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    ( Creces, 2014 )

    Resumen: La premisa planteada en 1970, como resultado de las investigaciones realizadas, sostenía que la ancestral desnutrición que afectaba al niño durante los primeros períodos de la vida, constituía un difícil obstáculo para combatir la pobreza, la desigualdad, y el subdesarrollo. Aceptando este paradigma, se diseñó una intervención focalizada y multifactorial que contemplaba las siguientes intervenciones: asegurar el aporte nutritivo de la madre embarazada y el de su hijo, instruirla en el cuidado del mismo, estimular su apego (lactancia materna), incrementar la escolaridad de las futuras madres, controlar el crecimiento y desarrollo de los niños que iban naciendo hasta cumplir los cinco años de edad, preservar su salud primaria y mejorar el saneamiento ambiental del hogar, mediante el adecuado abastecimiento de agua potable y eliminación de excretas (alcantarillas). Paralelamente se inició también otra intervención destinada a tratar, con una nueva modalidad más eficiente, a los niños menores de dos años con desnutrición avanzada.

    La suma de ambos programas, en un plazo de 25 años, logró corregir y prevenir la desnutrición que se venía produciendo ancestralmente durante los primeros años de vida, de modo que el 98% de los niños en edades de 0 y 5 años, ya crecía y se desarrollaba dentro de parámetros normales, según las normas de OMS. Adicionalmente disminuyeron las muertes prematuras (menores de 15 años), de un 52% en 1970, a un 3% en 1995. Con posterioridad se inició una etapa de desarrollo económico y social, que culminó en 2013 con disminución significativa de la pobreza (11.6%) y un paralelo incremento de la clase media (41.6%) y vulnerable (41.5%). Lo sucedido concuerda con la premisa planteada: "Después de prevenir el daño producido durante los primeros períodos de la vida, iba a ser posible que ocurriera el desarrollo económico y social". Era previo contar con un recurso humano indemne, no dañado, que más tarde pudiese capacitarse y educarse para participar en la demandante sociedad del conocimiento que se aproximaba.

      ( Publicado en Revista Creces, Junio 2003 )

      El hombre

      Entre los científicos europeos que llegan a Chile a mediados del siglo XIX, está el joven alemán de veinticuatro años, Francisco Fonck; médico, naturalista, botánico, antropólogo, geólogo y etnólogo; quien había realizado estudios en las Universidades de Bonn, Berlín, Praga y Viena, obteniendo su título de Médico en la Universidad de Berlín en 1852. Dos años después, arriba a nuestro país y se inicia de inmediato en el servicio público, siendo nombrado médico de la Colonia de Llanquihue, cargo que desempeña hasta 1869, con una convicción casi religiosa, que lo insta a servir a sus pacientes bajo las peores condiciones de tiempo y por caminos más bien imaginados que reales. Es una de sus expresiones más notorias de servicio público. Y es justamente este mismo espíritu de colaboración y de entrega lo que lo insta a aceptar en 1860, la nominación como vicecónsul de la republica de Chile en Berlín. Y también a asumir como intendente de Llanquihue; y luego, en 1882, esta misma vocación lo lleva a presentarse como candidato a diputado por dicha región y resulta electo. La comunidad de inmigrantes alemanes de dicha región y la población en general, cuentan así con un nuevo científico y profesional dedicado además del cuidado de la salud de la población, a la investigación de la naturaleza regional; así como a diversos estudios de antropología, arqueología, geografía, cartografía y mineralogía nacional.

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