Futuro incierto para la energía nuclear
( Publicado en Revista Creces, Enero 1983 )

Las centrales nucleares tropiezan con muchas dificultades como para extender su funcionamiento en Estados Unidos. A las insalvables fallas técnicas y de destino de los derechos, se une la protesta ecologista.

Hace 40 años cuando ya era evidente la escasez de petróleo, la energía nuclear aparecía como una realidad tangible que podría al menos en parte substituir esa carencia. Hoy la substitución no parece tan fácil.

Durante los años 1969 a 1976 se inició un "boom" en la construcción de plantas atómicas, destinadas a producir electricidad La era parece llegar a su final. Son demasiados los problemas que han surgido.

Una planta de energía atómica destinada a producir electricidad, en principio, no es substantivamente diferente de una planta eléctrica movida por carbón o petróleo. En la primera se quema el combustible y el calor que se produce se usa para calentar agua. El agua se transforma en vapor y éste mueve una turbina. La turbina hace rotar un generador que provee electricidad y asi podemos encender la luz de la casa.

La única diferencia con una planta movida por energía nuclear es que en esta última el combustible no se quema. El resto del principio es el mismo. Algunos de los átomos de la fusión se dividen en partes, y se produce un proceso en que se transforma la masa en energía. Esto es lo que sucede cuando un átomo de U-235 (un isótopo del uranio) absorbe un neutrón y se transforma en U-236 que es muy inestable. El nuevo átomo casi instantáneamente se fragmenta en dos o mas partes, liberando más neutrones y ayudando a mantener una reacción en cadena.

Este proceso de fusión ibera energía cinética. Esta se convierte en calor por choques de los fragmentos con el material combustible circundante, dentro del recipiente. El calor generado calienta el agua a presión que circula en el interior del reactor. El calor del agua sobrecalentada se transfiere a otra agua por medio de un intercambiador de calor, la que se convierte en vapor y mueve una turbina (Fig. 1).

Los problemas que han surgido son de dos tipos: 1) Defectos tecnológicos e ineficiencia de las medidas de seguridad especialmente para prevenir el escurrimiento del material radiactivo que es muy peligroso para el hombre, y 2) la eliminación de los productos de desecho.


Medidas de seguridad

Aparentemente se extreman las medidas, para controlar la enorme presión, el calor y la irradiación generada. El contenedor de presión, en que va el combustible, es hecho de acero y pesa 400 toneladas, con paredes de casi 30cm de nacho. A su ves éste está protegido por fuera por una tremenda masa de concreto de dos metros de ancho.

La bomba que hace circular el agua sobre calentada mueve 183 metros cúbicos del líquido por minuto). Un reactor grande necesita 4 de estas bombas, que mueven una cantidad de agua semejante a la que consume diariamente la cuidad de Santiago.

Los intercambiadores de calor y los generadores de vapor son también enormes. Están constituidos por cilindros de 5 por 30 metros y contienen más de 70 kilómetros de tuberías, con un peso superior a las 300 toneladas.

Las plantas atómicas son enormes monstruos de acero y concreto, con grandes complejidades tecnológicas que son muy difíciles de controlar. Los problemas son tantos que en el Estado de Washington dos reactores ya terminados fueron descartados y lo mismo ocurrió a otros dos en el Estado de Oklahoma. Otros tres a medio construir se abandonaron en Alabama y Tennessee. La Comisión Reguladora Nuclear vaticina que 19 de 83 plantas en construcción serán suspendidas.

Todo parece indicar que en EE.UU. la construcción de plantas nucleares está muriendo. Desde el accidente ocurrido en Three Mile Island, ni una sola orden de construcción de plantas ha sido cursada. Han surgido muchos problemas pequeños que además se han visto exagerados por la prensa. Casi todas las semanas hay testimonios de nuevas dificultades: un reactor que no para cuando se supone que debe hacerlo; repuestos que han sido abandonados en su interior en forma descuidada, instalaciones erróneas, corrosiones que dejan escapes, etc. Recientemente un vocero del Ralfh Nader`s Public Citizen, de Washington, dijo que "el poder nuclear requiere de perfección y la gente no es perfecta. Es preferible abandonar esta tecnología".

Sin embargo, la decisión no es fácil, ya que en la actualidad el 11% del total de la electricidad generada en los Estados Unidos proviene del uranio (50% del carbón, 25% del petróleo y 14% de la energía hidroeléctrica). La demanda necesariamente tendría que seguir aumentando y las fuentes de energías convencionales ya están prácticamente agotadas.

Una de las fallas más serias estriba en el generador de vapor, que fácilmente sufre corrosiones que destruyen los tubos. El reemplazo de ellos tiene un altísimo costo. Una planta en Virginia y otra en Florida tuvieron que ser reparadas a un costo de 50 millones de dólares cada una. Con mucha frecuencia las tuberías de estos generadores sufren el llamado "Ataque intergranular" fruto del sarro que se acumula en su fondo.

Numerosos accidentes se han debido a que dentro del generador se dejaron abandonados un pedazo de plato, un alambre o una soldadura de electrodo. Estos objetos causaron daños mientras eran golpeados al ser arrastrados por el agua. Estos desgraciadamente no parecen accidentes aislados, si no más bien una regla.

Las murallas de concreto que renvuelven al núcleo del generador también han tenido problemas. Con el paso de los años, las murallas de acero se hacen progresivamente más débiles y quebradizas. Los neutrones que salen del centro, a gran velocidad, van rompiendo la estructura cristalina de los granos de metal. Se teme que con el correr de los años el tanque de presión podría romperse, debido al debilitamiento y al "shock térmico" por los cambios bruscos de temperatura, sin el correspondiente cambio de presión (constantemente deben pararse las plantas para revisión rutinaria).

Los reactores de agua caliente han sufrido numerosas fisuras en sus tuberías. Ya ocurrió un accidente de este tipo en la planta la Brouns Ferry de Alabama.

Mucho se teme y se especula por la liberación de elementos radioactivos y por los daños que provocaría en los seres humanos. Frente a cada problema se encuentra una nueva solución, pero ésta acarrea nuevos problemas tecnológicos. Desgraciadamente, la única forma de aprender de los errores es mediante catástrofes, y eso significa un costo muy alto.

Con todo los problemas que tanto se discuten en EE. UU. no parecen afectar al desarrollo de la industria nuclear en otros países. Los reactores nucleares ya están funcionando en 22 naciones totalizando 200 plantas.

Francia tiene el programa más ambicioso y actualmente 30 reactores abastecen el 40% de las necesidades de electricidad del país. Se espera que 53 plantas más estén funcionando en 1990. También han tenido accidentes, pero el programa está funcionando bajo estricta dependencia y control estatal. Los críticos tienen pocas oportunidades de hacer protestas publicas y los accidentes se silencian.

En Inglaterra funcionan 12 reactores y proporcionan el 12% de la electricidad. El Gobierno planea comenzar nuevas plantas en los próximos años. En la Alemania Occidental hay 15 reactores en funcionamiento y proporcionan el 20% de la electricidad. La Unión Soviética tiene 37 reactores, con el 25% de la electricidad. Los japoneses producen, por reacción atómica, el 12% de la electricidad. Ellos tienen el récord de mayor inseguridad. En un accidente del año 1981 descargaron una tonelada de agua radiactiva al mar.

En todos estos países es tarde para echar pie atrás, ya que para las plantas significaría un tremendo trastorno en la economía, que no tendría alternativas rápidas y posibles de solución.

Para nosotros esta vez ha sido bueno ir a la saga de la tecnología. Afortunadamente no se nos ocurrió construir una planta atómica; sólo hay 2 reactores de potencia. Habría sido absurdo, disponiendo de tanta energía hidroeléctrica aun sin explotar.


Radiación y eliminación de desperdicios

La mayor parte de las plantas atómicas construidas han sido diseñadas para que duren en operaciones entre 30 y 40 años. Después de este período deben ser reacondicionadas o desmanteladas. Una parte del problema es qué hacer con el material radiactivo.

Desgraciadamente el problema no reside en el resto de material combustible que quede. Mucho más preocupa qué hacer con las toneladas de acero y concreto que quedan contaminadas. Ellas han sido bombardeadas por partículas atómicas. Lo que constituye un evidente peligro para las generaciones futuras, ya que permanecerán radiactivas por millones de años.


El desecho

Estas enormes "catedrales pueden ser perfectamente demolidas, pero hay que considerar que se han hecho radiactivas ya sea por contaminación de su superficie o por activación directa de neutrones. Cada centímetro cuadrado del reactor es atacado por millones de millones de neutrones por segundo y esto durante 30 años. Las partículas penetran las paredes de acero e incluso son absorbidas por el concreto que protege de exterior produciendo activación de sus neutrones.

En el caso del acero inoxidable, en cuya aleación se ha usado cobalto, éste captura neutrones y queda contaminado. Después el cobalto emite electrones en forma de partículas beta y ondas electromagnéticas, llamados rayos gama. Las primeras partículas tienen poca penetrabilidad, pero los rayos gama atraviesan la piel y dañan las células y sus cromosomas.

El cobalto 60 del acero migra fuera de los reactores y puede ser arrastrado por el agua que se usa para enfriar. Dicho isótopo tiene una vida media de 4 meses (vida media es el tiempo que demora en decaer la mitad de su radiactividad). Esto quiere decir que para que sea totalmente inofensivo deben pasar 12 años.

Pero no sólo el cobalto es problema. También se activan otros materiales y son peligrosos por siglos. El niobio-94 también emite rayos gama y beta. El níquel-59 tiene una vida media de 90 mil años y durante todo ese tiempo está emitiendo rayos gama.

Podría pensarse en colocar estos materiales bajo tierra. Pero la erosión, los terremotos o el filtrado de aguas subterráneas pueden traerlo de nuevo a la superficie. Podrían enterrarse bajo capas de concreto frescas o epoxy, pero de acuerdo al Nuclear Regulatory Commission, la vida media de estos materiales excede en mucho cualquier estructura que pueda hacer el hombre.

De hecho, no hay ningún lugar seguro donde se puedan almacenar estas enormes masas de desperdicios. Si se guardaran en determinados lugares, cerca de los sitios en que se construyeron los reactores ¿quién se acordará después de 20 o 30 generaciones dónde se encuentran? En todo caso, si en el futuro se hallase una solución para almacenar tales desperdicios, ella tendría un costo muy elevado. ¿Tenemos derecho a dejarle esa cuenta a nuestros nietos? Nosotros utilizamos la energía, pero ellos tendrán que pagar la cuenta para borrar los desperdicios.


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