La fascinación por interpretar la ciencia
( Publicado en Revista Creces, Septiembre 1981 )

Crecen las publicaciones y programas científicos en los países desarrollados, haciendo nacer una reverencia por las maravillas que la ciencia ha creado. Sin embargo, si no somos capaces de comprenderla, ni entender los cambios que ella posibilita, nos veremos abrumados y hasta destruidos por ellos mismos.

Repentinamente, los norteamericanos se ven "fascinados" por la ciencia, como quien lo está por una gran belleza, gracia, inteligencia, algo pintoresco; atrapados en su hechizo y "fascinados" como lo estaría un ratón indefenso, encogido ante la mirada hipnotizante de una serpiente. Los norteamericanos miran a la ciencia con reverencia por las maravillas que ha derramado sobre nosotros, y con terror por los horrores que ha creado. Sentimos que si no llegamos a comprender la ciencia y los cambios que ella ha hecho posibles, nos encontraremos aplastados, y aun más, destruidos por estos cambios.

Esta fascinación explica el auge del interés actual en todo aspecto de la ciencia, tanto realidad como ficción.

En la televisión, la ciencia seria ha tenido atracción taquillera. Las revistas y los periódicos han demostrado estar no menos interesados del asunto. En algo que parece haber acontecido por generación espontánea, un nuevo grupo de revistas científicas para el lector general que habrían aparecido en los años 80: Science 80, Next, Discover (de Time, Inc.), y de Penthouse (en todo lugar), Omni, que combina ciencia real con ciencia-ficción. Además había en el "nuevo" New York Times una sección semanal especial de nombre simplemente "Ciencia".

En años anteriores la ciencia-ficción era considerada como el género menos popular en el cine o en la letra impresa. Las grandes atracciones de Hollywood han sido las "novelas del espacio", tales como" La guerra de las galaxias" y "El Imperio contraataca". Y si puedo hacer alusión (sonrojándome un poco) personal, diré que entre los 218 libros que he publicado en los últimos 30 años, hay como unos 50 de ciencia-ficción y 120 de realidad científica, y que lejos de mermar su popularidad, creo que hasta el presente están en demanda cada vez creciente al aumentar el auditorio de lectores más y más.


Surge el científico

Esta fascinación abrumante con la ciencia es estrictamente un fenómeno contemporáneo. Nunca hubo algo semejante en el pasado. Es verdad que siempre ha habido científicos profesionales que se consumieron en ella y algunos aficionados que juguetearon con ella, pero la inmensa mayoría era indiferente.

Los europeos y los norteamericanos que vivieron durante la era industrial del siglo diecinueve estaban tenuemente conscientes de la existencia de la ciencia. Lo que realmente afectó sus vidas cotidianas y despertaba su vivo interés eran los "inventos". La gente se percataba claramente de los cambios producidos en la sociedad y en sus vidas cotidianas por cosas tales como la fuerza del vapor de agua, la locomotora, el telégrafo, el teléfono, la luz eléctrica, la máquina de coser. En la opinión general éstos no eran el resultado de la ciencia, sino de la capacidad inventora de hombres listos, a los cuales no se les miraba como científicos (quienes no lo eran realmente en el sentido estricto del término).

Sin embargo, hubo hombres de ciencia como André-Marie Ampére, que hizo trabajos sobre la matemática de la electrodinámica una generación antes de que Tomás Alva Edison usara la electrodinámica en muchos de sus inventos. Por cada uno que haya oído hablar de Ampére, es fácil imaginar que haya habido 100.000 que hayan oído de Edison. Lo que es más, de aquellos que hayan oído hablar de Edison, muy pocos comprenderán la relación con Ampére, o que puedan ver que Ampére tenía que haber precedido a Edison, porque fueron los descubrimientos de Ampére los que hicieron posibles las hazañas de Edison.

Sin lugar a dudas, un fenómeno típico del siglo veinte la visión de que la ciencia, y no solamente la necesidad, es la madre de los inventos, así como lo es la percatación de que la ciencia puede llevar a la destrucción y la retrogresión tanto como al avance y al progreso.


El aspecto destructivo

Bien puede ser que el primer vislumbre del significado y posibilidades de la ciencia (como algo distintivo al "invento") en lo que concierne al público en general, haya sido desgraciadamente su lado horroroso. Sucedió en 1915, al ser usado gas venenoso en la Primera Guerra Mundial. Esto fue claramente un paso de desarrollo científico, dentro del campo de la química; un descubrimiento espantoso sin valor socialmente redentor, ya que no contribuyó a ganar la guerra para ninguno de los bandos. Antes de que el año 1915 llegara a su fin, ambos bandos estaban usando gas venenoso, que a ninguno dio ventaja, sino solamente agigantó el terror y la miseria para ambos ejércitos.

El espanto no fue olvidado. Aunque no se usó gas venenoso en la Segunda Guerra Mundial, porque ninguno de los dos bandos ganaría cosa alguna, siempre se incluyeron las inevitables máscaras antigás en las preparaciones de defensa civil. Pero dicha conflagración nos trajo en 1945 la bomba atómica. Ante su aparición el gas venenoso mismo se sobrecogió de espanto; y la bomba nuclear, con mayor razón y claridad que el horror anterior, era la progenie de la ciencia.


Cientistas inventores

En la generación posterior a la Segunda Guerra Mundial, la ciencia ha continuado produciendo sus maravillas y sus horrores. La televisión y los aviones de propulsión a chorro son inventos en el sentido usado en el siglo diecinueve; pero hoy en día es claro que tanto la electrónica como la aeronáutica son ciencias, y que el público saca conclusiones de la conexión habida.

El desarrollo de la física del estado sólido ha logrado el transistor y todos sus descendientes ultraminiaturizados, y nos han dado generación tras generación de computadoras en rápida sucesión, cada una siendo más pequeña, más barata y más versátil que la anterior. Sólo alguien increíblemente ingenuo pudiera pensar que estas computadoras son el producto de reparadores improvisados dotados con un poco de ingenio.

No podemos simplemente explicar la exploración del espacio diciendo que el cohete no es otra cosa que un invento chino de la Edad Media. Un cohete, no importa cuan grande o poderoso, sería meramente un proyectil que ascendió y nunca regresó a Tierra (por lo menos por algunos años). Lo que cuenta es la telemetría, los dispositivos miniaturizados, las células solares que hacen que el satélite o aparato investigador responda a nuestras órdenes y sea un humilde transmisor de información.

Tampoco hay duda en la mente de la gente de que si nuestros problemas han de encontrar una solución -o si empeorarán- será a través de los canales de la ciencia y la tecnología. No importa si se está a favor o en contra de la tecnología para llegar a la conclusión de que los problemas complicados a los que tenemos que hacerles frente están más allá del alcance de la mera inventiva humana.


Domina, el que maneja la tecnología

Si se va a resolver la crisis de la energía por medio del descubrimiento y utilización de nuevas fuentes (¿fusión? ¿energía solar en el espacio? ¿energía geotérmica?¿ biomasa?), será el avance de la ciencia lo que hará posible la solución teórica como práctica.

De la misma manera se depende de la ciencia para descubrir soluciones a los problemas de contaminación nuclear y química y a los nuevos problemas causados por los avances en ingeniería genética. Estados Unidos está consciente de que uno de los factores de su poder en el mundo ha sido su liderazgo en la ciencia y la tecnología computadores, la microelectrónica, física subatómica, laseos y así sucesivamente.

En pocas palabras, desde 1945 ha cambiado la visión que el público ha tenido de la ciencia. La ciencia ya no es una remota disciplina practicada por profesores distraídos y gente excéntrica con pelo largo, quienes hablan un idioma que nadie entiende sino sólo ellos mismos. En su lugar, se mira a la ciencia como un asunto de vida o muerte, a los científicos como salvadores o como destructores, a quienes es importante poder entender, y quienes tienen que responder por lo que hacen. Los norteamericanos comienzan a entender que la ciencia, para parafrasear a Georges Clemenceau, el político francés, "es demasiado importante para que sea dejada en manos de los científicos".

Esta cuestión de vida o muerte que hay en la ciencia nos hace estar ansiosos, si no desesperados por entender la ciencia. Nos hace también anhelar creaciones fantásticas sobre la ciencia -la ciencia-ficción- donde los problemas causados por la ciencia son maravillosamente dominados por la ciencia en el futuro.


La válvula de la ficción

La ciencia-ficción, por supuesto, no es ciencia. Cuando más, la ciencia-ficción contiene un germen de ciencia que puede formar solamente una porción poco importante en el todo, ya que el interés en cualquier relato gira concentrado en torno a la gente dentro de él, o en sus hazañas o reacciones. Tal ciencia que se incluye o discute en cuentos de ciencia-ficción estará, mayormente, simplificada sobremanera, modificada o distorsionada por causa de la trama. Por esta razón, la ciencia puede estar (por la fragilidad humana) completamente errada, gracias a la ignorancia del escritor, quien raras veces es un científico.

Pero, bien o mal, la aparente ciencia en la ciencia-ficción revela nuestra angustia sobre hacia dónde nos están llevando a pasos acelerados los desarrollos científicos que han hecho posible e inevitable el cambio.

A medida que el tiempo ha pasado, el ritmo de avance científico y tecnológico ha continuado creciendo. Los cambios se han estado pisando los talones unos a otros de tal modo que ha sido casi imposible absorberlos a todos. Muy posiblemente la crisis fundamental de nuestro tiempo sea que carecemos de la capacidad de reconocer el cambio, y aceptarlo cuando viene.

Aun más, aunque nos disguste el cambio y sea resistido, vendría de todos modos, y si en última instancia es ignorado tercamente, nos aplastará con su presencia. Gústenos o no, el cambio debe ser un factor en nuestros cálculos, y particularmente en la juventud se ven señales de estar cada vez más percatados de ello.

Puede ser que debido a esto es que aparece una nota curiosa de deterioro e irrelevancia en el centro de la corriente literaria de ficción actual conocida como "realista". Mientras que la literatura de ficción trata con el aquí y el ahora, la juventud de hoy tiene que reconocerla como tan sólo una graciosa reliquia del ayer. Quizás sea también por eso que la mayoría de las formas de ficción popular han estado decayendo por una generación; por qué hay tan poco de ficción en las revistas; por qué el cuento corto está casi muerto; por qué novelas de primera impresión son más difíciles de publicar que nunca antes.


El ritmo del cambio

No puede ser sólo el efecto de la televisión, porque en este mismo período, la ciencia-ficción (la que aparece en letra de imprenta) ha estado en continuo crescendo, tanto en forma de cuentos cortos como de novelas.

No es que la ciencia ficción sea una manera precisa de predecir el futuro. El historial profético del escritor de ciencia-ficción, aunque sea mejor que el de cualquier otro, es todavía muy anémico. Sin embargo, todo cuento de ciencia-ficción da por sentado una cosa en común, y es que el futuro será diferente a nuestro presente, y esta predicción, cuando menos, es cierta en alto grado. Esta asunción básica que hace a la ciencia-ficción distintiva, la hace también ser relevante.

No es del todo probable que los lectores de ciencia ficción, en general, hayan estado razonando sobre todo esto y que entonces, en conclusión, se hayan convertido en lectores de dichos temas. Lo más probable es que escasamente se encuentre alguno que haya actuado así. Sin embargo, hay un desasosiego general flotando en el aire sobre el ritmo y el inevitable cambio, y la ciencia-ficción ayuda a hacer más llevaderas tales preocupaciones.

Uno pudiera preguntarse si esta angustia sobre la ciencia y la resultante fascinación con la ciencia real y la de ficción nos ayudará a aceptar, a entender y a encauzar los cambios a los cuales tenemos. Ojalá que adquiriésemos de esta plétora de libros, revistas, películas y series de televisión, algunas técnicas que nos ayuden a resolver las formidables crisis de nuestro tiempo.


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