( Creces, 2011 )
Según afirma Christopher Eppig y sus colaboradores de la Universidad de New México en Albuquerque, la disminución de la capacidad intelectual que se observa en niños en países pobres, sería consecuencia de la elevada incidencia de enfermedades infecciosas. Según ellos, en el niño recién nacido, la construcción del cerebro requiere del 87% de toda la energía disponible. En edades posteriores este porcentaje disminuye, pero continuaría siendo alto por varios años, de modo que a los cinco años aún es del 44%. Pero defenderse de las infecciones también tiene un alto requerimiento de energía, lo que significa una situación crítica cuando estas alcanzan una alta incidencia, como sucede en los países pobres.