Perdida de suelos cultivables causan alarma en expertos
( Publicado en "Avances del Conocimiento",
Lilian Duery, 1996, Editorial Antártica )
Cada año se están perdiendo 75 mil millones de toneladas métricas de tierra vegetal, lo que equivale a 12 mil millones de hectáreas de tierra arable.
La erosión y la merma de la productividad de los suelos, junto con el explosivo aumento demográfico, ponen en peligro la subsistencia de la humanidad.
David Pimentell, prestigioso profesor de la Universidad de Cornell, de EE.UU., y experto en economía agrícola, publicó en la revista Science (1995) un extenso estudio sobre el grave problema de la erosión está produciendo en las tierras de cultivo del mundo entero y, muy especialmente, en América Latina, Asia y Africa. El y sus colaboradores piensan que ello pone en peligro la futura disponibilidad de alimentos para la humanidad.
Para nadie es un secreto el crecimiento vegetativo de la población mundial y el desafío que ello envuelve para la futura alimentación del Hombre. Ya nos estamos acercando a los 6 mil millones de habitantes y la población sigue aumentando a un ritmo de 250 mil personas por día. Los optimistas creen que en los próximos 20 años se habrá sobrepasado los 7 mil millones de habitantes, mientras que los pesimistas sostienen que para esa fecha se estará bordeando los 10 mil millones.
El autor del estudio señala que para producir la cantidad adecuada de alimentos se requiere un promedio de 0,5 hectárea de tierra arable per cápita, y ya en la actualidad sólo habría disponible 0,27 hectárea. Según su pronóstico, en los próximos 40 años esta disponibilidad disminuiría a 0,14 hectárea per cápita, tanto debido al aumento demográfico proyectado como por el dramático incremento de la erosión que deja a la tierra inutilizable.
Hace ya casi dos siglos que el sociólogo inglés Maltus hizo igual tipo de vaticinio cuando afirmaba que la población estaba creciendo en proporción geométrica, mientras que la posibilidad de aumentar la producción de alimentos sólo podía hacerse en proporción aritmética. Su evaluación la realizó en base a la información que existía en la época y por eso es que se equivocó.
Después de él, se desencadenó una verdadera avalancha de conocimientos que, al aplicarlos, hicieron variar completamente las condiciones de vida del Hombre en el planeta. Es así como hasta hace algunos años, contrariamente a lo sostenido por Maltus, la producción mundial de alimentos siguió al explosivo crecimiento vegetativo de la población e incluso lo sobrepasó. Sin embargo, en los últimos años, esta tendencia se ha descontinuado y la situación ha tenido mayor impacto en los países pobres, que son precisamente los qué más rápidamente se multiplican.
Muchos confían en que nuevos conocimientos otra vez permitan un incremento sustantivo en la producción de alimentos. Tal es el caso de los avances que se están observando con el desarrollo de la biotecnología. Pero no se puede ser muy optimista, porque difícilmente se alcanzaría la cuantía de lo que sucedió con el advenimiento de la revolución industrial, como consecuencia de la introducción de fertilizantes, insecticidas, pesticidas, herbicidas y la mecanización de la agricultura. También por razones de costo, es poco probable que los nuevos progresos logren ser realmente utilizados por el mundo pobre, que es el que necesita aumentar la producción de alimentos.
Desprendimiento de suelos
Aproximadamente un tercio de la tierra agrícola del mundo está dedicada a los cultivos, en tanto que los dos tercios restantes a praderas y pastoreo. Según Pimentell, el 80% de los suelos cultivables está sufriendo el proceso de erosión en grados moderados o graves, porque el arar y remover la tierra repentinamente deja a ésta sin la cubierta vegetal protectora.
Pero la erosión también es resultado de la energía transmitida por las precipitaciones y los vientos. Las gotas de lluvia golpean el suelo vegetal con un efecto detonante, lanzando partículas de este recurso al aire que se transportan por el viento a miles de kilómetros de distancia. Por ejemplo, partículas provenientes de terrenos erosionados de África son impulsadas a Brasil y Florida. Asimismo, aquellas del suelo de China han sido detectadas en Hawai.
Más aún, "en una noche de lluvia intensa sobre terrenos arados y desprotegidos se pierden entre 10 y 15 toneladas de tierra cultivable por hectárea", dice Pimentell.
El problema empeora en terrenos cultivados en pendientes, donde la tierra es arrastrada por las aguas. Los bosques que cubren estos suelos están siendo talados para incrementar las tierras de cultivo, con el consiguiente aumento de la erosión.
La tierra viva
La tierra vegetal normalmente comprende un alto porcentaje de materia orgánica, hasta 100 toneladas en una hectárea cuando es de buena calidad. En ella, además, están presentes el nitrógeno y el fósforo que requieren las plantas para crecer.
Asimismo, la tierra de cultivo no es inerte. Muy por el contrario, en su interior hay una activa vida microscópica que reciclan los nutrientes básicos que necesitan las plantas y hacen posible los cultivos. Un metro cuadrado de tierra vegetal alberga hasta 200 mil artrópodos y miles de millones de microbios. Una hectárea de buen terreno vegetal contiene 1.000 kilos de gusanos, 1.000 kilos de artrópodos, 150 kilos de protozoos, 1.700 kilos de bacterias y 2.700 kilos de hongos.
Para que se forme y prospere esta vida poblacional y llegue a constituir una tierra vegetal de 2,5 centímetros de espesor, demora entre 200 y 1.000 años. Todo esto es lo que se pierde con la erosión. Estudios realizados en EE.UU. demuestran que en los últimos 200 años de cultivos intensivos la altura de la capa vegetal ha disminuido en dos tercios.
Erosión y productividad
Es preocupante la información que entrega la FAO acerca de la pérdida de la productividad de la Tierra observada en los últimos años. La producción de granos, que como promedio representa el 80% de la dieta promedio de los seres humanos, por primera vez en los últimos años, y a partir de 1984, ha estado disminuyendo en forma continua.
Los datos recogidos en EE.UU. señalan que los suelos afectados por la explotación permanente y la consecutiva erosión ha llevado a que el cultivo de maíz en Kentucky, Illinois, Indiana y Michigan haya decrecido en su productividad entre un 12 y un 20%. En las naciones pobres la merma de la productividad ha sido aún mayor. Por ejemplo, en Filipinas, por la erosión causada en los últimos años, la productividad ha disminuido en 80%.
Según Pimentell, cada año se están perdiendo 75 mil millones de toneladas métricas de tierra vegetal, lo que equivale a 12 mil millones de hectáreas de tierra arable. Sólo en EE.UU. ello significa una pérdida directa o indirecta de 44 mil millones de dólares anuales. Trasladada a nivel mundial, ésta se eleva a 400 mil millones de dólares anuales.
Todas estas cifras han generado una gran alarma. "Su magnitud está muy por encima de lo que hasta ahora habíamos sostenido", dice John Stierna, economista agrícola del Departamento de Agricultura de EE.UU. Frederik Troch, un experto en suelos de la Universidad de Iowa, cree que las cifras son exageradas. Sin embargo, Rattan Lal, de la Universidad del Estado de Ohio, también piensa que las cifras son ciertas y que incluso pueden ser mayores.
Pareciera no ser cierto lo que Scarlett O`Hara decía en la novela Lo que el viento se llevó: "La tierra es la única cosa que perdura en el mundo". Más bien parece que el viento se la lleva.
Lilian Duery Asfura