La tripanosomiasis en América. Enfermedad de Chagas
( Publicado en Revista Creces, Enero 1982 )

La vinchuca transmite la enfermedad de Chagas, a la que nuestro país contribuye con una discreta cuota de casos en la zona Norte verde. Los orígenes del insecto, su aclimatación al hábitat que actualmente ocupa, su ecología con varios tipos de huéspedes, incluyendo el Hombre, es discutido en detalle por el autor.

El ilustre investigador brasileño Dr. Carlos Chagas descubrió, en 1909, un nuevo protozoo parásito al que denominó Trypanosoma cruzi, en honor de su maestro, el médico sanitarista Osvaldo Cruz (a la sazón director del Instituto que lleva su nombre en Río de Janeiro). Chagas no se limitó a demostrar una nueva especie de parásito para el Hombre, sino que se adentró en el estudio de su acción patógena, su ciclo evolutivo y sus agentes transmisores. Su primera observación la hizo al examinar el contenido del tubo digestivo de los insectos (hemípteros) conocidos en Brasil como "barbeiros" y en Chile como "vinchucas o chinches aladas", y que atacan a seres humanos para alimentarse con su sangre.


El cuadro clínico

La enfermedad se inicia con un cuadro agudo febril y con frecuencia se acompaña con la hinchazón de un ojo, acompañado de una afección cardíaca: la adenopatía de la región penauricular. Como muchas otras infecciones parasitarias, tal cuadro no reviste mucha intensidad y puede pasar desapercibido. Ocurre de preferencia en los pequeños, cuyas reacciones inmunitarias no les permiten defenderse de la acción de los tripanosomas. La infección aguda dura varias semanas y desaparece pronto, al igual que el edema del párpado, lo que no significa que la infección haya terminado.

El tripanosoma continúa efectuando su acción destructiva en células y tejidos, ya que requiere de ellos para su multiplicación y supervivencia. Cuando daña las fibras musculares del corazón ocasiona una grave enfermedad: la miocardiopatía tripanosómica o chagásica, principal causante de muertes juveniles súbitas. Esta patología, de especial gravedad, aparece descrita en detalle en la monografía que publicaron en Chile los médicos Arturo Arribada y Werner Apt. Lesiona, además, las células neuronianas de los ganglios que inervan las vísceras y ocasiona la laxitud de sus paredes y su dilatación. Ello es particularmente notorio en el tubo digestivo, en donde produce los llamados "mega esófago" o "mega colon" (mega grande), según cual sea la porción del aparato digestivo cuyas paredes se ensanchan.

La acción patógena del parásito no sólo se circunscribe a estos órganos sino que puede afectar a todas aquellas vísceras en cuyas células se localice y multiplique. Durante el embarazo, el Trypanosoma cruzi puede dañar la placenta y transmitirse al feto, ocasionando su paso congénito a los recién nacidos, quienes presentan la infección tripanosómica. El contagio puede también producirse cuando se practican transfusiones con sangre de personas infectadas con T. cruzi.


Las Vinchucas

La transmisión del Trypanosoma lo realiza la vinchuca al chupar sangre (lo que hace habitualmente amparada por la oscuridad y cuando la persona duerme).Deposita sobre la piel o mucosa una gotita de su contenido intestinal, en el cual van las formas tripanosómicas infectantes. Al penetrar éstas en los tejidos, inician su multiplicación en las células de la puerta de entrada. Cuando ello ocurre en los párpados, ocasiona una hinchazón que caracteriza a una de las formas más comunes de comienzo de la fase aguda. Las vinchucas también pican a los mamíferos domésticos, pudiendo transmitirles las tripanosomas. Curiosamente, las aves de corral son resistentes a la infección y no la adquieren.

Las vinchucas miden de 2 a 3 cm, pertenecen al Orden Hemíptera, a la familia Reduvidae (comprende 19 subfamilias, de las cuales la más importante desde el punto de vista médico es la de los Triatominae). Conforman un centenar de especies, una de las cuales es cosmopolita y las demás están circunscritas a América del Norte, Central y Sur. Se distribuyen entre los 41º Lat. Nº y 46º Lat. S en la Patagonia argentina, y en Chile se encuentran desde el paralelo 18 hasta el 35º Lat. S.

Las especies más importantes por su papel en la transmisión del Tripanosoma cruzi son:


  • Triatoma infestans. (en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile y Perú).

  • Panstronglylus negistus (Brasil).

  • Triatoma dimidiata (América Central)

  • Rhodnius prolixus (Colombia y Venezuela).

En Chile habita el Triatoma infestans, especie muy adaptada a la vivienda humana y principal insecto transmisor de T. Cruzi. En el norte del país y hasta los alrededores de Santiago se encuentra otra especie autóctona y exclusiva de Chile, el Triatoma spinolai, descrito por primera vez por el naturalista Carlos R. Porter en 1933.

Se encuentra en las cuevas de roedores silvestres o en las pircas de piedras que rodean los corredores o habitaciones. Pica a los animales y muy ocasionalmente al Hombre (campamentos mineros).


Buscando los orígenes

Aunque el descubrimiento de esta parasitosis data desde comienzos del siglo pasado, existen razones para suponer que ella es muy antigua y hasta pudo preceder a la presencia del Hombre en el continente americano. Se estima que los triatomíneos que sirven como vectores biológicos del T. cruzi convivieron primitivamente con las especies de mamíferos autóctonos: llamas, guanacos, alpacas, vicuñas, pudúes, pumas, zorros culpeos y pequeños mamíferos (marsupiales, edentados, roedores y otros). Entre estos últimos merece mención especial el ratón de campo, degú o ratón de las pircas, denominado Octodon degus, y el cuye ,Cavia porcellus, uno de los primeros mamíferos selváticos domesticados y criados por el Hombre para su alimentación.

La dispersión de estos mamíferos en América del Sur y acaso también la de Triatoma infestans, podría haber ocurrido en épocas anteriores al solevantamiento de la Cordillera de los Andes. La historia filogenética de algunas de esas especies indica una presencia en el continente desde hace más de un millón de años (Pleistoceno).

Las especies autóctonas en esta vertiente de los Andes, como O. degus y Triatoma spinolai, no se dispersaron hacia el otro lado del macizo andino, manteniéndose genéticamente aisladas. Se puede suponer que ambas especies vivieron juntas dentro de las cuevas y galerías múltiples que excava el degú y que, según el relato de Mann, llegan a albergar varios centenares de individuos. Esta relación recíproca habría favorecido la transmisión del T. cruzi entre vectores biológicos y reservorios mucho antes de la aparición del Hombre.

Los entomólogos argentinos Diego José Carpintero y L. Judith Viana, del Museo de Historia Natural "Bernardino Rivadavia" de Buenos Aires, dieron a conocer una hipótesis sobre el desarrollo de la tripanosomiasis americana. En 1959, este autor había formulado una apreciación algo similar y que dio a conocer en un trabajo expuesto en el Congreso Internacional sobre Enfermedad de Chagas (Río de Janeiro, julio de 1959).


Distribución geográfica

No cabe duda que los triatominos existían en la América precolombina. El Dr. Luis A. León, del Ecuador, presentó en 1959 un estudio sobre la historia de estos insectos e informó sobre las publicaciones de cronistas, geógrafos y naturalistas desde principios del siglo XVI. En 1514-señala León- ya se menciona la existencia de "Chinches con alas" cuando Francisco López de Gomara hablaba del Darién (Panamá).

Tal nombre subsiste hasta hoy y es una de las denominaciones vulgares para los triatomíneos. Con posterioridad los insectos nocivos figuran citados por cronistas de México y América Central y del Sur. En 1653, el P. Bernabé Cobo en su "Historia del Nuevo Mundo" describe las "hitas" o "vinchucas" en Perú y Bolivia, nombre que también subsiste hasta nuestros días. Félix de Azara subrayó en 1781 que "las vinchucas incomodan mucho a los que viajan de Mendoza a Buenos Aires" y que, como naturalista, no le había tocado observarlas al norte del río de La Plata. En sus escritos se encuentra por primera vez la palabra "vinchuca".

Los nombres indígenas aplicados a los vectores biológicos del T. cruzi revelan que fueron conocidos y bautizados desde muy antiguo. La voz quechua vinchuca deriva del vocablo "huinchuco" = el que se nos deja caer. Como la palabra se usa no sólo en el sur del Perú sino en el norte y centro de Chile, parece lógico suponer que los aborígenes de esas zonas también lo conocían.

Las primeras descripciones científicas de estos insectos fueron hechas por De Geer (1773-1775), Drury (1775), Fabricius (1775), y Gmelin (1778). Ejemplares capturados en 1802 por Alejandro von Humboldt y A. Bonpland en Ecuador, sirvieron para que el entomólogo francés Latreille describiera en 1811 a Triatoma dimidiata y Panstroigylus geniculatus, especies que juegan un papel importante en la transmisión de la enfermedad de Chagas en Ecuador.

En 1839, Carlos Darwin anotó en su diario de viaje alrededor del mundo "los ataques de la benchuca" (sic) en localidades como Villa Luján y aledaños, en la provincia de Cuyo, Argentina. Igual observación hizo luego en Iquique y en Perú.

En esas excursiones, Darwin pernoctó en viviendas plagadas con vinchucas o al aire libre, sufriendo varias veces la picadura de estos artrópodos. Por esta razón, S. Adler y otros autores supusieron que el ilustre investigador hubiera adquirido la tripanosomiasis americana, lo que explicaría las dolencias que padeció años mas tarde al regresar a Inglaterra, hipótesis diagnóstica que puede descartarse (Bruno Günther, Atenea Nº437, págs. 135-148, 1978).

D. J. Carpintero y E.J. Viana sostienen que aquellas regiones donde florecieron las culturas aborígenes más antiguas, coinciden con las áreas donde se encuentran las especies de triatomíneos de mayor adaptación al domicilio humano. Fundamentan su tesis en que no podía ocurrir dicha adaptación cuando el Hombre construía viviendas ni aún vivía en comunidades estables.


Origen altiplanico

Circunscribiéndonos al Triatoma infestans, que primitivamente vivía y se alimentaba sobre especies de mamíferos o aves silvestres, y basados en el enfoque antropológico de su hipótesis, los autores señalados establecen como probable foco de origen de su acercamiento al Hombre, al altiplano argentino-boliviano y los valles calchaquíes del noroeste argentino (sierras de Córdoba y San Luis).

En estas áreas existieron desde tiempos remotos hasta los 65 años D.C. culturas como la Tafi, Condorhuasi y otras, que usaron viviendas con paredes de piedra, techos de rama paja que proveían adecuadas guaridas para las vinchucas.

La cultura "El Alamito" del mismo período construyó viviendas con paredes de tierra, techo de ramas, paja y barro (850 D.C. hasta más o menos 1480 D.C.), aparecieron zonas de urbanización y las casas se construían de adobe o de piedra, agrupándose en aldeas. La economía continuaba siendo agrícola (cultivos de maíz, quinoa) con irrigación y pastoreo de Camélidos.

Las sierras centrales de Argentina (Sierras de Córdoba y San Luis) estuvieron pobladas, por lo menos desde 6000 años antes de Jesucristo, según estudios con radiocarbono de Inti-Huasi. Se supone que alrededor del año 500 D.C. llegaron poblaciones agro-alfareras, quienes construyeron viviendas de piedra, ramas y adobe y constituyeron núcleos urbanos que albergaban miles de personas antes de la llegada de los españoles. Su economía era básicamente agrícola; utilizaban el regadío, recolectaban el algarrobo y el chañar, criaban llamas, capturaban guanacos, venados, liebres y otros pequeños mamíferos. Sostienen Carpintero y Viana que en esta Región se dieron condiciones muy favorables para la adaptación a los domicilios de Triatoma infestans.

En el Perú, las culturas Chilca (3800 A.C.) y Nasca (más o menos 2500 A.C.), proporcionaron por su sedentarismo, agricultura incipiente y calidad de las viviendas, condiciones favorables para la colonización por triatomineos. En el año 1200 A.C., existían en Huanuco (Sierra Oriental del Perú) edificios destinados a albergar los cuyes, lo que demostraría su domesticación por esa época (Templo de las Nichitos o de los Cuyeros). Las culturas "a partir del Período Formativo (1220 A.C. a 100 D.C.) y continuando con el Período de desarrollo regionales (100 - 800 D.C.), el viejo Imperio Wari (800 - 1200 D.C.), los Estados Regionales (1200 a 1470 D.C.), y el Imperio Tawantinsuyo (1430 a 1532 D.C.)", acrecentaron el comercio y la penetración en el Noroeste argentino. Esas culturas constituyeron ciudades, desarrollaron la agricultura, criaron llamas y otros mamíferos (cuyes), ofreciendo condiciones favorables para la invasión domiciliaria y persistencia de poblaciones de Triatoma infestans. Los desplazamientos, y la instalación en nuevas sedes facilitaron la dispersión de los triatomíneos hacia otras regiones de la América del Sur: Ecuador, por el norte, valles altiplánicos del sur del Perú y tal vez el norte de Chile.

Muchos de los animales salvajes presentes en la América precolombina y otros tantos roedores y mamíferos menores, muestran hoy infecciones con el Trypanosoma cruzi (por ejemplo, Octodon degus en un 8.98%). Del degu se han encontrado huesos en cerámicas del complejo cultural Aconcagua (800 a 1500 D.C.), lo que interpretamos como testimonios de su convivencia con los grupos humanos y la posible transferencia del T. cruzi a especies domesticadas.

Las comunidades aborígenes agrícolas y sedentarias tienen antigüedades (controladas por radiocarbono) de 3800 años A.C. y parece lógico suponer que en ese lapso se produjo el acercamiento de los triatomíneos a las viviendas humanas y, por consiguiente, la infección con T. cruzí de Hombre y mamíferos domésticos, adquiriendo de ellos o transmitiéndoles la trypanosomiasis. Cuando se adaptaron al biotipo humano, el ciclo continuó entre T. Infestans, el Hombre y los animales domésticos. Así, se originó la enfermedad que Carlos Chagas recién vino a descubrir en 1909, en una pequeña localidad del interior de Minas Geraes, en Brasil, en una niñita de raza negra, mulata de ascendientes africanos y por consiguiente, con menor resistencia para la invasión por T. cruzi.

En cambio, en las zonas del norte y centro de Chile, el contacto del ser humano con los triatomíneos y presumiblemente con el T. cruzi, aparentemente tendría mucho mayor antigüedad y por lo menos, desde varios siglos A.C. Así se explicaría la aparente mayor benignidad que presentan en los pobladores de esas zonas a las infecciones tripanosómicas.


Equilibrio ecológico

Las características clínicas de la enfermedad de Chagas en Chile, traducen un contacto muy antiguo entre el Hombre y el T. cruzi lo suficientemente como para alcanzar una coexistencia pacífica entre ambos; de ahí la mayor benignidad de las formas agudas - que a menudo suelen pasar desapercibidas- y el predominio de infecciones crónicas inaparentes. Esta mayor antigüedad del T. cruzi lo sería ademas en los vectores biológicos (Triatoma infestans y Triatoma spinolai) y en los mamíferos que actúan como reservorios silvestres del protozoo (roedores, como Octodon degus; marsupiales, armadillos, zorros, etc.)

En el transcurso de los milenios, o de los siglos, esto había determinado, por medio de la selección natural, un equilibrio ecológico que se manifiesta por tres factores:

  1. Prevalencia de cepas de T. cruzi de baja virulencia (capacidad de multiplicación y poder de invasión bajos).

  2. Seres humanos con alta y rápida capacidad de respuesta inmune frente a la infección por cepas provenientes de Triatoma infestans.

  3. Mamíferos silvestres igualmente resistentes a la infección parasitaria.


Conjeturas

El Triatoma infestans se encuentra adaptado exclusivamente al domicilio humano en nuestro país, a diferencia de tiempos pretéritos cuando vivía en las cuevas de mamíferos o en los nidos de las aves. Se puede conjeturar que tanto T. infestans como T. spinolai existían en estos territorios antes del solevantamiento de los Andes, a pesar que todavía no se dispone de pruebas paleontológicas seguras para afirmarlo. Una vez producida la aparición del Hombre en la costa y en los valles o quebradas de la cordillera de los Andes y de la Costa, el Triatoma se fue adaptando a la vivienda humana.

Las primeras culturas sedentarias en esta parte del Continente, aunque con asentamientos transitorios y de baja magnitud demográfica (cazadores recolectores), data de unos 5.000 años A.C. Según Lautaro Núñez, la sociedad rural del desierto chileno vivía en aldeas y producía alimentos desde mil años antes de Cristo. En Tarapacá, los campamentos de molienda y caza datan de 2.380 a 1.968 antes de J.C.

La colonización de Iberoamérica por españoles y portugueses, y después, la importación de negros desde el Africa, introdujo un factor de desequilibrio ecológico en relación con la infección tripanosomica. La llegada de seres humanos que nunca antes habían tenido contacto ni con los triatominos ni con el T. cruzi y por consiguiente, sin ninguna resistencia en frente a su invasión, inicialmente debe haber producido numerosos casos agudos de enfermedad de Chagas. Lo mismo dígase de las infecciones tripanosómicas de los mamíferos importados de Europa: la infección de estos reservorios del parásito se inició desde el siglo XVI en adelante. Su susceptibilidad debe haber sido más elevada que la de los mamíferos silvestres, autóctonos, representando un factor de incremento de la enzootía y, por tanto, de la endemia. Representaron indudablemente una condición favorable para la exaltación de la virulencia de las cepas del T. cruzi y se puede conjeturar que un cierto número de animales domésticos enfermaron y aun murieron, como consecuencia de la infección.

La mezcla de españoles con indígenas originó poblaciones mestizas, cuya susceptibilidad para la infección por T. cruzi fue diferente y presumiblemente mayor que la de sus ancestros aborígenes. Se puede sospechar que al infectarse con el parásito, un buen porcentaje presentó cuadros severos de la enfermedad de Chagas.

Pero, desde el siglo XVI en adelante, paulatinamente fue restableciéndose la adaptación evolutiva entre el T. cruzi y los huéspedes, hasta alcanzarse cierto grado de tolerancia y de coexistencia pacífica entre ambos. Por eso, en las áreas endémicas de Chile lo habitual es la infección tripanosómica más que la enfermedad de Chagas, propiamente tal.
Este es un hecho conocido, que ha sido explicado por la inmunobiología parasitaria. Ahora se sabe que la condición normal del parasitismo es de equilibrio entre las capacidades agresivas del parásito y la resistencia de los huéspedes, seres humanos, mamíferos reservorios y aun especies de triatominos vectores biológicos del T. cruzi.



Dr. Amador Neghme Rodríguez


Academia de Medicina
Instituto de Chile.


Referencias


1. Carpintero, Diego José y Viana E.J. Hipótesis sobre el Desarrollo de la Tripanosomiasis Americana. En Carlos Chagas (1879-1934) y la Tripanosomiasis Americana. Opúsculo editado por Dr. Luis A. León, Edit. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1980, páginas 73-92.

2. León, Luis A. Contribución a la Historia de los Transmisores de la Enfermedad de Chagas. (Del siglo XVI al XIX). Anais do Congreso Internacional sobre a Doença de Chagas. Vol III. Río de Janeiro, 1962, páginas 761 a 770.

3. Lehman, Henry. Las culturas precolombinas. Eudeba. Buenos Aires, 1960.

4. Mostny Grete. Prehistoria de Chile. Imagen de Chile. Editorial Universitaria. Santiago de Chile. 1977.

5. Neghme, Amador y Schenone F. Hugo. Enfermedad de Chagas en Chile: veinte años de investigación. Anais do Congreso Internacional sobre a Doença de Chagas. Vol III. Río de Janeiro. 1962, páginas 1069-1105.

6. Mann Fischer, Guillermo. Los pequeños mamíferos de Chile. Gayana. Zoología. Nº 40. 1978.


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