La familia como factor de riesgo
( Publicado en Revista Creces, Julio 1992 )

Los avances espectaculares en las cifras de mortalidad infantil logradas en nuestro país se deben, en buena medida, a la disminución de las muertes entre los recién nacidos y niños menores de un año. La sub-especialidad denominada perinatología fue la heroína en esta victoria de la medicina en las últimas décadas. Hoy surge una nueva aproximación: la adolescentología, que pretende seguir la trayectoria de generaciones anteriores de pediatras y especialistas de salud pública, ayudando a los jóvenes a adoptar estilos de vida saludable.

El estudio de la posible correlación entre disfuncionalidad familiar y aparición de conductas de riesgo en el adolescente se ha venido desarrollando desde hace más de una década en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Los resultados de estas investigaciones han permitido el diseño de intervenciones que eviten tal disfuncionalidad, dado que, sin duda, el camino a un desarrollo psicosocial sano del adolescente atraviesa por un funcionamiento familiar activo y enriquecedor. Desde este punto de vista, la mejor manera de prevenir la drogadicción, la delincuencia o el embarazo temprano adolescente es promover un funcionamiento familiar adecuado.

Entre los diferentes rasgos en común que comparten el período de recién nacido y la adolescencia, se encuentra el tratarse de etapas de crecimiento rápido, en las cuales el tránsito a otro período es crucial para la salud posterior del sujeto. Así como un recién nacido con problemas de alimentación puede transformarse en un niño enfermizo, un adolescente que no aprende conductas protectoras para su salud puede llegar a ser un adulto con una enfermedad crónica. Los estilos de vida juveniles son, dado lo anterior, una de las áreas de más estudio e investigación entre los especialistas en adolescencia. ¿Qué se entiende por estilo de vida? El concepto engloba, entre otras, conductas referentes a hábitos nutricionales y de ingesta de sustancias químicas; a la cantidad de ejercicio y actividad física realizadas; a la conducta de acercamiento entre los sexos y sus consecuencias reproductivas. Cuando estas conductas protegen la salud del joven, en el corto y largo plazo, hablamos de conductas protectoras. Si no lo hacen, hablamos de conductas riesgosas para la salud,

La trampa de las conductas riesgosas es que sus consecuencias nocivas surgen, a veces, en el muy largo plazo, y que su efecto inmediato es, en muchas ocasiones, placentero. El caso del alcohol, es ilustrativo al respecto. Se requieren de años de ingesta sostenida de alcohol para dañar al hígado y desarrollar una cirrosis hepática, o para producir una pérdida irreparable de neuronas. El agrado de tomarse un trago con los amigos parece ser un gusto inofensivo, pero comienza así un hábito al que se recurrirá una y otra vez en la juventud y vida adulta, a veces en cantidades crecientes. Similares consideraciones se aplican al fumar cigarrillo o desarrollar una actividad sexual precoz,

El adolescentólogo se interesa en ayudar a los propios jóvenes en la promoción de estilos de vida sanos, más que en prevenir enfermedades específicas. El período pre-adolescente (de los 10 a los 14 años) ha sido identificado como especialmente importante en la adquisición de costumbres alimentarlas apropiadas, y de aprender a decir no al consumo de alcohol, cigarrillo y otras drogas. Se ha aprendido, así mismo, que estos hábitos sanos se adquieren mejor cuando son promovidos por los propios jóvenes: una de las características de la adolescencia es el desconfiar de los adultos y conceder gran importancia a la opinión de los amigos de la misma edad. Lo anterior hace que las "brigadas de salud" y otras iniciativas desarrolladas por los jóvenes con apoyo de profesores o padres, sean especialmente interesantes.


Los jóvenes y la salud de la familia

¿Qué preocupa a los jóvenes? Demasiadas veces tenemos opiniones e información acerca de cuáles son las preocupaciones y temores de los adultos en cuanto a sus hijos adolescentes. La drogadicción, la sexualidad precoz, la delincuencia, son todos temas frecuentes de programas diseñados por adultos para ser aplicados en grupos juveniles. El Centro de Estudios de Salud del Adolescente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile ha realizado varios estudios desde la perspectiva opuesta, averiguando cuáles son las preocupaciones de los mismos jóvenes y las perspectivas que estos tienen sobre su propia salud.

Estos estudios revelan que la gran mayoría de los jóvenes está preocupada alrededor de temas muy diferentes a los antes mencionados. Su futuro, sus estudios y su familia son temas mucho más frecuentemente mencionados por los adolescentes estudiados que las drogas, el sexo o el delito. La preocupación por el futuro y los estudios es comprensible ya que acceder a la vida adulta en un período de cambio sociocultural tan rápido como el nuestro es sin duda difícil. La sensación de que el sistema educacional actual no prepara adecuadamente para los desafíos de un mundo laboral cada vez más sofisticado tecnológicamente es frecuente entre la gente joven. El futuro es, comprensiblemente, un tema ligado por ellos a cómo encontrar una inserción en un mundo adulto que es visto como diferente y a veces rechazante. La planificación de su vida adulta es por ello un área de extrema importancia para muchos adolescentes, El desarrollo sano, tanto físico como psicosocial, es un camino concreto para llevar un período adulto satisfactorio.

La familia es otra temática importante para nuestros jóvenes. Tal como en el caso anterior, esta preocupación se basa en los problemas que experimenta la familia como institución hoy día, Los jóvenes mejor que nadie resienten en carne propia los conflictos conyugales entre sus padres, especialmente cuando éstos llegan a la separación. Los problemas de comunicación con los hijos, los desórdenes emocionales, o el consumo de sustancias químicas por los padres son otras causas de disfuncionalidad en la familia que afectan directamente a los hijos adolescentes. En una de las investigaciones se encontró un mucho mayor consumo de sustancias químicas, tanto legales (alcohol y tabaco) como ¡legales (marihuana y cocaína) entre adolescentes de Santiago metropolitano que provenían de familias disfuncionales, al compararlos con aquellos que integraban familias que funcionaban bien.

Tal como en las jóvenes predominan los síntomas emocionales, en los hombres adolescentes predominan las conductas de riesgo. El consumo de alcohol, los actos antisociales y la actividad sexual temprana son más propias de hombres que de mujeres. Estas conductas tienden a concentrarse en un subgrupo de varones, que presentan múltiples conductas de riesgo a la vez. La así denominada "personalidad psicopática" se evidencia por primera vez en esta etapa de la vida, con problemas de rendimiento y ausentismos escolares, dificultades interpersonales y tendencia a rechazar y ser rechazado por la sociedad.

El tratamiento de los hombres con conductas de riesgo múltiple y las mujeres con sintomatología emocional severa es complejo. Esto hace que los expertos coincidan en que la respuesta más definitiva sea la de la prevención, a través de abrir canales de crecimiento adecuados para los jóvenes. Ya señalamos que una familia estable, madura y preocupada por sus hijos adolescentes es la mejor defensa frente a los desórdenes emotivos o conductas desviadas juveniles. Desafortunadamente, muchas veces éstas surgen cuando la familia es ya disfuncional o lisa y llanamente no existe. Los dos sistemas más próximos de apoyo, después de la familia, son la escuela y la comunidad local.

Los profesores y los adultos responsables de grupos y actividades juveniles en el barrio o vecindad tienen por lo anterior, un rol central en la prevención de problemas juveniles,


La familia como factor de riesgo

Los objetivos de uno de nuestros estudios recientes fueron medir la prevalencia de conductas de riesgo para la salud en adolescentes escolares de la Región Metropolitana de Santiago de Chile, entendiendo como conductas de riesgo el consumo frecuente de cigarrillo, alcohol y el consumo de drogas ilegales, así como actividades antisociales como robo. agresividad individual o colectiva, y el vandalismo, En segundo lugar se quiso medir la prevalencia de disfuncionalidad familiar en los mismos adolescentes, entendiendo como tal la presencia de alcoholismo tratado, psicopatología que llevó a hospitalización, y separación matrimonial entre los padres, Finalmente se pretendió estudiar la existencia de una asociación entre disfuncionalidad familiar y la manifestación de conductas de riesgo en los mismos adolescentes.

La población objetivo de este estudio fue un universo de aproximadamente 365.425 adolescentes escolares del Gran Santiago, desde séptimo básico a cuarto medio, con edades entre 10 y 19 años, pertenecientes a colegios municipalizados y particulares subvencionados. Esta muestra corresponde al 80 por ciento de la población total de esos escolares de la Región Metropolitana.


Resultados

La muestra estudiada estuvo conformada por un 43 por ciento de hombres y 57 por ciento de mujeres, que tenían entre 10-12 años (4 por ciento), 13-15 (41 por ciento), 16-18 (52 por ciento) y 18-20 (3 por ciento). El consumo global de cigarrillo apareció en el 53.1 por ciento de los jóvenes; de alcohol en el 54.1 por ciento; de marihuana en el 12.8 por ciento; de anfetaminas en el 4.2 por ciento; de cocaína en el 2.5 por ciento; de inhalantes en el 0.9 por ciento, y de otras drogas en el 5.8 por ciento. El consumo de todas estas sustancias era mayor entre los hombres que entre las mujeres, con excepción del cigarrillo, que fue consumido por el 55.3 por ciento de las mujeres y el 52 por ciento de los hombres. El consumo de sustancias aumentó sustancialmente después de los 15 años, El consumo frecuente (mensual o más) fue del 1.7 por ciento para el cigarrillo y el muy frecuente (semanal o más) fue de 29.9 por ciento. Cifras equivalentes para el alcohol fueron 5.7 y 9.9 por ciento; marihuana 1.8 y 3.5 por ciento; anfetaminas 0.7 y 0.8 por ciento, cocaína 0.05 y 0.45 por ciento, y otras drogas 0.6 y 1.1 por ciento. Presentaron conductas antisociales de tipo vandalismo (destrucción de propiedad) el 34.8 por ciento de los hombres y el 16.8 por ciento de las mujeres), Agresión individual el 60.8 por ciento de los hombres y 34.1 por ciento de las mujeres, y robos el 1 7.5 por ciento de los hombres y el 11.9 por ciento de las mujeres. Se consignó disfunción familiar de tipo separación de los padres en el 18.3 por ciento de los escolares encuestados, de antecedentes de problemas psiquiátricos en el 5.4 por ciento de los padres, y de tratamiento por alcoholismo en el 4 por ciento de ellos. Las conductas de riesgo fueron mayores en forma estadísticamente significativa entre los hijos de padres con alguna de las disfunciones anteriores: consumió cigarrillos el 60.8 por ciento de los hijos de familias disfuncionales, en comparación al 50.9 por ciento de los de familias no disfuncionales. Los porcentajes equivalentes para consumo de alcohol fueron 59 y 52.3 por ciento, para consumo de drogas, 20.9 y 15.5 por ciento, y para conductas antisociales 66.1 y 61.8 por ciento.

El futuro, los estudios y la familia son, entonces, las áreas de mayor preocupación para los jóvenes. Cuando esta preocupación sobrepasa cierto nivel, surgen síntomas emocionales, tales como angustia, depresión o insomnio, más a menudo, ideas suicidas, consumo de drogas o conductas antisociales, en una minoría de casos. La angustia, la depresión y el insomnio, en nuestros estudios son mayores en el sexo femenino, especialmente entre los 15 y 19 años. La mujer joven parece, por lo tanto, estar en una posición de especial vulnerabilidad emocional en comparación al sexo masculino. Mucho de la psicología diferencial entre los sexos surge de las diversas oportunidades que cada cultura ofrece a hombres y mujeres.

El compromiso e idealismo de los jóvenes puede entonces canalizarse en un sentido positivo. Más que campañas "anti-drogas" o "anti-SIDA", los adolescentes quieren hacer actividades en pro de un futuro más sano, con más oportunidades laborales, o de un medio ambiente más limpio. Lo anterior no quita que exista un sub-grupo de jóvenes, minoritario pero significativo, que incurre desde temprano en conductas riesgosas. En ese sentido es siempre necesario que los adultos que trabajan con jóvenes sepan reconocer que quienes fuman o beben alcohol en exceso, consumen marihuana o cocaína, tienen una vida sedentaria, o una actividad sexual precoz, están en mayor riesgo -en el sentido estadístico- de presentar a la corta o a la larga consecuencias nocivas para la salud. Este segmento -minoritario pero altamente publicitado de nuestros adolescentes debe ser atendido por programas de salud escolar en los propios establecimientos educacionales, por los consultorios del nivel primario de salud, o por los diferentes centros -gubernamentales o no- que se han organizado en el último tiempo. Es importante conocer cuales son estos puntos de derivación en cada localidad geográfica de nuestro país.

La mayoría de nuestros jóvenes no requieren de tratamiento, ni de ser estigmatizados negativamente como delincuentes, drogadictos o psicópatas. Requieren oportunidades de organizarse, de labrar su propio destino, y de crecer adoptando estilos de vida sanos.

(Artículo aparecido en Creces 1992, pág. 24)



Dr.Ramón Florenzzano U.

Facultad de Medicina, Div. Cs. Médicas Oriente
Depto. de Psiquiatría y Salud Mental

Universidad de Chile



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