Para saber si esto era cierto, investigadores americanos decidieron comparar piojos americanos, con piojos de Sabah (Malasia, Borneo). Casi todos los niños de Estados Unidos habían sido tratados previamente con piojicidas que contenían piretrin o permetrin, mientras que ninguno de los sabajianos habían estado expuestos a estos fármacos (Pallak R. y col. Archives of Pediatrics & Adolescent Medicine. 1999, vol. 153, pág. 969).

Los piojos obtenidos de esas cabezas fueron distribuidos en discos filtros que habían sido tratados previamente con cantidades variables de residuos de permetrin. Como control, a otros no se les trató. Luego en tiempos variables de contacto con los discos, los investigadores controlaron la actividad de los piojos. Aquellos que no fueron capaces de moverse como respuesta a estímulos, fueron considerados muertos. Los datos colectados fueron corregidos por los muertos del grupo control, con el objeto de calcular los muertos efectivamente debidos al piojicida.

Los resultados mostraron que el 40% de los piojos provenientes de niños de Sabah murieron después de una exposición a una concentración de 0.03% de permetrin, cifra que se elevó al 100% cuando fueron expuestos a una concentración de 0.3%. Por el contrario, sólo el 10% de los piojos de niños de Estados Unidos fallecieron, cualquiera que fuera la concentración del piojicida.

Los autores hacen notar que en Sabah no están disponibles los piojicidas en base a piretroides, mientras que en Estados Unidos se usan en gran cantidad. La otra conclusión es que los piojos americanos tampoco responden a dosis más elevadas de estos piojicidas.