( Publicado en Revista Creces, Abril 1986 )
Encerrado por decenios a lo mejor por más de una centuria en una botella, un velero en miniatura ejerce su embrujo en niños y adultos. Para los químicos que estudian el deterioro del ambiente -en cambio-, el velero encierra un dato importante que ahora es motivo de delicado estudio: sabiendo la fecha de construcción de la pequeña obra de arte -por ejemplo, 1910 en Valparaíso- es posible llegar a determinar la cantidad de anhídrido carbónico (CO2), contenido en la atmósfera de aquel entonces. Si se hace lo mismo trabajando al vacío y con ayuda de cromotagrafía de gases, se puede determinar la concentración de CO2 que guardan antiguos relojes de arena o botones metálicos cerrados a presión, siendo posible reconstruir los registros de la concentración del CO2 en épocas pretéritas para compararlas con las actuales.