Gestación, parto y post parto. Un tríptico complejo
( Publicado en Revista Creces, Noviembre 1989 )

Luego de nueve meses de un proceso silencioso y solitario en el que un embrión se desarrolla en su continente maternal, se produce el alumbramiento, y con ello la ruptura de la unidad gestante. Este hecho expone a la madre a una inesperada dinámica síquica que deberá recomponer a fuerza de amor y voluntad materna. Este texto expone los efectos sobre la mujer y la sociedad del proceso a través del cual, continuamente, se reanuda la especie.

De las citas bíblicas, tal vez las más íntimamente incorporadas a la especie son aquellas del Génesis: el Creced y multiplicaos, precepto base del grupo humano atravesando la historia, y el anuncio de Dios sancionando a la Eva primordial, el Parirás en el dolor, nos acompañan como herencia propia a nuestro género.

La pareja humana inaugura la historia con esas citas y con una división primera del trabajo. Trabajo femenino gestador y administrador en la proliferación de semejantes que pueblen la tierra y trabajo masculino ganado "con el sudor de la frente", es decir, con el esfuerzo penoso y constante. La especie se caracteriza, pues, por su capacidad parlante y por la noción de trabajo, organizado y repartido en cada sexo.

Hombre y mujer, ambos gestadores en un hacer entrelazado, sedimentado constituyendo cultura.

Esa división arcaica de las fuerzas productivas ha dado motivo a muchas reflexiones. El sistema exogámico y la prohibición del incesto aparecen como elementos claves en los sistemas sociales que nos son más cercanos. Esta división, muchísimo más elaborada, condicionada y evolucionada por el transcurso progresivo de la historia y de la civilización, continúa vigente.

La hembra continúa portando los retoños a pesar de que el entorno general ha cambiado fuertemente. Las leyes del cuerpo han sufrido ciertas modificaciones, como asimismo las maneras filosóficas, médicas, sociales, de enfrentarse a los procesos orgánicos. El cuerpo como bios parece también impregnarse de los halos de cultura donde reside y se desarrolla; el individuo social es también cultura somatizada.

Los adelantos técnicos, científicos, permiten hoy una aproximación de gran eficacia al misterioso mundo biológico, y sin embargo siempre podemos decir que algo de maravilloso y de inefable continua persistiendo, más allá o más acá de una pantalla ecográfica.

La reproducción, como fenómeno, es siempre la misma y siempre singular. Muchas leguas de civilización, de elaboración, nos separan del hombre primitivo y del antiguo, del medieval y del renacentista. La gestación misteriosa y soterrada, oficio de mujeres entre mujeres, ha ida lentamente dejando las alcobas domésticas para convertirse en objeto de investigación científica y cuidados médicos específicos.


Histórico

Haciendo un gran paréntesis con la antigüedad, dónde son esencialmente las teorías humorales del Corpus Hypocraticum las que se difunden en la cuenca del Mediterránea, podemos decir que es a partir del siglo XV que se instaura en Europa un gran debate sobre los misterios de la generación. Las cirujanas empiezan a intervenir con frecuencia creciente en los alumbramientos; sus cuidados y sus investigaciones van a extenderse, poco a paco, también al ante-partum y al post-partum.

Este encuentro del saber médico con las mujeres, en los momentos más difíciles y más peligrosos de su vida genital, es de gran importancia: ello repercutirá en los sistemas ideológicos, en la deontología, en la práctica y en la mentalidad médica. De tal manera, el alumbramiento simboliza, sintetizándolos, todos los riesgos, todos los triunfos, todo el porvenir de la especie humana.


De la mujer gorda a la mujer encinta

La mujer que espera un hijo está gorda en el siglo XVI, pero está encinta en el siglo XVIII, sobre todo si pertenece a un medio distinguido. En cambio en el calificativo recubre una doble evolución: por una parte, una racionalización creciente del saber (científico, medico, humanista), y por otra, un control creciente y directivo respeto a la reproductora.

La racionalización del saber implica el retroceso de las creencias populares y religiosas. Ello permitirá a los médicos dominar el miedo y la desconfianza frente al sexo misterioso que porta la vida. Un proceso de estudio y elaboración que va desde la fijación de criterios acerca de la duración de la gestación, pasando por un interés creciente en el desarrollo del embrión, hasta un acercamiento a los humores y a la imaginación de la mujer encinta, se efectúa en conjunto.

La literatura popular, y también los textos antiguos, pretendían que el embarazo perturba el equilibrio de los humores, que la gravidez inquieta "los espíritus o soplos interiores", y que la imaginación de la embarazada puede producir las fantasías más inesperadas.

Frente a tales riesgos, los médicos de principios del siglo XVI recomiendan alejar de las embarazadas todo aquello que pueda desviar sus imaginarios. El pensamiento de la época iluminista, que se quiere racional, se vuelve hacia la gestante como ejemplo de "extrema sensibilidad en la volubilidad de sus órganos", oscurecimiento de la conciencia, estado de alienación, etc. El ser femenino no es culpable de estos trastornos momentáneos de sus órganos. La naturaleza es capaz de todos los excesos y se burla de las reglas sociales, jurídicas y morales. La mujer encinta deviene el pretexto de un cuestionamiento de todas las normas sociales y éticas. Diderot, muy influenciado por los criterios médicos de su tiempo, retendrá sobre todo la idea de que la mujer librada a los impulsos orgánicos "ha conservado la energía pura y desatada de la naturaleza".

Con los médicos fisiócratas y natalistas del siglo XVIII, la salud del embrión como niño potencial se vuelve un elemento base de la riqueza de la nación. La mujer y el niño por venir se transforman en símbolo de la nueva estructura social. Rousseau dirá que padre y madre contribuyen a formar los primeros ligamentos del nuevo ser pero es a la madre sola que el niño debe la contribución de un buen temperamento.


Actual

Hemos visto cómo, en el transcurso histórico, el proceso de gestación, los cuidados y primacías en su seguimiento acompañan la visión del mundo y del hombre: Nuestras sociedades contemporáneas también tienen sus maneras propias de englobar la reproducción; el avance científico, médico, y los saberes paralelos de otras ciencias, llamadas ciencias del hombre, confluyen en una noción más amplia y estructural para abordar el fenómeno gestacional el parto y el postparto.

Hoy, acercarse a la función de reproducción de la mujer supone encontrar incesantemente el retorno, la huella de situaciones anteriores, ya vividas, imaginadas o ensoñadas por la gestante. Las grandes experiencias de nuestra vida no son independientes las unas de las otras, sino eslabones de una cadena que es nuestra columna vertebral existencial. Muchas de estas huellas son traumáticas. Sobreponerse al pasado es una condición esencial de salud psíquica para todo ser humano; en este caso que nos ocupa, especialmente de la mujer gestante, sin este mecanismo de olvido y transformación las nuevas situaciones provocan nuevos traumas que se suman al capital dañado y - se sabe- capital lastimado produce a su vez brote lastimado.

El embarazo, el parto y el postparto son hechos biológicos, psicológicos, sociológicos, etnológicos. Esta multiplicidad de registros, dándose en forma simultánea, pocas veces la encontramos en otro proceso somático; una tal repercusión paralela y crucial tiene su raíz, seguramente, en el hecho de que el fenómenos se inscribe en la frontera de vida y de muerte, de sustracción y de adición, con que la especie se perpetúa. La vida engendra la muerte, y ésta a su vez la vida: ciclo natural, social, histórico. Para devenir padre o madre hay que dejar atrás el ser hijo. Es preciso abandonar la primacía filial por la primacía parental; esto, por obvio que parezca, no es simple.

Para la mujer este proceso señala su estadio último de desarrollo psíquico, somático, social y productivo. Un proceso silencioso que incuba conjuntamente embrión y continente maternal. En otras palabras, esto significa que las energías psíquicas y orgánicas de la embarazada se despliegan y elaboran en una gestación que supera la puramente fetal. Grandes movimientos se instauran a nivel del sistema de afectos y emociones. La gestante es (en el mejor de los casos) agricultor cuidadoso de albergar y nutrir su semilla, y albañil que abate, cambia, reconstituye dependencias de la arquitectura personal, intima. En esta multiplicidad de energías el feto concentra, como fruto. el punto más alto de un cuerpo productor, siendo a la vez capital viviente que hace posible los balances con el niño imaginario anidado en el psiquismo de la madre, con sus miedos, sus frustraciones y también con su narcisismo.

Así, la gestación, el parto y el puerperio no son entidades patológicas. Son entidades creativas y de tránsito, procesos cuya dinámica hace comparecer los caudales emocionales completamente trenzados con las dinámicas biológicas.

El reloj biológico que regula la especie es un reloj amplio y complejo. Él regula los movimientos de vida y de muerte, los tropismos de cada organismo; es, pues, dentro de este ritmo incesante y pendular donde han de inscribirse las interacciones intrapsíquicas y psicosomáticas.

La noción que parece más apropiada para acercarse al fenómeno humano es la de estructura. Él todo es sus partes y la interrelación de éstas. No podemos aislar, parcelar, sin grave riesgo de miopía, la conexión y circulación de un sistema.

Una estructura pulsátil altamente elaborada, poderosa y frágil, a eso se parece lo humano. Con capacidades hemorrágicas y coaguladoras, con cicatrización de tejidos y, también, de palabras y afectos.


Gestación, parto y posparto

Cada mujer vive la gestación a su manera; es decir, codificada y marcada en lo que es su estructura profunda, su cuerpo y su entorno.

Pero existen, sin embargo, formas precisas en el seno de las cuales se sitúan las variaciones individuales. Esta actitud general es una suerte de "atributo de la especie", una manifestación de memoria filogénetica.

Las características puramente anatómicas del embarazo favorecen el desencadenamiento de diversas tendencias que encontramos en la vida psíquica infantil y entre los síntomas neuróticos.

El interior del cuerpo es motivo de ideas bien particulares en los niños. Fantasías y miedos se anclan en este territorio misterioso. La curiosidad y la imaginación acompañan los fenómenos corporales; así, por ejemplo, los parásitos intestinales sobrecogen a sus portadores.

También, y según el realismo infantil, el destino de los alimentos ingeridos: el interior del cuerpo está ocupado por aquello que se ha puesto en él, es decir, por el pan, la mermelada, etc. Cosa parecida ocurre con la sangre: el cuerpo es un depósito de sangre.

Las fantasías de embarazo pueblan la vida psíquica de los niños, en particular si se trata de niñas, y esto desde la primera infancia.Todas estas fantasías tienen un carácter bien típico, y son alimentados, sobre todo, por los impulsos que acompañan las diferentes fases de la vida instintiva infantil.

Absorción oral y expulsión, retención anal y excreción, depredación; todos estos impulsos primitivos acompañan funciones corporales precisas y juegan un rol importante en el proceso de la gestación, dominando una gran parte de la dinámica psíquica de este periodo.

Estas imaginerías se acompañan de emociones inconscientes, y a veces incluso conscientes. Mas estas emociones están al servicio de impulsos hostiles al feto, mas ellas son inconscientes. Si las tendencias inconscientes se acompañan del deseo opuesto a guardar el hijo, un conflicto interior se desarrolla y transforma el proceso sicosomático en un síntoma neurótico, en general histérico.

Depende de la situación psicofísica en su conjunto que el feto sea tomado como un parásito hostil o como objeto de ternura e identificación para la madre; de esta manera se expresa la polaridad que llamamos ambivalencia emocional.

He señalado anteriormente la influencia de la vida imaginaria sobre los síntomas psíquicos. Un fenómeno típico y particular de la gestación es una introversión intensificada de la gestante, al mismo tiempo que hay una orientación intensa hacia la realidad. Los problemas más interesantes del embarazo provienen de esta aparente oposición.

La interacción armoniosa de ambos factores procura, seguramente, una gestación en mejores condiciones; su desarmonía entraña una indiferencia tolerante o una profunda miseria emotiva.

Las mujeres encinta hablan poco de su experiencia psíquica. Una situación muy intima, privada, se desarrolla en silencio y soledad; ciertamente, también porque este proceso se enraíza en el psiquismo profundo y no llega a ser intelectualizado.

Esta introversión de la gestante implica que el interés que es retirado del mundo exterior se vuelve hacia la parte del yo de la madre que engloba al feto. El proceso biológico unifica a la madre y al niño, él yo de la mujer se renarcisiza y se identifica con este fruto incorporado al cuerpo y al afecto. Él yo y el no-yo de la gestante es totalizado, cumpliendo así una de las aspiraciones nostálgicas más fuertes del ser humano: su deseo de reencontrar una unidad primordial.

El embarazo es también esta situación ideal de completud, como es espacio donde las antiguas contabilidades con la infancia, con la madre propia, con los duetos, frustraciones y deseos, son traídas a la luz para ser regladas o incrementadas.

Él yo de la gestante ha de encontrar un buen compromiso entre la identificación profunda e inconsciente con el niño que está dirigido hacia el porvenir, y a la vez una identificación con la madre propia que significa el pasado y su actualización. Cuando una de estas identificaciones es rechazada o fragilizada, se presentan dificultades.

La identificación con el niño que se produce en el transcurso del embarazo trae consigo el miedo a la separación, temor que se expresa no sólo en el "voy a perder el niño" (él saldrá y no lo tendré más así como ahora), sino también en "el niño me va a perder", frase aplicable tanto al niño que será dado a luz en el parto, como al niño imaginario y personal que la madre mantiene vigente en su psiquismo.

El parto, con su violencia y su esfuerzo, rompe la unidad madre-hijo de la vida intrauterina. La sección del cordón umbilical marca esta separación; la madre recibe un substituto real a cambio de lo que ha sido hasta allí una fantasiosa relación privada psíquica y corporal.

El alumbramiento constituye una prueba grave, importante y específica para la vida emocional de la madre. Por estas razones, puede convertirse en el punto de partida de procesos neuróticos o psicóticos crónicos. Hay que remarcar también que una experiencia de esta índole puede tener un efecto a veces terapéutico, a veces patológico.

Así, ciertos autores, con análisis de datos clínicos como apoyo, señalan que algunos casos de neurosis obsesiva mejoran después del parto; en otros se observa una agravación. Lo mismo parece ocurrir respecto a estados depresivos.

Las esquizofrenias y las depresiones que se declaran con el parto tienen un contenido y un carácter específico, incluso cuando se trata de la agravación de un proceso crónico debido a una disposición preexistente.

Por otra parte, y no siempre es detectable clínicamente, la depresión que acompaña todo gran clímax emocional y físico la encontramos, y con toda razón, después del parto. El estrés provocado por el proceso de gestación y las energías físicas y psíquicas invertidas en el alumbramiento, ligados al hecho irreversible de la pérdida y al temor a la nueva fase vital que comienza, hacen que la mujer curse un duelo, muchas veces imperceptible para el entorno, pero no por ella menos existente.

Movimientos de lenta sutura física y psíquica se efectúan a fin de paliar la separación, el encuentro con el niño real tiende a reforzar un cordón umbilical psíquico a falta del cordón físico seccionado.

El amor maternal se instaura poco a poco, fortaleciéndose con la valorización de los cuidados del recién nacido y su total dependencia.

En el espacio de este artículo sería ilusorio pretender agotar el tema, he intentado sin embargo,dar al menos una aproximación al paisaje complejo conformado por la multiplicidad de factores puestos en juego por esta identidad dramática (drama= del griego=acción), de la gestación, parto y post parto.

Tríptico de un solo proceso en el que la reproducción humana asegura y reanuda la especie.

La manera como la sociedad cuida y sigue a la mujer encinta depende ante todo, del precio que esta sociedad atribuye a la progenitura y a su portadora. Este precio varía segun las épocas y los paises, los intereses nacionales , políticos y económicos y morales juegan un rol importante.

La evolución social no tiene siempre en consideración la filigrana complicada, a veces riesgosa y épica, con que la gestación es también gesta anónima, individual y universalizada.



Ps. Francesca Lombardo.


La autora es Psicólogo Clínico y Magister en Filosofía de la Universidad de París VII y París I, respectivamente. Becaria del World University service, realiza actualmente investigación y seguimiento de gestantes en alto riesgo obstétrico con el patrocinio de los servicios de Psiquiatría y de Ginecología y Obstetricia del Hospital del Salvador Área Oriente, Santiago.


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