Islas Diego Ramírez, avanzada chilena en el Pacífico Austral
( Publicado en Revista Creces, Noviembre 1981 )

Son éstas y no el Cabo de Hornos el verdadero fin meridional de América. Durante dos meses y medio se observó y censó a las aves del lugar.

Las famosas Rámirez, fundamentalmente conocidas por los antiguos navegantes a vela al tener que circunnavegar entonces nuestro continente, están conformadas por doce islotes y tres islas. Un grupo numeroso y menor en superficie se ubica al norte; el otro es mayor y está 3,5 km más al sur. En este último grupo se localiza la Isla Gonzalo, que cobija al refugio de la Armada Nacional.

Con buen tiempo (primavera y verano) las islas se reconocen desde lejos por millares de aves que revolotean o planean en sus alrededores ante un incesante, fuerte e inseguro viento. Contrasta esta concentrada multitud con los 160 km previos, recorridos desde que dejamos la región archipiélago del "continente", más al norte. Contrariamente a lo que se ha escrito e informado, son éstas y no Cabo de Hornos el verdadero fin meridional de nuestra loca geografía y de Sudamérica. Distan sólo 430 km (Paso de Drake) de las Islas Shetland del Sur, parte septentrional de la Antártica.

Antes de nuestra llegada, acompañado por el Profesor Guillermo Marcelo Riveros, de la U. de Valparaíso, habían prospectado la isla aparentemente J. Weddell a comienzos de los 1800; un explorador pansubantártico francés, Aubert de la Rue, en noviembre de 1958, y el botánico chileno E. Pisano, en enero de 1972. Las últimas visitas no se prolongaron más allá de dos horas, tiempo durante el cual se realizan en general los relevos del personal de la Armada, que son usuales cada cuatro meses mientras el estado de la mar lo permita. Sin duda que tienen que haberse producido otras visitas previas, pues la tumba de un inglés, Ansell Thomes, muerto en septiembre de 1832, lo testimonia.

El archipiélago fue descubierto bastante antes de la llegada de Weddell por los hermanos García de Nodal, náufragos y codiciosos loberos, en febrero de 1619, quienes perpetúan el nombre del cosmógrato que los acompañaba. Las islas mayores llevan los nombres de los hermanos, Bartolomé y Gonzalo.

Fueron pocos los días que nos permitieron observar tierra al norte, distante en alrededor de 100 km. Expuestas en pleno mar brumoso las islas son barridas permanentemente por los vientos que alcanzan velocidades medias mensuales de hasta 43 km por hora.

Estos soplan preferentemente del W o N, generalmente en combinación, y mantienen tales exposiciones topográficas de las islas dificultosas para la navegación. El sector Este, en cambio está bastante protegido y las aguas contrastan por la gran densidad de algas del género Macrocystis.

Nuestra estadía se prolongó por dos meses y medio, en un viaje patrocinado por el Instituto Antártico Chileno. Durante ese tiempo estuvimos acompañados por tres miembros de la Armada, todos de la especialidad de radiotelegrafía.

La llegada a la isla, a mitad de diciembre de 1980, fue biológicamente algo tardía, pues casi todas las especies de aves, nuestro objetivo de estudio prioritario, ya habían incubado sus huevos y estaban en crianza de polluelos. También los lobos finos ya habrían dado a luz a sus "popitos". En total, detectamos 16 especies de aves nidificantes, 25 visitantes y 3 especies de mamíferos, todos lobos de mar, más el elefante marino.


¿Cómo se reproducen estos animales sobre estas islas aparentemente tan inhóspitas?

Al acercarnos al archipiélago nos llamó la atención su color verde, incluso, más de cerca, plateado y con un movimiento ondulante. Fue entonces cuando supimos que no había en realidad flora arbórea, ni aún arbustiva, pero sí dominaba una gramínea (Poa flavellata), gruesa champa, a veces de dos metros de altura y con un largo dosel o cabellera. Es la vegetación que el botánico Pisano describiera fitogeográficamente a priori como gramíneo-turbosa subantártica. Tal vegetación constituye un colchón turboso, formado por detritus de la misma planta, que alcanza hasta más de un metro de profundidad. Las caminatas y excursiones entre este dosel vegetal poco común, nos resultaron dificultosas y húmedas. Entre las champas existen múltiples corredores a veces muy apisonados, otras veces pantanosos y con traicioneras oquedades. Andar allí era una hazaña. Y precisamente ése es el hábitat de la fauna mayor: albatros sobre champas, pingüinos de cresta amarilla en medio de ese cojín; pingüinos de Magallanes, yuncos y el petrel azul cavador (Halobaena caerulea), en cuevas y túneles bajo la tierra. Cormoranes (Phalacrocorax atriceps), gaviotas (Larus dominicanus), pingüinos Macaroni (Eudyptes chrysolophus), churrete austral (Cinclodes antarcticus maculirostris) y salteadores pardos lo hacen en planicies rocosas, acantilados o salientes inalcanzables. Los lobos finos se desplazan sobre superficies rocosas o pendientes, y a veces invaden y destruyen también la cubierta vegetal.

La gran mayoría de las aves son activas de día (en verano hay entre 18 a 20 horas de luz), pero en la corta penumbra austral la cantidad de aves es aún mayor y por tanto aumenta la actividad. Millares de petreles azules y yuncos llegan en la oscuridad luego de recoger el sustento del día para sus polluelos, que aguardan bien protegidos y hambrientos en cuevas del colchón turbal. El petrel azul es un hallazgo importante, pues no se sabía con certeza dónde nidificaba, habiéndo sido registrado con frecuencia en el Paso de Drake por diversos ornitólogos.

Nuestra misión consistió antes que nada en identificar y censar las especies de aves presentes en la isla, tanto residentes como visitantes. ¡Qué tarea! Las aves en la superficie pudieron ser enumeradas por arduo conteo directo. Aquellas que viven entre champas hubo que estimarlas sobre la base de censos de tipo "en franja", extrapolando esos datos sobre la superficie conocida de nidificación mediante delimitación sobre mapas y dibujos adecuados. Más dificultoso resultó cuantificar la densidad de petreles azules y yuncos que nidificaban en túneles bajo la superficie. Esto se ejecutó haciendo una excavación en el terreno (calicata) de 1x1x1 m (con profundidad). Se encontraron a lo menos dos parejas de aves en ese volumen turbal. Por otra parte se contabilizaron todos los túneles activos (e inactivos) en 25 M2, en cinco sectores y exposiciones diferentes, para complementar y promediar densidades. Una tercera alternativa fue mediante el uso de redes ornitológicas nocturnas; en media hora podíamos capturar a lo menos 27 petreles azules y cinco yuncos.

Para tener una representación biológica de las islas se colectaron muestras botánicas (tierra y mar), geológicas, zoológicas de litoral y fauna del suelo terrestre. En total se embalsamaron 38 pieles de aves y se analizaron por contenido estomacal, sexo y estado reproductivo al menos 50 ejemplares más. Se midieron alrededor de otros 300. Todo este material fue colectado fundamentalmente en Isla Gonzalo; las visitas a los islotes e islas restantes fueron esporádicas, con recorrido completo y con ayuda de un bote de goma Zodiak con motor fuera de borda.


¿Para qué investigar en ese lugar y por qué tanto interés por su avifauna?

Primero, las islas Diego Ramírez son, entre las islas subantárticas, las más desconocidas. Por estar cerca del continente sudamericano, más que las Islas Malvinas, pero relativamente aisladas, pueden presentar fauna con sorpresas zoogeográficas. Por último, por compromisos ecológicos internacionales, era imprescindible dar a conocer su fauna de aves, con número estimado de individuos y biomasa. De esta forma se podían observar variaciones en la estructura y función en las zonas marginales del ecosistema antártico (al norte de la convergencia antártica) y completar la visión faunística del complejo insular "Arco de Scotia".

Las dudas se están aclarando, pues se ha observado que la gran mayoría de las especies de aves son de origen magallánico y se distribuyen de hecho también más al Norte. En cuanto al número de individuos, las relaciones cambian y se observa una dominancia de la fauna ornitológica de tipo subantártica; lo mismo sucede en lo que se refiere a la ponderación por peso (biomasa). La similitud de fauna de aves es significativa con las Islas Malvinas y Georgia del Sur, e incluso con aquellas tan lejanas como Islas Marion, en el cuadrante sudafricano. Las aves poseen diferencias en sus dietas y ritmos reproductivos al ser comparadas con esas otras localidades. Todas estas discrepancias obligan al análisis y desde ya podemos predecir que, por lo menos en algo, el cuadro zoogeográfico austral tenderá a mortificarse por estos y otros descubrimientos recientes en el fin meridional de Sudamérica.


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