Enseñándole a caminar a la medula espinal
( Publicado en Revista Creces, Julio 1998 )

Hasta ahora los pacientes con lesiones de la médula espinal debían resignarse para siempre a la postración en una silla de ruedas. La atención médica se restringía sólo a reforzar algunos músculos con ejercicios y mantener su flexibilidad. Ahora hay posibilidades ciertas para ayudarlos a pararse y dar algunos pasos.

Son frecuentes los accidentes que lesionan a la médula espinal, desconectándola del cerebro. Como consecuencia, el paciente se postra para siempre en una silla de ruedas, ya que se produce una parálisis de sus extremidades. Este pronóstico hasta ahora sin alternativas, parece estar cambiando, ya que recientes investigaciones demuestran que con un adecuado entrenamiento existen posibilidades de recuperación, aún cuando son limitadas. En todo caso, le permite pararse, dar algunos pasos e incluso subir algunas gradas de las escaleras, lo que para él pasa a ser de gran trascendencia.

Contrariamente a lo que el dogma afirma, la sección de la médula en gatos no impide que este de nuevo aprenda a caminar. Algunos datos demuestran que la médula espinal posee circuitos neuronales autónomos, que adecuadamente entrenados, pueden entrar en función y así permitir la locomoción (fig. l). Ello también se ha ensayado en pacientes que han sufrido una sección de la médula y los resultados también demuestran alguna recuperación.

Las primeras experiencias se han desarrollado en gatos, a los que se ha cortado la conexión entre la médula y el cerebro. Luego los investigadores han activado la médula espinal con inyecciones de Ldopa, un precursor de uno de los neurotransmisores principales, la nor-adrenalina. Lo interesante es que han encontrado que las neuronas que descargan los músculos flectores de las piernas se activan en forma alternada con las que la extienden. Concluyen que la médula espinal es un "generador de ritmos" para la locomoción, y que actúan independientemente del cerebro, como lo hacen las contracciones cardíacas.

Sten Griliner un neuropsicólogo del Karolinska Instituto en Estocolmo, trabajando con gatitos a los que se secciona la médula, demuestran que posteriormente al ejercitarlos pueden caminar bien. También lo han logrado con gatos adultos, pero en un comienzo necesitan que se les ayude a balancearse y soportar su propio peso.

En 1987 Hughes Barbeau en la Universidad McGill en Montreal, observaron dramáticas mejorías de los gatos si se les entrenaba a caminar en una correa sin fin. Al principio hay que levantarlos de la cola para ayudarlos, pero posteriormente llegan a ser capaces de soportar su propio peso. Más tarde aprenden a mover sus patas hasta dar pasos naturales. A su vez, los músculos de las piernas exhiben un patrón normal de actividad eléctrica. Con estos experimentos los investigadores comprobaron que lo que los gatos podían aprender dependía exactamente de los estímulos sensoriales que recibían. "Si usted enseña a un gato a dar los pasos, aprende a dar los pasos. Si le enseña a mantenerse de pie, aprende a mantenerse de pie", concluye el investigador.


Que se ha hecho con los humanos

A pesar de estos exitosos resultados en gatos, los clínicos pensaban que ello no se lograba con los humanos. Con todo, Barbeau comunicó en 1989 su experiencia con 10 pacientes a los que entrenaba en la correa sin fin, usando arneses que le ayudaban a soportar un 40% del peso de su cuerpo. Después de seis semanas de entrenamiento el progreso fue significativo. Pocos médicos dieron importancia a estos primeros estudios, tal vez porque los casos eran pocos y no había un grupo control. Pero más tarde, en 1994 Blair Calancie del Proyecto Miami para Curar Parálisis, publicó un caso de un paciente que había tenido una sección de la médula 17 años antes. Una semana después de comenzar los ejercicios para enseñarle a caminar, el paciente señaló que una noche mientras estaba acostado de espalda, sus piernas súbitamente comenzaron a caminar. Calancie concluyó que estos movimientos no eran controlados por el cerebro, sino que nacían de la propia médula espinal, y que los músculos extensores y flexores se estimulaban alternativamente con la regularidad de un reloj.

Desde entonces han sido varios los investigadores que han constatado que la médula espinal genera un patrón de estímulos eléctricos, cuando el enfermo se somete a ejercicios de caminar. Ya son numerosas las publicaciones que relatan éxitos, aún en pacientes tetraplegicos (parálisis de las cuatro extremidades) (Science, vol 279, Enero 16, pág. 321, 1998). Lo interesante es que la intensidad de la respuesta muscular depende en gran medida de la carga que soporten sus piernas. A mayor carga, mayor actividad eléctrica se genera. Es decir, estímulos sensoriales, incluyendo el peso, hacen que la médula orqueste el mecanismo deambulatorio. Todo ello ha despertado gran interés y por ello se han perfeccionado notoriamente los métodos de entrenamiento. Recientemente Rosignol y colaboradores de la Universidad McGill publican en el "Journal of Neurophysiology", un trabajo en que utilizan la droga llamada "clonidina" que según ellos ayuda a la médula a desarrollar el patrón locomotivo. La experiencia la realizan en gatos a los que se ha seccionado la médula, observando que si al entrenamiento se agrega esta droga, los gatos aprenden a caminar en una semana, lo que anteriormente tomaba entre tres a cuatro semanas. Ahora los autores se preparan para repetir la experiencia en humanos y esperan tener los mismos resultados.

En resumen, el conseguir que los pacientes se logren parar y dar algunos pasos, aún cuando no logren recuperar la marcha completamente, es para ellos de gran trascendencia, ya que con ello logran un grado importante de independencia.


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