( Publicado en "La Revolución de la Bioingeniería", Fernando Mönckeberg, 1988,
Editorial Mediterráneo )
Las técnicas de ingeniería genética sin duda permitirán avances espectaculares en la eficiencia y rendimiento en la producción de los más variados productos microbianos. Sin embargo, es necesario recalcar que estos microorganismos, naturales o manipulados genéticamente, deben colocarse en un ambiente favorable tanto para su crecimiento como para la óptima expresión del producto buscado a fin de poder producirlo a nivel industrial. En efecto, el crecimiento microbiano depende tanto del genotipo como del medio ambiente en que éste se desarrolla. Este ambiente controlado y propicio al crecimiento microbiano se logra, ya sea en el laboratorio o en la industria, gracias a un instrumento especial, llamado fermentador (figura 1).