( Publicado en Revista Creces, Septiembre 1985 )
Todas las personas deseamos una segunda oportunidad, esa anhelada repetición de circunstancias que cuando se presentan por primera vez, o no las vimos o no las supimos aprovechar bien. Es muy probable que aquellos afortunados que tienen su segunda ocasión la empleen favorablemente basándose en su experiencia previa.
Ahora bien, si la segunda oportunidad no se utiliza en la forma más conveniente. ¿Es lícito desear una tercera?
Creo que sí. La dinámica de la vida misma indica que la esperanza es lo último que se pierde, y aunque las probabilidades de la tercera vez son muy bajas, se la debe perseguir con empeño y con el firme propósito de no repetir errores pasados.