse al nuevo cambio tecnológico perderán las posibilidades competitivas y disminuirán las ventajas regionales climáticas actuales. Las diferencias en la producción de alimentos, que ya actualmente se han producido entre desarrollo y subdesarrollo, necesariamente se incrementarán y disminuirán aun más las posibilidades de participar en el mercado agropecuario mundial de los países atrasados. Quienes carezcan de medios para pagar el costo, probablemente elevado, de las nuevas tecnologías van a encontrarse con que su magra producción ya no tendrá cabida en el abundante abasto mundial. Más aun, los pocos países subdesarrollados que exportan alimentos a los países ricos tal vez observen que ya no les comprarán más, ya que gracias a estas nuevas tecnologías entrarán en cultivo nuevas tierras que antes eran inútiles e incultivables, y ya no será necesario comprar esos productos en el extranjero.

Hasta ahora la transferencia tecnológica en el campo agropecuario había sido suficientemente fluida a través de la divulgación de revistas científicas a por a colaboración bilateral. De ahora en adelante esta transferencia se hará muy difícil par el sistema de patentes de las grandes corporaciones, que exigirán el pago de sus costos. Más aun, es probable que en el campo agropecuario las grandes corporaciones sean a su vez propietarias de la producción agrícola y no cedan el conocimiento patentado, sino que vendan el producto final. Ya se puede prever que, al igual que en el campo industrial, las innovaciones tecnológicas serán aprovechadas par las mismas corporaciones que las han patentado.


Dulces beneficios

Como lo predice el informe del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, los pocos países pobres que exportan alimentos ya se están viendo seriamente afectados. El área del azúcar un es buen ejemplo. Hasta hace algunos años, numerosos países de Centro América y Filipinas basaban su economía de exportación en la venta de azúcar a los países desarrollados. Los avances en la tecnología del almidón maíz han permitido obtener el llamado jarabe de Fructosa (Fructose Corn Syrup), de gran poder edulcorante. El proceso enzimático que permite la obtención de este jarabe se encuentra en la actualidad perfectamente estandarizado, y ha permitido a Japón y EE.UU. reducir notablemente la importación de azúcar (cuadro No 1). Sólo entre los años 1978 y 1985 la importación de azúcar en EE.UU. descendió de 4,6 a 2,5 millones de toneladas.

Para evaluar mejor la importancia de este proceso basta pensar que actualmente se transforman en alcohol y jarabe de fructosa 20 millones de toneladas de almidón al año, para lo que se emplean 15 mil toneladas de enzima aminoglucosidasa y más de 1 500 toneladas de glucosa isomerasa.

Pero a investigación no termina allí; son muchas las sustancias edulcorantes que pueden reemplazar con grandes ventajas al azúcar. Una de ellas es el Aspartamo, diéptido formado por ácido aspártico y fenilalanina, que tiene un poder edulcorante 200 veces superior al azúcar. Searle Co. (recientemente absorbida por Monsanto) asegura tener un mercado mundial para aspartamo de más de mil millones de dólares. La industria Hoechst ya está produciendo el Acefulsame-K que es 130 veces más dulce que el azúcar. El consorcio anglo-holandés Tate & Lyle y Unilever están trabajando en la producción de Taumatina, sustancia con un poder edulcorante 5 000 veces superior al azúcar. El caso de la Taumatina ilustra bien lo que probablemente ocurra con muchos cultivos del Tercer Mundo. La Taumatina es obtenida de plantas que se cultivan en varios países de Africa (Liberia, Ghana), pera ya Tate & Lyle está logrando esta sustancia en fábricas de su propio país mediante técnicas de cultivo de tejidos.

Los países del Tercer Mundo han visto dañadas seriamente sus economías al caer el volumen de sus exportaciones de azúcar. El Caribe exportó a EE.UU. 686 millones de toneladas de azúcar en 1981, cifra que disminuyó a 220 millones en 1986. Algo similar ocurrió con la exportación de Filipinas.

El caso del aceite de palma aparece formalmente distinto al del azúcar, pero en las líneas generales del problema se aprecia un patrón común. Este aceite es un producto de demanda creciente y con una producción estimada en 1985 de 11 millones de toneladas. La casi totalidad de las plantaciones se encuentran en países tropicales de muy bajo desarrollo económico, constituyendo par ella una pieza clave dentro del limitado mercado de divisas de esos países.

La palma tiene un periodo productivo de entre 25 y 30 años. Debido a las variaciones genéticas que la planta ha experimentado, en la actualidad se necesita un periodo de 10 años para evaluar la producción de aceite que tendrá una planta individual. Por tanto, resulta obvio: hay que controlar la variación genética y estandarizar la productividad de la palma. Esto- que no representa una empresa tecnológica formidable- lo está realizando en la actualidad Unilever (consorcio anglo-holandés), que ha desarrollado en sus laboratorios las técnicas de cultiva vegetal y obtiene por clonación (el término en este casa significa todas las plantas iguales) un millón de palmas al año, las que cultivan en grandes plantaciones ubicadas en los países tropicales donde la planta se origina.

El método de selección propuesto no sólo permite elegir las plantas más aptas para la producción, sino, además, generar una especie 30% más eficiente en términos de cantidad de aceite generado. En la actualidad, las plantaciones convencionales producen de 2 a 5 toneladas de aceite por hectárea; los nuevos procesos desarrollados por la biotecnología prometen elevar esa cifra en 10-12 toneladas.

Si estas predicciones se cumplen, los precios internacionales del aceite bajarán drásticamente, provocando serios daños a la economía del Tercer Mundo. En Filipinas, por ejemplo, hay aproximadamente 700 mil campesinos dedicados al cultivo de cocoteros para la extracción del aceite de coco, los que, seguramente, no podrán competir en buenas condiciones con el aceite de palma de Unilever.

Un ejemplo que conocemos más de cerca es el de los productos destinados a la alimentación animal, tales como la soya y la harina de pescado. En los Ultimos años se han desarrollado en Alemania Federal (Hoetchs), Gran Bretaña (lCl) y la URSS sistemas de fermentación continua que permiten el crecimiento de unicelulares con un rendimiento altísimo. La URSS ha declarado que en 1990 se autoabastecerá de alimentos para ganado, lo que provocará un gran impacto en la exportación de soya y harina de pescado.

Otro ejemplo digno de comentarse es el del mercado internacional de grano, que es dominado por EE.UU. casi sin contrapeso. Todo parece indicar que, si se cumplen los vaticinios, la producción en ese país se elevará en forma sustancial, lo cual provocará una baja notable en el precio internacional del grano. Esta aparente buena nueva para los países subdesarrollados en realidad no lo es, dado que desincentiva la producción local y favorece la importación. Ejemplos similares se pueden observar en el mercado de la leche y de la carne. En general, la ventaja tecnológica de los países ricos les hará producir una superabundancia de alimentos que no solo no beneficiará a los países pobres, sino que además generará un peligroso desincentivo a la producción agrícola del Tercer Mundo.


¿Qué hacer?

El cambio científico-tecnológico que se está produciendo con el desarrollo de estas nuevas y avanzadas tecnologías aumentará la enorme brecha entre países ricos y pobres. Para aquellos cuya estructura científica sea precaria las posibilidades son escasas, y deberán evaluar en forma meditada las pocas alternativas que el futuro inmediato ofrece.

Entre todas las sofisticadas tecnologías que han surgido recientemente, probablemente la que nos ofrece más posibilidades reales sea la bioingeniería, y, dentro del amplio ámbito de sus aplicaciones, quizás la tecnología de los recursos naturales (agropecuarios, marítimos o forestales) sea la que presenta menos riesgos y mayores ventajas. Si lo logramos, por un lado se daría satisfacción a las deficiencias alimenticias de nuestra población y, por otro, lograríamos modernizar y dinamizar nuestras economías.

Para ello es necesario una decisión política que elabore una estrategia y destine recursos, de modo que su implementación sea posible. Esto por lo general no sucede en forma espontánea. Los gobernantes y políticos de nuestros países están constantemente apremiados por circunstancias coyunturales y difícilmente están dispuestos a elaborar estrategias a mediano y largo plazo, sobre todo cuando esto significa destinar recursos que siempre son escasos. Por otro lado, la decisión política hay que inducirla. Para ello es necesario una previa toma de conciencia de la comunidad científica, de los políticos, de los hombres de empresa y de la comunidad en general. Cuando ello se logra, entonces, se esfuerza la toma de decisiones.
Toda estrategia requiere de recursos humanos calificados en el área de ciencia y tecnología. Tal vez uno de los mayores obstáculos sea la falta de personal entrenado en ciencias básicas con una orientación preferente hacia lo tecnológico. Se hace por tanto indispensable el diseño de programas de formación prioritaria en estas áreas en centros especializados, ya sea en nuestros países o en el extranjero.

Acá se necesita una gran preocupación y coordinación regional tanto en la formación de personal humano como en la implementación de centros regionales especializados en diversas áreas, ya que siendo el campo tan amplio es difícil que un solo país pueda cubrirlo con posibilidades de éxito. Se hace necesario crear una verdadera red de biotecnología entre centros de diversos países de la región. Es aquí donde seria muy útil una colaboración internacional como la que se está tratando de hacer a través de UNESCO, ONUDI, PNUD y FAO.

Se requiere además una especial comprensión de los países industrializados, a quienes no les conviene, tampoco, un mayor empobrecimiento de la región.

Se requiere también un gran compromiso de los hombres de ciencia locales, para posponer sus intereses científicos, personales, en bien de los intereses de la comunidad, ya que con frecuencia ocurre lo contrario. Podemos citar las palabras de Martin Kennye, científico encargado par el Departamento de Estado para analizar los programas biotecnológicos de México y Brasil:

"Los proyectos biotecnológicos simples y de gran utilidad para sus países no encuentran apoyo entusiasta en los científicos. Hombres con grandes credenciales siguen el modelo estadounidense e impresionan a los políticos para obtener recursos para sus proyectos, pero es poco lo que llevan a cabo para cubrir las necesidades reales de sus países".

A su vez, la comunidad deberá cuidar a sus científicos, darles el status adecuado, y proporcionar facilidades físicas y rentas adecuadas, como una medida indispensable para impedir la fuga de cerebros. No debemos olvidar que hay un mercado internacional de científicos, de modo que si alguno tiene éxito en algún país pobre, es fácilmente tentado para migar a lugares con mejores condiciones de trabajo y salarios más atractivos.

Se requiere también un contacto mucho más estrecho entre el científico de universidades a institutos y el sector productivo. Sea éste público o privado, hecho que no es habitual en los países de América Latina. Dentro del desarrollo de una estrategia es indispensable la participación activa del sector productivo.


Cooperación regional

Resulta evidente que los países de América Latina, por separado, tienen escaso a nulo poder de negociación frente a otras potencias económicas o bloques de países como La Comunidad Económica Europea. Ello es especialmente importante frente a la fuerte tendencia proteccionista de las grandes potencias y al trato discriminatorio. América Latina debería hacer todos los esfuerzos posibles para conformar un bloque homogéneo, si no de mercado común, por lo menos para consolidar un poder de negociación.

Igual posición deberá tener la región para negociar en el complejo sistema de patentes actuales, que siempre beneficia a las grandes corporaciones. Es justo aceptar la propiedad intelectual y los beneficios económicos que de ella se derivan, pero hay que defenderse del uso abusivo y a veces monopólico del conocimiento, especialmente en el área de producción y elaboración de alimentos. Para citar un ejemplo las patentes de semillas modificadas genéticamente pueden tener dramáticas consecuencias para Los países de la región. Por ahora no está claro el grado de protección en las patentes de un gen determinado, pero los gigantes de la industria química presionan fuertemente en favor de la opción de que las patentes sobre genes se extiendan a todas las variedades subsiguientes en que se incorpore un gen patentado, lo que les proporcionaría un control absoluto sobre todas las variedades. Por otra parte, el uso de variedades patentadas convertiría en legal la práctica agrícola de utilizar parte de las cosechas, en la siembra de la temporada siguiente, ya que el germoplasma de las semillas seguiría siendo propiedad del poseedor de la patente. El campesino tendría que recurrir cada año al mercado para comprar semillas, como ocurre ya con los cultivos híbridos. También seria legal que un campesino entregase semillas cosechadas a su vecino o que las vendiera en pequeña escala. Jurídicamente no seria difícil de demostrar, ya que junto con un gen modificado, se puede también introducir en la semilla un gen trazador que identifique la propiedad de cualquier grano. El resultado seria una tremenda dependencia de la comunidad campesina respecto de las grandes empresas de biotecnologías.

Por otro lado, debemos ser realistas. La economía mundial se ha hecho cada vez más unitaria y regida por políticas que responden no sólo a los intereses de países individuales sino a los de grandes corporaciones multinacionales, tal como hemos querido demostrar en este articulo. Estos grandes consorcios entienden de negocios e invierten sólo donde el mercado es realmente atractivo.

Así, el desafío para el subdesarrollo es constituirse en un socio lo suficientemente respetable y respaldado como para no aceptar condiciones de negociación desventajosas que comprometan su patrimonio o su soberanía.

Nuestros piases no poseen ni capitales ni tecnologías para su desarrollo. En la medida en que América Latina se consolide política y económicamente como región, mejorará su posición negociadora y podrá acceder a la satisfacción de sus necesidades sin desmedro de su soberanía.

Ojalá nuestros políticos y gobernantes lo entiendan así. Ya no es tiempo para lamentaciones: en las circunstancias actuales tan culpables es el que utiliza a otro como el que, por desidia, se deja utilizar.



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