Emergencia de sedentarización en el desierto chileno
( Publicado en Revista Creces, Noviembre 1981 )

La sociedad rural del desierto chileno vivía en aldeas y producía alimentos desde mil años antes de Cristo. Así lo demostraron investigadores del proyecto Caserones que se realizó en la quebrada de Tarapacá por cuenta de la Universidad del Norte.

"... También, también América enterrada, guardaste en lo mas bajo en el amargo intestino, como un águila, el hambre..."

Pablo Neruda "Alturas de Machu Picchu"



El curso inferior de la quebrada de Tarapacá (1 Región) cubre uno de los espacios mas estériles del área, a través de un arroyo que se acrecienta durante el verano (temporada de lluvia en las tierras altas). Muestra un régimen asoleado durante todo el año, carencia total de lluvias y leves alcances de neblinas costeras, todo lo cual constituye un verdadero oasis aislado en el desierto típico junto a la desembocadura de la quebrada en Pampa del Tamarugal. Allí los recursos de aguas corrientes y subterráneas son decisivos para el incremento de la vegetación natural y alimentaria. En el tramo inferior de la quebrada (Iluga - Pachica), el sector de Caserones representa uno de los sitios mas bajos con presencia de agricultor, y a juzgar por las evidencias arqueológicas, se habrían iniciado aquí los primeros cultivos del área. La investigación se centró precisamente, en Caserones y la hipótesis de trabajo sugirió que durante el último milenio precristiano, el régimen de humedad superficial y subterránea era un poco mas que el actual con una mayor emergencia de variantes. Esto nos llevó a suponer que existían recursos suficientes para estimular la radicación de asentamientos humanos orientados a transformar el bioma de oasis natural de Caserones, en un enclave de aprovisionamiento de alimentos de mayor eficiencia en relación a otros segmentos fértiles de la quebrada. Pensamos en ello por los aportes hídricos, los suelos adecuados con depositas de arcillas y rellenos eólicos; las terrazas bajas húmedas con crecimiento de bosques de algarrobos; terrazas intermedias y altas adecuadas para los asentamientos; materias primas locales (arcillas, materiales de construcción y maderas para la combustión) y la cercanía de recursos marítimos y forestales de mayor densidad (costa y Pampa del Tamarugal).


Reconociendo el hábitat

Diversos asentamientos transitorios y de baja magnitud demográfica (cazadores-recolectores) ocuparon el distrito a través de una secuencia fluctuante entre los 5.000 a ca. 2.000 años A.C., pero no lograron obtener una productividad alimentarla controlada, sino más bien una apropiación generalizada de fauna y flora no domesticada, salvo unos intentos de horticultura de maíz.

Reconocemos hoy como habitat de Caserones a un conjunto de sitios interdependientes que constituyeron un eje habitacional complejo (poblado de Caserones), asociado a un hinterland (tierras interiores) inmediato y orientado a trabajos de subsistencia agraria y complementaria. Apreciamos la emergencia de autoridad, estratificación social, asentamientos complejos y organización laboral tendientes a la especialización de actividades a través de una dirección inicialmente hortícola. De acuerdo con las evidencias culturales y cronológicas de los sitios emplazados en el distrito, postulamos la tipificación del habitat en cuatro períodos.

El primero (1.000 - 400 años A.C.) muestra escasa información. Se sabe sin embargo que por los 920 años A.C., algunos asentamientos restringidos de cultivadores de maíz y recolectores de algarrobo permanecieron en el fondo de la quebrada enterrándose en grupos dispersos, junto con la típica cerámica roja, pulida y paleteada sin asas y algunas figuritas, que recuerdan patrones culturales tempranos de reducidas comunidades agropecuarias del altiplano meridional de Bolivia (Wankarani).

Apreciamos párvulos en urnas domésticas, fogones, restos de habitaciones y depósitos densos de basuras. Tentativamente este período termina por los 400 años A.C. Las dotaciones más tempranas del pueblo de Caserones (ubicado en la terraza superior sobre la quebrada) demuestran que por este tiempo ya se construían los grandes módulos rectangulares con postes laterales para sustentar techos, dando lugar al crecimiento gradual del poblado-eje.

En base a nuestras investigaciones, estimamos que durante este período habrían arribado grupos con cultivos productivos, artesanías complejas (cerámica) etc. Se construyeron habitaciones livianas y la subsistencia fue agro-recolectora. Propusimos tres direcciones en el sentido del poblamiento llegado al distrito: a) estímulo de tierras altas (advertimos testimonios culturales, zoológicos y botánicos provenientes de ambientes andinos); b) estímulo costeño (evidencias tecnológicas, alimentarlas y antropológicas derivadas de la costa), y c) combinación de poblaciones alteñas y costeñas.

El período segundo va entre 400 a 0 años A.C. y corresponde a uno de los momentos iniciales de la construcción del Poblado de Caserones, ratificado por la expansión de las estructuras rectangulares con postes y énfasis en las subdivisiones interiores de las viviendas. En el sitio que hemos denominado Tarapacá-6 encontramos cerca de 10.000 M2 de espacio cubierto de fragmentación cerámica alisada y pulida, implementos de molienda, artefactos de piedra pesados (raspadores, tasadores, cepillos, hachas); implementos de horticultura, puntas de flechas minerales de cobre, adornos de malaquita, conchas marinas, restos de cestería, áreas de fogones, etc. Las excavaciones realizadas indican que el total de la actividad ocurrió sobre un gran depósito de dunas y desecho de bosque, cubriéndose posteriormente por la acción del viento. Advertimos profusa presencia de algarrobo más que maíz. La arquitectura tiene aquí gran desarrollo con un modelo de casas-depósito, con énfasis en tareas de preparación de alimentos, almacenaje y labores de subsistencia. La estrategia de acumular alimentos en habitaciones-silos es típica de este período.

El período tercero se extiende desde 0-600 años D.C. y es donde Caserones presenta su clímax habitacional a base de la expansión de los recintos con postes y acumulamiento de depósitos de desperdicios densos, confirmando con tres dotaciones radiocarbónicas. La urbanización intenta un medio de vida centralizado, sin precedentes antes ni después del desarrollo del presente habitat. Aparecen sitios eriazos especialmente dispuestos para depositar basuras (patios internos); es posible distinguir una plaza de ceremonias, edificios circulares para conservar las cosechas y bienes productivos, murallas y corredores de protección del poblado; ceremonias públicas en torno a entierros de ofrendas de llamas adultas en un foso al pie del muro defensivo; delimitación del área de cementerios; estandarización de técnicas constructivas a base de uso de botones de anhidrita pegados con mezcla de barro y aplicación de enlucido; colocación de techos-sombra sobre espacios aéreos de ventilación; limitación de espacios destinados a la molienda de anhidrita (1) para estuco y techumbres, molienda de granos y mantención de llamas en cautiverio. Gran parte de esta población quedó enterrada en los cementerios que hemos denominado Tarapacá 40 A y B y Caserones Sur en tumbas con ofrendas valiosas, lo que nos hace pensar en la existencia de personajes de status (acorde con una estructura social estratificada).

Hemos hecho dataciones bastante precisas de los cementerios. El "B" se sitúa entre los 360 a 600 años D.C. y contacta con el arribo de liturgia Tiwanaku: presencia del paño policromo con diseños clásicos, asociado a un densa presencia de cerámica pulida y alisada (incluye tiestos miniaturas), discoides, deformación cefálica tubular oblicua y profusa y ofrendas de logros agrícolas (harinas de maíz, algarrobo y quinua).

El período cuarto comprende desde el año 600 al 1200 D.C., alcanzando aquí Caserones su total fisonomía constructiva, paralela a la terminación del amurallamiento defensivo. La disminución de las áreas funerarias (cementerios) podría indicar una merma de la población. Identificamos dos sitios característicos de este período con abundancia de desechos de alimentación vegetal (maíz, algarrobo, pakay) y fragmentación cerámica.

Por los 900 D.C, de acuerdo con dataciones radiocarbónicas, el poblado declinaría por razones sociales y/o ecológicas que estamos analizando en detalle.

A los 1200 D.C. es posible que el poblado haya sido abandonado y por lo tanto quedó a expensas de los rellenos eólicos.


Situación alimentaría

Todos nuestros estudios indican que el poblado de Caserones surge como una respuesta de una estructura social compleja que logró definir actividades especializadas tendientes al dominio del medio, sobre la base de trabajos colectivos eficientes orientados a optimizar las tareas agrarias. La presencia del elemento altoandino es manifiesta (llamas, quirquinchos, plumas de aves tropicales y cordilleranas, quinua, papa deshidratada, charqui, obsidiana, etc.). La información funeraria proveniente de Tarapacá 40-A demuestra que por los 290 a 360 años D.C., cerca de 100 individuos demuestran relativamente pocos logros agrarios, alta mortalidad infantil y escasa cerámica de ofrenda. Un cementerio de edad más reciente refleja un desarrollo mayor de la productividad agraria y artesanal: menos niños muertos, más cultígenos y profusa presencia de harinas y cerámicas.

De acuerdo con evidencias rurales del área de Huarasiña, calculamos una población de 216 habitantes para el floreciente período tercero. La correlación de los datos arqueológicos con el tipo de alimentos ingeridos permite llegar a interesantes conclusiones sobre los niveles de vida alcanzados en la etapa clímax, calidad del recurso energético consumido, presión poblacional desde la zona andina, etc. La presencia en Caserones de alimentos locales cultivados (maíz), recolectados (algarrobo), aportados por el mar o la cordillera (pescados, mariscos, llamas, charqui), son evidencias que hablan a favor del surgimiento de sedentarismo estimulado por la convergencia de recursos locales y foráneos. Tal patrón de subsistencia no afectó considerablemente a los recursos de flora y fauna preexistentes, por cuanto las labores hortícolas y agrícolas iniciales se distribuyeron intensivamente en sectores relativamente restringidos del bioma de valle. Se implantan así cultivos tolerables a condiciones de suelos salinos y de bajo contenido orgánico, regadío irregular, alta evaporación e insolación sostenida. Se intentó entonces obtener cosechas rotativas destinadas a mantener provisiones durante gran parte del año, lo que se confirma con un registro profuso de bodegas (énfasis en depósitos de reserva) y evidencias de llamas adultas para el tráfico de bienes.

Los registros de papa y quinua de Caserones son similares a los actuales especímenes altiplánicos; los pallares tienen extraordinario parecido con el poroto de Cochabamba lo que se asume que más de algún cultivo semitropical en nuestro estudio podría derivar desde los valles mesotérmicos de Bolivia. La presencia de maní en Tarapacá reitera esta situación y demuestra la adquisición de cultígenos con alto aporte calórico, aprovechados al final del período tercero. Nexos con Bolivia se ven corroborados con la presencia de implementos de insuflación de alucinógenos (Tarapacá 40 A y 0) y plumas de aves tropicales.

Entre los alimentos identificados en Caserones (400 A.C.-900 D.C.) están: cultivados: maíz, quinua, calabaza, papa, zapallo, pallar, maní y semillas de algodón; recolectados: algarrobo, totora, tamarugo, molle y pakay; cárneos domesticados: llama, cánido no identificado, cuy y quirquincho; cazados: camélidos, vizcacha, aves y mamíferos no identificados; productos del mar: peces, mariscos, mamíferos, aves y cefalópodos. Dentro de las tumbas del cementerio Tarapacá 40 A y B encontramos, aparte de los alimentos señalados, quiscos, choros, apretadores, ostiones, almejas, locos y pulpos.

En un cementerio constatamos que dos párvulos y dos jóvenes tenían abundante cantidad de algarrobo en el tracto digestivo como causa de muerte, lo que evidencia inadecuada preparación de alimentos. Lo anterior, unido a niveles bajos de nutrición, pudieron provocar quiebres de la curva gradual del crecimiento demográfico. En efecto, de 94 tumbas excavadas, 58 son adultos o jóvenes maduros y 36 son párvulos y neonatos. Estas observaciones las hemos realizado en otros cementerios con el fin de correlacionar antecedentes de nutrición, calidad y extensión de cultivos, procedencia de la dieta, fluctuaciones de la mortalidad, etc.

Recientes análisis hechos por L.R. Williams en coprolitos (deposiciones antiguas) permitieron determinar la presencia de polen de maíz en campamentos arcaicos ubicados cerca de Caserones, datados entre los 4.680 a 2.830 años A.C. Suponemos que ese maíz no subsistió hasta la llegada de los primeros grupos productores de alimentos y que los primeros asentamientos con cerámica trajeron e introdujeron nuevas variedades más productivas.


Ciclo anual

Las evidencias arqueológicas señaladas y otros antecedentes recogidos en el curso de la investigación, nos permitieron tener un calendario bastante pormenorizado, y en cierto modo exacto, de las actividades anuales realizadas por los habitantes de Caserones. Sabemos, por ejemplo, que tareas como recolección de plantas no estacionales, caza de avifauna, crianza de llamas y otros mamíferos, faenamiento de animales y el regadío, eran hechas todos los meses; en cambio la cosecha, recolección de algarrobo y tamarugo y la parición de las llamas eran actividades de enero y febrero. Del mismo modo hemos podido jerarquizar las labores artesanales, de tráfico, preparación de medios de producción, construcción, tareas domésticas y actividades ceremoniales.

Los registros e indagaciones que hemos hecho tienden a documentar la hipótesis sobre temprana adaptación humana y desarrollo agrario inicial en uno de los valles típicos del desierto chileno. Los resultados no sólo apoyaron la comprensión de la interacción hombre-naturaleza, expresada a través del planteamiento de un habitat singular, sino que además se clasificaron importantes cambios socioculturales derivados de esta temprana sedentarización. Nuestros datos mostraron segmentos más tempranos del proceso que llamamos "agriculturización" y que implica la sucesión de logros cultígenos prehistóricos que llevan a fijar asentamientos eficientes que aún hoy siguen articulando el área. En el aspecto educativo, la posibilidad de restauración parcial y puesta en valor del poblado, incluyendo un museo de sitio, vendría a ilustrar aspectos culturales desconocidos de Chile, en donde aún para enseñar formas de vida sedentarias se recurre a mostrar campesinos europeos con arados y bueyes... La sociedad rural del desierto chileno vivía en aldeas y producía alimentos desde mil años antes de Cristo. Este proyecto de larga trayectoria tratará de conocer lo que ocurrió en el habitat de Caserones para comprender mejor los esfuerzos adaptativo - productivos posteriores. Sin estos aportes, los asentamientos contemporáneos podrían aparecer despegados de una matriz autóctona que marcó, como se ha visto, una dirección trascendental visible hasta hoy.



Lautaro Núñez A.

Universidad del Norte, Antofagasta
(1981)


Para saber más


1. Núñez, L.: Caserones, una aldea prehistórica del Norte de Chile. Estudios Arqueológicos No 1, U. de Chile, Antofagasta. 1966.

2. -True D., Núñez L. y Núñez P.: Archaeological investigatioin in Northern Chile, Proyect Tarapacá. Am. Antiquity 35, 2:170 -184, 1970.


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