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    ( Publicado en Revista Creces, Enero 1999 )

    El SIDA se está extendiendo demasiado rápido en Africa, especialmente en los países sub Sahara. En esta región se encuentra casi el 70% de los casos del mundo. En muchos países de esa zona uno de cada cuatro adultos ha sido contagiado con el virus, y es cuestión de tiempo para que comiencen los síntomas (Noticias del sida: Tratamiento a menor costo) . Frente a este enorme problema, las esperanzas no están en el tratamiento, por el elevado costo que esos países no podrían afrontar. La única posibilidad es encontrar, contra el tiempo, una vacuna apropiada que prevenga el contagio. Con este objetivo, dos equipos de investigadores están desarrollando vacunas que sean efectivas contra la cepa del virus SIDA que prevale en esa región.

      ( Publicado en Revista Creces, Mayo 1998 )

      Una tradición subterránea, difícil de erradicar

      "Nunca me voy a olvidar de mi circuncisión, que me la hicieron hace cuarenta años, cuando yo tenía seis años de edad. Una mañana, durante las vacaciones de verano, mi madre me dijo que íbamos a visitar a su hermana en Halfayat (Sudan). Fuimos a su casa, pero después me llevaron a "la casa de ladrillos". Mientras mi madre golpeaba la puerta, yo trataba de leer el nombre escrito en la puerta. De repente me di cuenta que se trataba de la casa de Hajja Alamin. Ella era la persona encargada de hacer la circuncisión en nuestro vecindario. Quede petrificada y luego trate de arrancar, pero me agarraron entre mi madre y mi tía. Ellas decían que allí me iban a purificar. Hajja era la persona más cruel que yo había conocido... Ordenó a su empleada que fuera a comprar una gillet al almacén cercano. A la fuerza me tendieron en una cama con un hoyo al centro y me ataron a ella. Grité con toda mi garganta. La mujer me dijo: ¿Quieres que venga la policía?. Después de esto y sin anestesia, me hicieron la circuncisión. Durante los tres días siguientes no pude comer ni beber. Recuerdo que el tío que supo esto, increpó a mi tía. Mi madre y mi tía se asustaron y decidieron llevarme de nuevo donde la mujer. Con una voz fuerte, me ordenó que me agachara en el piso y que orinara. Me costo mucho por el dolor, pero lo logré. Por mucho tiempo, esto fue muy doloroso. Me demoré mucho en normalizarme. Pero entiendo los motivos de mi madre, que quería purificarme".

      Relato de Abdel Majib, profesora de una escuela de Sudan.

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