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    ( Creces, 2009 )

    Alfonso Valenzuela B.* ¡Somos lo que comemos!, esa premisa la hemos escuchado desde siempre, y aceptamos que tiene fundamento científico, ya que de alguna manera la composición de nuestro organismo refleja la composición de nuestra dieta, al menos en el largo plazo. Desde este punto de vista, los ácidos grasos, son quizás los nutrientes que mejor reflejan, junto con los microminerales, el contenido de la dieta en la composición de nuestro organismo. Ahora bien, ¿actualmente comemos lo que deberíamos comer?, al parecer no es así. Este artículo pretende esbozar cómo ha evolucionado la nutrición desde el punto de vista bioquímico, desde nuestros más lejanos antepasados hasta hoy día, particularmente en el rol que han tenido los ácidos grasos omega-3 de origen marino. Nuestra genética, al parecer, sigue siendo un patrimonio de información similar al que tenían nuestros antecesores de la edad de piedra (1). Las mutaciones con efecto positivo, desde el punto de vista evolutivo, ocurren aproximadamente cada cien mil años, por lo cual, según el registro fósil que tenemos de los primeros homínidos, no deberíamos registrar más de 20 o 30 mutaciones con efecto positivo en nuestra nutrición. Por el contrario, también se han producido mutaciones con efecto negativo, y que han modificado nuestra capacidad de adaptación al medio ambiente y/o nutrición. Un ejemplo es la pérdida de la capacidad para biosintetizar el ácido ascórbico a partir de la glucosa por deficiencia de la enzima 1-gluconolactona oxidasa, capacidad que sí tienen otros mamíferos, pero no los primates, incluidos los humanos (2), lo cual nos deja sensibles a su carencia nutricional, la que en el pasado se reflejó en una gran incidencia de escorbuto en numerosas poblaciones. ¿Genética de la edad de piedra y nutrición de la era espacial?, al parecer así es. Nuestro patrimonio genético no ha variado o ha variado muy poco, pero la nutrición actual es notablemente diferente a la de nuestros ancestros. La figura 1 muestra el cuadro evolutivo de los primates, en el cual se han elegido cuatro estadios del desarrollo evolutivo del hombre, y sobre quienes discutiremos acerca de su nutrición y desarrollo (3).

      ( Publicado en Revista Creces, Septiembre 2003 )

      Después que en el mes de Julio (2003) se dio por superada la epidemia de fiebre asiática (SARS) en Canadá, ahora ha aparecido una nueva epidemia que preocupa a los médicos porque los tests de laboratorio sugieren que sería causada por el virus SARS. Sin embargo sus síntomas no son tan alarmantes. Los investigadores aún no saben si se trata del mismo virus o una mutación de él, u otro virus pariente del que ha matado a más de 800 personas en diferentes partes del mundo (Cuan serio es el síndrome respiratorio agudo). El hecho es que en una casa de retiro cerca de Vancouver, apareció una enfermedad respiratoria que se esparció rápidamente afectando a 97 de los 142 residentes y a 46 de los 120 empleados. De ellos han muerto siete personas. Como los exámenes de laboratorio resultaron negativos para gripe, se enviaron muestras al Laboratorio Nacional de Microbiología en Winnipeg. La preocupación se incrementó ya que la mitad dio positivo para SARS. Sin embargo, ninguno de los pacientes llenaba los criterios diagnósticos estrictos de SARS; muy pocos tenían fiebre, un síntoma clásico de la enfermedad, mientras que la mayor parte tenía romadizo. Muchos tenían tos, dolor de garganta, dolores musculares y fatiga, síntomas todos muy comunes en las gripes. De los siete que fallecieron, sólo tres presentaban síntomas respiratorios. Uno de ellos dio positivo para SARS.

        ( Publicado en Revista Creces, Diciembre 2001 )

        Según los antropólogos, los primeros emigrantes que llegaron a América, habrían cruzado a través del Estrecho de Bering (Cuándo y cómo llegó el hombre a américa) . Recientemente nuevos estudios basados en la forma del cráneo, hacen pensar que al menos hubo dos grandes migraciones. La primera serían personas que se asemejan al Hombre de Kennewick y la segunda, a gente proveniente de Asia Central. Los estudios lingüísticos apoyan esta hipótesis. Sin embargo los estudios genéticos y arqueológicos dan resultados contrapuestos.

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