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    ( Publicado en Revista Creces, Octubre 2000 )

    En los años 1973 y 1979 se produjeron alzas del precio del petróleo, no porque este se estuviera agotando, sino por restricciones relacionadas con los países árabes, grandes productores del petróleo. Nuevamente y como se había vaticinado en 1998 (Creces, Diciembre 1998, página (Se aproxima nueva crisis del petróleo), los países de la OPEC han vuelto a dominar el mercado, decidiendo otra vez racionar la producción, provocando con ello una nueva y sustancial alza. Cada vez que ello ocurre, volvemos a tomar conciencia de que el recurso es finito y que tarde o temprano éste tendrá que comenzar a agotarse. Ello produce gran angustia, porque bien sabemos que toda la economía mundial se basa en la utilización de esta fuente de energía barata, para la cual aún no se dispone de un reemplazo fácil y de igual costo.

      ( Publicado en Revista Creces, Mayo 1998 )

      Una tradición subterránea, difícil de erradicar

      "Nunca me voy a olvidar de mi circuncisión, que me la hicieron hace cuarenta años, cuando yo tenía seis años de edad. Una mañana, durante las vacaciones de verano, mi madre me dijo que íbamos a visitar a su hermana en Halfayat (Sudan). Fuimos a su casa, pero después me llevaron a "la casa de ladrillos". Mientras mi madre golpeaba la puerta, yo trataba de leer el nombre escrito en la puerta. De repente me di cuenta que se trataba de la casa de Hajja Alamin. Ella era la persona encargada de hacer la circuncisión en nuestro vecindario. Quede petrificada y luego trate de arrancar, pero me agarraron entre mi madre y mi tía. Ellas decían que allí me iban a purificar. Hajja era la persona más cruel que yo había conocido... Ordenó a su empleada que fuera a comprar una gillet al almacén cercano. A la fuerza me tendieron en una cama con un hoyo al centro y me ataron a ella. Grité con toda mi garganta. La mujer me dijo: ¿Quieres que venga la policía?. Después de esto y sin anestesia, me hicieron la circuncisión. Durante los tres días siguientes no pude comer ni beber. Recuerdo que el tío que supo esto, increpó a mi tía. Mi madre y mi tía se asustaron y decidieron llevarme de nuevo donde la mujer. Con una voz fuerte, me ordenó que me agachara en el piso y que orinara. Me costo mucho por el dolor, pero lo logré. Por mucho tiempo, esto fue muy doloroso. Me demoré mucho en normalizarme. Pero entiendo los motivos de mi madre, que quería purificarme".

      Relato de Abdel Majib, profesora de una escuela de Sudan.

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