Fray Jorge clama desde su agonía
( Publicado en Revista Creces, Mayo 1982 )

Zona boscosa en medio de la estepa árida de la Cuarta Región (Chile) y relicto de increíble paisaje requiere una solución científica para evitar su extinción definitiva. Aquí aportamos remedios concretos para conservar este recurso nacido en el Terciario: la captación de camanchaca.

Enero de 1883: a caballo hacia Fray Jorge

Escudriñando cada rincón, cada vaguada, cabalga don Federico Philippi acompañado de un baquiano, por entre cerros y lomajes. No escapa a su ojo botánico, liquen, musgo o gramínea alguna, agazapados bajo el follaje de arbustos o cactáceas. Su relato resume el éxtasis experimentado por el autor, al describir sus hallazgos. Sonoros y atávicos nombres científicos, a la par que asociaciones vegetales inéditas, van quedando impresas en el diario del sabio. Ansioso, se afana en llegar a "la tanto tiempo buscada foresta de Fray Jorge".


Interrogantes que desconciertan

¿Qué atrae al científico Philippi hacia el bosque relicto de Fray Jorge (IV Región) en los últimos días de enero de 1883? ¿Qué nos sigue intrigando aún hoy, más de cien años después?. Las informaciones recibidas son contradictorias. Rumorean que se han visto robles en sus cimas. Philippi quiere salir, de una vez por todas, de tantas dudas. Pero, a la verdad, después de pasar varias horas aterido de frío escrutando cada escondrijo de sus cúspides brumosas, el sabio regresó con más interrogantes de las que se había planteado en su ascenso. "¿Cómo se puede explicar que estas plantas aparezcan aquí tan lejos del lejano sur por el viento, o... por los pájaros que han comido sus frutos...?" O -acaso- "¿el clima de Chile ha sido en otros tiempos diferentes de lo que es ahora?". No son éstas las únicas preguntas que asaltan el espíritu del sabio. Va más lejos aún, hasta plantearse enigmas que ni siquiera hoy podemos resolver con certeza.


Meditación in crescendo

¿"Ha habido -prosigue el científico- lluvias frecuentes (antiguamente) ... que permitiesen a la costa estar cubierta de bosque...?" O incluso, atisbando ya resueltamente el campo de la paleobotánica: "¿Hay forestas de origen muy antiguo, restos de aquél tiempo (que se han mantenido) con un clima marítimo e insular... parecido al actual clima de Chiloé?"

Planteadas así, crudamente, Philippi tuvo el coraje poco común de responderlas con la misma sinceridad: "y no encontré una contestación definitiva para ninguna de ellas". Palabras proféticas. A más de cien años de distancia, aún no se descorre del todo el velo de la bruma que cubre su origen y sus mecanismos de funcionamiento.


65 años después: la clasificación sistemática

Dos notables botánicos chilenos, Carlos Muñoz Pizarro y Valdés Pisano, sometieron a riguroso examen el bosque hidrófilo de Fray Jorge. A ellos debemos el más acabado estudio taxonómico y asociativo de estas comunidades vegetales. Fue elaborado 3 años después de que dejó de ser pisoteado y comido por el ganado aledaño. El inventario de especies dejó en claro que el bosque, vuelto a su paz, comenzaba a autorregenerarse.

Para ambos científicos, el bosque de los Altos de Talinay (nombre genérico que reciben los cordones coronados de bosque) no era sino un vestigio de migraciones vegetales de épocas preglaciales. Reliquias engarzadas en plena área semidesértica, gracias a los efectos humectantes de la camanchaca costera. No nos detendremos ahora a debatir sobre su oscuro origen: terciario o cuaternario. Otros ya lo han discutido in extenso (Cf. Zúñiga, 1980). Nos proponemos, más bien, analizar lo que hoy es y lo que podría llegar a ser este magnífico exponente de la adaptación vegetal.

Muñoz y Pisano (1947) descubren en el dos asociaciones vegetales básicas. La más húmeda, al abrigo de la constante condensación de la camanchaca se compone de olivillo (Aextoxicon punctatum) y canelo (Drimys winteri). Aquí, el canelo se reproduce con mayor velocidad. La otra, más seca, está constituida por el olivillo citado y cierto arrayán (Myrceugenia correaefolia). En ella tiende a aumentar el último a expensas del primero, por encontrarse mejor equipado para combatir la sequía ocasional que predomina hoy en dicho biótopo.


Un bosque de edad juvenil

Uno de los resultados mas sorpendentes de su análisis, es la joven edad de los ejemplares arbóreos .

En dicho año (1947) la edad media de los olivillos fue de 42 años. La de los canelos, 45 años. No existen ejemplares muy viejos. Nada, pues, que se pueda comparar con los alerzales sureños, donde no es raro encontrar ejemplares de 4.000 años de antigüedad. Por este concepto, Fray Jorge es un bosque joven; o mejor dicho, un bosque que se ha venido renovando en forma continua en los últimos 400 años, tal vez por efecto de la directa acción disociadora del hombre (talas, siembras, incendios).


El empuje invasor del medio semiárido

En los claros dejados por el bosque, allí donde entró en forma avasalladora una vegetación mejor adaptada al medio árido, irrumpió una nueva asociación vegetal, en la que no hay vestigio alguno de las especies del medio húmedo. En las partes altas, está formada por el bollén o huayo colorado (Kageneckia oblonga), la fucsia del norte (Fuchsia lycioides) y el huañil, pucana, tipia o palo de yegua (Proustia pungens). Si hoy no existiese bosque en Fray Jorge, o -por un infortunio- éste se quemara, estas serían allí las especies predominantes, aún bajo el efecto morigerador de la camanchaca. Más abajo y hacía el oriente, invaden hoy con gran violencia ejemplares del vautro (Baccharis concava), cachicabra (Haplopappus folious) y una especie de Berberis.


Contrastes vegetacionales

Al desviarse de la Carretera Panamericana hacia el mar hasta alcanzar los lejanos cerros de los Altos de Talinay, no se imagina uno jamás la variedad increíble que ofrece la fitosociología local. A la vera de la Panamericana, terrenos arados hace poco para cultivos de secano, son hoy invadidos por una impetuosa compuesta, la Gutierrezia panniculata, primer colono del terreno removido. Domina sin contrapeso, a pesar de su tamaño pequeño (no pasa de los 50-60 cm de alto). Mas adentro, entre colinas suaves, innumerables "varillas" (Adesmia sp.) tiñen de un amarillo-anaranjado sus diminutas hojillas verde pálido. En los faldeos expuestos al norte (o solana) corpulentas formaciones de cactáceas de los géneros Trichocereus y Eulychnia se apretujan como inspirando aridez suprema al paisaje.

Iniciamos la repechada. Hemos divisado, invadiendo ya las cumbres, girones del manto casi perenne de la camanchaca. Cachicabras (Haplopappus foliosus) y chaguales (Puya spp.) tiñen de palidez amarillenta las laderas, durante esos días de octubre o septiembre. Cientos de picaflores se columpian, extáticos, frente a sus corolas. Ni un árbol todavía, salvo escasos molles (Schinus latifolius) que emergen recelosos entre ramilletes de un verde virulento, decorado de pétalos amarillos de la Cassia closiana o quebracho.

La presencia de numerosos líquenes, invadiendo hasta el último milímetro de tallos y raíces, evidencia el campo de influencia de la nube. Los primeros grupúsculos de árboles, apretados unos contra otros como protegiéndose de la invasión descontrolada de la flora xerófita que arremete cerro arriba, aparecen hacia los 500 m. Son restos escuálidos, deformes, de un bosque que otrora debió cubrir toda la faja de altas cubres y faldeos, entre los 500 y 650 metros. Por decenas de kilómetros. Hoy semejan grupos de mendicantes que inspiran piedad en su lucha sin cuartel contra la aridez.

Al trasponer el acceso al Parque Nacional Fray Jorge, el rótulo generoso que recibe el visitante señala 9.000 hás. Pero el esqueleto actual del bosque premigenio no tendrá mucho más de 50 hás no compactas, diseminadas al voleo entre las cumbres. Algo más -dicen- quedan en Talinay. Hasta 1944 vacunos y cabras avanzaron a la misma cima consumiendo renuevos y valiosos sotobosque.


Potencial hídrico de la camanchaca

Un visionario, Jochen Kummerow, intentó penetrar en el misterio del balance hídrico del bosque. Entre 1962 y 1965 instaló humectógrafos, actinómetros, pluviómetros y captadores de neblina, con el fin de evaluar la cantidad de agua que el follaje recuperaba de la neblina transeunte. Sus constataciones fueron decisivas. Por vez primera, se pudo medir la captación por neblina, la que, a juicio de todos, era la explicación única de este bosque de "tipo valdiviano". Kummerow cotejó valores de lluvia y neblina, captados a los 500 m de altitud, en un claro del bosque, cifras en mm. (ver figura 1).

De estos índices pudo concluir con toda razón que "los valores registrados (por precipitación de la neblina) son tan altos que explican ampliamente la existencia de una zona boscosa en medio de la estepa árida" (1966).


Comparando resultados

Nuestras experiencias en las cimas de El Tofo han dejado entrever que la mayor captación de agua se verifica ente los 700-800 m y en zonas de abras o portezuelos. Fray Jorge -donde midiera Kumerow- se encuentra en altura poco propicia (500 m) y en una cima donde el "efecto Portezuelo" no se verifica en plenitud. Dos captadores idénticos, instalados por nosotros uno en Fray Jorge y el otro en El Tofo, otorgaron notable ventaja en la recolección de agua, al ubicado en El Tofo. El hecho abre insospechadas esperanzas en los anhelos de reforestación en áreas de camanchaca situadas al norte de los 290º 15` S. (El Tofo).


Nuestras sugerencias

Las conclusiones que parecen surgir hasta el momento, son las siguientes: (1) Dado el estado de degeneración en que se debate hoy Fray Jorge, parece indispensable y urgente intervenirlo artificialmente, utilizando las experiencias en captación de neblina para regar los nuevos arbolitos. Se debería crear así una considerable masa boscosa homogénea que entregue condiciones de humedad, insolación y suelos que favorezcan con el retorno a las condiciones óptimas para el funcionamiento del sistema; (2) Los árboles deberían ser regados hasta que alcancen los 3 m de altura (no 1,5 - 2,0 m como sugiere Kumerow). Más cerca del suelo, la radiación calórica de éste aminora considerablemente la captación; (3) Las especies más adecuadas deben poseer follaje perenne y hojas grandes. No es coincidencia el que la naturaleza haya dotado al olivillo, al canelo y al yelmo (Griseunia scandens), de estas precisas características. Las leguminosas no parecerían ser las más recomendables; (4) No basta formar una frondosa canopia vegetal de altura. Es indispensable, además, formar un estrato arbustivo y herbáceo de sotobosque, que contribuya a frenar la evaporación en horas de máxima insolación y formar la capa de humus que permitirá el crecimiento de nuevas plántulas (máxime canelos y olivillos). En este sentido, nos parece contraindicada la plantación de Eucaliptus y Pinus que normalmente rechazan dichas formaciones; (5) Hay que estudiar con urgencia especies arbóreas y arbustivas que utilicen preferentemente la capa de 20-30 cm de suelo humedecido periódicamente en horas de camanchaca.

El olivillo, más que otros parece prestarse admirablemente para esta función, máxime si le acompaña su infaltable compañero de ruta, el yelmo, que afirma de preferencia sus raíces en este estrato húmico superficial. Por esta razón eucaliptus del bosquecillo de El Tofo (800 m. de altitud)) se ven decrépitos y ostentan un follaje decadente. En profundidad -dada la poquísima densidad que presentan- sus raíces no encuentran humedad alguna o muy escasa.

Fray Jorge es un lugar que plantea incógnitas al científico pero, a la vez, le ayuda a resolverlas por el hecho de ser, él mismo, un laboratorio ideal de investigación. Su estudio incansable, emprendido en forma interdisciplinaria por botánicos, zoólogos, ingenieros forestales, geógrafos y antropólogos, sería el único capaz de arrojar respuestas sobre los mecanismos que deben aplicarse para combatir la aridez. Su ataque frontal es hoy prioridad número uno en las cuatro regiones septentrionales de nuestro país (Chile).



Horacio Larraín Barros

Instituto de Estudios y Publicaciones
Juan Ignacio Molina
Sociedad Chilena de Historia y Geografía


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