Salares del norte, Salar de Infieles
( Publicado en Revista Creces, Marzo 1982 )
Dos expediciones con fines científicos, económicos y culturales se habrían realizado en menos de un año a olvidados salares de la Tercera Región donde moraron pastores y cazadores prehispánicos. En murallas rocosas del salar de Infieles y a orillas del helado cuerpo de agua, dejaron pinturas rupestres que el tiempo conserva como mudo mensaje de la historia humana.
Desde que don Diego de Almagro llegó al Valle de Copiapó en 1535, el descubrimiento de nuestra tierra no ha cesado hasta la fecha. Después de casi 450 años y con las ayudas técnicas, no es mucho más lo que sabemos de nuestro suelo, relieve, climas, geología y presencia del hombre a través de los siglos. De allí que cuando planeamos llevar adelante una expedición desde Copiapó hacia el sector del Salar de los Infieles, encontramos mucho apoyo, pero más de alguien comentó en voz baja: están locos. No hay cómo llegar a esos salares por los caminos de la Tercera Región. Se van a perder... Precisamente porque científica y estratégicamente se nos colocaba como un desafío, fue que emprendimos una expedición en que no sólo llegamos y volvimos sin tropiezo alguno, sino que nos permitió conocer más a fondo lo que encierran las soledades altiplánicas donde una vez el hombre tuvo a un salar como corredor y morada.
Pero antes de participarles lo que fue nuestra misión, digamos dos palabras sobre la III Región de Atacama.
La Región de Atacama se ubica en el norte de Chile, entre aproximadamente los 25°30` y 29°30` Iat. S y limita con el Océano Pacífico por el Oeste, con Argentina al Este y por el Norte y Sur con las regiones II y IV de Antofagasta y Coquimbo, respectivamente.
En su ancho de 150 a 250 km se distinguen morfológicamente cinco unidades que corresponden, de Oeste a Este, a la Cordillera de la Costa (con alturas superiores a 2000 m sobre el nivel del mar); una depresión central longitudinal; la Precordillera con alturas de hasta 6000 m y la Cordillera de los Andes propiamente tal, con volcanes que se elevan a casi 7000 m; en la mitad norte de la región se observa, entre las dos últimas estructuras, el sector de la Puna.
El clima imperante en toda la región de Atacama es árido. De Oeste a Este los rasgos morfológicos inciden en una variación del clima de desértico con nublados abundantes, a desértico normal y desértico marginal de altura; en la zona de la Puna se deja sentir a intervalos de años el clima de estepa de altura que provoca lluvias torrenciales de verano. Los elementos más destacados de la geografía de la III Región son la presencia de altas y nevadas cumbres en la Cordillera de los Andes: el desaparecimiento gradual de la Cordillera de la Costa y de la Depresión Intermedia, que son reemplazados por los Valles Transversales; la existencia de cursos hídricos que llegan al mar; las características de transición de sus suelos; la concurrencia de lluvias estacionales y la ubicación frente a su litoral de los más importantes territorios insulares chilenos.
Chañaral arriba
Sin embargo, la morfología de la Provincia de Chañaral, en especial de su zona cordillerana, es un tanto diferente al resto de la III Región. Hacia el Oeste la Cordillera de la Costa continúa con formas parecidas al relieve de la II Región, con quebradas que atraviesan el área. Esta zona costera carece totalmente de salares. Al interior de Chañaral, sin embargo, aparece el gran valle longitudinal: el llano de Diego de Almagro (antes Pueblo Hundido). Hacia el Este el llano o la pampa suben lentamente y se prolongan entre los cerros del sector de Potrerillos, alcanzando la alta Cordillera de los Andes.
Más arriba de Potrerillos aparecen formaciones interesantes: los salares. Sus nombres, de norte a sur, son Gorbea, Aguas Amargas, Salar de la Isla, Salar de Aguilar, de las Parinas, de Infieles, Pedernales, Salar Grande, de Piedra Parada, de Maricunga y Salar Wheelwright. La mayoría de ellos es de difícil acceso por tierra, salvo Pedernales. Infieles, destino de nuestra expedición, no había sido abordado hasta nuestra llegada por un acceso que arrancase de la III Región. Precisamente los fotógrafos de ese entonces de revista Creces, Juan Domingo Marinello y Jossiane Bonefoy, llegaron algunos meses antes que nosotros utilizando el acceso que brinda el desierto desde la II Región, en una osada aventura que partió desde Estación Catalina, al interior de Taltal.
El volcán de Doña Inés domina, imponente, el panorama de los salares. A sus pies está el de Pedernales, en tanto Infieles se esconde 20 km al norte, en los faldeos que miran hacia el macizo andino. De superficie más reducida que el anterior (3.400 há), ocupa el fondo de una depresión profunda intercalada entre cerros de origen exclusivamente volcánico. Tiene dos aguadas en la orilla occidental; en la que tiene agua potable aparecen tobas volcánicas riolíticas y es allí donde se ubican las pinturas rupestres que motivan el presente informe.
Los salares de la Puna de Atacama presentan aspectos variados, caprichosos y a veces desconcertantes. Existen zonas extensas cubiertas por una arcilla clara rica en cloruro de sodio, con superficies onduladas de hasta 25 cm de altura. En otras partes asoman tablas delgadas de sal blanca con bordes afilados por la corrosión del viento y del agua.
Desde hace varios años se han venido realizando estudios sobre manifestaciones de petróleo en torno a estos salares, especialmente en el de Pedernales. Ya en 1932 A. Hemmer publicó los primeros resultados sobre manifestaciones de petróleo al norte de Potrerillos, al que luego siguieron los estudios de O. Wenzel en 1938 y J. Bruggen en 1946. ENAP investigó el sector sin resultados definitivos. Es probable que desde ahora las promesas de los salares no sean ya por petróleo sino por el litio de sus salmueras.
Parte la expedición
El viaje desde Copiapó a Infieles se realizó en mayo de 1981 y en él participaron Gerardo Rivera, geólogo de Serplac; Manuel Reyes, geólogo de Codelco El Salvador; los médicos Juan Mendoza, Fernando Bertoglia y Waldo Renedo; Alejandro Moreno, abogado y mayor de Ejército; Oscar Cuadra, guía; Angel Durán, arqueólogo del Museo Regional de Atacama; Danilio Goic, arquitecto; Frank Rivera, Arturo Ferreira y Patricio Garrido, ayudantes, y el autor de esta crónica. El propósito de la expedición era amplio: abrir la ruta a Infieles por la III Región y evaluar en terreno los recursos del área tanto arqueológicos, turísticos, culturales y comerciales. Para cumplir estos propósitos el grupo contó con la valiosa ayuda del Intendente Regional y la dirección de Codelco.
Luego de dejar atrás Potrerillos nos encontramos con la estación de Montandón, desde donde arranca la matriz que lleva el agua a la antigua fundición de cobre. En lo que fue el poblado de Pedernales subsisten las ruinas de la ex compañía boratera inglesa, con murallones construidos de adobes hechos con un material poroso y blanco abundante en el sector. En la década del sesenta la ENAP construyó un camino hacia el Salar de Pedernales con el fin de prospectar dichos terrenos, sin embargo dicha ruta no convino a nuestros propósitos por ser pantanosa. En nuestro viaje detuvo el andar del grupo el río La Sal, en el que desemboca un canal de desagüe subterráneo construido por ingenieros de la ex Andes Copper Mining Company, propietaria de Potrerillos. Un poco más allá y en los faldeos del cerro de Doña Inés (en recuerdo de la compañera de Valdivia), las Vegas de Agua Helada guardan testimonios de haber sido un centro obligado de reunión para arrieros, exploradores y seguramente indígenas en épocas prehistóricas. Todos los buscadores de petróleo, bórax y azufre del siglo XIX y comienzos del siglo XX mencionan esta importante aguada que los proveía del vital elemento junto al pasto para sus animales.
Pero nuestro destino no era estas vegas sino el Salar de Infieles, 15 kilómetros hacia el nororiente. El camino se angostó demasiado y nos encontramos sólo con la huella donde seguramente pasaron en otros tiempos recuas de animales. Los vehículos no podían seguir adelante, sin embargo los que hicieron el viaje en moto lograron trasponer una alta quebrada con pendientes de hasta 45° y a unos 4.200 metros de altura. Desde allí fuimos bajando hasta Infieles, que está a 3.550 m. En el NW del salar encontramos un sitio de gran interés arqueológico.
La temperatura del aire a la mañana siguiente a nuestro arribo era de 22° bajo cero: un desafío para la vida del ser humano en esos parajes.
Pinturas rupestres
Sobre las paredes alisadas de un manto de toba blanca ubicamos manifestaciones de pinturas rupestres, testimonio del arte parietal indígena. El viento, la nieve y el agua han dejado sus huellas sobre los dibujos y el escurrimiento a través de la toba ha formado una pátina sobre la cual aparecen trazos de pinturas a base de óxido ferroso. El compuesto parece haber actuado como un protector frente a las inclemencias de los elementos.
Las figuras son antropomorfas -figuras humanas- además de signos y grecas. Las primeras corresponden a varios hombres con túnicas, tocados de pluma sobre sus cabezas. Por delante del cuerpo aparecen dos lanzas o boleadoras. Algunas de estas formas tienen la mano derecha en alto con tres dedos extendidos, en tanto la izquierda está abajo y recuerda a una figura que encontramos en el valle de Copiapó (Sector La Puerta) frente a un palacete incaico denominado "El sacrificador". Dicho personaje tiene en su mano derecha un hacha y en su izquierda una cabeza humana.
En otro panel distinguimos una mujer grávida ataviada con un ropaje salpicado de puntos, semejando adornos.
Las figuras geométricas corresponden a grecas muy similares a los de la cultura Diaguita, que no sólo se enraizó en la actual IV Región sino que extendió su influencia bastante más al norte. Esto podría darnos algunas referencias respecto a quiénes confeccionaron estas pinturas, sin embargo no somos categóricos en nuestra afirmación ya que en el Norte de Chile todas estas manifestaciones pertenecen a épocas tardías, en especial del denominado "Desarrollo Regional", que estaría conseguido con la cultura Diaguita (900 a 1450 después de Cristo).
Sobre un alero apreciamos una figura geométrica representando, a nuestro parecer, dos bumerangs superpuestos. ¿Se trataría del signo del agua?.
En esta toba volcánica existen también tres o cuatro aleros naturales que seguramente fueron utilizados por los indígenas y posteriormente por grupos de pastores (presumiblemente collas) y exploradores. En sus paredes se inscriben las fechas 1804, 1881, 1886 y de comienzos del siglo actual. Adosados a la toba se encuentran pircas de piedra utilizadas como modernos refugios con restos recientes de hollín, tarros y huesos de camélidos cortados con sierras.
Taller Lítico
En el sector norte del salar y junto a unos pajonales aparece un conglomerado de estructuras semicirculares de típico patrón andino. En su interior encontramos desechos líticos (lascas, esquirlas, etc.), los que vuelven a aparecer en formaciones similares diseminadas en las orillas del salar y en los faldeos de los cerros vecinos. En muchos de ellos ubicamos esquirlas, raspadores, núcleos, módulos, cuchillos y puntas en proceso, todo lo cual nos lleva a pensar que se trata de talleres líticos. El material usado para la confección de las herramientas corresponde a basalto, pedernal, andesita, obsidiana cristalina y cuarzo en general.
El salar conforma, por otra parte, un medio ecológico favorable para la vida silvestre de animales andinos, que, seguramente, sirvieron de presa para los cazadores prehispánicos. En nuestro viaje divisamos una manada de vicuñas y guanacos; golondrinas de cordillera, perdices, otras aves menores y el esqueleto de un zorro en las orillas del salar. En Pedernales nos esperaban avestruces y las estilizadas parinas. Para la subsistencia de estas especies se cuenta con pajonales y ojos de agua dulce. Desde la Colonia y hasta nuestros días estos nichos ecológicos han sido utilizados por los posibles descendientes de los indígenas, los "collitas" como se autodenominan, y que hasta hoy practican la trashumancia con el pastoreo estacional de ganado caprino.
En los momentos en que concluimos la redacción de esta crónica, una nueva expedición -más numerosa y con mayor interés en aspectos científicos, económicos y culturales- se encontró en la región de los salares. La autoridad regional y ciudadanos entusiastas interesados en allegar nuevos antecedentes sobre la importancia múltiple de tales parajes. Sin duda que el estímulo de nuevos conocimientos que se obtengan beneficiara a Chile.
SUBDESARROLLO SOCIAL
El 28 de noviembre de 1981 y con ocasión de la clausura de la XXIV Reunión Anual de la Sociedad de Biología de Chile (Punta de Tralca), el investigador norteamericano Dr. R.J. Blandau trajo a nuestro país una exclusividad mundial: una película hecha por él sobre fertilización in vitro donde se podían apreciar, segundo a segundo, los detalles de este trascendental proceso. Horas más tarde y en circunstancias que el científico recorría una playa del sector, desconocidos sustrajeron la única copia del film sin que aparezca hasta la fecha. La película debía ser exhibida, al día siguiente, ante centenares de asistentes al Congreso Chileno de Ginecología y Obstetricia, quienes lamentaron -con mucho de vergüenza ajena- lo acaecido.
Una situación similar afecto al Dr. Juan Carlos Castilla en la playa del balneario Las Cruces, mientras realizaba trabajos de terreno. Desconocidos le sustrajeron una máquina fotográfica submarina, útiles de investigación y el manuscrito de un trabajo que se enviaría a publicación en breve y del cual no habría más copia que la robada.
El Dr. Igor Saavedra, Premio Nacional de Ciencias, quien sufrió la desaparición de su portadocumentos en donde -al igual que en el caso anterior- había un borrador de otro manuscrito, el que no pudo ser recuperado.
Tres hechos, tres baldones que llenan de oprobio nuestro ser cultural trasunto de un subdesarrollo social y mental que estamos lejos de haber superado.
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Miguel Cervellino Giannoni
Arqueólogo
Museo Regional de Atacama