Impotencia masculina
( Publicado en Revista Creces, Mayo 1984 )

La felicidad de la pareja humana pasa por entre la normal igualdad orgánica y emocional del hombre y de la mujer para cumplir su función reproductiva. Pacientes tratamientos médicos ayudan hoy a buena parte de los hombres incapacitados para superar sus anomalías, restableciendo el equilibrio sicológico frente a la mujer.

Priapus personificaba entre los griegos la deidad del apetito erótico y los romanos lo mantuvieron, con el mismo nombre, como el dios de la virilidad y la generación. Se cuenta de él que era tan feo al nacer que su madre, Afrodita, no lo quiso y debió ser criado por pastores. A pesar de su fealdad, corrompió a todas las mujeres de Lamsaca llegando a ser amo y señor de forestas y jardines. Las jóvenes y adultas de entonces le temían y deseaban. En la mitología de Chiloé, el "Trauco" asume funciones más o menos parecidas: como un duende de los bosques ayuda a las muchachas o las embaraza contra su voluntad. El folclore campesino habla del "picado de la araña" para referirse al hombre que anda siempre detrás de las mujeres. Tal vez el término se deba a que la picadura de la araña del trigo produce en los adultos, entre otras cosas, una erección continua y dolorosa del pene que se conoce como Priapismo.

La impotencia masculina - el contraste fisiológico a toda la fábula señalada- es un problema bastante más frecuente que pocas veces merece un comentario científico con propósitos de divulgación. A menudo está vinculado a la aparición de serios problemas sicológicos en el hombre y reporta una causa frecuente de distorsión en las relaciones de la pareja, llevando incluso al fracaso de algunos matrimonios.


Las causas

Tanto por la referencia mitológica e histórica como por el conocimiento acumulado por la medicina, el problema es tan antiguo como el hombre. Impotencia es la incapacidad para realizar el coito y entre sus causas cabe destacar la disminución, ausencia o anormalidad del erotismo; los trastornos en la erección ocasionados por lesiones nerviosas y vasculares, intoxicaciones por drogas, diabetes y gota, enfermedades del sistema nervioso (Mal de Parkinson) o daños en los genitales. Es interesante distinguir entre impotencia y esterilidad, es decir la incapacidad de procrear aunque el coito sea posible.

El mecanismo por el cual se produce la erección obedece a una compleja y sincronizada suma de procesos nerviosos. Se inicia a través de un mecanismo tanto psicológico como neurológico, y por estímulos sensoriales. Cuando los componentes sicológicos y emocionales están bien sincronizados, fluye la sangre a los cuerpos cavernosos del pene, tejido esponjoso ubicado a ambos lados de la uretra y ello produce la erección. El pene dispone de tres columnas de tejido eréctil que se repletan de sangre durante períodos normales de excitación. Este "llenado" o ingurgitación del tejido eréctil y la erección subsiguiente depende no sólo de la constricción de la salida venosa sino - en gran parte- de la dilatación arterial y del aumento del riego sanguíneo sin cambio en la presión arterial.

Hasta hace algunos años, los especialistas estimaban que el 90% de las impotencias masculinas se debían a problemas sicológicos, ya fueran depresivos, de ansiedad o temor frente al sexo opuesto. Ahora se ha descubierto que existen muchas otras causas aparte de las psicológicas. Al contar con mejores herramientas y métodos diagnósticos, se ha podido comprobar que cerca de la mitad de las impotencias se deben a causas orgánicas, y lo que es más importante, muchas tienen tratamiento médico o quirúrgico. Tres de cada cuatro hombres que padecen de este problema -estiman los médicos- pueden actualmente recibir una ayuda positiva a su mal.

En 1979, el Dr. Richard Spak y sus colaboradores presentaron sus experiencias en la Universidad de Harvard, Estados Unidos, donde se incluyó a 105 hombres aquejados de impotencia. De ellos, 37 tenían alteraciones endocrinas y al recibir una atención adecuada, 33 pudieron volver a la normalidad (89%). Tal vez de esta observación fue que partió un nuevo enfoque del problema de la impotencia.


Diagnóstico

Para aclarar el diagnóstico, se comienza haciendo una cuidadosa anamnesis (historia clínica) del paciente, incluyendo algunas pruebas psicológicas. Luego sigue un exhaustivo examen clínico, concentrándose en los genitales y factores vasculares y neurológicos que pueden estar condicionando el proceso. Un dato muy importante es indagar la erección que normalmente se produce durante el sueño (en forma corriente y a veces sin que se dé cuenta, un hombre tiene entre cuatro y siete erecciones durante el sueño). Si tal erección se produce y es lo suficientemente firme como para asegurar la penetración, quiere decir que la impotencia se debe a factores emocionales y no orgánicos, ya que el mecanismo de la erección estaría indemne.

Para poder comprobar estas erecciones nocturnas, el paciente debe dormir en un laboratorio especial, con toda la instrumentación adecuada. Para ello se conecta al pene una camisa especial que detecta y registra el grado y rigidez de la erección durante el período del sueño.

Una segunda prueba desarrollada se conoce como "Biosomics Interface Digital Diagnosis System". Utiliza un aparato que produce la estimulación de las terminaciones nerviosas intrarrectales, que se regulan normalmente con la erección. Si con esto no se produce la erección, entonces se buscan alteraciones neurológicas. Para ello se utilizan diversos exámenes:


  • Ultrasonido: evalúa la llegada de sangre al pene.

  • Arteriograma: se logra inyectando colorantes en el torrente circulatorio y detectándolos por medio de Rayos X. Con ello puede explorarse el estado de los vasos sanguíneos que llevan la sangre al pene y que producen la erección.

  • Estudio del mecanismo neurológico, lo que se logra buscando el reflejo sacral, que mide la actividad eléctrica de los nervios que afectan la función del pene.

  • Finalmente, si todo resulta negativo, es necesaria una radiografía del cráneo, para buscar alteraciones de la glándula hipófisis, localizada en la base del cráneo. Esta glándula envía y recibe normalmente mensajes químicos desde las glándulas sexuales y de otras glándulas endocrinas.

Una vez que el diagnóstico se ha completado, se consideran las medidas terapéuticas. Muchas veces la impotencia se debe al efecto colateral de drogas como las que se usan para bajar la presión arterial o tranquilizantes. Pueden éstas substituirse y el problema se soluciona inmediatamente.

Entre un 5 y un 10% de los casos, la impotencia se debe a desajustes hormonales. Estos son de dos tipos: generados por una disminución de la hormona masculina "testosterona" o por un exceso de prolactina (una hormona normalmente producida por la hipófisis). En el primer caso, se administra testosterona y en el segundo el tratamiento recurre a otra droga (Bromocriptina), que inhibe la secreción de prolactina.

Cuando la impotencia se debe a bloqueo de los vasos sanguíneos, la cirugía vascular puede aumentar el flujo de sangre que va al pene. Desgraciadamente no siempre se tiene éxito y por el contrario puede suceder que se produzca una erección permanente.


Implantes

Si la impotencia es secuela de una alteración física, si no responde al tratamiento ya señalado o si el paciente sufre problemas psicológicos que no se han podido solucionar, puede existir la opción del "implante de pene".

Ya se han realizado más de 100 mil de estos implantes. La mayor parte ha recaído en pacientes jóvenes o de edad mediana que gozan de buena salud. Un buen número de hombres más viejos han tenido también resultados positivos según los especialistas.

Existen dos tipos de implantes. Los primeros fueron prótesis semirrigidas, consistentes en un par de varillas injertadas quirúrgicamente a lo largo del pene. Eran muy inconvenientes porque producían una erección mecánica permanente y no natural. Hoy los modelos se han corregido y están hechos de un alambre de plata, enrollado en forma de resorte, y cubierto con silicona y teflón. Este modelo es flexible y puede doblarse.

El segundo tipo consiste en un implante inflable, que levanta el pene por medio de una pequeña bomba hidráulica. Para ello, el sistema lleva un líquido que se almacena en un depósito colocado dentro del abdomen. La bomba se ubica en el escroto (bolsa testicular), en tanto en el pene se insertan dos cilindros. Cuando se desea una erección, el paciente presiona la bomba y ésta se produce.

El nuevo sistema semirrígido descrito tiene un alto costo y requiere de tres días de hospitalización. El método de la bomba es más caro, y se requieren más días de hospitalización. La prótesis ha probado ser una ayuda real para este problema que llega a producir verdaderos complejos. Más del 90% de las parejas en que el marido ha tenido un implante reportan conformidad con los resultados.

Pero la ciencia sigue progresando y es muy posible que pronto se pueda contar con aparatos que no necesiten de cirugía. Así por ejemplo, se está ensayando un dispositivo que se coloca en el recto (de 10 cm de largo por uno de diámetro). Se maneja por control remoto y estimula los nervios que pasan por esta región y que controlan la erección del pene. Los resultados hasta ahora han sido muy promisorios. Sigamos confiando en la ciencia antes que esperar los milagros de Priapus.


Bioquímica sexual

En el ser humano los centros sexuales se localizan principalmente en la zona del encéfalo llamada sistema límbico, y en especial en el hipotálamo y la región preóptica. Este sistema también regula otras funciones como la conducta de autodefensa.

Existen núcleos neuronales cuya activación facilita la aparición del deseo sexual y otros que, al excitarlo, lo inhiben: el predominio de impulsos facilitadores o inhibidores determinará la aparición del deseo sexual. Tanto unos como otros son impulsos eléctricos que necesitan sustancias químicas específicas para su trasmisión sináptica. La dopamina funciona como neurotrasmisor de los centros facilitadores y la 5-hidroxitriptamina (5-HT) como neurotrasmisor inhibidor. Hemos hablado indistintamente de ellos a propósito de la bioquímica de la depresión.

La aparición del deseo puede modificarse mediante la administración de fármacos que bloqueen o faciliten la acción de los neurotransmisores. Por ejemplo, la L-Dopa (Dioxifenil alanina levógira), fármaco usado extensamente en el tratamiento de la Enfermedad de Parkinson, y la paraclorofenilalanina (PCPA), que bloquea el efecto de la 5-HT, incrementan el deseo sexual en los pacientes quienes son administrados; no obstante, la aplicación específica en los problemas de la disfunción sexual aún no está comprobada.

Por su parte, los andrógenos -en particular la testosterona- son necesarios para la aparición del deseo sexual tanto en el hombre como en la mujer. Parece que obran sobre las neuronas hipotalámicas, permitiendo que los neurotransmisores actúen. No hace mucho se encontró que la hormona liberadora de la hormona luteinizante (LHRH), producida en el hipotálamo, propicia la aparición del deseo.



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