Qué población necesita Chile
( Publicado en Revista Creces, Julio 1981 )

La determinación de la población óptima que necesita un país es un problema de múltiples facetas. En el presente ensayo se plantea que el desarrollo económico y social no depende del numero de individuos y que, por otro lado, razones geopolíticas o de defensa no justifican una política de rápido incremento poblacional.

Nuestros abuelos no hablaban de planificación familiar. Ellos tenían los hijos que podían y el problema no les preocupaba. Hoy las cosas han cambiado. En ese tiempo, la población del país se mantenía relativamente estable o aumentaba muy lentamente. La razón era muy clara: nacían muchos niños, pero también morían muchos. Hasta 1940, la mitad de las muertes en Chile se producía antes de los cinco años de edad. El 30% de los niños que nacían, moría antes de alcanzar el año de vida y otro 20% fallecía antes de alcanzar los cinco años. La edad promedio en el país no pasaba de los 30 años. Hoy todo ha cambiado. Las cifras de mortalidad ya no tenemos que expresarlas en tantos por ciento sino, tantos por miles. El año 1980, de cada mil niños que nacieron, murieron sólo 31 antes de alcanzar un año de edad. En el mismo año, por cada mil niños de 1 a 4 años, sólo fallecieron 1.2 niños.

En mi familia fuimos 13 hermanos y la situación era acomodada. Sin embargo, tres fallecieron antes de cumplir 4 años de edad. En niveles más bajos, la mortalidad siempre superaba a más de la mitad de los niños que nacían. Lo que ha pasado en Chile en el presente, es lo mismo que ha ocurrido en el mundo entero: disminuyeron bruscamente las muertes de niños, pero continuó el elevado número de nacimientos. Resultado final: "Explosión Demográfica".

Se calcula que cuando nació Cristo, la población total del mundo no sobrepasaba los 200 millones de habitantes. Debieron transcurrir 1.540 años, para que esta cifra se duplicara. Hoy nos estamos duplicando cada 30 años. Malthus hace aproximadamente 200 años, predijo que la población mundial aumentaría en proporción geométrica. Se equivocó en su pesimista apreciación: después de él, creció en proporción logarítmica.


Hacia un equilibrio

Afortunadamente el equilibrio tiende a restablecerse. En la medida que progresa un país, tiende automáticamente a disminuir el número de nacimientos y se produce de nuevo el equilibrio. En la mayor parte de los países de Europa Occidental (1981) el número de nacimientos era casi igual al de muertes, con lo que se estabiliza la población. En los países atrasados, en cambio, si bien habían disminuido las muertes, los nacimientos continuaban siendo elevados y estaban experimentando un crecimiento explosivo de su población. Para el año 2000 se anuncio que habría sobre la tierra 2.400 millones más de habitantes. De ellos, 2.200 estarían en los países pobres y 200 en los países ricos.


La realidad en Chile

Durante los últimos años, Chile ha experimentado un enorme progreso y paralelamente a ello se ha observado no sólo una disminución de las muertes prematuras, sino también un descenso notable de los nacimientos. Yo tuve 13 hermanos, los hermanos de mi padre fueron 18 y los de mi madre fueron 16. Mis hijos son 8. Esto es ya raro. El promedio de hijos por familia en Chile en el año 1980, fue de 3,1. La edad promedio de vida de 65 años.

¿Es bueno o es malo para el país?. Ello necesita un análisis previo, para lo cual también es fundamental aceptar algunas premisas. Aun existe pobreza, desigualdad e injusticias. Es evidente que nadie las desea. En alguna forma u otra, todos estamos esperanzados y desde distintos puntos de vista tenemos una meta común: elevar la calidad de vida y lograr la justicia e igualdad de oportunidades para todos. Cuesta aceptar que unos desean el bien (y lo monopolizan) y otros desean el mal. La premisa lógica que deseo postular es la siguiente: todos deseamos el bien, para alcanzarlo en el mismo tiempo y con el mínimo de costo social. La pregunta lógica que se deriva de esta afirmación es entonces: ¿en qué forma un crecimiento acelerado o un crecimiento lento de la población es bueno o malo para alcanzar esa meta?.


Desarrollo social y crecimiento vegetativo

Hace 35 años el crecimiento del país había alcanzado un ritmo de 2.8% al año. Ello significaba que la población se estaba duplicando en 25 años. En 1980 el crecimiento era de 1.6% al año, lo que indicaría que se duplicaba en 44 años. ¿Qué crecimiento poblacional es mejor para alcanzar la meta ya señalada de desarrollo social?.

En ese entonces (1980) se imaginó la primera alternativa, como éramos 11 millones de habitantes y en los 25 años siguientes seríamos 22 millones. Pero, de los 11 millones, el 20% estaba en la extrema pobreza. (Información de ODEPLAN 1980). En los siguientes 25 años, si nuestra meta era sólo la de mantener igual la situación, debería aumentarse al doble la inversión social: el número de escuelas, jardines infantiles, consultorios, hospitales, viviendas, transportes, caminos, puertos, etc., y duplicar también las fuentes de trabajo. Si eso se lograra en tan corto período de tiempo, la situación no sería igual, sino peor. En 1980 teníamos un 20% de extrema pobreza, lo que significa que los dos millones doscientos mil individuos tenían ingresos mínimos o nulos. Si la población aumentara al doble y el porcentaje del 20% se mantiene igual, en 25 años habrían 4 millones 400 mil chilenos en situación de extrema pobreza. Es decir, con ese ritmo de crecimiento, en 20 años se debería aumentar en más del 85% el gasto social y de infraestructura económica si es que desea progresar.

Con todo, el problema es aun más complejo. En Chile como en todos los países del mundo, los que aumentan en mayor porcentaje son precisamente los que pertenecen a los más bajos niveles socio-económicos. Es decir, los que se multiplican son los "pobres y desgraciados", no los que gozan de buena situación económica (ellos saben como restringir su familia y saben que las posibilidades de incrementar o mantener el bienestar y seguridad de sus hijos depende del número de ellos).

En Chile ha disminuido notablemente la natalidad y también la mortalidad. El ritmo de crecimiento en 1980 (1.6% anual) permitió en ese entonces proyectar que la población se iría a doblar en 44 años. Es un ritmo acelerado, pero ya daría mayor tiempo para montar la infraestructura social y económica que esa población necesitaría.


Latinoamérica

Lo que estaba sucediendo en Chile en 1980 no es representativo de lo que ocurría en América Latina. En esta área la población estaba creciendo demasiado rápido y no se veía posibilidades de que cambie la tendencia. Su población se duplicó durante esos últimos treinta años y habían aumentado, casi fuera de control, los millones de pobres, desnutridos y desempleados. Más del 40% de las familias se encontraba en situación de extrema pobreza y el 65% de los niños menores de 6 años tenía algún grado de desnutrición (leve, mediano, o grave) y el desempleo y subempleo superaba al 40% de la población. Con todo, el crecimiento sigue acelerado: entre 1950 y 1955 nacieron 7 millones de niños promedio anual. Entre 1955 y 1980, el índice continúa en ascenso hasta alcanzar 14 millones anuales.

En ese entonces se podía afirmar que casi es imposible que un país que doble su población tan rápidamente pueda progresar en su desarrollo económico y social. Los hechos sobrepasan las posibilidades y el aumento de los pobres llega necesariamente a ahogar a la población total. Los países desarrollados están llegando a estabilizar su población, mientras los subdesarrollados no logran controlar el proceso, viéndose abocados a serios problemas sociales y económicos.


Población y desarrollo

Algunos afirman que para lograr el desarrollo, es necesario incrementar substantivamente la población. Sólo en estas condiciones se podría establecer una economía de mercado y se crearía una demanda adecuada de bienes y servicios que harían posible el desarrollo económico y social.

Sin embargo, esta premisa tiene otras variables. Las posibilidades de desarrollo no dependen del número de habitantes sino de la calidad de ellos. Brasil, por ejemplo, habría sobrepasado los 100 millones de habitantes, México ya estaba sobre los 50. Ambos países enfrentaban en aquel entonces serios problemas para progresar en su desarrollo económico y social. Más del 40% de su población estaba en condiciones de extrema pobreza. Estos países habían aumentado notablemente su población, pero ello no había significado una elevación de su calidad de vida y, por lo tanto, no habían incrementado la fuerza del mercado. Por el contrario, sólo habían aumentado peligrosamente el número absoluto de pobres.

Por el otro lado, podríamos tomar países pequeños, como Nueva Zelandia (3 millones), Suiza, Suecia, etc. que, con muy escasa población han alcanzado los más altos grados de desarrollo y bienestar.

Es obvio que lo importante no es el número total de individuos, sino la calidad de ellos: nivel cultural, educacional, nivel de salud y desarrollo científico y tecnológico.


Apertura a nuevos mercados

Ningún país puede pretender progresar hoy aisladamente y basado en su propio mercado interno. Ya el mundo ha llegado a constituir una unidad y sólo podrán progresar los que sean capaces de participar en esta unidad, tanto desde el punto de vista tecnológico como cultural y de mercado. Los que han pretendido construir barreras en lo ideológico, educacional y económico, irreversiblemente han quedado atrás. El mercado de cada país es el mercado del mundo y quien pueda competir eficientemente, de acuerdo a sus propias ventajas comparativas integrándose en él, tiene posibilidades de desarrollo. En los últimos años, Chile ha diseñado y puesto en marcha una estrategia de desarrollo económico de puertas abiertas e integración al mercado internacional. Los primeros logros confirman lo acertado de esa política.

Para el éxito definitivo no es crucial el número de habitantes, sino que, por el contrario, la calidad de ellos. En la medida que los individuos puedan desarrollar el máximo de sus potencialidades, eliminando la pobreza y logrando como consecuencia de ello elevar el nivel científico y tecnológico, es que la estrategia tendrá éxito. Para algunos, si el proceso de desarrollo continúa al ritmo actual, es posible que aumente substantivamente la demanda de mano de obra, lo que podría constituir un obstáculo para el desarrollo si la población se mantuviera estable. Si tal cosa sucediera, por el contrario, sería beneficioso para absorber la población chilena que ha debido migrar del país. Tal es el caso de más de medio millón de compatriotas que trabajan como mano de obra no calificada en Argentina. Si aun eso fuese poco, se podría producir una migración de mano de obra de los países vecinos. Tal ha sucedido en Europa Central con respecto a la mano de obra española, portuguesa, griega e italiana. Ello contribuiría a solucionar el problema de mano de obra no calificada de esos países y a aliviar su situación social mediante una migración. Es necesario mirar a América Latina como una región más que como países aislados.


Población y geopolítica

Algunos argumentan que, por razones geopolíticas y de defensa, debemos incrementar la población, frente a vecinos que podrían potencialmente incrementar la suya. Para analizar esta eventualidad, debemos aceptar previamente otra premisa: Chile no tiene una política expansionista ni hegemónica y desde un punto de vista geopolítico, sólo tiene que pensar en mantener su individualidad y territorialidad. Si esta premisa es verdadera, tampoco requiere de aumento de su población. En la situación de defensa, la tecnología ha progresado en tal forma que ya no depende del número de individuos, sino del equipamiento y de sus capacidades individuales para mejorarlo. En la guerra moderna, el éxito depende de la calidad y cantidad de equipo disponible y del entrenamiento y capacidad de quienes lo manejan. El número de soldados sólo es importante cuando se pretende ocupar otros países, que evidentemente no es el caso de Chile (ojalá nunca lo sea).

Es evidente que la principal defensa de Chile depende básicamente del grado que alcance en su desarrollo económico y social. Ello, en primer término, le da una estabilidad interna, mientras que para lo externo permitiría tener individuos altamente capacitados y adecuadamente equipados. Ya hemos dicho que el desarrollo económico y social no depende del número de individuos. En conclusión, tampoco las razones geopolíticas ni de defensa, justifican una política de rápido incremento poblacional.

Todas las razones expuestas parecen confirmar que el aumento desmedido de la población no es beneficioso y que, por el contrario, sería un obstáculo para la seguridad externa e interna, tanto como para el desarrollo económico y social acelerado. Ningún país del mundo se beneficia con un rápido crecimiento de su población. Ello sólo trae problemas.



Por Fernando Mönckeberg B.


INTA, Universidad de Chile.
1981.


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