( Publicado en Revista Creces, Febrero 2004 )
Hasta hace algún tiempo, se pensaba que sólo la herencia era la que condicionaba las características físicas, la personalidad, y las capacidades intelectuales de los individuos. Hoy en día, gracias al progreso de la biología, la genética, la antropología y específicamente, la bioquímica cerebral, este concepto ha variado fundamentalmente. Se ha llegado a un consenso que en el desarrollo del individuo, tan importante como la genética, es también el medio ambiente y que de la relación entre uno y otro factor, dependen tanto la expresión de los factores físicos, como los intelectuales. Cuando nacemos, traemos con nosotros una impresión genética que ha sido trasmitida por nuestros padres, pero cuya expresión, depende fundamentalmente de los estímulos positivos o negativos, que nos imponga el medio ambiente.